El imperio del algodón – Sven Beckert
Una historia global del sistema de producción que más lo peta
En las universidades española son todos unos rojos: funcionarios endogámicos de por vida que cobran de Papá Estado y predican el comunismo entre las mentes inocentes, mientras ninguna universidad patria está en el top 10 mundial. Mal, muy mal, dicen en el PP, donde son ambiciosos y quieren un Harvard aquí en Aravaca Madrid España. Sitios donde un profesorado internacional enseñe cosas como Dios manda. Bueno, eso igual queda un poco lejos, pero mientras tanto podemos ofrecerle a Pablo Casado esta obra de un profesor alemán que dirige el Programa de Estudios Capitalistas en Harvard y que no deja en muy buen lugar al sistema promocionado del PP. Con este argumento de autoridad, puede que Casado abrace la inmortal ciencia del materialismo histórico y todo.
¿Qué interés puede tener el algodón? Pues que ha sido –y sigue siendo- uno de los mascarones de proa del capitalismo. En su historia podemos ver un reflejo de la del propio capitalismo, pues esta industria fue pionera en crear las acumulaciones originarias del capital, las instituciones, las redes comerciales, las tecnologías, y los cambios sociales y económicos que con el tiempo se han extendido a casi todos los campos de la economía. Entender el algodón, dice Beckert, es entender el capitalismo.
La historia empieza hace como 5000 años: en todas las zonas tropicales del planeta crecen variedades del género Gossypium (aunque la que se ha impuesto y genera hoy el 90% de la cosecha mundial es la variedad mesoamericana), y desde siempre se ha utilizado para crear textiles con ella. Pero la mayor parte siempre fue para uso local: los campesinos cultivaban un poquito, casi siempre mezclada en los campos con otras cosechas, y almacenaban el algodón para trabajarlo en los meses con menos actividad. Había que peinar las hebras para extraer las semillas, posteriormente hilar las hebras en un único hilo, y por último tejerlo para obtener un tejido blanco. Pequeños excedentes se usaban para comerciar, surgiendo tres grandes zonas: Mesoamérica, África oriental, e India-China (donde en el siglo XV llegó a aceptarse la tela como moneda para el pago de impuestos). El gran mercado exportador era la India, que tenía la tecnología más avanzada y comerciaba con toda la costa del Índico. Desde allí llegaba a Europa vía comerciantes musulmanes.
Europa comenzó como el convidado de piedra: aquí apenas crecía algodón, la poca industria dependía de importaciones, y no podía competir en calidad con la India. La mayoría de europeos se vestían con prendas de lino y lana; textiles que no se podían teñir, que tienen muy mal secado y por ello apenas se lavaban, con lo que en Europa el populacho era una cosa tirando a gris y apestosa. Poco a poco, a finales de la Edad Media, empezaban a importarse más prendas. También se importaba algodón en crudo, pero muy poquita cosa, que era procesado en las ciudades del norte de Italia, los Midlands ingleses, y en el sur de Alemania (donde un simple maestro tejedor, Hans Fugger, va a empezar una meteórica carrera gracias al algodón y fundar la dinastía de banqueros más importante de Europa).
Capitalismo de guerra
Hacia 1500 sin embargo cambian radicalmente las tornas, con el descubrimiento por parte de los pueblos ibéricos de las rutas a las Américas y a la India. Tradicionalmente se fecha aquí el inicio del “capitalismo comercial” o Mercantilismo, pero Beckert prefiere llamar a esta fase Kriegskapitalismus, “capitalismo de guerra”. ¿Porqué? Pues porque lo que vamos a ver desarrollarse no podría desarrollarse sin la ayuda de los estados, poniendo pasta, soldados y barcos. Y porque es una forma de hacer visible la enorme violencia en que se fundamenta todo: el corazón de este sistema era la esclavitud.
Este capitalismo bélico se basaba en una división del mundo, en la capacidad de unos europeos ricos y poderosos de dividir su mundo en una parte “interior” y una “exterior”. La “interior” se basaba en las leyes, instituciones y reglas de la metrópolis, impuestas por un estado poderoso. El mundo exterior, en cambio, estaba marcado por dominación imperial, por la apropiación gratuita de enormes territorios e incontables personas, diezmando a pueblos indígenas a los que se les robó sus recursos naturales, por la esclavitud y el control territorial por los dueños del capital: comerciantes y colonos, dueños de plantaciones y negreros. Como Adam Smith reconoció, “el gobierno arbitrario en dichos territorios lograba mayor riqueza e importancia que cualquier otra forma social”. Esto ocurría por una tabula rasa social, sobre cuya base paradójicamente se formaron los estados “interiores”.
En cuanto los europeos pisan el Índico, empiezan a hacerse con factorías comerciales en las costas. Con los puertos y con sus barcos rápidamente se hacen con el control del comercio marítimo, pero van a tardar un par de siglos en controlar el interior. Allí, los campesinos siguen cultivando y procesando un poco de algodón para uso propio y tapar agujeros, igual que en los milenios anteriores. Una amplia clase de comerciantes, los banias, se encargan de recolectarlo y llevarlo a las costas. Pero la mano invisible ya está en marcha: ante el incremento de las importaciones de prendas de algodón, la industria textil europea intenta subirse al carro y demanda algodón en bruto para procesarlo.
Sin embargo, la industria europea crece muy lenta, porque es difícil obtener materia prima. El algodón tiene que venir de todo tipo de fuentes: en parte de la India, en parte del imperio otomano, en parte de África. Los europeos lo tienen que comprar a precio de mercado y sin poder influir en cómo se cultiva… excepto en las Américas, de donde empieza a llegar en pequeñas cantidades y se cultiva en plantaciones de esclavos. Era menos rentable que plantar azúcar, así que solía ser un nicho para gente con menos recursos o suelos peores, pero ya mostraba el camino.
Ante la demanda creciente, la Compañía de las Indias Orientales vio un modelo de negocio: obligar a los campesinos hindúes bajo su control a venderles directamente a ellos, eliminando a los banias intermediarios y a otros europeos que podían presionar los precios al alza. Con un sistema de penalizaciones fiscales y hasta corporales a quien se saltara a la Compañía. El resultado: mientras en el siglo XVII los tejedores aún habían cobrado un tercio del precio final, en el XVIII ya solo cobraban un 6%. En 1795 la propia Compañía notaba “una mortandad sin precedentes entre los tejedores”. ¿Qué hizo la industria europea? Exigir –y lograr- medidas proteccionistas: aranceles, del 10%, del 20%, y en 1721 el Gobierno de Su Graciosa Majestad prohibió llevar prendas estampadas si eran importadas. No problem, la mayoría de las importaciones de la India se re-exportaban a África a cambio de esclavos. Así, a finales del siglo XVIII, ya había una industria protegida en Europa (industria que lo había aprendido todo copiándolo de los hindúes), control europeo sobre las rutas comerciales, y una fuente alternativa de algodón en ciernes. El sistema estaba listo para el next level.
Dado que aquí hemos dado pábulo a la historia de la Trata y del azúcar, cabe preguntarse: ¿por qué el algodón y no el azúcar? Pues porque el azúcar, dicho pronto y mal, no fue tan disruptivo. Un romano del siglo II habría entendido al instante el funcionamiento de las plantaciones azucareras. Tampoco había una industria anterior que destruir, mientras que la industria textil había sido la más importante desde la prehistoria hasta prácticamente el siglo XX. Además, la caña hay que procesarla inmediatamente tras la cosecha, y en general los países europeos se traían su azúcar de sus propias colonias, con lo que todo quedaba en casa. El algodón, en cambio, lo podías cosechar en América, procesar en Europa, y vender en África aprovechando que controlas las redes comerciales y has hundido la industria textil en Asia. Fue la primera industria realmente intercontinental. Y además, en contra de lo que dice Thomas, los textiles hindúes habrían sido la principal mercancía usada por los europeos para comprar esclavos en África. Al Triángulo Atlántico le salía una pata hasta la India, una pata de algodón. Fue el algodón el que creó por primera vez un proletariado industrial en Europa, y el que creó fábricas mecanizadas. Cuando esto ocurre, a partir de 1780, ya hablamos de la siguiente fase: el “capitalismo de guerra” engendra el capitalismo industrial.
Capitalismo industrial
En 1780, un irlandés afincado en Manchester, Samuel Greg (dueño de una plantación en Santo Domingo, su familia política invertía en el comercio de esclavos), monta la primera gran fábrica mecanizada de la zona para aprovechar a gran escala algunas invenciones recientes. Sin vapor, aún usaba un rio como fuente de energía. Pero fue un éxito instantáneo: la fábrica dio beneficios sobre capital de un 18%, cuatro veces más que la deuda pública británica. Surgieron imitadores como setas, y un mercado global en expansión absorbió toda la producción. En 1830, el algodón había pasado de representar el 2.6% del PIB al 22.4% (por comparar: el hierro era un 6.7%, el carbón un 7%, y la lana un 14.1%). Varias innovaciones multiplicaron la productividad media de la industria textil inglesa por 370. En cantidad y calidad, ni siquiera los hindúes podían competir. Manchester se convertía en la “tierra de las altas chimeneas”, el epicentro del nuevo capitalismo industrial.
Sin embargo, este capitalismo industrial no va a hacer obsoleto el capitalismo bélico. Ambos van a coexistir durante unos 80 años, hasta 1860 más o menos. Se necesitan mutuamente, de hecho: sin el control imperial sobre la India, los hindúes podrían prohibir las importaciones, y sin esclavitud en las Américas no habría algodón. Y leyes de Cercamiento, claro, que sin ellas tampoco se habría podido obligar a centenares de miles de campesinos a trabajar durante 12 horas por sueldos de miseria. Uno de cada seis obreros ingleses acabó trabajando en el algodón.
Este nuevo capitalismo industrial tampoco se sustenta sobre altos ideales de libremercado e individuos negociando libremente y bla bla bla (aunque en UK ya lo empiezan a vender así, sacando pecho con la abolición de la esclavitud de 1834 mientras compran azúcar y algodón producidos por esclavos), sino en un estado capaz de crear mercados globales, defenderlos con su Royal Navy, garantizar la propiedad privada, hacer cumplir contratos incluso en el extremo opuesto del planeta, crear una moneda estable… y pagarlo todo mediante un sistema fiscal avanzado. Entre finales del siglo XVII y principios del XIX, los ingresos de la Hacienda británica se multiplicaron por 16. Su Graciosa Majestad estuvo en guerra durante 56 años de dicho periodo. Ambos, estado y capitalismo exportador, se reforzaban mutuamente: en el año 1800, un tercio de los ingresos fiscales británicos venía de las aduanas.
Pero la nueva industria demandó aún más algodón. Los fabricantes tradicionales no podían ofrecerlo, al menos sin cambios sociales profundos: ¡a los terratenientes de Gujarat o los campesinos de Anatolia no se los podían tratar como a los sioux o los mexicas! Aquí es donde las Américas toman definitivamente el testigo. Primero en el Caribe, donde ya hay plantaciones en marcha y la producción se incrementa exp0nencialmente a partir de 1780. Este crecimiento habría sido imposible sin esclavos, y de los cuatro siglos que duró la Trata, 1492-1888, el 46% de los esclavos fue transportado después de 1780, incluso pese a la abolición de 1834. Curiosamente, los franceses logran producir mucho más que los ingleses, y les venden casi todo su excedente. Santo Domingo solito ya produce más que todas las colonias británicas juntas. Claro, la Revolución Francesa frena un poco el estupendo negocio, y Le Petit Caporal decretará un embargo total a Gran Bretaña. Brasil cubre la brecha durante un par de años, pero el apetito inglés es insaciable (en 1860, su industria consumirá tanto algodón que haría falta un 37% de la superficie agrícola británica para cultivarlo). Y en 1791, se rebelan los esclavos de Haití: el capitalismo bélico parece llegar a sus límites.
El alumno aventajado
Pero cuando todo parece venirse abajo, aparece en escena un joven país, creado por millonarios comprometidos con la libertad, el estado de Derecho, el exterminio de indios y la esclavitud: los Estados Unidos de América, en cuyos estados sureños se dan condiciones ideales para el cultivo. Pero ¡ay! solo de la variedad mesetaria de la gossypium, y esta tiene las semillas demasiado pegadas a las hebras para procesarla. De nuevo parece que la cosa se va a calar, pero Dios -o el Diablo- se le aparece a Eli Whitney y le susurra al oído los planos de la desmotadora, una máquina que limpia y peina las fibras cincuenta veces más deprisa. Empieza una burbuja del algodón que ríanse de la de los pisos, y que alimenta un “complejo militar-algodonista” de crédito, esclavitud y expansión territorial.
Dos generaciones después, los Estados Unidos producían más algodón que China con su milenaria historia de cultivo. Desde 1802 ya eran el principal suministrador de Manchester, todo posible por medio de la esclavitud, pero también gracias a una reserva casi inabarcable de tierras vírgenes arrebatadas a las tribus nativas. En 1807, una plantación en Mississippi daba un rendimiento sobre capital del 22.5%. No había tampoco competencia por parte del azúcar, y sí generosa financiación de banqueros británicos. Los plantadores de algodón se convirtieron en un poder político formidable (culturalmente, su dominio se sustentaba en histerias sobre “la brutalidad de los bárbaros negros”, milicias blancas armadas, y un potente lobby sureño en Washington, copando el Tribunal Constitucional y la Casa Blanca hasta 1860), sin equivalente en otros países, porque los esclavos no votaban… ¡pero contaban para asignar escaños!
Eso, en el “mundo exterior” donde aún imperaba el capitalismo bélico. En el “mundo interior” del capitalismo industrial, en Manchester, empezaban a preocuparse por la excesiva dependencia de las importaciones americanas, y empezaron a buscar alternativas. Se intentó meter baza en la India con un poco de ingeniería social, que fracasó por la resistencia de los campesinos y la falta de infraestructuras. Luego le llegó el turno a Egipto, donde Mehmet Alí obligó a sus súbditos a plantar algodón y construir las infraestructuras necesarias. El estado egipcio actuaba como monopolio de facto, organizando la cosecha y centralizando la exportación, de la que esperaba suculentos ingresos. Llegó a suministrar un cuarto de la demanda inglesa.
Los imitadores
La fábrica moderna de Manchester pronto tuvo imitadores en el resto del mundo. Generalmente, en ciudades con algún tipo de tradición textil y acceso a capital. Tampoco hacía falta demasiado, era relativamente barato montar una fábrica pequeña. El gobierno británico prohibió la exportación de la nueva tecnología, pero con escaso éxito. Miles de trabajadores textiles emigraron en pos de mejores sueldos montando fábricas en el extranjero. Barcelona, Gante, Basilea, Alsacia, Chemnitz, Osaka o Boston repitieron el mismo crecimiento exponencial, y aunque no llegaron nunca a los números británicos, sí que lograban cubrir mal que bien sus respectivos mercados nacionales. Cortesía también del pequeño Corso: fue su Bloqueo Continental, entre 1806 y 1815, el que mantuvo fuera a la competencia británica y permitió establecerse a las incipientes industrias europeas. A la vista de lo bien que funcionó, muchas de estas industrias posteriormente exigieron –y obtuvieron- aranceles. Aun así, los británicos siguieron expandiéndose, concentrándose en textiles de mejor calidad y exportando a otros mercados.
Cabe preguntarse por qué no se repitió la jugada fuera de Europa. De hecho, se intentó, especialmente allí donde se plantaba algodón, Brasil y Egipto. Pero en Brasil el azúcar lo monopolizaba todo, y Egipto tuvo el mismo hándicap que la India: no era un estado soberano que pudiese impedir importaciones para montar una industria. Quizás el mejor ejemplo lo da Australia: pese a disponer de tierras sin fin e “instituciones europeas”, el cultivo de algodón nunca despegó: no había trabajadores baratos disponibles, y la mano de obra era el verdadero cuello de botella. Solo los Estados Unidos lo lograron, y solo porque eran el único país que incorporaba ambos capitalismos, el bélico en el sur y el industrial en el norte.
La década de 1860
Todo este tinglado salta por los aires en la década de 1860, en Estados Unidos, cuando las diferencias entre el norte industrial y el sur esclavista estallan en una guerra civil de una escala no vista desde las guerras napoleónicas. Casi en seguida se para la exportación de algodón a Europa, y la industria textil mundial se ve sacudida desde Osaka hasta Pernambuco (alguien estimó que 20 millones de personas en todo el globo estaban relacionadas con esta industria). Las potencias europeas consideraron seriamente reconocer a los Confederados solo por esto. Pero Egipto se lanzó a la brecha, y en la India los británicos lograron aumentar la producción por la vía de inundar el mercado hindú con sus productos textiles, destruyendo los ingresos adicionales de muchos campesinos que habían tejido el algodón que cultivaban, y obligándoles a cultivar aún más para venderlo a Lancashire sin procesar. La cosa funcionó un tiempo porque el precio de mercado se había disparado, pero en cuanto el Cotton Belt volvió a producir, los precios se hundieron durante 30 años, arrastrando a todo el campesinado hindú. Casi todas las hambrunas posteriores en la India se produjeron en zonas de alto cultivo de algodón.
Y el Cotton Belt se repuso muy deprisa: en 1870 ya se había recuperado la producción de 1860, en 1877 había recuperado su cuota de mercado, y en 1891 ya cultivaban el doble que antes de la guerra. ¿Cómo lo hicieron? Reemplazando el trabajo de los esclavos negros con el trabajo de asalariados negros. Pero por alguna razón extraña los antiguos esclavos no veían que, en palabras del embajador británico en Washington, “la libertad consiste en trabajar por un salario en vez de por un amo”: lo que casi todos querían era su propia tierra, “forty acres and a mule”, suficiente para una agricultura de subsistencia, complementada con algunos meses de trabajo migrante al año, y ser sus propios amos y señores. Así que los blancos del Sur se pusieron a la labor, ayudados intermitentemente desde Washington, para impedir precisamente esto: revertieron las asignaciones de tierras a los esclavos, prohibieron cazar o pescar sin licencia, sacaron leyes que penaban severamente el “vagabundeo”, y obligaron así a los negros a asentarse en tierras blancas bajo contratos de aparcería que equivalían casi a una nueva esclavitud. Se segregó a la población negra, se la intimidó con violencia y linchamientos que quedaron impunes, e incluso se le intentó quitar el derecho al voto. Todas, de nuevo, acciones “estatales” sin las que el capitalismo no habría podido incorporar más y más personas y tierras a su dinámica.
Las condiciones
Como por alguna razón tiende a olvidarse, conviene dar un repaso a las condiciones de trabajo en este capitalismo industrial. Para abrir boca, cuenta la leyenda local manchesteriana que en un inocuo parque se llegaron a enterrar 40.000 obreros en tumbas sin nombre.
Ellen Hotton fue una excepción, pues su historia nos ha llegado gracias a la Comisión Real de Fábricas de 1833. Cuando declaró ante ella con diez años de edad, ya llevaba contratada dos años y era una trabajadora experta. […] Ellen era la única hija de Mary Hotton, madre soltera que también trabajaba de tejedora y apenas podía ganarse el sustento [por lo que había llevado a Ellen a una fábrica]. Solo tras cinco meses de trabajo sin sueldo (se dijo que tenía que aprender el oficio) fue contratada. Preguntada por su jornada, Ellen decía que empezaba a las 5:30 de la mañana y terminaba a las 20:00 de la noche, con dos pausas para comer. […] [Cuando fallaba en su trabajo,] reportaba Ellen, su supervisor Swinton la golpeaba “dos veces por semana”, hasta que “su cabeza quedaba verde y azul”. Swinton negó la frecuencia de dichos golpes, pero admitió usar “una cinta de cuero” para llamar al orden a la niña. Su madre, que la calificaba como “una chica tonta y maleducada”, declaró aprobar dichos castigos e incluso haber pedido a Swinton ser más estricto para acabar con los intentos de escapar de su hija. […] Una vez que Ellen llegó tarde, Swinton le colgó una plomada alrededor del cuello (no se aclaró si de 7 o de 9 kilos) y la hizo desfilar por la sala. Los demás niños la picaban, y ella se cayó varias veces.
[…] En una fábrica inglesa, de 780 “aprendices” 119 huyeron, 65 murieron, y 96 fueron devueltos a sus padres, que solo los habían “prestado”.
El trabajo asalariado, tan normal hoy, era una innovación revolucionaria, y con estas condiciones lógicamente no pudo imponerse allí donde los campesinos tenían formas alternativas de ganarse la vida. Por eso gobernantes en todo el mundo, si querían impulsar la industrialización, se dedicaron a destrozar dichas alternativas. Siempre se había usado la fuerza para obligar a la gente a trabajar, pero por primera vez en la historia esa fuerza la ejercía el estado, su burocracia y aparato judicial, y no el señor feudal o el dueño de la plantación. La ruptura de la relación laboral por parte del obrero fue convertida en un crimen, abandonar el puesto de trabajo acarreaba cárcel. Se militarizaron las zonas obreras. El destrozo de ingenios y telares directamente era ofensa capital: tras las revueltas de 1812 se ahorcó a 30 luditas por quemar telares, y a otros 19 en 1830. Se ilegalizaron las huelgas, los sindicatos y los partidos políticos socialistas. Las jornadas de trabajo oscilaban entre 12 y 16 horas, seis días a la semana. Si se empezó a tomar medidas no fue por humanidad, sino porque el trabajo afectaba a la defensa nacional: un informe del gobierno de Sajonia decía que solo el 16% de los hiladores y el 18% de los tejedores eran aptos para el servicio militar. El proceso se podría describir como una “colonización interna”: la proletarización tomaba el relevo del esclavismo.
Going Global
El proyecto capitalista de acumulación y el proyecto administrativo de la construcción del estado iban de la mano. La construcción de mercados, también globales, era un proyecto político. El algodón se convirtió en un producto “global”, estandarizado, y que cotizaba en la “bolsa de algodón” de Nueva York, donde se movía siete veces la cosecha mundial. Tener colonias era doblemente bueno: como fuente de materias primas (empezando por el algodón, aunque luego vinieron otras), y como mercado para las manufacturas. Y si con las colonias no bastaba, se presionaba a países más débiles a lo largo y ancho del globo: el imperio otomano fue “inundado con textiles”; en México la industria de Guadalajara fue aniquilada; en 1842 el Tratado de Nanjing abría el inmenso mercado chino. Los alemanes en Togo, los franceses en Argelia, los portugueses en Mozambique, los belgas en el Congo… todos aplicando las recetas ensayadas en el Sur de Estados Unidos. Entre 1860 y 1930 se incorporaron 22 millones de hectáreas en el mundo al imperio del algodón: la superficie de Rumanía. (Como un eco lejano, en la década de 1940 el franquismo intentó ser autosuficiente mediante plantaciones en Canarias.)
La orientación al mercado global produjo desequilibrios brutales en muchas partes del mundo. Al pasar de la agricultura de subsistencia al cultivo de algodón, los campesinos se hacían dependientes de importaciones de alimentos que tenían que pagar. Cuando el mercado fallaba, la consecuencia eran hambrunas, sobre todo en la India. Punto y aparte Rusia, que hizo tres cuartos de lo mismo, pero desde el “interior”, en Asia Central, en Turkestán. El estado construyó ferrocarriles e implantó el monocultivo de algodón, asentando a los nómadas de las estepas y endeudando a los campesinos para que trabajaran de jornaleros en los campos, cultivando el algodón que luego se procesaría en las fábricas de Moscú y San Petersburgo. Así logró la autarquía algodonera, en lo que era considerado en su momento una historia de éxito (la URSS siguió el desarrollo, hasta dejar seco el Mar de Aral, pero eso ya no fue una “success story”).
Los japoneses también encontraron su propio camino para mantener su independencia. Usaron sus protectorados de Corea y Manchuria para plantar algodón, y lo procesaron en sus propias fábricas en Japón, donde los sueldos eran la octava parte que en Lancashire. Reclutadores peinaban los pueblos a la búsqueda de trabajadores, especialmente mujeres jóvenes: la idea era que empezaran de niñas con 13 años y ahorraran todo su salario (que muchas veces no llegaba al mínimo legal) como dote para casarse y dejar la fábrica con 20 años. Un sistema de dos turnos de 12 horas permitía aprovechar el capital invertido las 24 horas del día. Dada la tasa de abandono (un 40% de las trabajadoras abandonaban a los seis meses) las empresas solían encerrarlas y retener su sueldo.
Vuelta al Sur
Beckert parece empeñado en hacer propaganda comunista sin mencionar nada comunista: no habla apenas de la Primera Guerra Mundial, ni de la Revolución Bolchevique en Rusia. Apenas nos hemos enterado del triunfo del capitalismo industrial occidental, ya llega el Sur Global a montar sus propias fábricas y traerse la producción poco a poco de vuelta. En 1861 ya hay una fábrica moderna en la India. Montada, eso sí, por cuatro visionarios chalados: el resto de la clase comerciante estaba feliz y contenta prestando dinero a los campesinos a intereses de usura. Pero el hundimiento del precio del algodón a partir de 1870 les enseñó que a un campesino muerto ya no lo puedes exprimir. En 1860, el 61% de los husos textiles industriales aún estaban en Gran Bretaña, pero en 1900 y 1930 el porcentaje había bajado a 42% y 34% respectivamente. La caída simbólica vino el 17 de diciembre de 1963: ese día, la Asociación Algodonera de Liverpool tuvo que vender el contenido de su sede en una venta de garaje.
La “nacionalización” de los mercados había llevado también a una nacionalización de los conflictos sociales. En Estados Unidos, apareció un partido populista (literalmente: el Partido Populista) centrado mayormente en reformas progresistas para aliviar a la gente del campo, y que nos ha legado el bello palabro “populista”. Y en los países europeos aparecieron movimientos obreros imposibles de suprimir. Movimientos que mediante huelgas y presión política lograron mejorar sus condiciones de trabajo y sus salarios, lo que hizo competitivas las fábricas del Sur Global. La Primera Guerra Mundial y sus postrimerías también supusieron un incremento en la fiscalidad a los empresarios: había que financiar los cada vez mayores costes del estado.
Las tensiones que llevaron a la guerra se crearon de las relaciones cada vez más estrechas entre capital nacional, estado-nación y territorio. La competición entre estados cada vez más poderosos se basaba en la movilización de sus ciudadanos en ejércitos masivos, y la recaudación de impuestos para financiar estos ejércitos y la producción de material bélico. Bajo esta presión, los estados tenían que legitimarse democráticamente. Para capitalistas europeos y norteamericanos, la dependencia de estados poderosos se convirtió en su mayor debilidad, porque estos estados les daban poder a los trabajadores en las fábricas y en la política.
En consecuencia, los conflictos sociales que antes fueran o globales (por ejemplo, cuando la revuelta en Haití afectó a los intereses de los fabricantes textiles británicos) o locales (los luditas destruyendo hilares) ahora se volvieron nacionales. […] El estado era una cabeza de Jano: permitió la creación del capitalismo industrial […] pero también era una trampa, pues los trabajadores lo usaron para mejorar sus condiciones.
La lógica de costes era aplastante: ni mejoras tecnológicas, ni aranceles, ni campañas “compra-producto-nacional”, pudieron evitar que a lo largo del siglo XX la producción migrara poco a poco al Sur Global, a aquellos países que antaño habían liderado la producción. Especialmente en la India, donde el Partido del Congreso convirtió la artesanía textil en uno de los ejes de su propaganda. En ningún otro lugar del mundo se unieron de tal forma el nacionalismo y el algodón. A sugerencia de Gandhi, en 1930 el partido del Congreso incluyó una rueda de hilar en su bandera.
Sin embargo, la lucha contra el poder colonial era una espada de doble filo para los industriales locales, que en todas partes tenían una retórica patriótica, pero luego que por favor venga el poder colonial a aplastar revueltas de trabajadores, expulsar a campesinos de sus tierras, e imponer las condiciones draconianas que ya no le dejaban aplicar en Manchester. El delicado equilibrio entre ambas posiciones acabó rompiendo para el lado de casa, a la vista de que las metrópolis iban a intentar hundir la competencia para sus propias industrias (de hecho, el Imperio británico empezó a imponer un trato más humano a los trabajadores hindúes, ¡precisamente para encarecer la producción hindú!). Pero los debilitó bastante: en Egipto, por ejemplo, lograron asegurarse su mercado mediante la independencia… solo para que Gamal Abdel Nasser nacionalizara la industria durante los años 60. Lo mismo pasó en China (donde hoy una corporación de carácter paramilitar controla el 5% de la cosecha mundial). ¡Incluso en Gran Bretaña hubo una nacionalización encubierta! En la India se libraron, pero tuvieron que someterse a planes quinquenales.
Pero el capitalismo nunca duerme, y en los años 70 empezó a librarse de la que había sido su muleta durante casi dos siglos: los estados nacionales. La unión del capital a un determinado territorio se disolvió, y aparecieron los enormes conglomerados industriales que todos conocemos hoy: GAP, H&M, Zara… con subsidiarias que cultivan algodón en un continente, los hilan en otro, lo tejen en un tercero y venden en un cuarto según diseños decididos en un quinto. Algo imposible de controlar democráticamente, claro. ¡El sueño húmedo del capitalismo! Pero en el fondo los estados siguen ahí, ya sea mediante subvenciones (los 25.000 cultivadores estadounidenses reciben en subvenciones el equivalente al PIB de Benin), mediante obras públicas de regadío (2700 litros de agua son necesarios para una camiseta), mediante aranceles, mediante créditos baratos, o incluso mediante los buenos trabajos forzados de toda la vida (el gobierno de Uzbekistán obliga cada año a un millón de niños a ayudar en las cosechas). Y el imperio sigue creciendo: desde 1920 la producción se ha multiplicado por siete (la mitad se cosecha en India y China), y se dedica al cultivo la superficie equivalente a Alemania. La competencia por bajar los precios aún más es feroz, y ha creado una revolución permanente. Aprended de Amancio Ortega, troskos.
Valoración
Pues muy interesante y bien escrito, dando muchos datos, y explorando todos los aspectos chungos de la revolución permanente que nos tiene sin parar desde hace doscientos años y pico. Pero esta revolución, dice Beckert, solo es posible mientras existan personas y lugares que se dejan revolucionar, y tradicionalmente estos han estado en el campo. Pensamos principalmente en ciudades y fábricas, pero fueron los cambios agrarios los que los hicieron posibles. Siempre acompañados de violencia y explotación, recuerda Beckert, y termina con una nota de esperanza, de que logremos montar una sociedad que tenga en cuenta a todos, no solo a los consumidores finales. Lo dicho: marxismo sin citar siquiera a Marx. Comunismo puro. Ni de Harvard te puedes fiar.
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Comentario de FUKUS (13/04/2021 12:57):
El imperio que culmina en Gibraltar digo Hong-Kong en la guerra del Opio:
-En nombre de Pablo Escobar, digo su graciosa majestad la reina Victoria, y en nombre de la Libertad de Comercio vamos a drogar vuestra población y hacer un bonito negocio y obtener un espléndido beneficio
-cómor (?!)
-como lo oyes ser inferior, acaso no sabéis que Nos, The West Empire, somos la Ciencia, la Razón y la Civilización desde las crestas de gallo de Calígula y Nerón
Comentario de emigrante (13/04/2021 14:22):
Muy interesante, muchas gracias. Es una lástima que no se hable más de la variante nacional del capitalimo indutrial: el proteccionismo. De ahí vienen muchos mitos como que los catalanes son más listos y trabajadores o que el producto nacional siempre es de peor calidad.
“La ruptura de la relación laboral por parte del obrero fue convertida en un crimen, abandonar el puesto de trabajo acarreaba cárcel” Esto tampoco lo inventaron los ingleses ni apareció durante la revolución industrial. Ya en la edad media los nobles catalanes practicaban los malos usos con los payeses de remensa. También tenían prohibido abandonar la explotación, sufrían todo tipo de castigos y tenían que trabajar gratis para el amo por lo que apenas había diferencia entre su condición y la de los esclavos hasta que Fernando el Católico los liberó.
“en México la industria de Guadalajara fue aniquilada” Lo dicho, lástima que nadie se acuerde también de nosotros. Durante la guerra de la independencia las tropas de Wellington destruyeron todas las fábricas y telares que encontraron a su paso, sobre todo en la meseta. Cuántas fábricas se fundaron en Inglaterra con el botín que se llevaron de la península? En el sur además se apoderaron de las minas, en el fondo nos convertimos en una colonia económica suya al igual que el resto de Latinoamérica. Y los viñedos de “sherry” hasta tal punto nos colonizaron que el tótem nacional es el logo de un vino de nombre inglés. El toro de marras también suele aparecer en mitad de la bandera aunque al contrario de la rueca hindú no representa la independencia de los ingleses sino todo lo contrario.
Vean a partir del minuto 41 https://www.youtube.com/watch?v=av5CXOO4D6w
Y ya que menciona a los Fugger, en sus tiempos también le hicieron reset a la industria textil castellana. Entonces no era el algodón sino la lana lo que alimentaba al capitalismo. Los ministros belgas que se trajo Carlos de Habsburgo estaban interesados en que se exportara a Flandes en lugar de trabajarla aquí. Y usaron la guerra de los Comuneros como excusa para arrasar con todo.
Comentario de Sgt. Kabukiman (13/04/2021 16:45):
Hey, qué feliz coincidencia.
https://www.jotdown.es/2021/04/los-peones-negreros-mas-se-perdio-en-cuba/
Comentario de Casio (13/04/2021 17:35):
Buenísima reseña. Como siempre hemos sabido los rojos, detrás de la mano invisible de Adam Smith hay otra que empuña un látigo, un arma o el mazo de un juez.Si no, no hay tu tía. Gracias.
Comentario de Intelestual (14/04/2021 05:39):
Y lo mejor de todo, es que gracias al capitalismo de guerra y más tarde la globalización hoy la especie humana tiene sus mejores condiciones económicas-sociales-laborales de la historia.
Ni tan mal.
Comentario de FUKUS (14/04/2021 10:44):
JP Morgan
el Jefe de JP Morgan en su última carta a los accionistas (unas 34 mil palabras) va y dice que el 75% de los chavales norteamericanos entre 17 y 24 años no sirven para el servicio militar ya por su mala condición física (obesidad y diabetes) ya porque a duras penas saben leer y escribir
Qué sé yo
Lo que sí sé a ciencia cierta es que cada imperio crea una identidad/religión e incluso un Credo
Y hablar con los creyentes en el Angloimperio es con exactitud exactamente igual que discutir con los Batasúnicos o con los creyentes en el Dadaísmo catalán
Comentario de emigrante (14/04/2021 16:03):
#6, la verdad es que hemos vuelto a lo de entonces, ya lo decía el sr. Jenal más arriba: “un informe del gobierno de Sajonia decía que solo el 16% de los hiladores y el 18% de los tejedores eran aptos para el servicio militar” En un cursillo para ser Sicherheitsbeauftragter (una especie de encargado de seguridad en el trabajo) nos dijeron que la Umfallkasse (el seguro de accidentes en el trabajo) la creó el viejo von Bismarck cuando descubrió que no era capaz de encontrar suficientes reclutas aptos para el servicio en la guerra franco-prusiana. El que no era cojo le faltaba un dedo o tenía los pulmones como un cenicero. Lo de entonces se arregló con más seguridad en el trajo y mejores condiciones laborales. Lo de los chavales de hoy en día tiene mal arreglo, como no cierren los McDonalds y prohíban la cocacola y los videojuegos… Aunque bien mirado la guerra hoy en día se hace con drones que maneja un tío desde una consola. En ese sentido los chavales están más que preparados para la guerra.
Comentario de FUKUS (14/04/2021 19:45):
La cifra que aparece en el texto del jefe de JP Morgan me parece tan increíble que estoy buscando confirmación porque no termino de creérmelo
Y resulta que según el Pentágono …
35% de los chavales tiene mala salud
25% no tiene condiciones físicas
25% no sabe leer o escribir
10% antecedentes penales
Y el 40% de la población prácticamente no tiene un duro ahorrado, y para más inri un puñado de tipos tienen el 50% de la riqueza
Eso sí, al menos por ahora no bombardean a su supuesta gente, aunque todo se andará, vaya usted a saber qué locas ideas pasa por la mente de la oligarquía Angloimperial
Comentario de Casio (15/04/2021 09:16):
A mí eso de que la gente joven ahora es físicamente incapaz, pues no. Cuando yo era un joven haciendo el servicio militar ( en una unidad bastante cañera) no estaba nada de moda ir a gimnasios ni el deporte urbano, y aguantamos. Ahora los chavales van mazaos, raro es el que no hace algo de actividad fisica. En mi època, al menos en los ambientes en que yo me movia (movida..) ir al gimnasio era de porteros de discoteca y guerrilleros de Cristo Rey.
Otra cosa es que sean psicológicamente capaces de aguantar un servicio militar en una unidad dura durante más de un año. Eso es otra cosa y ahí si tengo dudas. Nosotros aguantamos la bendita transición , las reformas laborales de FG y la movida madrileña, y eso hace callo.
Comentario de Casio (15/04/2021 09:26):
Ah, y por no mencionar la epidemia de SIDA, de Caballo y los bollicaos.
Comentario de Bellver (15/04/2021 12:06):
7-Pues no creo que le falte razón. Los desarrollos militares, por lo menos en occidente, van a que las guerras las luchen drones, vehículos controlados a distancia y robots, así que supongo que el personal no técnico de sus ejércitos se irán reduciendo cada vez más por innecesario. Además, las guerras las lleva luchando desde hace muchos años los países occidentales contra fuerzas mucho más primitivas tecnológicamente, y ahí no tener que poner apenas botas sobre el terreno, y ahorrarse bajas de cara a la opinión pública, es todo ventajas.
Comentario de FUKUS (15/04/2021 12:07):
Me dicen que una Fragata tipo 054 ha obligado a emerger a un Atómico Sub de la US Navy
OMFG
Menos mal que yo no lo veré; pero dentro de 70 años en el improbable caso de que este mundo siga existiendo … para ser accionista de una empresa nos obligarán a trabajar, capaces son, ya lo hacen en el gigante tecnológico Huawei
Serán cabrones
Así que, españoles, disfrutemos los últimos 30 años del paraíso terrenal del Capitalismo Angloimperial
Comentario de emigrante (15/04/2021 14:04):
#9, Mi infancia fue en un pueblo y es algo distinta aunque transcurre en la misma época. Quizá los chavales hoy participen en más actividades deportivas pero esa es la única actividad que hacen, el resto del día no se mueven. Yo pertenezco a la última generación de niños que se crió en semilibertad. Todos los días al llegar de la escuela tirabas la cartera, cogías la merienda y no te volvían a ver el pelo hasta la hora de cenar. Tus padres no sabían dónde habías estado ni que habías hecho y a nadie le importaba. Recuerdo haberme pasado toda la infancia corriendo, correr para ir de un sitio a otro, muchos juegos a base de percución y toda la hora del recreo corriendo sin parar. Durante la adolescencia todos los veranos tocaba trabajar duro desde la salida a la puesta del sol en una época en la que el campo todavía no estaba completamente mecanizado. Al final acabas hecho un toro, durante el doctorado nos hacían reconocimentos médicos periódicos y yo tenía 58 pulsaciones en reposo. Cuánto es lo que hacen ahora, una hora de gimnasio dos o tres veces por semana quizá? Y quien tuvo retuvo, yo que nunca he entrado en un gimnasio decubro que estudiantes veinte años más jóvenes no pueden competir conmigo.
La genereación milenial se crió delante de la tele y la posterior entre la consola y el ordenador. No ha habido un solo momento de su infancia en el que no hayan estado bajo la supervisión de un adulto. Ya no recuerdo cuando fue la última vez que vi niños jugando en la calle. Nosotros también aprendimos sobre la relaciones humanas en la calle con gente real en situaciones reales. Las posteriores basan sus experiencias en la ficción de una teleserie, supongo que por eso nos ha salido una generación de ofendiditos que sufren una contrariedad si las cosas no tienen un final feliz o un deus ex machina que lo arregle todo como están acostumbrados a ver.
Veremos como nos sale la siguiente generación , la de los nativos digitales.
Comentario de Bellver (15/04/2021 14:31):
El tópico de que nuestra generación era la buena, y la que viene después lo va a mandar todo a la mierda o, como mínimo, están echados a perder creo que ya estaba gastado en la época de Cicerón. De hecho, y no estoy bromeando, juraría que hay un texto del antiguo Egipto, de varios milenios de antiguedad, con ese tema.
Comentario de emigrante (15/04/2021 14:56):
Seguramente chocheo un poco pero el aumento del número de diabéticos, obesos y alérgicos entre los chavales de las últimas décadas son datos reales.
Existe una cosa que se llama epigenética que dice que, más allá de lo que está escrito en los cromosomas, las circunstancias en las que viven los padres influyen en la salud y el desarrollo de los hijos. Factores como el estrés, la edad o el estilo de vida pueden afectar tanto como la herencia genética. Hay un experimento con el gusano C. elegans en el que lo someten a un estrés térmico y analizan el patrón de expresión de los genes. Después de devolverlos a la temperatura de confort esos cambios se pueden registrar hasta cinco generaciones después. Este es un factor a tener también en cuenta para explicar el deterioro de la salud de los chavales. La vida es cada vez más urbana y más ajetreada y eso se refleja en nuestra salud y la de nuestros hijos.
Comentario de Intelestual (15/04/2021 15:39):
El incremento de la clase media baja incremento los genes de mierda hasta hacerlos dominantes. Idiocracia paso desapercibida como película distpica, pero es de lo mejorcito en el género.
Comentario de FUKUS (15/04/2021 15:47):
Jeffery Sachs
https://youtu.be/8FMSrI3_QU4
OMG
(Lo de la Fragata es un rumor; pero este vídeo en el órgano de agitación y propaganda de la pérfida Albion es de verdad)
Comentario de Bellver (15/04/2021 17:02):
La heroína para que los fueron jóvenes en los ochenta; la cocaína para los que lo fueron en los noventa; y los tripis para los que idem a principios de los dosmiles. Ahí todo era salud.
https://elpais.com/politica/2020/01/07/actualidad/1578412149_121152.html
Comentario de Bellver (15/04/2021 17:07):
Y ni hablar de mi viejo, que siempre recuerda que tenía que pasar el día con poco más o menos que unas sopas de ajo, un vaso de leche en polvo y una onza de chocolate en un trozo de pan. Una dieta digna de un espartano.
Comentario de Lluís (16/04/2021 07:40):
Siendo cínico, lo que me preguntaría es si a un representante del poder, ese 25 % de jóvenes que presuntamente no saben leer ni escribir le preocupa porque son muchos o muy pocos. Los problemas gordos, al poder, se los causan los que leen y/o escriben demasiado. El führer, cuando se ponía en modo neoliberal, ya hablaba de que a los untermenschen eslavos se les tenía que mantener en el semianalfabetismo, se les tenía que proporcionar únicamene la alfabetización mínima para poder entender las órdenes del amo alemán.
También me gustaría ver cómo sacan esa cifra y en qué consiste saber leer y escribir, porque un 25 %, para EEUU, me parece exagerado.
Comida basura y drogas ha había en los años 70 y principios de los 80. Y no sé si una dieta a base de Big Mac con Coca Cola es mucho peor que lo que podia comer una familia de clase baja en 1860, eso cuando podía comer. Por no hablar de lo que se comía en un viaje de esos de 3 meses en barco allá por el siglo XVI. La diferencia principal que veo entre hoy y hace 30 años es lo que apunta Emigrante, la falta de actividad física. Pero si de asuntos militares se trata, ni el sobrepeso ni la falta de condición física inicial no son nada que no pueda arreglar un sargento de hierro en 6 meses de instrucción.
Comentario de devilinside (16/04/2021 10:10):
#20 Permítame que lo dude. Hace ya unos años, un grupo de soldados de las GOES (nada menos) tuvieron un episodio de insubordinación porque les ordenaron hacer la “silla eléctrica” como ejercicio (consiste en ponerse en cuclillas -no del todo, sino como si estuvieses sentado en una silla- con la espalda apoyada en la pared y a ver lo que aguantas). Eso a mí me lo imponían como castigo en el colegio como alternativa humanitaria a la clásica mano de hostias (últimos 70/primeros 80). Y, como dice emigrante, cuando éramos niños jugábamos en la puta calle a muerte en vez de estar tirados en el sofá con el móvil o la consola. No digo que nuestra generación era mejor que la actual, sino distinta (y aunque criado en ciudad, los veranos en el pueblo echaba una mano en el campo desde que pillé la altura justa que superaba la de una azada)
Comentario de FUKUS (16/04/2021 10:42):
Los UFO de ahora …
https://www.thedrive.com/the-war-zone/40054/adversary-drones-are-spying-on-the-u-s-and-the-pentagon-acts-like-theyre-ufos
… podrían ser drones chinos (?)
Vaya usted a saber, a mí lo que me tiene asustado ejque estos cabrones me van a poner a trabajar
CaraLibro ha sido sin lugar a dudas la cima insuperable del paraíso terrenal del Capitalismo Angloimperial: el 99% de la plantilla trabaja por amor al arte y por amor al imperio, Jaja
Nunca superaremos tamaña cima
Comentario de Bellver (16/04/2021 11:17):
20 y 21: como decía antes, para manejar un dron con un joystick o colar un virus en las comunicaciones del enemigo no hace falta hacer muchas flexiones.
Comentario de Lluís (16/04/2021 17:20):
#23
Pero para asaltar el Perejil sigues necesitando un pelotón que sepa bajar rápido de un helicóptero, y no creo que sirviese de nada meterles un virus informático a las cabras…
Por cierto, hablando de hazañas belicosas contra untermenschen, este año se cumple el centenario de lo de Annual. Por lo pronto, ya he podido encontrar alguna opinión revisionista, más centrada en lo malos que eran los rifeños (por eso de torturar y ejecutar prisioneros) y en el heroísmo del Regimiento Alcántara y alguna unidad más que en lo que destapó el Expediente Picasso y el papelón del monarca. Espero con ansia lo que va a publicar el ABC sobre el tema, cuando toque.
Comentario de Bellver (16/04/2021 18:18):
24-Creo que en un top de derrotas coloniales catastróficas, teníamos la medalla de bronce, sólo por detrás de los italianos contra los abisinios y los ingleses por los afganos, en esa tumba de Imperios de donde van a salir huyendo los norteamericanos dentro de poco. Y nosotros también hemos tenido 102 bajas para absolutamente nada, tampoco está de más recordarlo.
-Es una pequeña afición personal, pero soy bastante aficionado a leer sobre temas militares y de defensa. Y está muy claro que las fuerzas convencionales de los países con la tecnología necesario a medio plazo se van a “deshumanizar” rápidamente. Creo recordar que el último tanque ruso (los rusos y los alemanes siguen haciendo los mejores del mundo, eso de hacer tanques parece que ya lo llevan en la sangre) puede funcionar ya varios días en piloto automático y en situación de combate, sin ni siquiera recibir instrucciones del exterior.
Comentario de Lluís (17/04/2021 08:20):
#25
Creo que podemos aspirar al oro. Los otros, se enfrentaban a un número muy superior de nativos (en el caso de los italianos, creo que eran unos 15000 contra más de 100000), en el Rif las fuerzas estaban más equilibradas y, sobre el papel, España tenía en Marruecos más soldados que Abd-el-Krim. Con el añadido que los rifeños eran poco más que una UTE como las que se crean ahora para construir una autovía.
Comentario de Bellver (17/04/2021 10:11):
Me refería al número de bajas propias. Los italianos y británicos perdieron más hombres en esas batallas. Respecto al equipamiento, el de los españoles era prácticamente tan lamentable como el de los rifeños (en gran parte, se lo habían comprado a estos, a ese nivel llegaba la corrupción); y estos, al menos, tenían un motivo para luchar. No creo que esos pobres chavales analfabetos que arrastraban de los pueblos, porque no podían reunir el dinero necesario para librarse, tuvieran un gran entusiasmo en combatir por las minas del conde de Romanones, al que, por cierto, últimamente también se está intentando reivindicar.
Comentario de Lluis (17/04/2021 11:32):
#27
De acuerdo, pero tampoco creo que los reclutas italianos fuesen a Etiopía muy contentos y motivados. Que esa zona ni para saquear daba.
Por el número de bajas propias, ni siquiera ahora hay cifras exactas. Pero en un mes se perdió prácticamente todo lo que se había conquistado en 10 años, y si se pudo volver y terminar la guerra más o menos triunfalmente, fue gracias al apoyo francés.
Aparte de la corrupción, una estrategia defectuosa y mandos realmente inútiles para el cargo, porque el estado real de su propio ejército lo conocían perfectamente.
Comentario de Bellver (17/04/2021 12:12):
Un apoyo francés que se debió a que los rifeños invadieron su parte de Marruecos y nuestros vecinos hicieron un ridículo casi tan espantoso como el del ejército español
Comentario de rayario (19/04/2021 12:11):
En el #24 tiene ud más razón que un santo. En un campo de tiro en Lugo está escrito que, da igual a donde nos lleve la historia, un soldado siempre tendrá que “marchar, obedecer y tirar”. O sea que la condición física al final importa. Los americanos tenían un jaleo gordo con eso hace unos años.
La reseña es brutal. Va a mi lista de favoritos, como siempre riquísima en referencias, contexto y contenido. ¿Cómo se explica lo de Inditex en este contexto?
Comentario de devilinside (19/04/2021 12:18):
#25 ¿El Uran-9? Si es ese, que es el que me suena más moderno y lo han probado en Siria, sólo funciona con operador en remoto e incluso tiene problemas en zonas urbanizadas por pérdida de señal de radio
Comentario de Bellver (19/04/2021 13:20):
31-No, me refería al modo piloto automático que en teoría tiene el Armata.