J. Edgar (Clint Eastwood, 2011)
El FBI con el imperio del crimen
Si hay una característica que viene definiendo históricamente a la prensa cinematográfica española es su carácter rancio. Un carácter marcado por la subordinación de las películas que se tienen que reseñar al gusto personal del crítico de turno. Lo cual no es malo per se, puesto que ya hemos aprendido eso de que las críticas son subjetivas, que la objetividad no existe, y todas esas cosas. El problema viene cuando ese gusto personal del crítico se basa en manías, pataletas de crío y una profunda carencia de curiosidad y cultura que se ocultan tras un lenguaje pedante y chulesco. Un lenguaje que, además, se define por su cursilería, ya que catalogar las películas con calificativos como “fallida”, “pretenciosa” o con tópicos como “obra maestra” o “tiene un buen pulso narrativo”, supone un nivelazo que sitúan al crítico a la altura de un simio. Refrendado todo ello por una moda en la que han caído casi todos los periódicos y revistas especializadas: puntuar las películas con una nota numérica como si fuera un concurso gastronómico o una quiniela deportiva, porque ya se sabe lo que piensan los periodistas de sus lectores, que son aún más burros que ellos y que hay que darlo todo bien mascadito.
Existen dos ejemplos paradigmáticos de esta tenaz ignorancia que pretende sentar cátedra. El primero es el de Centauros del desierto (The Searchers, 1956). Se trata de una película de John Ford en la que John Wayne interpreta a una especie de antihéroe, un personaje abiertamente racista, que no oculta en ningún momento sus traumas y su afán de sangre. Los críticos españoles de los años 70 confundieron algo tan elemental como construcción del personaje con discurso fílmico, es decir, sostenían que si el personaje de Wayne era racista, eso significa que John Ford era racista, y la película también. Que es lo mismo que decir que El hundimiento es una película nazi porque el protagonista es Hitler. El segundo ejemplo es el de Clint Eastwood, tomado por fascista por su papel de policía antisistema en Harry, el sucio (Dirty Harry, Don Siegel, 1971), una película en la que el policía abatía a tiros en plena calle a una pandilla de atracadores mientras daba los últimos bocados a su almuerzo.
A partir de aquí, la trayectoria de Clint Eastwood ha tenido que hacerse perdonar su carácter supuestamente fascista entre sectores amplios de la crítica española. Nunca era suficiente. Daba igual que, por ejemplo, en Sin perdón, el personaje de Eastwood acabase maldiciendo y amenazando con matar a todo Cristo en un plano contrapicado con la bandera norteamericana de fondo. ¿Apunte irónico sobre la construcción de la historia estadounidense? No: fascismo. Daba también igual que, en Poder absoluto, el presidente del país fuese un republicano que trata de usar todos los medios para ocultar un asesinato. Otro ejemplo meridiano del fascismo del director.
Ahora llega y nos sale con su última película, J. Edgar: un retrato de algunos de los hechos más relevantes de la carrera de John Edgar Hoover. Estamos ante el primer director del FBI, un tipo tan curioso como siniestro, que se dedicó durante décadas a dos menesteres: crear el clima de tensión anticomunista que marcaría las pautas del maccarthismo, y amenazar a todos los presidentes que se cruzaron en su camino gracias a una red de espías en todas las capas del gobierno y a su sistema de grabaciones de conversaciones privadas. ¿Qué hace Eastwood? ¿Acaso realiza un documental cebándose en la homosexualidad de Hoover? ¿Crea un montaje trepidante con un montón de declaraciones contradictorias de Hoover para ponerle en evidencia? ¿Hace, en definitiva, un Michael Moore?
La respuesta es que Eastwood hace algo diferente: una reflexión sobre los mecanismos del poder y el paso del tiempo. Es decir, otra vuelta de tuerca a los dos temas que marcan su obra. Su hipótesis de trabajo es la siguiente: una trayectoria tan dilatada como la de Hoover no se puede definir en términos globales de bondad o maldad, dado que esta trayectoria es la que define el modelo de sociedad que se ha ido generando en Estados Unidos en el siglo XX. Así, cuando el personaje de Hoover relaciona en todo momento los conceptos de legalidad y moralidad, llegando a decir que ambos deben ir siempre unidos, en realidad lo que hace es trazar el camino que seguirá su país. El paso del tiempo irá reforzando estos planteamientos, así como las mismas trampas que comete Hoover a su propio discurso, de modo que su muerte llega cuando es superado por un tramposo de mayor calibre aún: Richard Nixon. El director del FBI, el que creó la red de escuchas ilegales para la extorsión de cargos públicos, ve cómo el presidente se convierte en su discípulo más aventajado, se ve superado por el sistema que ha creado él mismo. Y aquí entra esa mirada compasiva de Eastwood. Al final, la película se detiene en los momentos más íntimos de su vida, en su relación con su ayudante Clyde Tolson y en la imposibilidad de expresar en público su homosexualidad. El azote de la inmoralidad acaba recluido en su círculo más íntimo y en el clima irrespirable que insinúa la película de los años de Nixon. Los Estados Unidos que institucionalizan la hipocresía y la doble moral en todos los niveles sería, en conclusión, el gran legado de Hoover.
Como en todo el cine clásico, Eastwood insinúa más que muestra. La película no se detiene a analizar con detalle toda la fiebre anticomunista que instaló Hoover en el país ni su control sobre los medios de comunicación y el poder político. Simplemente muestra pinceladas de estos temas mientras se desarrolla la investigación del secuestro de Charles Lindbergh, la trama que actúa como eje narrativo. Y pese a que Leonardo DiCaprio no se queda mirando a cámara y grita “soy un fascista” con una risa malévola, pese a que no se ven hordas de vagabundos y artistas represaliados con un subtítulo que explique que esa podredumbre social es culpa de Hoover, y pese a que no aparecen manifestantes increpándole a Hoover, pese a todo ello, no es una película fascista. Y uno sale desilusionado, una vez más, del cine, porque el antiguo justiciero no nos ha regalado una obra con la que regar nuestro furibundo espíritu detecta-fascistas en el cine norteamericano.
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Comentario de popota (07/02/2012 10:52):
¡No a los federales! ¡Emma Goldman Aurrera!
Comentario de Schwejk (07/02/2012 11:51):
Totalmente deacuerdo con Manuel, no obstante “la” película que hable sobre el macartismo todavía no se ha producido; esta película al igual que “Buenas noches y buena suerte” insinúa, se asoma,… pero no se termina de definir. Seguiremos esperando.
Comentario de parvulesco (07/02/2012 18:13):
“con la que regar nuestro furibundo espíritu detecta-fascistas en el cine norteamericano”
Eheeeem…
A mí me pareció ver un brokeback mountain de la imserso y que pasa de puntillas por los temas importantes, como hace Clint, fascista no, libertario, en Bird.
Comentario de Bunnymen (07/02/2012 23:01):
Un maestro y un clásico, y además arriesgado. Revoluciono el género de “colegas” agenciándose un Orangután como compañero en las películas que forman la cumbre de su carrera. Y es que mi de Clint me gusta tanto todo lo que hace, que después de ver el anuncio para Chrysler salí a comprar un 4×4 que gastara veinte litros por kilómetro y que se joda el medioambiente. Y como no he visto aún la peli no tengo nada inteligente que decir. Pero si la hubiera visto tampoco.
#2 Podríamos hablar de “la ley del silencio”.
Comentario de Lea (08/02/2012 08:57):
Es el mejor director de cine en la actualidad. Y quién no quiera verlo, es un necio…
Comentario de desempleado (08/02/2012 12:07):
Película elegante como pocas. Las redadas del princicio son francamente ilustrativas.
Comentario de Hans (08/02/2012 12:28):
Curioso Manuel.Te metes con lo tópicos que son algunos críticos…vale.Pero para tópicas tus críticas y argumentos sobre las pelis de Eastwood:Que si es un fascista para un sector de la crítica,que si el estilo clásico,etc…bueno,tú y un montón de críticos de esta crítica que tanto dices que se mete con Eastwood(Ni una crítica en el sentido ideológico del californiano leo en décadas,ni en el fanzine más progre…más bien al contrario).
Todo para hablar poco de sus películas y que su carrera es una cuesta abajo sin frenos acojonante.Películas(al igual que pasa con el plasta de Allen) que de venir firmadas por “Pepito Smith” serían puestas a parir y que son recibidas con el baboseo más absoluto.
Hasta “J.Edgar”.Incluso algunos militantes del sector más ultra-Eastwood(Boyero y alguno mas)no han podido ya mantener la cancioncita con esta película.La verdad es que jodido lo tenían.Porque la película es un coñazo soporífero tremendo.Plana,aburrida,sin la más mínima coherencia narrativa.Sin ninguna progresión dramática.Haciendo nimia una vida llena de capítulos apasionantes,total para acabar diciéndonos que Hoover y su colega jugaban a papás y mamás en la intimidad.Todo éso,por no hablar de la espantosa decisión de mantener a los mismos actores en sus roles ancianos y jóvenes.No sabía si estaba viendo “El paciente inglés ,el retorno” o al emperador de “Star Wars” con traje y corbata.
Y mira que uno ha sido Pro-Eastwood cuando caían chuzos de punta y tengo en los altares bastantes de sus películas.Pero coño,lo que no puede ser no puede ser.Y esta peli(y la anterior,y la anterior)es un bodrio.
Comentario de de ventre (09/02/2012 17:41):
suscribo la opinión de Hans sobre que absolutamente nadie tilda a Eastwood de fascista desde hace décadas.
au contraire, ahora es “el espejo deformante del sueño americano y bla,bla,bla”.
las del mono, las mejores y sondra locke sí que es buena actriz y no las hepburn!
ahora en serio, el otro día vi gran torino y me pareció flojita, flojita. no voy a decir más porque million dollar baby y mistyc river son dos ultrasupermaravillas y las de los últimos años me han pillado fuera de las salas de cine por razones de paternidad.
pero, ya que estamos, lo voy a soltar, nunca le he visto la gracia a “sin perdón”, en fin, se deja ver pero no tiene nada especial, “un mundo perfecto” le da cien patadas, coño, hasta “el fuera de la ley” le da cien patadas!
j
Pingback de Maketo power » Todos somos Hoover (09/02/2012 23:03):
[…] su fundación, J. Edgar Hoover. Se destapó el escándalo Cointelpro -generosamente ocultado por un Clint Eastwood más interesado en la homosexualidad de Hoover- de espionaje ilegal, y cuando estaba a punto de […]
Comentario de Schwejk (10/02/2012 21:12):
#4 Alguien que no sepa nada sobre el macartismo necesitará un librito de instrucciones (o un crítico gafapasta) para descubrir el mensaje de “La ley del silencio”. Insisto en que el Hollywood actual todavía se auto censura cuando hay que hablar de ese periodo.
Comentario de Harapo (15/02/2012 15:08):
La saga “Harry el Sucio” es de lo mejor que dejó el cine de acción americano ochentero (con lo bueno y lo malo que esto sginifca). Recriminarle a este hombre eso sería como recriminar a Alfredo Landa o José Luis López Vázquez su participación en las películas del destape… Oh wait!
En fin, que son gente que vivía de actuar en las películas que se hacían durante su época, y lo hacían lo mejor que podían (que ya es mucho decir).
En cualquier caso, estamos ante un tipo que ha sido capaz de perpetrar un crimen genocida como “Los puentes de Madison” y una puta obra maestra como “Sin Perdón” (¿has oído, #8? una puta obra maestra no ya del cine, sino de las artes humanas en su totalidad). Así que, este biopic puede ser cualquier cosa. Pero a priori no me llama mucho la atención verme una película biográfica. Que ahora se ha puesto muy de moda esto de hacer “retratos del aspecto humano” de las grandes y controvertidas personalidades históricas (de la historia yanki, o británica como mucho): por lo general suelen ser hagiografías aburridas, lentas y lacrimógenas.