Everest
No es que quiera reivindicarme como máximo especialista de esta página en todo, pero probablemente sea el gran especialista en montañismo con el que cuenta LPD. He veraneado toda mi vida en los Pirineos aragoneses, y tal regresión al terruño aragonés comportó que fuese relativamente habitual hacer excursiones a valles, lagos e incluso montañas. Y cuidadito, que algunas de esas montañas cumplían con el requisito mítico de ser “un 3000”, un pico de más de 3000 metros de altura. Y de esos me hice unos cuantos, entre ellos el Aneto, el pico más alto de los Pirineos (que en los años 80 los catalanes, en una especie de sublimación de un complejo fálico subyacente, intentaron comprarle al Gobierno de Aragón, porque el pico más alto de Cataluña era, y es, una ridícula tachuela que a duras penas supera los 3000, sin comparación con los impresionantes 3404 con que cuenta el Aneto). ¡Si hasta me puse crampones una vez para cruzar el glaciar del Aneto!
La mayoría de Ustedes, por ejemplo Usted, Usted, y también Usted, no han hecho apenas montañismo digno de tal nombre. Así que, si un fin de semana en Túnez me sirvió para pontificar a gusto, no vean cómo irá la cosa cuando hablamos de subir y bajar montañas, que eso sí que lo he hecho de vez en cuando (por más que mis grandes éxitos queden más y más remotos en el tiempo, pero… ¡ahí están!).
Lo cual nos lleva a la película que nos ocupa hoy, “Everest”, que cuenta la historia de una expedición al Everest en 1996 organizada por una empresa de aventura, especializada en hacer que la gente cumpla sus sueños y tal vez logre llevar a la cima del mundo, tal vez no. Todo por 65000 dólares.
Todos los ochomiles del mundo (hay catorce) se concentran en la enorme cordillera del Himalaya-Karakorum (nunca me quedó claro si los Karakorum son una subcordillera del Himalaya o son catalanistas). Es más, no encontramos ningún otro pico que alcance los 7000 metros en otro continente. El más alto de Sudamérica, el Aconcagua, se queda a las puertas de esta altura. El de Norteamérica, el McKinley, supera por poco los 6000. El Kilimanjaro se queda al borde de los 6000. El más alto de Europa, el Elbrus, un poco más de 5000. El más alto de la Europa que importa y da lecciones morales mientras rescata bancos, el Montblanc, casi 5000.
La altura no es un factor que, en sí mismo, implique una mayor dificultad, en la mayoría de los casos. Por ejemplo, tanto el Aconcagua como el Kilimanjaro son, se supone, relativamente sencillos (bueno, eso he leído por ahí en cuñao.com, así que tampoco me hagan mucho caso). De hecho, la vía de acceso al Everest es relativamente accesible, a diferencia del segundo pico más alto del mundo, el K-2 (hermoso nombre que le puso un cartógrafo británico investido de poeticidad y sentido lírico), o de otros ochomiles como el Annapurna, que vienen a ser como que Rajoy haga un debate con Iglesias, Rivera y Sánchez en Salvados, en plan informal y campechano, y le salga bien.
Sin embargo, todos los ochomiles, y sobre todo el Everest (que para algo es el más alto), implican una dificultad añadida a la de la vía de ascenso en sí. Una dificultad específica de estos picos y que puede derrotar a los montañeros más avezados y, de hecho, matarles con suma eficacia si se les ocurre pasar demasiado tiempo en…
Que no es quedar demasiadas veces con la persona que te gusta y convertirte, poco a poco, en su amigo/a (eso es la “Friend Zone”, también terrorífica). Yo cuando subí el Aneto u otros tresmiles las pasaba canutas para encenderme un cigarro, del poco oxígeno que había. Que no vean lo que jodía eso, pegarte siete horas de excursión para luego tener dificultades para echarte el cigarrillo de la victorias. Pero, cuando se sube un ochomil, las dificultades aumentan. A partir de ocho mil metros, el oxígeno escasea tanto que el cuerpo sólo recibe un tercio de lo necesario y comienza, muy rápidamente, a morirse. La escasez de oxígeno, además, provoca todo tipo de problemas asociados, tanto físicos (edemas pulmonares) como psicológicos: la gente ve visiones, entra en una euforia irracional, o empieza a tener mucho calor y a quitarse la ropa en una zona en donde la temperatura media puede ser de 50 grados bajo cero.
A veces, ni siquiera es necesario que surjan problemas específicos. El cansancio, el frío, las dificultades para respirar son suficientes para tumbar a cualquiera. De hecho, el camino del Everest está trufado de cadáveres, congelados en la posición en la que murieron, convertidos en parte del paisaje. Un espectáculo particularmente tétrico, que personalmente haría que me diera la vuelta al primer cadáver que otease. Porque, miren, subir el Everest está muy bien, pero, llámenme tiquis miquis, si uno está haciendo algo por espíritu deportivo, por superación personal, o por lo que sea, y conforme lo hace lo que ve es cadáveres y más cadáveres, pues lo mismo me vuelvo a mi casa e intento batir mi récord de cervezas en un día, que es mucho más sano (y divertido).
Así que para llegar al Everest hace falta una labor de aclimatación y entrenamiento concienzudos, pero también hay que ser consciente de las limitaciones de cada cual. La gente, mitad porque llevan meses, o años, intentando subir, mitad porque la falta de oxígeno les vuelve crazy, a menudo toma decisiones arriesgadas e irreflexivas que luego pueden tener consecuencias fatales. Como decía una montañera española en una entrevista que leí tras ver esta película (sí, ahora vamos con la película, pero dejen Ustedes que me guste un poco más), los accidentes se producen por mala suerte, pero también por los errores e imprudencias que se cometen.
Y aquí llegamos, por fin, a la película. Estamos en los años noventa (1996), una época de optimismo en la que Occidente ha vencido al ogro soviético y seguro que, con las nuevas tecnologías y el Imperio de la Libertad que se extiende por todo el mundo, la gente será mucho más feliz, con trabajos más estimulantes, estables y mejor pagados (aún no ha proliferado aquello de “te pagamos en visibilidad”).
En lo que se refiere al Everest y los ochomiles, ya han pasado cuarenta años desde la primera expedición exitosa, de Sir Edmund Hillary y un sherpa que pasaba por ahí (Tenzing, se llamaba), que lo mismo subía el Everest todas las semanas, para llevar a pastar a las cabras, pero esperemos, en pro de la épica occidental, que en unos años nos olvidemos de él y la gente piense que sólo subió Hillary. Poco a poco, más y más gente ha subido el Everest. Algunos, incluso sin oxígeno (el truco más habitual para superar la ZONA DE LA MUERTE). La cosa ha comenzado a masificarse, y varias compañías comerciales han visto la llamada de la oportunidad, y montan expediciones para subir el Everest por el módico precio de 65000 dólares, dirigidas a millonarios excéntricos, aficionados tal vez no lo suficientemente preparados y gente que se ha dejado una pasta para subir y querrá subir, cueste lo que cueste. ¿Qué podría salir mal?
La película narra la llegada de los alpinistas caprichosillos y su proceso de aclimatación. Los ascensos paulatinos a las estribaciones del Everest, las pruebas de esfuerzo, y los problemas de salud que ya surgen en las primeras semanas (¿y qué importa eso? ¡Esa gente HA PAGADO, tiene derecho a subir!). La vida en el Campamento 1 (a unos 4500 metros), bastante jodida, pero menos que en el Campamento 2 (5500), el 3 (6500) y desde luego el 4 (7800), donde básicamente se meten en un agujero horrible para intentar dormir (no me acuerdo exactamente de las cifras, aunque sí del 4, porque me llamó la atención que estuviese casi a la altura del comienzo de… ¡¡¡¡¡¡¡¡LA ZONA DE LA MUERTE!!!!!!!).
Por fin, llega el gran día. Hay algunos rumores de tormenta y eso, pero… ¿qué importa? El guía de la expedición (en realidad, van juntas las expediciones de dos empresas, para aprovechar los mejores días de ascenso al Everest, a principios de mayo) decide que ha salido un buen día y que hay que aprovechar. Así que comienzan la última fase de la ascensión. Pero surge un problemilla sin importancia: en el “Escalón de Hillary”, una de las zonas en las que es preciso encordarse para pasar el obstáculo (mayormente porque, si no, te caes a un abismo), las cuerdas no están puestas, lo que ralentiza el ascenso.
De hecho, algunos de los participantes, montañeros avezados (estos sí), ven que es peligroso seguir, porque harán cumbre demasiado tarde (se supone que lo razonable es llegar a las dos de la tarde, como mucho) y deciden darse la vuelta. Dejan ahí tirado a un macarra yanqui al que se le congelan los globos oculares, no ve casi nada, y se queda durmiendo en un rincón, a 8000 metros de altura, cada vez más amodorrado (dormido en la ZONA DE LA MUERTE… ¡qué buen rollo!).
Los demás suben, el primero de ellos un periodista, John Krakauer (que publicaría posteriormente un libro narrando lo sucedido), que en la película se nos aparece como un listillo oportunista, que pone excusas para pasar el primero, se pirra por las botellas de oxígeno, y se escaquea de ayudar a nadie. Es decir, más o menos lo que hace casi todo el mundo en la realidad, porque todos van al límite y cuando alguien cae, es imposible ayudarle a levantarse.
Por contraposición, tenemos al líder de la expedición y propietario de la empresa de aventura, Rob Hall, que sigue ahí, imperturbable, un buen samaritano, ayudando a sus clientes a llegar a la cima. Uno de ellos, Doug, está hecho una mierda, pero quiere llegar. Ya fracasó en el intento en una ocasión anterior. Le hace ojitos a Hall y le dice “déjame subir, es mi última oportunidad”. Hall sonríe. Le pone la mano en el hombro. No te preocupes, Doug. Te ayudaré. Hermoso momento de solidaridad montañera en la ZONA DE LA MUERTE. El espectador, mentalmente, ubica a estos dos en la categoría de “la van a espichar”.
Y [SPOILER ALERT] así es, claro. Doug llega a la cima como a las cuatro de la tarde. Pone una banderita de un colegio de niños que le hacía mucha ilusión, o algo. Mira el paisaje y comienza a bajar. Pero… ¡Oh, no! ¡Está mareado y Rob tiene que ayudarle en cada paso! Recuerden el axioma de que, en la montaña, bajar es mucho peor que subir, por el cansancio acumulado y porque es más fácil errar un paso y tener un traspiés. Y… ¡Oh, no, otra vez! ¡Llega una horrible tormenta que baja las temperaturas, dificulta sobremanera la visibilidad y, en resumen, impide que los que están arriba bajen y los que están abajo suban a ayudar a los de arriba!
Menos mal que un valiente subalterno de Rob decide ayudarles y les espera con un par de botellas de oxígeno (para entonces, Doug ya se ha caído por un acantilado. Huy, perdón. SPOILER ALERT). Pero… ¡Oh, no! ¡El frío ha congelado la válvula de la botella de oxígeno y no pueden acceder a él! En ese momento, el espectador recuerda las frías palabras de un ruso que también forma parte de la expedición, y que es el único que se niega a utilizar oxígeno, porque “si subes con oxígeno, dependerás de él”. Fría e implacable lógica postsoviética.
A partir de ahí, hay poco que contar. Sólo les digo que la película narra la mayor tragedia sucedida jamás en el Everest, y que la ZONA DE LA MUERTE se puso verdaderamente las botas: 15 personas de las dos expediciones (y alguno que subió a ayudarles) que se quedaron por el camino. La única excepción, que permite esbozar un happy end para el público estadounidense, es verdaderamente impresionante: ¿recuerdan el macarra tejano que se quedó dormido en la ZONA DE LA MUERTE? Bueno, pues esto es lo que pasa en la película (sí, SPOILER ALERT): 36 horas después, con la hipotermia poniéndose las botas, a 60 grados bajo cero, nadie sabe cómo ni por qué, despierta en plena tormenta, se levanta, y logra bajar por sí mismo hasta el Campamento IV.
Por si esto no fuera lo suficientemente impresionante, la historia real (porque esto pasó de verdad) va un poco más allá. El tejano tiene que pasar una noche horrible en el Campamento IV, donde la tormenta arranca las alcayatas de su tienda y luego le tira la tienda encima, con lo que el pobre hombre tiene que pasarse la noche medio asfixiado, en plan “quién me pone la tienda encima”, profiriendo lastimeros gritos, sin nadie que pueda ayudarle. Increíblemente, al día siguiente sigue vivo. Logran bajarle hasta el campamento 2 (creo) y allí un helicóptero, jugándose la vida el piloto, logra aterrizar y llevárselo a un hospital. Al final, el hombre sobrevive, aunque pierde la nariz y (creo) los dedos de las dos manos. Un putadón, pero visto lo visto…
La película es entretenida, molan los paisajes y la capacidad que tiene para comunicar, a partir de cierto momento, lo jodido que se ha puesto todo y cómo los guías y clientes de la expedición, en buena parte, se han buscado estar como están. Tanto me gustó que me puse a leer más historias simpáticas del Everest, y se me quedaron grabadas dos. La primera, un montañero que se volvió loco y decidió subir solo por la tarde, cuando todos volvían. Y, claro, murió. Años después, encontraron su cuerpo y rescataron su cámara fotográfica. Tras revelarla, aparecía esta foto del montañero en la cumbre, sonriente. No sé si les parece bonito, o algo. Para mí, es siniestro.
La otra historia comienza también igual: montañero que se vuelve loco y sube al Everest tardísimo. Pero en este caso tiene final feliz: al día siguiente, otra expedición se lo encuentra al lado de la cima, cambiándose de camisa y sin guantes, tan contento. Logran bajar con él y sobrevive a una noche en la ZONA DE LA MUERTE (pierde un par de dedos, y eso. Souvenir del Everest).
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Comentario de Latro (26/10/2015 14:38):
Cuando estudiaba en la universidad, tenia unos amigos que estaban muy metidos en todo esto del montañismo. Y… dios, aquello era el festival de egos mas grande del planeta tierra y todo un sindios de estupideces entre falta de preparación, pasarse las normas de seguridad por el forro, etc.
Francamente, lo esperable de gente que pretende que pasarlas canutas subiendo a donde no se les ha perdido nada es una muestra de su hombría o algo. Pero vamos, asi, en ese plan igual. Hemos llegado tarde asi que habria que cancelarlo todo pero que coño, ya estamos aqui (resultado, dos que se caen por un barranco al volver casi de noche). Usar cuerda es de mariquitas (famosas últimas palabras). Las cuerdas en teoria son de un solo uso pero a ver, que no hay pasta y esta todavia sirve. Y asi todo.
Lo dicho, lugares que deberian tener ya de por sí el acceso vedado, en plan “si usted quiere subir aqui, es prueba de que NO debe”… ahora son planes turisticos.
Comentario de Latro (26/10/2015 14:45):
Por cierto, de uno de los enlaces
” Desde el campamento conminaron a Rob a que abandonase a Doug para poder salvar su vida. Rob contestó:
“Imposible. Ambos estamos escuchando…”
Rob firmo con serena lealtad su sentencia de muerte no sin antes pedir al campo III que le pusieran en contacto -via satélite- con su mujer, embarazada de siete meses, en Nueva Zelanda; de la que se despidió en la más absoluta soledad después de decidir el nombre de su futuro hijo.”
…
…
Si es que todas estas historias de heroismo y tragedia en este contexto dan verguenza.
Comentario de Abogangster (26/10/2015 15:35):
Una de pijotadas: al McKinley le han cambiado su denominación recientemente, en agosto 2015; su denominación oficial es “Denali”.
Y en los Pirineos, al “Canigou” también le cambiaron su denominación oficial por la de “Canigó”
http://www.developpement-durable.gouv.fr/Le-massif-du-Canigo-devient-Grand.html
http://www.vilaweb.cat/noticia/4028211/20120715/canigo-diu-canigou.html
Respecto al Everest, en Wikipedia cuentan cosas muy curiosas sobre su nombre; mi favorita es esta: “A principios de los años 1960, el Gobierno de Nepal se dio cuenta de que el monte Everest no tenía nombre nepalí. Ello es así porque la montaña no era conocida ni tenía nombre en Nepal, es decir, en el Valle de Katmandú y áreas circundantes, y comenzó a buscarle un nombre. El nombre tibetano (de los sherpas) no era aceptable, ya que iba en contra de la política de nepalización del país, así que se inventó uno nuevo, Sagarmatha”
Comentario de emigrante (26/10/2015 15:59):
Yo me compré los crampones después de una subida frustrada al Cabeza Nevada en Gredos con un par de amigos. De eso hace más de veinte años y todavía no los he estrenado! Podría echarle la culpa al cambio climático pero la verdad es que en mi corta trayectoria de montañero jamás llegué a superar los 3000 metros.
Comentario de CusCus (26/10/2015 16:04):
En este sentido, los que antes subían cerros ahora hacen running. Por cierto, Don Guillermo, aquí servidor ha estado a unos 5.000m y se subió a una piedra. Ergo, hice un 5.000. Le gano.
Dormí como un bendito en una bella cabaña donde, a pesar del fuego de mierda de yak, se congeló el agua.
Comentario de Superpato (26/10/2015 18:22):
Yo he estado en la cima del Teide, que son mas de 3.700 metros. Vale que subí en teleférico hasta casi arriba del todo pero entre eso o que te arrastre un sherpa tampoco nos vamos a poner esquisitos.
Comentario de SinanPacha (26/10/2015 18:25):
Estas cosas en Valladolid no pasan. Y menos en Uruguay, donde la colina más alta tiene 500 metros, lo que no impide que los localen la afronten cada domingo equipados como para escalar el K2 de marras por la cara norte.
Comentario de Brasidas (26/10/2015 20:37):
Yo he subido a Sierra Blanca. No es un 5000, ni siquiera un 4000. Creo que es más bien un 550; pero subíamos solos los chavales del pueblo ¡¡¡Sin los padres!!! Nos daban una mochila con un bocata y una botella de agua para echar el día, salíamos por la mañana temprano y no aparecíamos hasta la noche. A ver qué chaval de hoy en día puede decir que hace eso.
Ahora en serio. Aunque nos parezca una soberana gilipollez ir a jugarse la vida estúpidamente en un 8000 (y, desde luego, yo no lo haría ni aunque me pagasen por ello, mucho menos, pagando yo), está en la genética humana buscar el riesgo y superar fronteras constantemente. Si no fuera así, aún estaríamos subidos a un árbol en África. Los que suben al Everest no son más que herederos de todos los expedicionarios que arriesgaron (y muchos perdieron) su vida por tratar de llegar donde ningún humano había llegado antes (cuando digo humano, entiéndaseme europeo o en su defecto, blanco, claro). Hoy, que con el Google Earth ya puedes viajar sin sudar ni tener que superar la barrera del lenguaje a cualquier lugar del mundo y además, ver fotos panorámicas de frikis con espectaculares paisajes de fondo, ya no existen casi desafíos para el ser humano y hay que ir a buscarlos de esa forma.
Comentario de Nacho Pepe (26/10/2015 22:37):
En Taiwán siguen cayendo montañeros como chinches sin que las altitudes ni las condiciones climáticas sean especialmente terroríficas.
Solo hace falta montañas escarpadas y un pueblo de gente con un problema serio de aprehensión de la realidad y evaluación de riesgos. Una ex- mía fue montañera allí en la universidad y me contó que se metían en expediciones de 7 días con agua solo para 2 y ni pastillas potabilizadoras ni nada.
Cuando uno del grupo la diñó por un ataque de mal de altura en mitad de la nada, delante de todos ellos que le vieron agonizar durante 3 días, ya no quiso volver a subirse ni a un guijarro.
Comentario de Bunnymen (26/10/2015 23:21):
Pico más alto Almanzor en Gregos 2592 m, en la bajada ver un par de coronas de flores por el camino me quito las ganas de repetir experiencia. He ido posteriormente a picos de Europa y si en los tramos finales hay más de cinco metros de subida con las manos ya le pueden dar mucho por el culo a hacer cumbre, no me juego las consecuencias de un resbalón por una foto para el guapup.
Iba a decir en tono jocoso que ahí se pudran, pero imagino que palmar en la “zona de la muerte” les mantendrá por mucho tiempo frescos y bien conservados para señalizar a otros viandantes montañeses.
Comentario de Yopino (26/10/2015 23:32):
Yo he subido el Gorbea por la cara norte.
Comentario de Yopino (26/10/2015 23:33):
Sin oxigeno.
Comentario de Fernando Herrán (27/10/2015 04:26):
Curioso. Porque yo lo estaba subiendo por la cara sur y vi tal multitud en la cima comiendo bocatas, bueno, y los que subían por delante y por detrás de mí, que me di la vuelta para tomarme una caña lo antes posible a menos de 100 metros de la cima.
Tuve que volver un martes para poder estar solo.
Tampoco llevé oxígeno, pero sí me fumé un cigarro en la cima, Guillermo style.
Comentario de ter (27/10/2015 07:32):
12# Quieres decir aguantando la respiracion?
Comentario de mictter (27/10/2015 08:24):
Para mí uno de los momentos estelares de la película es cuando están todavía en el campamento base, y uno de los protas pasa al lado de otra expedición (unos que visten todos anoraks idénticos). El guía ¡les está enseñando a ponerse unos crampones!
Luego te metes en la wikipedia y encuentras una larga lista de ancianos, gente sin brazos, con una sola pierna, etc., que han hecho cumbre. Puede más el dinero que la cordura.
Comentario de keenan (27/10/2015 09:21):
Bueno, al final esto se ha convertido en una excusa para contar batallitas. Yo a pesar de ser vasco, siempre he evitado subir a sitios donde no se me ha perdido nada. Sin embargo, hace poco subí el Gorbea, y sí que es verdad que te queda una cierta satisfacción, además de un cansancio “sano”. Vamos, que entiendo que haya gente a la que le enganche el montañismo “doméstico”. Ahora, los 8000 ya son otra cosa. Ahí el que va sabe a lo que va, o debería. Si te enumeran detalladamente los peligros que hay, las limitaciones técnicas (si te quedas tirado más allá de los 6000-6500 mts, no te sube el helicoptero, etc), y luego la gente se apunta… pues que le vas a hacer. ¿Les ponemos un test psicológico que tienen que pasar antes de subir? Además, como explica Guillermo, a partir de cierta altura, el cerebro empieza a funcionar mal. Puedes ser el tío mas equilibrado y prudente del mundo, y luego ahí arriba se te puede ir la pinza totalmente por la hipoxia.
Comentario de keenan (27/10/2015 09:28):
Por cierto, como dice Bunnymen, no hay que irse al Himalaya para palmarla en el monte. Aquí casi todos los años palma alguien en el “paso del diablo” del Amboto: http://www.elcorreo.com/vizcaya/v/20100413/vizcaya/anboto-paso-diablo-cobrado-20100413.html
https://www.youtube.com/watch?v=cJ8vfOAjzeU
Comentario de Armin Tanzarian (27/10/2015 11:29):
Ya que estamos todos midiéndonosla (la altura máxima a la que hemos rampado), yo estuve a 3.150 mts en Monserrate, que a pesar de su sospechoso nombre está en Bogotá y se sube en funicular hasta los 3.000 mts desde los 2.500 de la ciudad. Había salvajes que subían por la ladera corriendo y al llegar arriba se ponían a hacer flexiones.
También me fumé el (los) cigarrito(s) de rigor, pero puedo añadir un detalle original y espero que único: me tragué un rato de misa en la iglesia que tienen los colombianos allí arriba. Superen eso.
Comentario de Lluís (27/10/2015 15:30):
Pues yo, no subo a ningún sitio al que no se pueda subir calzando sandalias. Lo de la escalada, francamente, no me va. No tengo demasiado interés en pasarme una mañana atado a una cuerta y con la nariz a dos palmos del trasero del tío que va delante mío.
Comentario de Trompeta (27/10/2015 17:52):
Yo por mi parte lamento los muertos.Descansen en paz.
Ahora bien ,una cosa son los profesionales de la escalada, que el pan suyo de cada día es eso y otra los aficionados.
Francamente en interes de los últimos, creo que sería mejor que los retos que no esten en condiciones de superar, los escalen en simuladores
Y si eso les parece soso tienen esto
http://deportes-aventura.es/escalada-de-interior/.
A mi me gusta conducir rápido, pero el Gran Turismo y la prudencia salvan vidas.
Comentario de Yopino (27/10/2015 20:32):
14# Solo subiendo. Cuando hollé la cima cogí aire durante 10 minutos y expelí un irrintzi.
Los vascos y las vascas somos así.
Comentario de pescadilla (27/10/2015 20:39):
Recomiendo el documental “pura vida” para emocionarse y llorar
Comentario de Oliveral (28/10/2015 09:54):
Sois todos unas mariconas. yo he estado varias veces a 11.000 metros. con dos cojones, volando con Ryanair…
Comentario de Teodoredo (28/10/2015 10:52):
Si subes al Everest y no te puedes quitar la mascarilla para echar un cigarrito es como si vas a la playa y no te bañas.
Vamos, digo yo.
Comentario de kekkonen (28/10/2015 11:31):
A mí en esta carrera extrema por ver quién se suicida de la manera más deportiva hay dos modalidades que me tienen loko. El salto base, ya lo de tirarse en paracaidas es de cobardes, ahora hay que hacerlo desde sitios ridículos y pasar en rasante entre agujeritos en montañas o directamente saltar sin paracaidas y ponérselo por el camino, que si lo tengo que hacer yo con lo que tardo en encontrar las llaves cada vez que salgo de casa me tienen que tirar desde la estación espacial para darme margen.
Y la otra modalidad es a mi opinión un reto a muerte contra el propio cerebro, un deporte-castigo desarrollado íntegramente en La Zona de la Mueette, la apnea(no la de roncar como si hubieras desafiado a la OMS juntando cena de Nochebuena y comida de Navidad sin descanso y/o con breakfast inglés en el intermedio) la de ponerte por tu voluntad unos zapatos de hormigón y ver a dónde llegas.
En fin no sigo que empiezo a despotricar de los modernos aventureros que buscan los límites y me acaba fichando Cuñadans.
Comentario de Garganta Profunda (28/10/2015 13:17):
Si nos ponemos serios, la altura como tal es una soplachuminada. Lo que cuenta es el desnivel absoluto y en porcentaje. Que subirse un 3.000 desde una cota 1.500 en apenas unos kilometrillos es una experiencia súmamente “religiosa”.
Comentario de emigrante (28/10/2015 15:13):
Como decía Forrest Gump, tonto es el que hace tonterías. Si hay una actividad de riesgo especialmente estúpida yo creo que el premio habría que dárselo a esos chavales rusos que se suben a puentes, grúas y edificios a hacer monerías.
No por subir una montaña tiene uno que estar necesariamente jugandose la vida. Yo me he recorrido el Sistema Central, los Picos de Europa y parte de los Pirineos y los Alpes sin tener un percance para luego romperme el ligamento cruzado mientras jugaba al frisbee con mi sobrina. También haciendo un cursillo de descenso de cañones con la Fed. madrileña de montañismo tuve un accidente (cinco puntos en la cabeza) pero no en la montaña sino en la piscina donde fuimos a entrenar los saltos. Quiero decir que uno puede subir el Everest y volver sano y salvo con todos sus apéndices y romperse la crisma en la bañera del hotel.
Así que no dejen de disfrutar del monte sin miedo, eso sí, de la misma manera que la gente no se pone a jugar al futbol en mitad de una autopista, hay cosas que en la montaña no se deben hacer. Con la precauciones necesarias, lo más peligroso para su salud será el cigarrillo de la cumbre.
Comentario de emigrante (28/10/2015 16:32):
En cuanto al mal de altura, yo tenía entendido que el problema no es la falta de oxígeno sino la baja presión. Si sólo fuera por el O2 esto se arreglaría con un par de botellas. La falta de oxígeno puede afectar al cerebro, pero la gilipollez no es necesariamente mortal si los compañeros evitan que te congeles o te caigas al vacío y además es reversible.
Lo que mata es el edema pulmonar y ese se produce por la baja presión del aire. No se cura ni aunque respires oxígeno puro. El único remedio consiste en bajar lo más rápido posible. También existen cámaras hiperbáricas para montañeros que consisten en una especie de saco hinchable donde meter al paciente. Con todo, es algo que tarda un tiempo en manifestarse y uno puede estar expuesto brevemente a bajas presiones sin que le pase nada. Incluso el vacío absoluto, hay astronautas que han vivido para contar como su propia saliva empezaba a hervir tras una pérdida de presión en el traje, uno explota como en las películas.
Comentario de Guillermo López García (28/10/2015 17:19):
Me he leído el libro de Krakauer (el periodista listillo y aprovechado) sobre esta historia. Está bastante bien, y sobre todo pone de manifiesto, desde el momento en que llegan al campamento base, lo jodida que es la vida a esas altitudes, los achaques de todo tipo que surgen, las dificultades para aclimatarse… Un amigo que hizo el Kilimanjaro me contaba que el pico (un volcán gigantesco) no tenía apenas dificultad, pero que la altura hacía que subieran como si fueran ancianos, que no podían respirar, ni moverse, ni nada, y creían que estaban muriendo. Y esto a menos de 6000 metros (supongo que con menos aclimatación que para llegar hasta el Everest, claro).
Lo del oxígeno afecta de varias maneras. Al no poder respirar, te quedas incapaz de moverte ni hacer nada, y o bien te vuelves crazy y te mueres al tirarte por un barranco, o te quedas tirado en un collado a 60 bajo cero y mueres más lentamente. Aparte, sin oxígeno las decisiones, la percepción de la realidad, los reflejos, etc., todos están hechos una mierda.
En el libro explica que a un sherpa le dio un edema pulmonar y que intentaban darle oxígeno para paliar el edema, con lo que sí que habrá alguna relación (aunque yo tampoco la aprecio a simple vista). Sobre todo porque el sherpa se niega a recibir oxígeno porque -abreviando- considera que eso es “de maricones”, que un sherpa como Dios manda no puede reconocer que tiene un problema derivado de la adaptación a la altitud (aunque sí que tomen oxígeno en la Zona de la Muerte, como casi todo el mundo). Y al final, claro, la espicha.
Garganta: el desnivel es uno de los aspectos importantes, en efecto. Subir a un 4000 cuando partes de 3500, en principio, no tiene demasiado mérito. En el caso de los Pirineos, la mayoría de los tresmiles se hacen en el día, comenzando hacia las 5-6 de la mañana (unas siete horas para subir, como mucho, y cinco para bajar). El desnivel que se supera oscila entre los 1200 y 1800 metros, según desde dónde salgas (uno de los tresmiles más cansados que hice fue uno que se podía hacer desde Cerler, el “Vallibierna”, con un desnivel de 1500 metros y este simpático paso final: https://www.google.es/search?q=vallibierna+paso+caballo&safe=off&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0CAcQ_AUoAWoVChMIxdXF6sjlyAIVgc4aCh1vPwi9&biw=1674&bih=868)
Comentario de mRm (29/10/2015 12:08):
Guillermo, los listos/cobardes/con sentido del ridículo que suban al Vallibierna pueden evitar el Paso del Caballo tomando una desviación que lo bordea por debajo unos 20 m por debajo de la cumbre :-). Así se ahorra uno esas fotos y el mal trago!
Comentario de bofifa (29/10/2015 14:26):
No es en absoluto comparable con la peli, ni siquiera con las proezas más modestas que se han escrito en los comentarios, pero cuando la vi sí empaticé con alguna reacción de los personajes: cuando me preparé con un colega para el camino de Santiago, pregunté a otros conocidos para asesorarme. Me habían contado de gente que dejaba tirao a su grupo, o que llegaba casi a rastras con los pies destrozados. “Menudos flipados”, pensé, “yo lo hago por diversión y ver naturaleza, nunca haría esas animaladas, ni dejar colgada a la gente”. Valga decir que yo no soy un tío competitivo en absoluto, ni demasiado deportista, mucho menos montañero.
La cuestión es que a mitad de la travesía, mi colega no pudo continuar por un tobillo, y yo estaba empeñado en no dejarlo (él iba al albergue destino en bus por la mañana, y nos encontrábamos allí por la tarde). Tuve tendinitis en las dos rodillas y se me hinchó bastante un tobillo. Me casqué una jornada de unos 20-25 km cojeando desde la salida, y me tuvieron que dejar una rodillera para el resto del camino. Cuando llegaba al albergue me tenía que poner la rodilla en hielo, y no pude volver a doblarla sin ver las estrellas hasta llegar de vuelta a Barcelona. Pero al final llegué (luego tampoco tuve secuelas, así que supongo – no entiendo mucho – que las lesiones no serían tan jodidas, pero lo que es seguro es que en el momento me sentía hecho una mierda).
Quiero decir, me resultó muy curiosa esa reacción mía, que a priori creía tan ajena a mí, de querer continuar a toda costa, quizá por hacer valer el esfuerzo que ya había hecho antes o algo así, no sé. O sea, seguro que hay mucho flipao e inconsciente por ahí, y es muy difícil saber exactamente cuáles son tus límites, pero creo que debe haber ahí un componente (o un estado de sugestión, no sé) intrínseco humano, como afán de superación, orgullo o ego, o algo asín. O bueno, quizá es sólo que soy más burro de lo que pensaba.
Comentario de Eye (29/10/2015 17:40):
Yo no soy montañero ni nada, mis hazañas se resumen en subir a los cerros que rodean el pueblo a comerme la mona de pascua. Pero he puesto por curiosidad fotos del K-2, y joder…, medirá unos cientos de metros menos que el Everest pero da mucho más miedo.
Ah, el tío de las botas fosforescentes se llamaba Tsewang Paljor, o al menos ésa es la hipótesis más extendida. El cuerpo ya no está allí, al parecer lo han retirado.
Comentario de Pirenaico (11/11/2015 19:44):
En el 2002 un grupo de 10 subimos el Aneto. Y digo subimos, porque aunque 7 de los 10 nos quedamos en el paso de Mahoma, estuvimos de acuerdo en que lo subimos y punto XD.
La experiencia no nos la va a cambiar nadie y si echando un vistazo al paso, con el cansancio que llevabamos, no nos apeteció, pues nada. La satisfacción y el sentido comun han de ir siempre de la mano. Cada uno puede disfrutar LO MISMO haciendo según sus posibilidades.