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Liga española: como cada año, vuelve el Agapato

A todos nos gusta hablar de Real Madrid y Barcelona. ¡Hay tanto que decir! Es, sin duda, interesantísimo seguir la trayectoria de estos dos equipos: goleadores en España y goleados en Europa. Éxito doméstico e ignominioso ridículo internacional [1]. Victorias por siete a cero en España y derrotas por cero a siete en Europa.

Pero, muy de cuando en cuando, en LPD nos fijamos en otros equipos. Equipos que no tienen glamour. Equipos que se pasan la vida penando por los campos de España (y no digamos ya los de Europa, en el supuesto de que alguna vez logren asomarse a las competiciones europeas). Equipos de ciudades absurdas, que no son Madrid y Barcelona, o que son equipos quiero y no puedo de Madrid y Barcelona.

La historia de estos equipos, su trayectoria vital, no interesa a casi nadie. Pero, por desgracia, aún quedan algunos que siguen a equipos menores. Que incluso se confiesan aficionados de estos clubs absurdos. Gente que disfruta de fútbol mínimo, de la agonía del descenso.

Entre los cuales, para mi desgracia me incluyo, como seguidor impenitente del Zaragoza. Este equipo, junto a Mallorca, Celta, Deportivo, Osasuna y Granada, se dispone a escribir una historia épica, una lucha sin cuartel en el barro de las apuestas y los partidos comprados, en la que ya se han escrito gloriosas páginas esta misma temporada, como la milagrosa victoria a domicilio del Deportivo ante el Levante por cuatro a cero, el triunfo del Granada frente al Espanyol (concurre la circunstancia de que ambos equipos comparten a los mismos accionistas), o la épica victoria del Zaragoza ante el Rayo Vallecano abierta con un clarísimo penalty cometido por un jugador del Rayo, al golpear en el área el balón con la mano que dicho jugador tiene en la rodilla.

¡Penalty!

En resumen: que se me aguantan y leen algo sobre equipos de mierda que no son el Madrid y el Barcelona, que para algo sufro cada año como un sindicalista al que no le han dejado repetir ración de marisco en el desayuno.

¿Hola? ¿Queda alguien? ¿Se han ido todos al Marca?

Bueno, sólo espero que al menos mi padre me lea. Él también es del Zaragoza, para su desgracia.

Querido padre: como cada año, nuestro equipo cumple una hermosa tradición. Tras penar la mayor parte de la temporada y verse abocado al descenso de categoría, en el último momento, cuando todo parece perdido, el Zaragoza resucita, vence en dos partidos seguidos (tras no hacerlo a lo largo de las quince jornadas anteriores), y ahí está, en la pomada de la lucha por la permanencia, por cuarta temporada consecutiva.

Porque esto, lo de morir para renacer milagrosamente después, lo lleva haciendo el Zaragoza cuatro años, cuatro. Lo que se ha dado en llamar, en esta página, el “Agapato [2]”, o la dictadura del presidente del Zaragoza, Agapito Iglesias, para apañárselas para salvar al club in extremis, temporada tras temporada (ya veremos si este año también o si el equipo vuelve al Pozo).

Básicamente, el proceso es el siguiente: tras salvarse milagrosamente el año anterior, el presidente hace propósito de enmienda. Se van muchos jugadores, llegan otros tantos, y el nuevo proyecto acaba haciendo aguas como lo hacía el anterior. Así que en diciembre llegan más refuerzos, generalmente un cambio de entrenador, pero la cosa sigue sin encauzarse del todo. Y, al final, alguien hace esta reflexión, quizás aplicable a todos los clubes españoles que pugnan por la permanencia: ¿para qué gastar el dinero en fichajes rutilantes si puedes gastarlo en fichar –momentáneamente- a jugadores de otros equipos? Fichando a los demás puedes lograr que se dejen la piel por ganar a tus archienemigos. Y, aún más importante, que se dejen la piel por perder contra ti.

Pero, como oficialmente el fútbol español es “todo legal”, como oficialmente cuando se producen las resurrecciones milagrosas, hundimientos repentinos, la apatía y el desinterés en determinados partidos, son cosas del deporte, y como el mercado de las apuestas no pasa de ser, oficialmente, un aliciente más para el aficionado en un marco de sana competitividad, uno nunca sabe con seguridad si estos finales de temporada están totalmente programados, parcialmente, o es que el fútbol es así.

En cualquier caso, la cosa, para el aficionado a estos equipos, es un suplicio. Pero, por otra parte, hay que confesar que le da mucha más gracia a la temporada. Es tal la degradación del fútbol español, de la Liga española, que llega un momento en el que el aficionado sólo quiere recuperar un poco de la emoción que antaño podía experimentar aunque su equipo no fuera un grande. Y, hoy por hoy, esa emoción sólo puede aportártela la lucha por el descenso.

Dado el paupérrimo estado de las cuentas de cualquier equipo español y su dependencia de los contratos televisivos, descender conlleva poner un pie en la tumba. Si desciendes, y sobre todo si no asciendes inmediatamente después, habrá que ver cómo logras enjugar la deuda de cien millones de euros, o así, contraída en la época en la que era obvio que el club tenía que contratar a un equipo de carísimos mercenarios con el fin de entrar en Champions y, así, beneficiarse del río de millones que vendría con la victoria en la Champions diez temporadas consecutivas durante las cuales se contratarían a más y más mercenarios al tiempo en que se licitaban obras para construir el nuevo estado de 200.000 espectadores que la afición de Almendralejo (por poner un ejemplo) se merece.

Además, hay que tener en cuenta otra circunstancia: la Liga Adelante, a diferencia de la Mejor Liga del Mundo, es una liga competida, con alternativas, y con muchos equipos luchando por el ascenso (y por no descender al “SuperPozo” de la Segunda División B). Una liga que da gusto seguir, quizás según el mismo proceso argumentativo en virtud del cual da gusto ver G.I. Joe [3] o leer a Muñoz Molina [4], pero en definitiva interesante.

En resumen: como aficionado al Zaragoza, he disfrutado (en el sufrimiento, horrible, horrible sufrimiento) mucho más en estas cuatro temporadas de agonía que en la época gris, ya lejana, en la que el Zaragoza era un equipo de mitad de tabla que ni fu ni fa. Y lo mejor es que, si al final descendemos, iremos a la Liga Adelante, una Liga mucho más interesante que la actual. Y con el gran aliciente de fondo de que, esta vez, si no ascendemos, nos espera la disolución: win-win.

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