“Genghis Khan” – John Man
Hitler en LPD. Eso no es solo una declaración de intenciones (que lo es) o un intento de batir el record del Godwin más rápido en un texto LPD (que también). Es una forma de vida, resumida también como “Hitler es malo, malísimo, lo peor de lo peor. Dame más.” Tanto nos fascina el mal, que nos hemos metido a fondo con sus jerarcas y émulos, como ZP, el Hitler de la década anterior, o Pablemos, candidato más firme a Hitler de los años veinte que vienen. Pero lo cierto es que no dan la talla. Hitler dejó el pabellón de la maldad tan alto, que ni metiendo a Rubalcaba, Saddam Hussein, y Kim Il Sung en un teletransportador de esos que te funden a todos en un solo cuerpo lograríamos un malo a la altura.
Pero cuando el sueño parece agotado, llegan los chinos y te ofrecen un sucedáneo. Y uno bastante impresionante, además: uno que puede competir en maldad, pero sin envenenar las relaciones internacionales a día de hoy (al menos en Europa). Su nombre aparece normalmente como Genghis Khan, pero eso deriva de traducciones de fuentes persas y arábigas. La forma correcta de transcribirlo sería Chinggis ó Chingis, y algunos lo están empezando a usar, aunque al bueno de John Man su editor no le dejó. Aquí le haremos feliz usándolo (y nos haremos felices a nosotros mismos distinguiéndonos de otros que aún persisten, pobres ignorantes, en su error)… aunque ni siquiera era su nombre de nacimiento sino solo un título, “Gran Jefe”. De pila le pusieron Temujin (nombre tártaro y no mongol, por un prisionero tártaro que su padre había hecho, y que significa “herrero”), del clan Borjigin, antes primeros de todos los mongoles, en 1162 (probable nacimiento) solo otro clan más entre los dieciocho en los que se dividía la nación mongola.
Advertimos que este libro no es el clásico libro al uso de un historiador profesional. El hilo conductor es un viaje del autor por Mongolia, y a veces dudo si se trata de una biografía disfrazada de relato de viajes, o de un relato de viajes disfrazado de biografía. John Man nos cuenta la vida de Chingis, pero también la receta para capturar y preparar una marmota de la pradera, y la anécdota de cómo vivió la final del Mundial 2002: en una tele en blanco y negro bebiendo Vodka Chingis Khan. A mí no me disgustó y recomiendo su lectura, pero avisados quedan (y si tienen ganas de más y les molan los podcasts, les recomiendo vivamente probar esta dronja de aquí, y hacer una donación al autor aunque la ofrezca de gratis).
Los humildes orígenes
A todo esto, habrá que dedicar un parrafillo a las fuentes de las que Man saca su relato. La primera y principal es la Historia Secreta de los Mongoles. Escrita el año tras la muerte de Temujin (1227), redactada seguramente con testimonios de primera mano reunidos por su hermano Shigi, y encargada formalmente por su hijo y heredero Ogedei, pero ya prevista por Temujin en vida como guía para sus sucesores, es un breve relato (60.000 palabrillas) de la vida del conquistador, empezando por sus ancestros y concluyendo con la felicidad que le daba ver a medio mundo sometido a sus pies. Las conquistas y masacres de millones ocupan solo unos pocos párrafos, lo que hace que fiarnos de la Historia Secreta sea como reconstruir el Nazismo a partir del diario de Goebbels y el álbum de fotos de la familia Hitler, pero nos basta. Además, el relato es bastante realista y no intenta pintar a Chingis como héroe sobrehumano (se menciona que mató a su hermano, a veces tiene que encajar alguna bronca justificada de un aliado, y descubrimos que ¡le asustaban los perros!); la intención era aleccionar a los futuros khanes, nacidos y criados entre sedas y algodones, que su imperio lo había iniciado una gente tan pobre que tenían que coser pieles de ratón para hacerse ropas.
Aquí encontramos el segundo paralelismo con Hitler: el origen humilde. Ogedei ya se encontró media Asia conquistada, Felipe II se benefició de una política matrimonial bastante astuta (o absurda, según como se mire), y la reina Victoria conquistó un Imperio casi sin proponérselo. Chingis y Hitler, en cambio, no conocieron esas amenidades ni esas ayudas. Se lo tuvieron que currar desde la más abyecta pobreza.
En el caso de Temujin, a la pobreza se añadieron frecuentes secuestros, rivalidades con los vecinos, la muerte temprana de su padre, y en más de una ocasión salvó la vida por pura suerte. Más tarde, cuando ya tenía una cierta posición, su mujer, Börte, fue secuestrada, y él la recuperó al cabo de unos meses… embarazada. ¿De antes o después del secuestro? El hijo que nació, Jochi (“el extraño”), siempre tuvo que cargar con el estigma de provenir de una violación, aunque Temujin lo crió como a un hijo y lo reconoció como suyo. Tal vez influyera su propio origen: la madre de Temujin había sido secuestrada por el padre. Adelantando acontecimientos, Chingis no pudo (¿o tal vez no quiso?) legarle el imperio a Jochi por la oposición de los demás hijos, y las disputas entre la línea de Jochi y la línea de Ogedei fueron un factor importante en el derrumbe del imperio mongol, así que el hecho de que Europa haya logrado pintar algo en el mundo y no haya sido un simple apéndice del Gran Imperio Euroasiático de turno, igual se lo tenemos que agradecer a un desconocido miembro de la tribu Merkit con poca elegancia a la hora de aceptar un “No” (los merkits, taychiuts y tártaros, por cierto, dejaron de existir en la época de Chingis gracias al oportuno trabajo de los mongoles, con los tártaros donándoles su nombre, pues así serán conocidos en la Europa medieval.)
Entremos a examinar las razones de su increíble ascenso ¿Cuál fue la clave que le permitió a Temujin, partiendo de tan abajo, llegar a conquistar el mundo? Pues del libro se deduce que una combinación de varios factores. En sus comienzos, Temujin recibió a menudo ayuda desinteresada, lo que parece indicar que debía tener bastante carisma o al menos facilidad para caer bien. Pero sobre todo, su concepto de la lealtad como la más importante de las virtudes: Temujin nunca olvidó los favores recibidos y los pagó todos, a veces con reinos enteros, y siempre respetó la lealtad de otros. Las anécdotas resultan muy ilustrativas: cuando Temujin logra derrotar a su rival por el domino de la nación mongola, Jamukha, este huye, pero es traicionado por sus propios hombres, que lo llevan ante Temujin. Temujin ordena ejecutar a los hombres de Jamukha por traicionar a su khan, pero a Jamukha le ofrece el perdón (aunque Jamukha lo rechaza, aduciendo que solo puede haber un sol en el cielo, y solo pide –y obtiene- una muerte noble, es decir, sin derramamiento de sangre, y un funeral honorable “en las alturas”, y a cambio promete proteger a la simiente de Temujin hasta el fin de los días). En otra ocasión, un guerrero enemigo llamado Zurgadai le dispara una flecha a Temujin durante una batalla, hiriéndole gravemente. Apresado tras la batalla, Zurgadai no se oculta y afirma que disparó a matar por lealtad a su khan, pero que si Temujin le perdona, le jurará lealtad como nuevo khan. Cosa que Temujin hace, renombrando a Zurgadai como Jebei, que significa “flecha” (23 años después, Jebei llevará un ejército hasta Kiev y pondrá a Rusia bajo dominio mongol durante tres siglos; ya ven, de lo de Putin con Crimea tiene la culpa una puta flecha disparada hace ocho siglos en el culo de Mongolia).
Con estos mimbres, Temujin tejió una nación donde antes solo había lealtades de clan. A esto se añaden su retorcida astucia, su ojo clínico para reconocer el talento ajeno, y su capacidad para usarlo y lograr su lealtad, sin importar de donde venía: recuerden, Jebei había intentado matarle. Subedei (o Subotai), el hijo de un herrero, ascendió a general (y le pueden poner a la altura de Erwin Rommel o superior; podría haber conquistado Europa sin despeinarse). Posteriormente, cuando Temujin –analfabeto toda su vida- ya había unificado a los mongoles, comprendió la necesidad de una administración y buscó escribas, a los que ordenó desarrollar un alfabeto propio para la lengua mongola. Recluta en China a su secretario, Chu-tsai, un budista de etnia han que diseñó gran parte de la posterior administración mongola. Y cuando sus campañas le llevaron contra ciudades amuralladas, reclutó ingenieros entre los pueblos conquistados para construir máquinas de asedio. Justo al contrario que los Jemeres Rojos, que mataban a cualquiera que destacaba, Chingis enrolaba a los que destacaban y mataba a los demás. Cosas todas ellas que Hitler nunca aplicó, cegado por la ilusión de la superioridad racial. ¿Se imaginan a Staufenberg arrepintiéndose y volviendo al redil para luchar y morir por el Führer? ¿A los jerarcas nazis siendo leales escuderos hasta el final? Es el problema del estilo ejecutivo hitleriano: fundas un Partido de la Maldad Suprema, lo llenas de gente un poco borderline a la que le mola vestirse de cuero negro con calaveras de plata… y luego te sorprendes que tus compañeros de partido sean mala gente que destaca más por sus intrigas que por su talento.
Xi Xia
En 1206 Temujin es nombrado Chingis Khan (“Gran Jefe”, un título nuevo ya que los jefes mongoles, cuando los había, solían usar el de Gur Khan, “Jefe Universal”) en la gran asamblea del kuraltai, y la nación entera le obedece, pero también espera algo a cambio. Concretamente, un botín. Así que Chingis inicia la primera de sus campañas, contra un imperio llamado los Xi Xia, o Tangut, o Minyak, según prefieran, y que se pueden describir como tibetanos de religión budista. Si creen que se los debió tragar la Tierra porque nunca han oído hablar de ellos… aquí les explicaremos que eso es casi literalmente lo que ocurrió. El único legado arqueológico más o menos presentable que quedó de Xi Xia son unas pirámides que están siendo restauradas y donde un simpático guía le explicó a John Man que la brillante civilización que montaron los Xi Xia fue arrasada por invasores provenientes de “Mongolia Interior”.
Aquí es donde a ustedes, si ya empiezan a conocer un poco más de China, les empieza a sonar una alarma, pues “Mongolia Interior” no es una mera referencia geográfica, sino una región administrativa de la República Popular China. Más poblada, además (aunque sobre todo gracias a inmigrantes han), que el propio estado de Mongolia, que geográficamente vendría a ser la Mongolia Exterior. Resulta que en China, aunque haya reconocidas 56 nacionalidades diferentes, algunas son más históricas que otras. ¿Recuerdan la bandera de china? ¿Una estrella grande y cuatro pequeñas? Oficialmente son el Partido y las cuatro clases sociales, pero una interpretación alternativa –heredada de la bandera de 1911– es que la grande es por los chinos de etnia han, y las cuatro pequeñas para las minorías de los manchúes, uigures, tibetanos… y mongoles.
Lo que el guía y toda la República Popular nos están diciendo es que Chingis Khan es chino (y con ello justificamos, aunque con calzador, que esta biografía forme parte de la “Wishlist China”), pues fundó una dinastía china, los Yuan, y además Mongolia es china –o “de China”-, aunque una parte de ella ahora mismo esté teniendo una existencia aparte como estado independiente. Por lo tanto las guerras que aquí tratamos, pese a las diferencias entre los participantes -mongoles de religión animista contra tibetanos budistas, bajo la atenta mirada de los han confucionistas del sur y los manchúes del este-, no son más que pequeñas desavenencias entre miembros de una misma familia china. Y claro, si Chingis es chino, eso significa ¡que ningún extranjero ha conquistado China jamás! ¡China, centro invicto del mundo! (Y antes de reírnos y despreciar todo esto como propaganda nacional-comunista, recordemos que de esto hace 800 años, y hace solo 400 en Europa había unas guerras de religión atroces, y sin embargo hoy no tenemos problema en ver a protestantes y católicos como miembros de una misma familia europea, sobre todo cuando hay que dar leña al inmigrante musulmán.)
Jürchen
Tras saquear Xi Xia, Chingis empieza a mirar al noreste de la China de hoy, donde unos 3 millones de manchúes gobiernan a 40 millones de agricultores han, con capital en Beijing y dominando la planicie del Rio Amarillo. Llamados los Jin del norte o los Jürchen, eran nómadas en origen y habían conquistado su imperio de manera muy similar a las nuevas conquistas que ahora hacían los mongoles, y se creían protegidos por sus murallas, sus cordilleras y el desierto del Gobi. Así, no se les ocurrió otra cosa que exigir a Temujin la sumisión formal, kowtow incluido, como si fuese un khan bárbaro más. Ilusos. Al margen de las virtudes ya descritas, Temujin además tenía una gran habilidad para usar espías y detectar conflictos internos en sus enemigos. En este caso, el resentimiento de los han hacia unos invasores manchúes.
En 1211, los mongoles cruzan el Gobi, se cargan a medio millón de hombres en la frontera, y avanzan hasta Beijing, que resiste mientras el resto del país es arrasado. Los Jin pactan una paz con pago de tributos, y en cuanto Temujin se retira, mueven la capital desde Beijing a Kaifeng, al sur del Rio Amarillo. Temujin salta con “¡el emperador no confía en mí, usa la paz para traicionarme!”, y los mongoles vuelven a Beijing, que esta vez es saqueada. El general Mukhali termina la conquista de Manchuria en 1214-16, masacrando ciudades enteras (donde solo dejó con vida a los carpinteros, a los albañiles… y de entre todos los demás oficios a los actores), y ya de paso les extrae tributo a los coreanos. Finalmente, en 1216, un ejército mongol cruza el Rio Amarillo en su parte más alta, y se lanza hacia Kaifeng, avanzando 800 kilómetros en 60 días mientras libran cuatro grandes batallas, dejando el Blitzkrieg de la Wehrmacht a la altura de una procesión de caracoles. No obstante, la campaña falla, y la conquista completa de los Jürchen tendrá que esperar a 1234. Antes, Chingis tendrá que interrumpir la conquista de su Lebensraum chino para convertirse en el proverbial Hombre del Saco de los musulmanes.
Khwarezm
Las campañas de los mongoles contra el Islam empezaron casi sin querer por culpa de Mohammed II, gobernante de Khwarezm (conocido en castellano como Jorasmia, ruego perdonen que use siempre los topónimos anglo, es que el libro me viene así), que cometió la increíble estupidez de matar a los enviados de Chingis y poco menos que mearse en sus caras. Esta campaña vino precedida por una guerra secundaria contra Khara Kitai, donde Kuchlug, un miembro exiliado de la tribu Naiman y enemigo de Temujin, se había hecho con el poder. Kuchulug, por cierto, era cristiano nestoriano, algo poco frecuente pero no desconocido en las estepas, pero sus súbditos mayormente musulmanes, de modo que tampoco se mataban por defender a su khan. El leal general Jebei invade Khara Kitai (sobre el mapa tiene el tamaño de Europa Occidental, pero no se impresionen, la mayor parte del reino era estepa vacía) en 1218 y mata a Kuchlug. Así, los mongoles entran en contacto con el sultanato de Khwarezm, que sin embargo ven como muy lejano y carente de interés. Temujin, deseoso de terminar la conquista de Jürchen, manda embajadores proponiendo una alianza y comercio. Es entonces cuando Mohammed II y su subordinado Inalchuk matan a los embajadores.
La ira de Chingis no dejará títere con cabeza, y en 1219 avanza en persona para arrasar Samarkanda, Bukhara, Khorasan y otras perlas de Asia Central de las que seguramente ustedes nunca hayan oído hablar. Los cronistas cuentan millones de muertos, y todo para plagiar descaradamente a Juego de Tronos apresando a Inalchuk y ejecutándole vertiendo plata fundida en sus ojos y orejas. Mohammed II escapará con lo puesto y morirá de angustia en una isla perdida, sin entender todavía muy bien lo que le ha pasado (y el hombre tenía una reputación como guerrero y conquistador). Pero la razón para que el resto del mundo maldiga tres veces tres el nombre de esos insensatos es que, con esta campaña, los mongoles aprendieron que con la organización adecuada podían recorrer enormes distancias llevando maquinaria de asedio. Mohammed había volado el dique de contención, y pronto no habrá un sitio lo bastante lejos en Eurasia para estar a salvo.
En esta parte del libro John Man pierde un poco el foco y se aleja de masacres para contarnos como Temujin busca el secreto de la vida eterna y se hace traer desde Beijing hasta Afganistán a un sabio Taoísta, Ch’ang-ch’un, que le dice que el secreto de una vida más larga es reducir al mínimo imprescindible el comer, dormir y follar (no sabemos si eso aumenta la esperanza de vida, pero seguro que el tiempo se te hace más largo). Temujin queda muy impresionado por la cháchara de Ch’ang-ch’un, que haría a Paulo Coelho quedar como un guitarrista satánico, y Ch’ang-ch’un aprovecha, ya que estamos y que Chu-tsai ha salido un momento para ir al baño, para arrancarle al gran khan un Concordato muy ventajoso para los taoístas, que a partir de ese momento irán prosperando a costa del budismo.
Picnic por Europa
Mientras Temujin se pone trascendente y hace un poco de limpieza en sus dominios, Subedei, Jebei y Jochi se dan una vueltecita de 7500 kilómetros por el oeste, arrasando a su paso el reino de Georgia, los principados rusos, a sus aliados los Cumanos, a los Búlgaros del Volga – ¡y eso con una mera fuerza exploradora de solo 20.000 mongoles! Los rusos, con 80.000 hombres, cayeron en la vieja táctica mongola de “luchamos un poco y nos retiramos a la carrera, y cuando el enemigo esté dispersado persiguiéndonos nos reagrupamos y les batimos por separado” que Subedei dominaba a la perfección. Los rusos, dicho sea de paso, también mataron a los embajadores mongoles, se ve que el cuerpo diplomático mongol no afinaba mucho con su selección de personal. Los relatos oídos, los contactos establecidos (los venecianos fueron tan tontos de venderles mapas de Europa a cambio de que arrasaran las fortalezas de los genoveses en el mar de Azov), y los espías reclutados en los nuevos territorios servirán a los mongoles para preparar su segundo asalto a Europa en 1240.
Ahora deberíamos dedicarles unos párrafos a las atrocidades, porque son las que dan a los mongoles su toque de marca. Sobre ellas no puede haber dudas, pues pueblos que ni se conocían entre ellos nos han legado las mismas descripciones y acciones de los mongoles: relativa clemencia si te rendías inmediatamente, castigos brutales y salvajismo desatado en cuanto resistías un poco. Una estrategia vieja como el Tiempo: ya los asirios gobernaban inspirando terror por medio de una brutalidad totalmente desbocada. Nada nuevo, pues; no obstante, en este caso a la brutalidad se le añadían trazos de lo que solo puede ser sadismo: por ejemplo, Subedei en Rusia se vengará de la muerte de los embajadores apilando a los príncipes rusos prisioneros para luego cubrirlos con tablas y montar encima un gran banquete mongol, comiendo y cantando mientras los cautivos se asfixian lentamente debajo. En otra ocasión, cuando Toquchar, el yerno de Temujin, fue abatido durante el asedio de Nishapur, su cuñado Tolui masacró a toda la población y apiló sus cabezas en una pirámide para consolar a la viuda. Y si alguno piensa que esto solo era una brutalidad sistemática más, con el objetivo de dejar claro que a la familia de Chingis no se la tocaba, yo quisiera aportar que puede que así fuera, pero para eso no hacía falta quedarse mirando. No hace falta ver las ejecuciones en persona para que quede claro lo malote que eres, pero la viuda de Toquchar se sentó tranquilamente en un trono a ver cómo eran ejecutados los nishapurenses uno tras otro, hombres, mujeres, niños, incluso perros y gatos, y sus cabezas apiladas. Las fuentes hablan de 1.7 millones (que seguramente sea exagerado, pero eso no quita que fuese un genocidio en toda regla). Si la chavala se quedó a gusto ya no lo mencionan.
A las masacres se unen las violaciones, masivas y continuas. Incluso en ciudades que se habían rendido, las mujeres eran violadas para dejar clara la indefensión de la ciudad ante los mongoles. Con el resultado de que, a día de hoy, se estima que unos 16 millones de varones pueden ser descendientes directos de Chingis. Violaciones que la Historia Secreta muchas veces describe con el eufemismo de “tomar como esposas”.
Gira de despedida
La última campaña de Temujin antes de su muerte fue de nuevo contra Xi Xia, que se había aliado con lo que quedaba de los Jürchen. Siendo la lealtad la virtud más apreciada por Chingis, la traición tenía que ser la peor, y el castigo que cayó sobre Xi Xia fue demoledor. La Historia Secreta, que apenas dedica cuatro líneas a la excursión de Subedei a Kiev, se recrea con la venganza contra Xi Xia:
Chingis Khan lo tomó todo de los Tangut. Insultó a su rey y luego lo ejecutó. Ordenó matar a los hombres y mujeres de las ciudades, y sus hijos y nietos, diciendo “mientras yo pueda comer, diré: matadlos a todos y destruid sus hogares. Mientras yo siga vivo, continuad la matanza.” Esto es porque los Tangut hicieron una promesa que no cumplieron. Por eso Chingis tuvo que ir a la guerra con ellos por segunda vez. Los destruyó.
Justo tras acabar la campaña, tradicionalmente el 25 de agosto de 1227, Temujin “ascendió a los cielos”. Eso es todo lo que la Historia Secreta nos cuenta. John Man describe con detalle las teorías sobre sus últimos días, y nos planta una de su propia cosecha: que murió un poco antes de lo oficialmente anunciado, pero que su muerte se ocultó para asegurar una transición ordenada a Ogedei y la rendición formal de Xian, emperador de Xi Xia (que este realizó delante de una tienda mongola, dentro de la cual, le dijeron, estaba el Khan viéndolo todo), previa a su ejecución. Luego, el cuerpo de Temujin fue llevado a Mongolia y seguramente enterrado en una tumba anónima en el Burkhan Khaldun, la montaña sagrada que John Man se recorre de arriba abajo en plan “a ver si tenemos suerte y encontramos los restos de la tumba”.
Sus sucesores
Uno de los grandes méritos de Temujin es que su imperio y su legado sobrevivieron a su muerte, sin peleas abiertas entre sus hijos, que continúan las conquistas y se reparten equitativamente el botín: Tolui como el más joven hereda la “casa”, es decir, Mongolia. Chagatai se queda el centro de Asia. Jochi ya ha muerto pero a su hijo Batu le dan la zona hacia Ucrania, lo más lejos posible. Ogedei, como sucesor y cabeza de familia, se concentra en los Jürchen y culmina la conquista (aliándose con los Song del sur, que en su inmensa estupidez se cargan el único tapón contra los mongoles), con el norte de China pasando de 40 a 10 millones de habitantes según censos. Man aclara que estos censos están basados en hogares y no en personas, y que no recogen la migración, de modo que los mongoles tal vez no mataron a 30 sino “solo” a 20 millones. Y más que habrían muerto, pues algún jefe propuso exterminar a los que quedaban para recuperar las tierras de labranza como tierras de pasto, que con 10.000 guerreros, a 1000 civiles cada uno, la cosa podía hacerse en unas semanas. Chu-tsai tuvo que emplear toda su labia para explicarle a Ogedei que los muertos no pagan impuestos.
En cuanto a la relación entre los hermanos, la Historia Secreta nos los muestra muy unidos por el bien de la tribu, pero eso puede ser propaganda, incluyendo el relato de la muerte de Tolui. Siempre según la Historia Secreta, Ogedei cae enfermo durante su primer ataque a la China de los Song. Los chamanes mongoles concluyen que le han atacado los espíritus protectores de China, y empiezan a preguntar qué pueden hacer. Cuando uno de ellos inquiere si los espíritus se aplacarían sacrificando a un miembro de la familia real, Ogedei despierta de su coma y pide agua. Y cuando piden una señal acerca de a quién deben sacrificar, Tolui, el hermano menor de Ogedei, casualmente entra en la tienda. Blanco y en botella. Y ni siquiera tienen que apresarle: Tolui, una vez explicadas las circunstancias, ¡acepta ser sacrificado en nombre de la nación (recordamos que este es el hombre que apiló un millón de cráneos en Nishapur para arrancarle una sonrisa a su hermana)!
En esta época los mongoles vuelven a Europa. Se ve que aún tienen ganas de más. Para la época, los ejércitos mongoles se mueven a velocidades supersónicas. Su avanzadillas exploran las afueras de Viena, juegan con los ejércitos de caballeros medievales como si se tratase de ganado, y mandan cartas a los reyes y al Papa exigiendo la sumisión (por aquel entonces, Fernando III estaba conquistando la bellísima comarca de los Pedroches y sintiéndose muy importante por ello). Subedei arrasa a la flor y nata de la caballería cristiana en Hungría y Liegnitz sin apenas bajas propias. En 1242 el Atlántico está tiro de piedra y no hay nadie que les pueda parar e impedir que conquisten lo que queda de Europa. La promesa del Divino Cielo, que según Chingis les había prometido a los mongoles que iban a conquistar el mundo entero, está a punto de cumplirse. En ese momento, los Dioses de la Historia tiran los dados y Occidente saca un doble seis: en la lejana Mongolia, Ogedei, el amo del mundo, ha muerto, y la horda retorna para la elección del sucesor en la gran reunión del kuraltai. Nunca volverán.
Aquí empiezan los problemas, porque Batu, nieto primogénito de Temujin, se niega a asistir. Siendo hijo de Jochi, Batu no es de la sangre de Temujin y no puede ser khagan (khan de khanes), argumentan los otros nietos. Tampoco es que ser el jefazo de aquella banda de brutos fuese la ilusión de Batu, pero el otro candidato principal, Guyuk hijo de Ogedei, le odia a muerte. Sin Batu no hay quórum para que elijan a Guyuk… ni tampoco autoridad que pueda lanzar nuevas campañas, con lo cual Europa se salva, una vez más, gracias a esa lejana violación de Börte 50 años atrás. Tras tres años sin acudir al kuraltai, en 1246 Batu manda a algunos parientes suyos, y Guyuk sale elegido. ¿Qué es lo primero que hace? Ordenar a Batu que venga y le jure lealtad. Batu se pone en camino, muy muy despacito… y recibe un mensaje de su tía, Sorgaqtani, viuda de Tolui, que le avisa de que Guyuk pretende matarle. La buena mujer era nestoriana, aunque no se tomó con cristiana resignación el que por la salud de Ogedei hubiese que sacrificar a su marido. Pero antes de que Batu haga nada, en 1248, Guyuk muere (posiblemente de alcoholismo, un mal común entre los mongoles y que también afectó a su padre).
A Guyuk le sucede Möngke, hijo de Tolui y Sorgaqtani, esta vez con el apoyo de Batu, que paga así el favor de Sorgaqtani. La línea de Ogedei se toma un poco mal que la gente se salte la promesa, realizada durante la elección de Guyuk, de elegir solo a descendientes de Ogedei, e intenta montar un Juego de Tronos, pero son pillados a tiempo y Möngke les retribuye con una Boda Sangrienta. Tras resolver los problemas familiares derivados de la herencia, Möngke puede seguir con la tarea de conquistar Todo Bajo el Cielo: a orillas del Océano Pacífico, lanza el asalto final a la China de los Song en 1253, y aún le sobra tiempo para visitar Indochina. Su hermano Hulagu, a un continente de distancia, arrasa Damasco y Bagdad hasta los cimientos, y moja los pies en el Mediterráneo. Esta parte del mundo no ha vuelto a levantar cabeza, la verdad. Finalmente, Hulagu se prepara para asaltar Egipto… y entonces Möngke oportunamente muere, y Hulagu vuelve a Mongolia, dejando solo 20.000 mongoles en Oriente que serán derrotados un poco después por los mamelucos en Ain Yalut, a un paseo en bici del lugar del Armagedón bíblico. Ya ven, al final nos salvaron a todos… los egipcios, la civilización más lastimera que ha existido. En todo caso, Hulagu dejó tal recuerdo de los mongoles por esas tierras que en 2003 la presencia de un contingente de Mongolia en la Coalición Humanitaria sentó casi peor que la propia invasión.
Tras Möngke, su hermano Kubelei se hace cargo y termina la conquista de la China de los Song (más dos intentos de invadir Japón), instaurando la dinastía Yuan, datando el origen de la misma a su abuelo Temujin. Y dado que su madre, Sorgaqtani, era cristiana nestoriana, inserten aquí su particular what if si Kubelei también lo llega a ser y de paso cristianiza China a punta de espada (y además vuelve a Europa y arrasa el Vaticano al grito de “¡Toma! ¡Toma! ¡Toma por lo de Éfeso!”). Con Kubelei el imperio mongol alcanza en 1260 su máxima extensión, lo que permite a Marco Polo viajar desde Venecia hasta Beijing. Pero el control de Kubelei es en gran parte solo nominal, y pronto ni siquiera eso: los herederos de Batu se independizan como el Khanato de la Horda Dorada (que a su vez, unas cuantas generaciones más tarde, se subdividirá en unos “kanatos de taifas”, todos reclamando la herencia de Chingis Khan mientras Rusia se los zampa uno tras otro; cuando la zarina Catalina conquista Crimea en 1783, el khan local todavía le advierte “¡mucho ojito, que soy descendiente de Chingis!”). En Asia Central, los descendientes de Chagatai irán perdiendo el poder frente a tribus turcómanas… que sin embargo también reivindican al conquistador: cuando Tamerlán conquista la India sobre el 1400, el único gran estado de Asia que se había salvado hasta entonces, se declara descendiente de Temujin. Él no lo era, pero su mujer y por tanto sus descendientes sí. Uno de ellos, Badar, rebautizará ese nuevo estado hindú como el Imperio Moghul/Mogol/Mughal, todas derivaciones de “mongol”. Otra muesca más en el estandarte guerrero de nueve colas de yak de un hombre que en Mongolia ya estaba siendo adorado como un Dios.
Su legado
La imagen de Chingis es evaluada de manera muy moderada, positiva incluso, en Occidente, por lo de la unificación de reinos, impulsos comerciales y culturales, y tal. Yo al menos no me imagino a un periódico europeo escribiendo esta bazofia pero sobre Hitler. Lo irónico es que al final, a quien más benefició Temujin fue a los occidentales.
La línea que va desde Chingis a Tamerlán fue la última oleada victoriosa del poder nómada sobre las sociedades agrícolas asentadas. Las estepas, el “océano sin agua” por el que los nómadas se movían como bancos de peces, iban a ceder el protagonismo a los mares y océanos, y la tecnología iba a inclinar la balanza definitivamente del lado de los agricultores y urbanitas: cuando aparecen las armas de fuego y los galeones, ser el más bestia ya no basta para ganar. Con las capitales de Asia aniquiladas, arrasadas sus naciones y sometidas las avanzadas civilizaciones del Califato Abasí, China e India (todas ellas vastamente superiores a la Europa del siglo XIII) a dinastías extranjeras, más interesadas en explotar a los nativos que en expandirse, el camino estaba libre para que Europa saliera de la esquina de la historia e iniciase la Edad Moderna en primera posición. Solo hizo falta un poco de suerte y que a Ogedei y a Guyuk les reventara el hígado de tanto beber.
Normal por ello que aquí se admire a los mongoles: le echaron un par de huevos y encima nos hicieron un favor. Y aunque no nos guste, probablemente Napoleón o Hitler gozan de popularidad similar en América Latina, la India, Indochina o el Magreb, por su contribución a la independencia de sus naciones vía desangrar a las respectivas potencias coloniales. Héroe o villano, al final siempre depende del punto de vista.
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Comentario de Guillermo López García (13/07/2015 09:04):
Magnífico. PRecisamente la semana pasada me leí una biografía de Genghis Khan, originalmente publicada en los años 40 (de René Grousset), también muy recomendable. Lo que más me llamó la atención del libro, además de las salvajadas y genocidios perpetrados por los mongoles y por Genghis Khan, es la autoimagen del Khan como un hombre leal y amante de la lealtad. Porque, a la hora de la verdad, los mongoles se especializaron en traicionar a sus aliados, o a enemigos con los que acordaban treguas, a las primeras de cambio, una y otra vez. De hecho, la traición explica parte de su éxito, sobre todo en la cabalgada épica de Jebel y Subedei por Europa Oriental. El sistema siempre es el mismo: si vencen fácilmente, masacran a sus oponentes y ni dejan títere con cabeza. Si no, aceptan una tregua y a continuación la rompen, pillan desprevenidos a sus enemigos y zas, se los cepillan. Es lo que hacen con los pobres georgianos y luego con los rusos, que en efecto eran mucho más numerosos que los mongoles. Acuerdan una tregua y cuando los rusos se están retirando les atacan a traición. Normal que el zar, aunque tardase 400 años, no cejase en su empeño de domeñar a los nómadas por la vía rusa.
Y, sobre la lealtad, también está las circunstancias en que Borte queda embarazada. Genghis se acababa de casar con ella, y en esto que los enemigos atacan el campamento. Genghis huye con sus hermanos, su madre, varios caballos de refresco… Y deja a Borte tirada (era más importante contar con caballos de refresco para la huida que llevarse a su amada esposa). Por supuesto, luego utiliza a Borte como pretexto para declarar la guerra a los que la tienen secuestrada, vencerles y quedarse sus pastos y sus caballos.
Es interesante cómo los mongoles, como salvajes que son, al principio no buscan apropiarse del mundo civilizado, sino sólo de sus bienes. Saquean, arrasan con todo y se van, pero no ocupan las ciudades. De hecho, en su guerra con los chinos durante varios años la conquista de las ciudades es estacional: conquistan, se van y los chinos vuelven a ocuparlas. Al final les hacen entender que es mejor ordeñar a las ciudades que masacrarlas.
De acuerdo en todo lo que indicas sobre el mundo de la estepa y su impacto indirecto sobre Occidente. Los mongoles dejaron tocado del ala el mundo árabe. Las ciudades de Afganistán, Samarkanda, etc., eran riquísimas, puntos obligados de comercio en la ruta de la seda. Después de pasar los mongoles sólo quedó el páramo, y hasta hoy.
Comentario de Trompeta (13/07/2015 10:24):
Muy bueno el articulo, desde luego si Temujín hubiese tenido los medios de Adolfo a estas horas todos hablariamos mongol ( o chino según la propaganda).
Un what if de cagarse:
Alejandro Magno vs Genghis Khan la batalla imaginaria de los psicópatas definitiva.
La real ya la tuvimos con Adolfo y Stalin…
Comentario de ocnos (13/07/2015 10:44):
D. Carlos: es ya un tópico felicitarle pero es lo que hay. Gracias.
Comentario de emigrante (13/07/2015 11:24):
Por estos pagos su nombre se pronuncia algo así como Yinyis. Por cierto, fue el título de la canción que llevó Alemania a Eurovisión en el 79. https://www.youtube.com/watch?v=B_ZKxA25nk8
Y aunque el Europa occidental nos libramos de que las hordas nos pasaran por encima no nos libramos de los efectos secundarios. A los mongoles se le achaca el haber traído la Peste Negra. Que también fué un palo muy duro y tardamos un par de siglos en recuperarnos. Si contamos también esas víctimas, lo de los mongoles fue peor que la guerra de los 30 años y las dos mundiales juntas.
Y es que parece que los mongoles traen siempre la negra. En los cincuenta Howard Hughes hizo una película “El conquistador de Mongolia” y tuvo la feliz idea de ir a rodarla a Nevada, justo al ladito de donde se hacían las pruebas nucleares, de manera que casi un centenar de miembros del equipo murió de cancer. Incluido John Wayne. http://www.jotdown.es/2015/07/las-peliculas-mas-peligrosas-de-la-historia/
Comentario de Latro (13/07/2015 13:24):
Lo del “nestorianismo” por aquellos lares terminó con la risible idea, allá por 1221, con los cruzados retornando del fiasco de la Quinta Cruzada con la “noticia” de que el “Rey David de la India”, hijo o nieto del famoso “Preste Juan”, venia al rescata tras darle a los musulmanes todas las hostias posibles en Persia.
Y partieron varios emisarios a las tierras conquistadas por los mongoles buscando ese mítico reino cristiano que estaba a salvar a la cruz contra la media luna.
Si se nota que a falta de Twitter los bulos corrian igual, mas lento pero igual
Comentario de Dubio (14/07/2015 01:38):
Bsstante torcido nos deja el culo lo de Chinguis, y parece que no puede empeorar, cuando te enteras de que Khan es “jan”.
Aunque bueno, peor fue lo de Tutanjamón y lo superamos.
Comentario de Beltza (14/07/2015 09:34):
Aun quedan nestorianos, o descendientes de las diversas iglesias nestorianas en Irak, Siria -si no se los han cargado a todos los follaburros de ISIS o los freedom fighters-, Irán e India (https://es.wikipedia.org/wiki/Iglesia_ortodoxa_malankara).
Comentario de pululando (15/07/2015 10:52):
Bueno D. Carlos, me he tragado la primera entrega del podecasto ese con la dronja que recomienda y por ahora me quedo con la versión de ‘usté’.
Comentario de Carlos Jenal (15/07/2015 16:54):
@pululando
Pues si hora y media de mongoles le asusta, no le voy a recomendar las 20 horas y pico sobre la Primera Guerra Mundial que hay en el mismo sitio…
En todo caso, muchas y muy muchas gracias. El truco para gustar más es meter chistes de Rajoy y Pablemos.
Comentario de patillotes (17/07/2015 12:21):
En la bandera de la ROC, el blanco simbolizaba a los Hui, no a los uigures.
https://en.wikipedia.org/wiki/Five_Races_Under_One_Union
Comentario de pululando (21/07/2015 08:34):
#9 no, si el plan es ese. Las cinco horas de estepa están casi ventiladas, así que habrá que seguir con lo que se nos ofrece… No le vamos atar a usted a la mesa.
Pingback de “Peter the Great: His life and work” – Robert K. Massie « La Página Definitiva (03/09/2015 08:40):
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