27 de marzo de 1930. Berlín. Reunión del grupo parlamentario socialdemócrata. La Gran Depresión está arrasando Alemania. Tres millones de trabajadores están en el paro. Los seguros sociales no dan más de si. El gobierno Müller II [1], apoyado por una coalición entre el SPD y diversos partidos centristas y liberales, se divide en cuanto a cómo financiar el subsidio del paro. Sindicatos y trabajadores presionan al SPD para que no haya recortes, las asociaciones de empresarios a los partidos de centro para no aumentar contribuciones. Un 0.5% sería necesario. El sistema político está al límite: todos temen perder votos si ceden, los socialdemócratas ante los comunistas y los centristas ante la ultraderecha. El grupo parlamentario socialdemócrata vota: no hay acuerdo. Los diputados que toman sus abrigos y sombreros y salen a la incipiente primavera berlinesa no lo saben, pero una mariposa cuántica ha aleteado en la sala, causando un momento estelar: acaba de caer el último gobierno de Weimar sustentado en una mayoría parlamentaria. Heinrich Brüning se sienta al volante y saca las tijeras. Las siguientes elecciones catapultan al segundo puesto a lo que hasta ese momento no era más que un partido de frikis marginales [2], octavos en las elecciones de 1928 con un 2.6%. Otras tres elecciones en tres años llevarán a Hitler a la cancillería. El resto es historia: la muerte de Weimar, la caída de la Segunda República Española, la Segunda Guerra Mundial, el Holocausto. Todo por un puto 0.5%.
8 de septiembre de 2019. Castillo de Batres, Madrid. Boda de Melendi [3]. Con un cubata en la mano, Alberto Carlos Rivera mira desde el torreón sobre la fértil vega del Tajo. Las secuelas de la Gran Recesión aún colean. Uno de cada siete trabajadores está en paro, uno de cada tres entre los jóvenes. Un feudalismo corporativo-inmobiliario toma lentamente forma mientras la clase política está ocupada montando un gran circo alrededor del “temita”. El sistema político está al límite… pero a diferencia de Weimar, en la España de la Tercera Restauración hay un sistema electoral que favorece sobremanera a los grandes partidos, y la Constitución configura un gobierno bastante más fuerte y un parlamento considerablemente más débil. Si un gobierno logra la investidura con una sólida mayoría parlamentaria, ya puede estar el sistema al límite, ya puede la gente morirse de hambre y asco, ya pueden tronar las trompetas del Juicio Final: en España, hasta dentro de cuatro años, no se mueve nada. Y cuatro años son muchos años. Suficientes para que los cabreos se diluyan, la oposición se pelee, los rodillos se asuman, los frustrados emigren, en suma: para que las aguas vuelvan a su cauce, con alguna plaquita en memoria de los que fueron arrastrados en la riada. Para esto el Régimen del 78 engendró el Letizismo [4], para cambiar algún detalle y que todo siga igual, y las elecciones del 28 de Brumario [5] fueron su apoteosis: 180 diputados letizios. Pero esa mayoría no se ha materializado. Es más, Rivera ha estado missing durante todo el mes de agosto. Ahora quedan 16 días para que se tengan que disolver las Cortes si no se logra juntar una investidura. Él la tiene en la mano. Ahí puede haber incluso una vicepresidencia para él. Pero sería faltar a la más solemne promesa que jamás hiciera un partido político, el “Con Sánchez NO” del Comité Ejecutivo en pleno. Revelarse otra vez como veleta sería el fin de sus aspiraciones a la propia presidencia, la renuncia a ser cualquier otra cosa que una bisagra. Pero el país no puede estar más tiempo sin un gobierno. Y Rivera toma en ese instante la decisión final: ESPAÑA es lo primero. El aleteo de unos cubitos de hielo en un cubata en la boda de Melendi ha cambiado la historia. Rivera cede, llama a Vacío, las cosas se ponen en marcha, y aquí Paz y después Gloria Letizia.
Solo que esto no ocurrió. Pese a estar invitado, Rivera finalmente no fue a la boda de Melendi [6]. El cubata se lo tuvo que tomar Alberto Carlos en su humilde choza [7] de la humilde urbanización de La Finca de Pozuelo de Alarcón [8], en compañía de sus íntimos. Y claro, no es lo mismo tomar las decisiones claves para el futuro de España en un castillo [9] del siglo de oro que en un chabolo de uralita, con tus pies enfundados en chanclas del mercadillo gitano de los miércoles. Eso influye. Y Rivera toma en este instante la decisión final: Aut Caesar, aut nihil. No cederá. El aleteo de unos cubitos de hielo en un cubata en Pozuelo ha cambiado la historia, con consecuencias aún imprevisibles. Y aquí estamos. Bienvenidos a las cuartas elecciones en cuatro años. Bienvenidos a un Weimar cuántico.
Aw shit, here we go again.
La Constitución
En el ojo del huracán de estas elecciones está la Constitución Que Nos Dimos Entre Todos, o CQNDET para los amigos, que es ahora mismo el gran tótem de las derechas en la batalla de la política. Una evolución notable, teniendo en cuenta que las derechas la apoyaron de manera muy tibia en su día, si es que no se opusieron directamente. Aun así fue aprobada: 40 años no pasan en balde, y los españoles habrían votado cualquier cosa que les pusieran por delante y mejorara mínimamente el pozo de inmundicia anterior. Y durante un tiempo pareció funcionar más o menos, o al menos la gente no andaba con el cabreo generalizado con el que anda hoy. Pero funcionó porque, y esto es importante, todo el mundo pensaba que esta constitución con su pacto enterito de acompañamiento (que incluye también amnistías varias, pactos en la Moncloa y otras cosiñas que mejor no mirar de cerca) era el único pacto posible. Sí, es lo que es, se asumía en los ochenta, pero al menos todos nos hemos puesto de acuerdo y podemos mirar hacia delante.
Hoy el mismo señor que sale en la portada demandaría esta misma portada por hacer mofa de la Constitución.
Esto cambió en los años noventa, por idea de no sé muy bien quién, seguramente algún oscuro y desconocido fontanero político de derechas sentado en algún cochambroso despacho de la calle Génova al que desde aquí saludo y manifiesto mi disposición a invitarle a cuantas copas pueda bajar y escucharle contar anécdotas toda la noche porque me parece un puto genio político. Allá por la época de Aznar, este desconocido genio inició un cambio fundamental en la percepción pública de nuestra constitución, por el que pasó de ser “la única constitución posible” a ser “la mejor constitución posible”. Cambio sutil y sin embargo totalmente revolucionario, que la izquierda no vio venir, probablemente porque pensó que eso era simplemente la derecha española de toda la vida, llegando 20 años tarde a las cosas y luego sobrecompensándolo siendo más papistas que el Papa. Y no era eso. Al pasar de “la única constitución posible (dadas las circunstancias)” a “la mejor constitución posible (en cualquier circunstancia)” se cerró la vía a reformarla. Incluso en el caso de que cambiasen las circunstancias. Las circunstancias, de hecho, tanto las de 1977 como las de 2019, han dejado de importar con ese sutil cambio. Es casi como de mala educación señalar cómo estaban las cosas en 1977, o que aquí se llevó a cabo una reforma exprés del artículo 135, porque emborronaría la imagen sin mácula de la CQNDET, irreformable por cuanto ya es la mejor de las constituciones y cualquier reforma solo la empeoraría.
Por todo esto la cantinela de que la Anti-España Podemos y la Bicha “no respetan la Constitución” es, por supuesto, eso mismo: una cantinela. En realidad, probablemente al 90% de los votantes de Podemos el 90% de la Constitución les parece dabuten, o al menos perfectamente asumible. De hecho hay puntos, como el derecho a una vivienda digna, a un trabajo digno y bien pagado, y a que la riqueza nacional está al servicio del bien común, de los que seguramente quieran “más constitución”, no menos. El problema son el puñado de otros puntitos: el rey y la sacrosanta unidad de España. Ocasionalmente la bandera, a la que algunos al parecer no rinden el debido respeto. Y como los que entonan la cantinela no son tontos y saben que decir “Podemos está contra la monarquía” lo más probable es que le de puntos y todo, lo meten todo en el mismo paquete “constitucional”: estar contra la monarquía, la unidad de España o la bandera es estar “contra la Constitución que nos dimos entre todos”. Obviando, claro está, que esos tres puntitos, precisamente esos tres, no nos los dimos “entre todos”.
La Constitución española de 1978 es un pacto político. Como toda constitución democrática que en el mundo ha sido. Un pacto como el que puede darse en una comunidad de vecinos, para poner ascensor a cambio de cerrar el patio interior y poner dispositivos antipalomas (y como fulano el del bajo A y mengana la del primero izquierda se pusieron tontos, el ascensor tiene llave y a la farmacia en el bajo le han permitido poner un luminoso verde a la altura de la ventana de mengana). En el caso concreto de España, fue un pacto entre los sectores aperturistas/reformistas de una dictadura (sectores reformistas que hasta la muerte del dictador no dijeron esta boca es mía, y que lo que más deseaban realmente no era la democracia sino una legitimación democrática suficiente para que en Europa ya no les trataran como a leprosos políticos) y la oposición democrática a dicho régimen. La Transición fue básicamente una negociación sobre cuanta democracia y libertades tenía que ceder el régimen para que la oposición legitimara sus aperturas democráticas. Con el régimen sacando el “comodín bunker” –esto no lo podemos meter porque se nos levanta el bunker, y el 23F demostró que esto no era una amenaza vacía- cuando hacía falta. El pacto que podía salir de ahí es perfectamente imaginable. Vivimos con él. Parafraseando a Bismark, los pactos políticos son como las salchichas: mejor no saber cómo se hacen y lo que le meten. Dicho esto, los pactos malos siempre son preferibles si evitan cosas peores, y los protas de la Transi se ve que temían algo así. Sí, podríamos haber tenido una Revolución de los Claveles (y si el Régimen hubiese intentando mantener el Sahara frente a Marruecos usando soldados de reemplazo, seguramente la hubiésemos tenido), pero también una caída a lo Ceaucescu con miles de muertos. Bastantes hubo ya [10] en nuestra “modélica” Transición. Así son las cosas, y con ello tenemos que vivir, y aún así lo podemos hacer con una cierta dignidad… siempre que asumamos lo que hay y seamos realistas sobre ello. Pero eso es precisamente lo que empezó a fallar en los noventa. Cuando los Aznar boys elevaron la CQNDET a religión de estado, estaban convirtiendo el equivalente político de una Thüringer Rostbratwurst en el becerro de oro de nuestro sistema político.
“Yo soy el Señor tu Rey, que te sacó de la Tierra de Franco, de la casa de Servidumbre. No te harás repúblicas ni otros falsos ídolos, porque yo, tu Democracia Española, soy un Dios Celoso.”
Este pacto, en cierto modo, portaba la semilla de su propia destrucción: mientras para las derechas era un punto de llegada, en cierto modo un “final de la historia” a la española, para las izquierdas era un punto de partida, para desarrollar pacíficamente en democracia su proyecto político (y una cosa es que las izquierdas aceptasen por mor del pacto ciertas cosas… y otra es que pensasen que eso iba a ser aceptado por sus sucesores per secula seculorum). Como la relación de fuerzas en 1978 era la que era, el resultado realmente existente ha tendido más a lo primero que a lo segundo. La contradicción intrínseca tampoco es que esté renaciendo, siempre estuvo ahí, pero ya no hay dinero para mantener las aguas calmadas, y eso amenaza con volar por los aires el sistema entero. Al final, los buenos sistemas políticos son como las buenas edificaciones: una adecuada combinación entre firmeza y flexibilidad. Cuando un sistema político no es flexible, ante las crisis y los embates solo queda resistir estoicamente, impasible el ademán, o partirse en dos. Y hacerlo más firme aún solo te garantiza que cuando venga la crisis final, tras la acumulación de docenas de crisis menores, la cosa va a estallar por todo lo alto.
Y de eso van estas elecciones, debajo de toda la cháchara: de cómo va a encarar el estado la crisis catalana. Si va a haber “flexibilidad”, o si algo, no necesariamente el R78, se va a partir (y viendo los lemas de campaña [11], parece que casi todos tienen claras sus prioridades). Veamos como encaran los diversos partidos la llegada de Weimar.
PSOE: entre el Rey y la Bicha
Hace siete años, analizábamos [12] en esta su página amiga las opciones del PSOE como una elección entre ser ETA y ser el PASOK. Pero la caprichosa diosa Fortuna les dio otra oportunidad a los socialistas con la aparición de una nueva ETA perroflauta nueva y mejorada en mayo de 2014, momento a partir del cual los que llevaban desde los tiempos de ZP acusando al PSOE de ser la ETA de repente dejaron de hacerlo y en cambio apelaron a su largo historial de compromiso con la CQNDET y a su sentido de estado. Mágico. Pero los incisivos análesis poletologecos de LPD son más fuertes que los vaivenes del día a día, y hoy el PSOE se enfrenta al mismo dilema que hace siete años, ahora convenientemente renombrado entre estar con el Rey-que-nos-dimos-entre-todos o con la Bicha (aunque desde la Moncloa y con el BOE, que facilita un poco estos dilemas).
¿A cuanta gente puede excluir un sistema político sin bloquearse? Los diputados de Batasuna no supusieron ningún problema durante las seis elecciones a las que se presentaron entre 1979 y 1996, pero nunca fueron más de cinco de entre 350. ¿Qué pasa cuando 20, 30, 50 diputados se batasunizan/son batasunizados por el sistema político? Pues lo estamos viendo ahora: el bloqueo. Lo cierto es que solo dos combinaciones han sido posibles en cada una de las tres elecciones weimarianas que hemos tenido desde que el bipartidismo implosionó en 2014. Una es la Gran Coalición, que pareció empezar a materializarse [13] en octubre de 2016, pero de la que el PSOE ha logrado recuperarse mediante el Comodín Vacío [14] (sí, el PSOE como partido invistió a un presidente de derechas, pero como Pedro Sánchez hizo pellas ese día, aquello no cuenta). La otra es la fórmula PSOE + UP + “nacionalistas malos”, la de la moción de censura. Y casi todo apunta a que el 10N tendremos por cuarta vez el mismo menú. Hora de examinar porqué no sale un gobierno.
Como el único partido que aparece en ambas combinaciones es el PSOE, el “bloqueo de España” es en realidad “el bloqueo del PSOE”. La Gran Coalición tiene la ventaja de que puede garantizar estabilidad por muchos años… y el inconveniente de que no la puedes vender a tus hooligans. No sin abandonar posiciones (“que viene la derecha” en el caso del PSOE, “la izquierda quiere romper España” en el caso del PP) que han constituido tu plataforma política desde Fraga y González y que ocuparán Podemos y VOX, esperando que el tiempo corra. Porque si las dos únicas opciones viables que te venden los medios se funden en una y las cosas no mejoran, incluso la gente de bien empieza a considerar otras opciones. Pero el pacto con los batasunis, la “Opción de la Bicha”, es igual de peligroso: las derechas y sus medios afines han convertido “lo de Cataluña” hasta tal punto en el eje de toda su propaganda (con el PSOE poniendo su granito de arena vía 155) que ahora ninguna puede echarse atrás, so pena de ser devorada por otras derechas más implacables. Pactar con la Bicha es exponerse a un bombardeo de saturación. Por eso Vacío escenificó una teatral ruptura con los nacionalistas, seguida de Elecciones [5], para limpiar el escenario de cara a un nuevo Pacto Letizio. Todo salió a pedir de boca… pero Alberto Carlos Rivera decidió no hacer caso a los editoriales y llamadas pidiendo “sentido de estado”.
Creo que aún no somos conscientes del todo de lo que ha pasado: por ambición, por mantener la palabra dada, por un prurito personal o porque el cubata cuántico se lo hizo Marco de Quinto con CocaCola Zero, Rivera ha tirado por el retrete la primera (y puede que última) mayoría letizia de España. Cuatro años de Letiziado habrían sido la garantía de que cambiaría lo justo para que todo siguiese igual, el cierre definitivo a todo lo que ha pasado en los últimos 10 años. Ahora, all bets are off.
España iba a ser letizia hasta el 2035. Jamás te lo agradeceremos lo suficiente, Melendi. Jamás.
¿Y ahora? Vacío está lo bastante ídem como para pactar con quien sea. Con PABLO -e incluso con ERC- a cambio de indultos, siempre y cuando tuviese la seguridad de que un gobierno así pudiese sobrevivir a la siguiente jugarreta de Fiscalía y del Deep State (no tiene pinta). Con igual aplomo podría pactar con el PP y C’s a cambio de un nuevo 155. Los guiños de Vacío a Casado [15] durante el debate de investidura lo dejan clarinete. Está por ver que Casado esté por la labor, que no parece, pero en política “imposible” es sinónimo de “en dos semanas lo vemos otra vez”. Con lo que tendremos, parece, un gobierno letizio (las encuestas a día de hoy hacen imposible una mayoría que invista a alguien que no sea Vacío). Pero, crucialmente, no estará respaldado por una mayoría letizia. Esa ventana se cerró, con imprevisibles consecuencias. En la boina negra de la contaminación matritense no logran sobrevivir muchas mariposas, pero alguna debe estar desempolvando los apuntes de Quántica de la carrera.
PP: constitucionalismo hardcore
En el ligoteo nocturno, hay un instante mágico: el momento a partir del cual dar palique no incrementa tus posibilidades, sino que las decrementa. Detectar ese momento separa a los losers de los fuckers. Pablo Casado, vista su trayectoria, de loser tiene poco: candidato pese a quedar segundo en las primarias, los descensos del voto son culpa de Rajoy, y los pagafantas habituales han mantenido a sus apuestas personales [16] en los feudos [17] de toda la vida. Ahora lleva varios meses muy callado (del palique ya se encargan otros). El Rajoyismo es tan fuerte en el partido que incluso le ha salido barba (lo que le hace parecer mayor, algo esencial para un partido cuyo votante tipo es un hombre jubilado).
Siendo el PP el máximo (aunque quizás no ya el más entusiasta) defensor de la inmutabilidad de la constitución, cabe preguntarse qué programa político puede desarrollar. Lo cierto es que el PP ha mostrado un remarcable talento para desarrollar su programa político y arrinconar fundamentos constitucionales sin tocar una coma de la CQNDET. La libertad de expresión sigue ahí, pero con una Ley Mordaza para que la gente se lo piense dos veces antes de usarla. Las autonomías no se van a abolir, faltaría más, pero convenientemente intervenidas mediante la Ley Montoro es como si no existiesen: sin margen de actuación financiera tampoco tienen margen de actuación política. Estado aconfesional, por supuesto, pero para esa confesión en concreto que todos sabemos tenemos un Concordato que no se puede tocar.
Y para todo lo económico, Bruselas.
Los límites de esta vía de momificación constitucional soterrada los estamos viendo en Cataluña. Medio PP aullaba como lobos para aplicar el 155, y Rajoy perplejo intentando evitarlo: ¡si Cataluña ya estaba intervenida, si no pueden gastarse más de mil miserables euros sin que alguien ponga un sello en Madrid! El resultado: el PP se ha quedado con un solitario diputado en Cataluña. Pero lo cierto es que realmente no necesita diputados allí. De los 186 diputados de Rajoy en 2011, solo 11 eran catalanes. La derecha española ha llegado a un punto en que puede sacar 175 diputados sin Cataluña. Es decir, que llegado el caso tiene el incentivo perfecto para sacrificar Cataluña montando pollos que les cuesten hasta el último diputado allí pero que les de los votos necesarios fuera. Ahora mismo, por desgracia, está el pequeño problema de que la derecha española se ha escindido en tres partes y eso resta eficacia a la hora de cosechar escaños, pero reabsorbiendo las escisiones ahí hay un plan para gobernar 15 años. Con la seguridad de que el pollo, al final, lo tendría que resolver la izquierda, a la que se acusaría de “haber roto España” durante otros 15.
Con la marea naranja en clara recesión y sabiendo que los voxeros, a la hora de la verdad, aceptarán sin rechistar un nuevo Decreto de Unificación, Casado solo tiene que seguir la estela de Aznar y Rajoy y esperar sentado a que llegue su hora. Con su silencio ya está preparando el giro al centro [18] sin el que las derechas no pueden ganar. Estando así las cosas, la verdad es que no tiene ningún incentivo para meterse en Grandes Coaliciones, aunque habría que ver como explica la perspectiva de unas terceras elecciones a unos medios que intentarán por cualquier vía evitar que pensemos en el Weimar en la habitación.
C’s: la bisagra oxidada
Todo artículo en LPD que se precie tiene que regodearse en que C’s es un puro producto de marketing y anticipar su inminente hundimiento, y este no va a ser menos (y puede que esta vez acertemos y todo, ¡hasta un reloj estropeado termina dando la hora correcta alguna vez!). Simplificando mucho y dejando fuera cubatas cósmicos, los votantes de C’s se podían dividir en tres conjuntos: izquierda, derecha y centro.
El ala derecha son, como su propio nombre indica, gentes de derechas de toda la vida, pero lo bastante modernillos y/o europeos para que ética y estéticamente el voto al PP se les estuviera haciendo cada vez más durillo. Pero como buenos españoles de derechas, la ética y estética palidecen completamente al lado de la Unidad de España. Por eso esta gente previsiblemente volverá al PP, visto que la dispersión del voto está haciendo posible una y otra vez que Sánchez sobreviva. Un sorpasso al PP el 28A los podría haber retenido, pero no pudo ser.
El ala izquierda en cambio venía del PSOE, contenta de tener al fin un partido “socialdemócrata”, joven y dinámico, firme frente a malvados nacionalistas, y patriota sin complejos pero también sin estridencias. Habiendo evidenciado que el “patriotismo” de C’s no es otra cosa que el nacionalismo español de toda la vida, y ante la ligereza con que Rivera ha ido pactando con el PP y VOX a cambio de migajas y poltronas en casi todas partes, este grupo tampoco durará mucho. Sobre todo porque Pedro Sánchez ya se afana desde hace meses en ofrecerles exactamente lo mismo, con lo que sencillamente no logran entender que Rivera no se haya ofrecido, mucho antes, a apoyar a Vacío. Sí, piensan, ya había dicho que no lo haría, pero la situación actual es lo bastante desesperada como para que se lo piense, que las promesas a los votantes hay que romperlas cuando están en juego las Cosas Importantes (como pueden apreciar, estos votantes, efectivamente, venían del PSOE).
Finalmente, el centro, esa quimera. El conjunto de personas que honesta y sinceramente creen que en España hay un espacio político “de centro”, encarnado en C’s, en UPyD, en el Partido Reformista Democrático [19], en el CDS y así hasta la UCD, capaz de ganar elecciones. Bueno, la UCD las ganó, no lo vamos a negar. Pero más que un partido era una plataforma electoral que arrancó estando ya en el gobierno y se benefició de que nadie tuviese una gran idea de como funciona esto de las elecciones y la democracia, y los experimentos mejor con gaseosa. Pero sobre todo, “el centro” es un engendro mental nacido del “no quiero tomar partido”. Y tarde o temprano hay que tomarlo. Por eso en los márgenes los viejos partidos han sobrevivido hasta hoy, mientras que los partidos de centro han acabado implosionando todos.
Pero, ¿y si en vez de ganar elecciones, C’s al menos se hubiese convertido en el Hacedor de Reyes? ¿En ese partido pequeñito que al final siempre está en el gobierno? Algo así como el FDP en Alemania, aportando siempre “moderación” mientras arrancan un regalito fiscal en cada legislatura saltando de un gobierno a otro. Permítanme un chiste que se contaba en Alemania al respecto y que describe al partido a la perfección.
Congreso de la FDP. El secretario general sube al estrado a saludar: “queridos ministros, queridas ministras. Queridas secretarias y secretarios de estado. Queridos dirigentes de organismos públicos. Queridos embajadores, directores generales, diputados y concejales. Y por últimos, pero no menos importante: querido Hans, nuestro único militante sin cargo.”
Entre 1949 y 1998, salvando la mayoría absoluta de Adenauer de 1957 y la Grosse Koalition de 1966, el FDP estuvo en todos los gobiernos. En todos. Gobernando durante 42 años de 49, y con una media de un 9% del voto, todo al servicio de pequeños empresarios y gerentes en ciudades de hasta 100.000 habitantes al norte del Mena. Ríanse del PNV. El sueño húmedo de todos los cuñados de España, y lo que buscaba toda la prensa “nacional” apoyando a saco a los naranjas. Eso es lo que Alberto Carlos Rivera ha destruido en estos meses, no sabemos muy bien porqué.
“Su coche votaría al FDP.” ¡Si los de C’s ya tenían hechas las campañas de los próximos 20 años!
(El FDP no existía durante la República de Weimar, pero se considera heredero del DDP, el Partido Democrático Alemán. Parte importante de la “coalición republicana” en los inicios de Weimar, contando entre otros militantes con Max Weber –del que hablaremos más abajo-, se fue desangrando con su actitud ante el Tratado de Versalles y por ser percibido como el “partido del Capital”. Ante su continuo descenso intentó darle la vuelta renombrándose Partido del Estado Alemán, un giro que no nos sorprendería por parte de C’s. Caído en la irrelevancia de un 1% del voto, sus últimos cinco diputados los alcanzó mediante un pacto con el SPD… al que luego traicionó votando a favor del Ermächtigungsgesetz. Cosa que no les sirvió ya que fueron prohibidos como los demás partidos, pero que constituye una graciosa anécdota.)
Ahora, la cosa pinta fea en las encuestas. Cosas que a nosotros nos congratula. No tanto por el Hundimiento per se (esto es como cuando se hundió la New Coke, que simplemente sacaron la Cherry Coke; esta gente ya encontrará acomodo dentro de unos años cuando PRISA saque los Cherry Citizens), sino porque demostraría que los editoriales y análisis al respecto de C’s en los medios de comunicación estaban a la altura… pues de todo lo demás que ofrecen dichos medios de comunicación.
Podemos: I will survive
Dirán algunos que el cubata cuántico de Rivera también podría haber sido el pañal panteísta de PABLO. Vamos, que PABLO tendría tanta culpa como Rivera de que hayamos aterrizado en Weimar al no haber investido a Vacío (gratis et amore, por supuesto). Puede ser, pero también cabe una objeción: que Ciudadanos tenía suficientes escaños para investir a Vacío sin otros apoyos. Podemos no. Y nunca los tuvo. Hacían falta más votos, que por necesidad tenían que salir de donde todos sabemos. Y eso en el PSOE no lo quieren, a estas alturas ya debería estar claro. La posibilidad de un gobierno PSOE+P’s+Bicha ha estado ahí en 2015, en 2016, y en 2019-I, y en ninguna de las tres ocasiones ha hecho el PSOE ningún intento serio de materializarla. En 2015 optaron por un Pacto Letizio [20] que no sumaba ni con la abstención de Podemos, en 2016 prefirieron directamente permitir un gobierno de Rajoy [13] antes que jugar con lo prohibido, y en 2019-I han escenificado unas negociaciones tan chorras [21] que ni siquiera sus fanboys más hooligans pueden esconder la vergüenza torera. Sin embargo, la negociación chorra tenía un cierto sentido: al centrar toda la atención en los contactos con Podemos (y no con la Bicha), Vacío ha evitado la foto con la Bicha. En lugar de eso, pensaron en Ferraz, negociamos con Podemos, que seguro que repite las payasadas de 2015 (ya saben: pedirse medio gobierno en una rueda de prensa antes de sentarse a negociar), sacamos a la momia del Valle, y así nos vamos a elecciones con la matraca de “PABLO dijo NO” y que somos la izquierda que logra cosas y el baluarte frente al populismo, y tras el 10N Rivera no tendrá más remedio que ceder.
Solo que Pablemos, esta vez, no les ha hecho el favor de ser tan PABLO. Ni que desde Moncloa se forzase [22] una investidura sin pacto, ni que se manipulase [23] un documento con una oferta… En cambio, renunció [24] a exigir un referéndum en Cataluña para así hacer posible el pacto. Incluso, ¡PABLO ha renunciado [25] a entrar en el gobierno! No sabemos si por correcta lectura del partido o por pura chiripa, pero le ha puesto muy cuesta arriba el “relato [26]” al PSOE, que ahora balbucea que Podemos era preocupante para la CEOE. Pese a la aparición de Mas País, Pablemos está aguantando aceptablemente bien en las encuestas (pero también el PSOE: el “relato” de cada uno, se ve, ha triunfado con los que ya eran votantes de cada uno).
¿Por qué el PSOE no quiere ese pacto? Resumiéndolo mucho: porque está vacío. Realmente, desde la rendición de ZP a Bruselas [27] el PSOE ya carece de ideas o conceptos para liderar la sociedad. Desde entonces, va al remolque de lo que se cueza. Y los únicos que cuecen algo, ahora y siempre, son las derechas. Lo que dejó libre el campo, en ese lejano 2014, para Podemos y su mágico programa de las Elecciones Europeas. Mágico programa que ha quedado ahogado en el “temita” y el posibilismo, aunque aún queda alguna cosilla, como las 34 horas semanales [28]. Y para Cataluña indulto+referéndum, “acatando la sentencia [29]”.
“Soy el fantasma del Weimar pasado, PABLO, escucha bien lo que tengo que decirte…”
Sobre esto último: eso es lo que debería pedir un líder parlamentario, no fuego y violencia. Para eso siempre hay gente. Queremos creer que aquí PABLO está actuando por genuina Ética de Responsabilidad, la Verantwortungsethik de Max Weber –luego le sacamos otra vez-. Y aunque en España eso suele significar que estás a cinco minutos de entrar en el consejo de administración de una eléctrica, viendo como todo el mundo pide 155’s indefinidos, detenciones inmediatas de Torra y militarización del conflicto territorial, esto convierte a PABLO, quien lo iba a decir, en uno de los pocos políticos que no parecen estar haciendo malabares con bidones de gasolina en mitad de un incendio forestal ahora mismo. Ya si encima estuviese cociendo algo propio en vez de reaccionar a lo que sucede…
VOX: Gewalt
Como en otro homenaje a Weimar ya tenemos violencia recurrente en las calles de Cataluña (nada comparable todavía: en la campaña de las elecciones de 1932 hubo 99 muertos, 18 de ellos en un solo encontronazo [30]), es buen momento para hablar de ese concepto que periódicamente surge en nuestro debate político y que desde el 15M está que lo peta: el del “monopolio legítimo de la violencia”, teorizado por, tachán, Max Weber [31]. Como ya saben ustedes, aquí en LPD opinamos de todo sin tener ni idea de nada, y esta vez no va a ser diferente. Pero de lengua alemana sí creo dominar lo suficiente para psicoanalizar a nuestra tertulianada patria.
Porque Gewalt, que es el palabro alemán alrededor del que todo gira, se puede traducir por “violencia”, pero también por “autoridad”. De hecho, en este contexto debería ser siempre “autoridad”, o habrá que traducir el artículo 20 [32] de la Constitución Alemana -“Alle Staatsgewalt geht vom Volke aus”- como “toda la violencia estatal emana del pueblo”. Y Adenauer sería muchas cosas, pero estalinista como que no. El traducir siempre Gewalt por “violencia” es, a mi entender, un acto fallido de libro.
Existe en España una parte importante de la población para la que ese monopolio, esa violencia, no es solo un instrumento del gobierno, sino su misma base. Y no el consentimiento de los gobernados, que como mucho serían convocados cada cuatro años para hacer ajustes menores a un sistema que idealmente funcionaría solo. Gente que –en palabras del inmortal Terry Pratchett- piensa que “el 90% de la Ley es una bota en la nuca”.
VOX es la encarnación política de esta mentalidad. En cierto modo, la versión española del ciudadano rabioso [33] que ya han identificado en Alemania, un señoro que piensa que los catalanes se le han subido a las barbas y exige por ello todo el peso de la Staatsgewalt, incluso aunque sea un pelín al margen de la ley. ¿Significa esto que los catalanes “tienen la culpa de VOX”? No, para nada. Aunque algunos se estén montando la película [34], las payasadas del Procés no son ni de lejos comparables con los 40 años de ETA y sus varios centenares de muertos. ¿Qué ha cambiado? ¿Por qué ETA en los 80 no nos trajo un VOX y Puigdemont ahora sí? Por un lado, creo, está en la viabilidad de ambos. ETA no podía ganar. Por falta de apoyo suficiente en la población y por falta de apoyo en Europa (y porque se decidió ceder a tiempo para conservar lo esencial; pregúntense si tendríamos la Disposición Transitoria Primera en la CQNDET de no haber estado ahí la ETA). Esto no significa que Puigdemont fuese a ganar, pero sí que no se veía cómo pararle con las herramientas al uso.
Pero sobre todo, VOX es la respuesta del establishment a las diversas crisis que nos sacuden desde 2008. Una vez constatado que seguir como hasta ahora simplemente ya no es viable, había que inventar algo nuevo, y eso nuevo se enganchó al Procés y montó su propio Proceso: vaciar derechos y autonomías locales convirtiendo las payasadas de Puigdemont en el mayor peligro que viese nuestra democracia. O más bien, había que darle un nuevo empaque a lo que ya llevamos varios años leyendo en los medios de derechas. El programa de VOX no ha caído del cielo: son los últimos 500 editoriales de la prensa seria, aderezados con cuatro perlitas xenófobas. Y cuenta con apoyos dentro del aparato del Estado. Un Deep State que empezó a movilizarse con el discursito del Preparado del 3-O [35] y que apunta a no querer parar hasta que las cosas vuelvan a su cauce. Por las buenas… o por las malas.
Por eso, el resultado de VOX, en realidad, es un poco lo de menos. VOX no está a esto y no va a ganar unas elecciones generales ni de coña. Son los antidisturbios de la política, y lo que les falta en números lo compensarán con porrazos.
“Venceréis pero no convenceréis.” “Mírame bien, perroflauta. ¿Tengo pinta de estar aquí porque quiero convencer a la gente?”
Más País: Marxismo-Letizismo
Finalmente, los últimos en llegar a la fiesta: Íñigo Errejón y su troupe. Celebrados por todo lo alto en los medios del grupo Prisa (hasta que alguien se fijó en las encuestas y vieron que donde estaba pescando Errejón era, vaya por Diox, en los caladeros del PSOE), lo que nos lleva a la obligada pregunta: ¿estamos ante un partido Letizio? Pues si acaso es un Letizismo involuntario, pero aún tan líquido que puede volcar hacia cualquier lado y no se le puede considerar inserto en la fe pura. Lo que sí podemos certificar ya es que en el “temita” no se van a significar contra lo que diga el consenso mediáticamente construido. Populismo de correr detrás y no de liderar.
Por supuesto, esto no es realmente culpa de MP. Simplemente, es un partido pensado para otro tiempo. Para el 2015 o así. Un Podemos que pudo ser y no fue, centrado en feminismo, ecología y vivienda. Cosas, por supuesto, de las que debería hablarse, tanto o más que de Cataluña. El problema es que lo de Cataluña nació y es alimentado, precisamente, para no hablar de esas otras cosas. Tanto por unos como por otros, tanto en Cataluña como en Restoespaña. Así que algo tienes que decir, algo que no sean declaraciones flower-power de ojalá nos lleváramos bien todos. De modo que tras un prometedor comienzo están empezando a ser desgastados entre las ruedas de molino de la política tradicional.
Como decía un amigo mío sobre ligar con mujeres mayores: gallina vieja da buen caldo.
¿Y el futuro? El futuro, líquido es. Pueden acabar integrándose en el PSOE, volviendo al seno materno podemita, o subsistiendo con un 15% en el ecosistema político madrileño, para intentar un asalto a la base electoral del PSOE, cuando pase lo de Cataluña y este por enésima vez traicione las esperanzas puestas en él.
La crisis de los 40
¿Qué tienen en común PABLO y la Constitución-que-nos-dimos-entre-todos? Pues que los dos nacieron en 1978 y acaban de terminar la cuarta década de sus vidas. Un momento propicio para hacer balance. Balance que inevitablemente gira alrededor del hecho de que el árbitro ha pitado el final de la primera parte, y que qué vamos a hacer ahora. Pequeña crisis existencial que llaman la crisis de los 40, y ante la que caben tres salidas fundamentales: seguir igual, cambiar el rumbo o doblar la apuesta. Por las cositas de los últimos años ni PABLO ni la Constitución pueden optar ya por la primera. PABLO parece más por la segunda salida: el cambio de rumbo.
(Esta opción es seguramente la que está detrás de la auténtica plaga de señores que a los 40 tacos han decidido de repente tener hijos, incluyendo al propio PABLO. Con efectos devastadores: la paternidad es básicamente un estado de enajenación mental transitoria, durante el que el sujeto no es socialmente fiable y menos estable que un adolescente hormonado. Pero por el bien de la especie hay que tolerar las decisiones crazy tomadas en ese momento, incluyendo nombres raros, intentar pactar con el PSOE, hacerse vegano o comprar chaleses en Galapagar. No teman ustedes por el karma: en el pecado llevan la penitencia. Ya llegará el día en que PABLO y los demás infectados se mirarán al espejo mientras una cacofonía inunda la casa y dirán “¿pero en qué cojones estaba yo pensando?” Mientras tanto, enhorabuena a todos ellos. ¡Vosotros representáis lo perpetuable de la especie humana!)
Sin embargo, la CQNDET ha decidido no tener hijos. Ni cambiar el rumbo. Ni siquiera se percibe una intención de reflexionar. Está más bien por la tercera opción: doblar la apuesta. Ahora más que nunca. Me siento más joven que hace diez años. Es mi momento. Con eso y algunas frases más de sobre de azucarillo, el R78 encara el futuro: como el cuarentón que lo deja con la novia/mujer de toda la vida para volver a salir de noche, a tope amigos, a ligar con veinteañeras con el mocho que le implantaron en una clínica turca. Porque el R78, allí donde lo ven, tiene los días contados. ¿Los recuerdan, los golden days of bipartidisimo? ¿Dos grandes partidos alternándose, con mayoría absoluta la mitad de las veces y si no pues con algún apaño nacionalista, y un campechano mujeriego para presidirlo todo? Tempus fugit. Algo nuevo se viene. Guapocracia, Mercautoritarismo, Extremo Centro, Dictablanda, Era de Gozer el Gozeriano, Monarquía de Octubre: el nombre da igual.
La puerta se ha abierto. El Destructor ya ha entrado en vuestro mundo. Elegid la forma de Gozer, subcriaturas, y pereced.
El futuro, pues, pinta autoritario. Solo que el cambio no vendrá de la mano de un general dando un golpe de estado sino de un juez [36] a golpe de sentencias. ¡Que se trata de hacer cumplir la LEY! Sobre esto: el cumplimiento de las leyes es la base de un estado de derecho, faltaría más. Pero las personas no vivimos –o no vivimos solo- en un estado de derecho. Vivimos en una sociedad, que para funcionar depende de lo que sale en el BOE pero también de leyes no escritas. Y una de esas leyes no escritas era que todo iría siempre a mejor, al menos en el largo plazo: prosperidad para todos, y vidas mejores para los hijos. Esta ley se fue erosionando lentamente durante años, con dos principales vías de agua: la vivienda cada vez más inaccesible, y la degradación del mercado laboral. Erosión acompañada de las justificaciones y cuñadeces que todos conocemos: “es que la vida es así”, “papá estado no está para regalarte cosas”, “hay que ser realistas” o “ya, pero no podemos oponernos a los mercados”. La forma de encarar el “temita” catalán ya dice a las claras por donde va a ir lo nuevo que se viene: las únicas leyes a tener en cuenta van a ser las escritas, y a eso lo llamarán “justicia” (la vivienda, el pleno empleo y la riqueza nacional subordinada al interés general resulta que sí están escritas, pero viendo el caso que les han hecho estos últimos 40 años tampoco les costará mucho ignorarlas otros 40). Los medios culturales, sumos sacerdotes de la CT, velaran porque cualquier ensoñación más allá del Código Penal sea ridiculizada a conciencia.
Y hasta aquí podemos leer. Lo que hace seis meses aún parecía el comienzo de un cierre letizio del poder con el advenimiento de un Luis Napoleón Vacío [5], ahora ha desembocado en un Weimar 2.0 castizo, en un salto cuántico político motivado por Rivera, su cubata y Cataluña. Cataluña es también lo que hace que todo esto no nos vaya a deparar un sistema político a la italiana. Porque en Italia la política es una ópera bufa continua, y las óperas no tienen mucho guión. Pero en Cataluña está, en cierto modo, el Tratado de Versalles del R78, al menos en la percepción del nacionalismo español. Para este nacionalismo, todo el Título VIII de la CQNDET fue una rendición vergonzante ante los nacionalistas (con la izquierda haciéndole un Dolchstoss a España justo en ese momento) y hay que repudiar ese Versalles sin importar las consecuencias. Con toda la propaganda centrada desde hace años en atribuirle la causa de todos los males del sistema. ¿Recortes médicos? ¿Paro? ¿Corrupción? A la goebbelesina manera, para cada uno de estos males algún plumilla ha escrito un artículo en la prensa seria vinculándolo con las autonomías. Preparando así el camino para un cirujano de hierro, y un gobierno con cuantas menos cortapisas posibles. Incluyendo las parlamentarias. Una estrategia que evidentemente ha calado en las derechas, y que se siente apoyada desde lo más alto.
Tanto análisis cuando hace ya 200 años que Talleyrand caló perfectamente a los Borbones: “una familia que nunca aprende nada, y nunca olvida nada.”
Vacío, con su “jugada maestra”, nos ha arrojado al vacío de una política cuántica. Una política donde en cualquier momento pueden producirse saltos que alteren el sistema al completo, con consecuencias que nadie puede prever. Eso es exactamente lo que pasó también en el Weimar original, entre 1929 y 1933, y eso hizo posible que ganara un partido que empezó el Juego de Tronos con los votos y la influencia de UPyD. Aquí, más bien, estamos asistiendo a un golpe desde dentro, con VOX sustituyendo a C’s porque por las buenas no ha funcionado. Un cubata ha hecho historia. Próximamente, tener conocimientos obsesivos y enciclopédicos sobre el Tercer Reich será más útil para ligar que estar bueno. Y no solo como los principales beneficiarios decimos que bien está. Que se jodan los guapos, que nos han traído aquí.