La Gran Armada – Colin Martin y Geoffrey Parker

Nada mejor que celebrar la llegada al trono de Mariano Rajoy con referencias a los grandes momentos de nuestra Historia: la invasión islámica de 711, la expulsión de los judíos de 1492, el desastre de la Armada Invencible de 1588, la pérdida de Cuba en 1898, la Guerra Civil de 1936 (¡perdón, perdón! ¡de 1934!), el fallo de Julito Salinas en el partido de cuartos de final frente a Italia (1994), la llegada al poder de Zapatero (2004) y, ahora, por fin, de Rajoy (2011).

El libro que nos ocupa resulta muy aleccionador. Sobre todo, para desbaratar algunos de los tópicos más firmemente arraigados respecto de qué ocurrió con la así llamada Armada Invencible y por qué fracasó. Resumiendo mucho, el tópico dice que la Armada fracasó porque sus barcos eran de inferior calidad que los ingleses, porque tuvieron muy mala suerte con las tormentas (el “yo no mandé a mis naves a luchar contra los elementos”) y por la pésima dirección que habría desplegado su almirante, el duque de Medina – Sidonia.

La Gran Armada

En la mayoría de los casos, este libro ofrece nuevas claves que o bien niegan algunos aspectos de la retahíla anterior, o bien los matizan. Así, es cierto que los barcos españoles eran, en general, de inferior calidad a los ingleses y padecían un cierto retraso tecnológico: los españoles, habituados a los combates navales mediterráneos, que invariablemente finalizaban en el abordaje de los barcos del enemigo (como en Lepanto), no adoptaron sus barcos para una batalla naval moderna, basada en el cañoneo a distancia de los barcos del enemigo, no en el abordaje.

Pero la clave aquí, indican los autores, no es tanto la inferior calidad de los barcos, sino el propósito con el que fueron reunidos. La Armada debía servir no para enfrentarse a los ingleses, sino para proteger el desembarco del Ejército de Flandes en Inglaterra. Su misión, por tanto, no era ofensiva, sino defensiva y logística: embarcar el ejército, garantizar un paso seguro a través del Canal de la Mancha y desembarcarlo en las costas inglesas.

Para ello, Felipe II reúne una Armada gigantesca, pero también muy heterogénea, con barcos mercantes adaptados, galeras mediterráneas, flotas de procedencias muy diversas (Portugal, Andalucía, Nápoles, …). Y, además, llena esos barcos de soldados de tierra, no de marineros, puesto que el propósito de la lucha, se entiende, seguirá los principios de la lucha en tierra: o bien el abordaje del enemigo, o bien el desembarco y posterior lucha en Inglaterra. A las piezas de artillería que deberían cañonear al enemigo, en cambio, se les presta menor atención.

Aquí está, según los autores, una de las claves del fracaso de la Armada: la lucha que plantean los ingleses, el cañoneo a distancia, es una lucha para la que no están preparados ni las tripulaciones ni los barcos. Y no sólo porque el calibre de las piezas de artillería sea menor que el de los ingleses, sino porque su cadencia de disparo es muchísimo menor. Los barcos españoles, en el enfrentamiento con los ingleses, no cuentan con una tripulación preparada para recargar y disparar los cañones, y además tampoco hay espacio suficiente para hacerlo con comodidad, puesto que los barcos españoles están llenos de tropas. De manera que, una vez lanzada la primera andanada de balas de cañón, puede costarles incluso una hora recargarlos.

En cambio, los ingleses, con tripulaciones más reducidas, pero especializadas en la lucha en el mar (el único propósito de la flota inglesa es impedir la invasión de Inglaterra enfrentándose a los barcos enemigos en el mar; no ha de cargar tropas de tierra y, de hecho, rehúye los abordajes), pueden recargar mucho más rápidamente y disparan muchas más balas, hasta agotar las municiones. Por eso son más eficaces y, en resumen, hunden más barcos en la batalla de Gravelinas, donde la Armada española pierde, entre otros factores, porque dispara mucho menos que los ingleses (lanzan sólo una primera andanada, en la idea de buscar después un abordaje que nunca llegaría), y no, insisten los autores, porque sus cañones no lleguen o sean de menor calibre. Y ello sin contar con los problemas derivados de la virilidad española, siempre a flor de piel:

El buque guipuzcoano San Salvador, uno de los navíos mejor armados de la flota y cuartel general del pagador mayor de la Armada, fue destrozado por una tremenda y repentina explosión. Su causa permanece rodeada de misterio. Una explicación alude al sabotaje de un artillero alemán a quien supuestamente había puesto los cuernos un oficial español (no se aclara qué hacía la dama a bordo) (p. 270).

En cambio, los autores reivindican la habitualmente denostada figura del Duque de Medina Sidonia, comandante de la flota. Medina Sidonia desconocía las reglas de la guerra naval, pero, sin embargo, se aplicó a su labor con bastante sensatez. Sus indudables dotes organizativas permitieron encauzar parcialmente el desastre logístico de la Armada (al reunir tanta gente durante semanas en los puertos españoles la comida comenzó a escasear y a pudrirse, por no hablar de los problemas con los repuestos de artillería ante la amalgama de calibres con que contaba una colección de barcos tan variopinta); y, una vez le tocó tomar decisiones en el fragor de la batalla, hizo lo poco que podía hacer: adoptar una estrategia defensiva y, tras la derrota y con la flota desarbolada, salvar el mayor número de barcos posible, aunque ello supusiera rodear las Islas Británicas por completo (muchos barcos acabaron naufragando en las costas de Escocia e Irlanda).

Pero el problema fundamental de la Armada, dicen los autores, no está tanto en su confección, aunque ésta fuese deficiente, sino en el plan que debía llevar a cabo. La Armada, en teoría, debería navegar desde los puertos españoles hasta el Canal de la Mancha y Flandes, donde tenía que encontrarse con el Ejército de Flandes al mando de Alejandro Farnesio, embarcar las tropas y escoltarlas hasta Inglaterra. Y todo esto debía hacerlo la Armada desconociendo previamente el lugar donde se encontrarían las tropas de Farnesio, o su grado de preparación para hacerse a la mar. Se pedía una coordinación absoluta de flota y ejército de tierra (algo siempre complicado) sin que mediase ningún tipo de planificación previa.

Además, y aquí teníamos una debilidad fundamental del plan, la Armada no podía contar con ningún puerto importante en el que resguardarse en la zona del Canal, puesto que todos estaban en manos de fuerzas hostiles (los holandeses, que llevaban por entonces veinte años de rebelión frente a Felipe II) o, como mucho, neutrales (el puerto de Calais, en manos de la Liga Católica francesa). De manera que no podía ocultarse de la flota inglesa, ni buscar un lugar donde encontrarse con el Ejército y llevar a cabo el embarque, ni recibir pertrechos o hacer reparaciones, …

Los testimonios dejados por los oficiales al mando de la Armada muestran que éstos no se llamaban a engaño, y que eran muy conscientes de sus escasas posibilidades de éxito. Pero no tuvieron más remedio que seguir adelante ante la insistencia de Felipe II, que siempre, ante cualquier duda, se encomendaba a la Divina Providencia: Dios está con nosotros, Él proveerá. Y ya saben Ustedes lo bien que le ha ido siempre a España cuando ha dejado sus asuntos en manos de Dios.

En la confianza de Felipe II hay mucho de megalomanía, derivada de la grandeza de lo que ya se había logrado. En aquel momento (1588), el Imperio español se encuentra en el cénit de su poder. Pocos años antes, Felipe II se ha anexionado la corona de Portugal y su Imperio, lo que permitió sumar la flota portuguesa a la española y contar con el excelente puerto de Lisboa. La guerra con Holanda, por primera vez en muchos años, tenía visos de finalizar con la victoria española, merced a las brillantes campañas de Alejandro Farnesio, culminadas con la conquista de Amberes en 1585. Además, la victoria de 1571 en Lepanto evidentemente parece un aval de la capacidad bélica de las armas españolas en el mar. Por último, Francia, archienemiga tradicional de España, se encuentra en ese momento desgarrada por las guerras de religión.

Es en ese contexto triunfal en el que se produce la guerra con Inglaterra, provocada por el apoyo inglés a la rebelión holandesa, los intentos de Felipe II por colocar en el trono de Inglaterra a María Estuardo (por la vía del asesinato de Isabel I, si ello es preciso), la amenazante hegemonía española en Europa y los actos de piratería de los ingleses en las costas españolas y en las colonias americanas. Así que, cuando Isabel I logra desbaratar un complot contra su vida urdido por Felipe II y ordena, en represalia, una expedición naval inglesa que acaba saqueando Cádiz (defendida precisamente por Medina Sidonia) sin previo aviso o declaración de guerra (en plan Pearl Harbor), todas las cartas se ponen sobre la mesa.

Probablemente habría sido mucho más sensato hacer como los ingleses y armar una flota de propósito defensivo, o concentrarse en acabar con los holandeses antes de meterse en más follones bélicos, y de tanta envergadura. Claro que es fácil hablar conociendo el fracaso de la Armada Invencible (término, por cierto, acuñado posteriormente a 1588 por los ingleses, con obvio propósito de cachondearse de la malograda flota española), y sobre todo sus terribles efectos: se pierde la mitad de la flota y de la tripulación. Y, sobre todo, la derrota de la Armada hunde el mito de la invencibilidad española, provoca que ingleses y holandeses se suban a las barbas en el mar y mina la autoconfianza de los españoles, hasta entonces altísima. Es una especie de desastre del 98 adelantado.

Eso sí, los autores no tienen la más mínima duda de que, de haber conseguido desembarcar el Ejército de Flandes en Inglaterra, la empresa se habría visto coronada por el éxito. El Ejército de Flandes, de más de 30.000 hombres, era entonces el mejor de Europa sin discusión, y enfrente sólo habría tenido una milicia inglesa reunida precipitadamente, sin apenas instrucción, de menos de 10.000 hombres. Aquello habría sido, probablemente, un paseo militar hasta Londres. El problema, naturalmente, era qué hacer luego, y si resultaba práctico meterse en otro follón, uno más, en el quinto pino: otro frente abierto en el que enterrar hombres y recursos, como en Flandes.

En resumen: un libro muy recomendable, que no sorprende en lo esencial (que la Armada Invencible estaba destinada al fracaso), pero sí da útiles claves para entender por qué fracasó, y además resulta bastante entretenido, con detalles como el contraste entre la generosidad de Felipe II con los suyos en la derrota y la legendaria racanería de Isabel I:

Al menos el gobierno español hizo cuanto estaba en su mano para cuidar de los supervivientes y los deudos. En agudo contraste con la cruel indiferencia de Isabel y sus ministros, Felipe II se aseguró de que sus leales soldados y marineros fueran recompensados como merecían por sus servicios. Cuando se descubrió en diciembre de 1588 que a algunos veteranos de la Armada los estaban despidiendo sin haberles abonado sus pagas completas, el rey señaló de inmediato a sus comandantes: “esto es contra la charidad christiana y muy ageno de mi intención, que a sido y es no sólo de que los que me an servido y sirven sean pagados de lo que an de haver, pero gratificados en lo que huviere lugar” (pp. 414-415)

(Felipe II habría hecho carrera hoy dedicándose a enviar mensajes SMS a los programas de televisión)


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  1. Comentario de Sol Invictus (27/12/2011 13:20):

    Todo muy interesante. Pero lo último de los SMS me ha matado. Nunca volveré a leer el castellano antiguo igual.

  2. Comentario de Garganta Profunda (27/12/2011 14:38):

    Conclusión: Esto hubiera salido mucho mejor si lo de la Armada Invencible lo hubiera llevado una empresa externa o una subcontrata.

    Así nos va.

  3. Comentario de Destripaterrones (27/12/2011 16:25):

    Parece que el tópico (perezrevertiano) de que los que sirven a España quedan dejados de la mano de Dios no siempre se cumple.

  4. Comentario de Djiaux (27/12/2011 20:04):

    Hay una Pelicula que describe muy bien todo el asunto de la armada invencible, Elizabeth:The golden Age. Lo describe muy bien porque solo le faltan los uruk hai siendo derrotados vaya.

    No se, y sin querer trollear, pero otro libro de autores ingleses sobre una victoria inglesa, un que bien lo hicimos, que bien pensado lo teniamos y que bien nos salio. Sin haberlo leido, cierto, soy un troller, pero por lo que leo…

    Es mi opinion sobre libros de historia de este estilo escritos por ingleses, da igual si iban contra nosotros, contra los franceses o contra los escoceses, siempre parece de cajon que iban a ganar los ingleses. Otra vez soy un troller, he leido solo dos, es que me hierve un poco la sangre con los hijos de la Gran bretaña.

    En cualquier caso y sin quitarle importancia a la derrota, no fue ni de lejos comparable al 98. España siguio siendo el mayor poder muchísimo tiempo mas. Ya llegaria el post-felipismo (jaja, soy chistoso) y lo chungo-chungo.

    En resumen y por no alargarlo. Exijo mas histeria de hispania!!!!!!!!

  5. Comentario de Destripaterrones (27/12/2011 20:52):

    Pues a mí me parece que, por lo dicho en el comentario, estamos ante un libro que analiza metódicamente los hechos, sin caer en patrioterismos ni tópicos sobre el aliento a ajo. Esto es, lo contrario de lo que suele perpetrarse cuando historiadores británicos famosos (recalco lo de famosos) escriben sobre España.

  6. Comentario de Regularizado (28/12/2011 01:43):

    Curiosamente, estoy ahora leyendo un libro de “Y si’s”: ¿Y si Hitler hubiese ganado la guerra, y si Napoleon no hubiera atacado Rusia…? y hay un capítulo dedicado a la dichosa Armada.

    El Autor viene a decir, al margen de lo dicho en el artículo, que la culpa de todo la tuvo Felipe II, que creía saber todo lo necesario sobre los ingleses (había estado casado con María I de Inglaterra y con ello había sido rey de Inglaterra) e impuso su parecer en todos los detalles. Al parecer había un plan alternativo: mandar la flota a Irlanda para ocupar la isla y sublevarla, para así arrastrar a la flota inglesa lejos del canal, con lo cual Farnesio habría podido cruzar con su flota de juguete, y en una semana llegar a Londres. Fue Felipe II el que ordenó concentrarlo todo, buscar el enfrentamiento con la flota inglesa… e incluso en caso de ganar, no se habría contentado con las condiciones que buscaba inicialmente (tolerancia para los católicos, retirada inglesa de los Paises Bajos y de aguas americanas) y, cegado por su integrismo católico y su intransigencia, habría pedido más y más, hasta tener abierto un nuevo frente como en los Paises Bajos, en el que quemar hombres y dinero para su gloria personal.

    Supongo que después de cagarla, algún Pedrojota de la época titularía a cinco columnas que el Rey pasaba el examen y que la culpa de todo era de dos tormentas, que lo de criticar reyes no es una costumbre nueva, sino una de nuestras más bellas y ancestrales tradiciones…

  7. Comentario de Mauricio (28/12/2011 10:24):

    Me han regalado el libro estas navidades y espero poder hincarle el diente pronto, de todas formas sorprende el planteamiento. La Gran Armada fracaso pero no fue derrotada por la inglesa, de hecho su misión era principalmente defensiva y de transporte. Las pérdidas en combate contra la flota inglesa me parece que son 2 o 3 barcos en total, unos resultados tan pobres no dicen mucho de la tan cacareada superioridad artillera inglesa.

    A lo largo de la historia se ha demostrado que los planes complejos acaban por lo general fracasando. Y el plan era especialmente complicado ya que implicaba una gran coordinación en una época con unos sistemas de comunicaciones precarios y de navegación a vela sujeta a vientos y corrientes.

    Recomiendo el libro La Contra Armada que narra el desastre de la flota que enviaron los ingleses al año siguiente en respuesta a la nuestra y que acabo en un sonado fracaso, de dimensiones superiores al nuestro.

  8. Comentario de Pogrom Pom Pom (28/12/2011 13:06):

    ¿Y si Felipe II no fuera en realidad tan megalómano? Porque creo que alguna vez dijo, refiriéndose a la gran política europea, que sería conveniente que cada cual se conformara con lo que tiene, y así acabar con las disputas.
    Pero claro, es fácil de decir cuando uno parte de una situación tan ventajosa. Para el resto de monarcas Felipe II sencillamente tenía demasiado, de ahí que siempre trataran de minar el imperio apoyando rebeliones de forma directa o indirecta.

  9. Comentario de Djiaux (28/12/2011 19:17):

    No se destripaterrones, sobre este episodio de la armada pues ni me lo he leido pero lees sobre la batalla de flooden field contra los escoceses y cuando se ponen a explicar la superioridad de las armas inglesas (el bill. Una especie de lanza-hoz) contra las picas escicesas te dan ganas de quemar el libro aunque hayas de comprarlo antes, milongas.
    Y casi todo lo que he leido me parece igual, como todo el bombo de los arcos largos y como supusieron el declive de la caballeria mi-lon-gas.

    Yo ya digo, no soy nada objetivo por aquello de que yo pienso que los ingleses son una raza a exterminar (tomese con humor) pero…

  10. Comentario de Bah (29/12/2011 05:01):

    Pues sí, las grandes operaciones anfibias probablemente requieran de unos medios que no han estado a disposición de ningún estado hasta tiempos relativamente recientes, y así los fracasos estrepitosos se han sucedido (además de La Armada Invencible, la Contra-Armada de Drake, la Guerra de la Oreja de Jerkins o incluso Galípoli)Ahora bien, a mí me da que la importancia real de este episodio, como la de Lepanto,para que no me acusen de patriotero, está un “poquito” exagerada por la historiografía. Al fin y al cabo es un episodio concreto que se encuadra en un conflicto contra una potencia de segunda (en aquel entonces) que acabó más o menos en tablas (o con victoria estratégica española, según se mire) varios años después, pero que no cambió sustancialmente la relación geopolítica de fuerzas. España siguió dominando los mares un tiempecito más (a pesar de los mitos que la RN se ha montado)y practicando operaciones humanitarias para llevar la democracia a Flandes e Inglaterra siguió protestante y ejerciendo la diplomacia a la iraní en los Países Bajos y a la somalí en las rutas marítimas.

  11. Comentario de Bah (29/12/2011 05:54):

    Guerra de la Oreja de *Jenkins*, por Dios. Aunque en concreto me refería a Cartagena, claro.

  12. Comentario de Otto vbn Bismarck (29/12/2011 12:36):

    Bah, hay unas cuantas plazas africanas conquistadas por Portugueños y Españenses que le contradicen su teoría de los desembarcos, amén de unos cuantos saqueos de ciudades españolas, tanto en la península como en América, con ocupaciones de Jamaicas incluídas. Y si no le gustan los medios logísticos disponibles, a los vikingos me repito (que diría Pazos).

    Los desembarcos anfibios son operaciones muy complejas pero que pueden dar muchísimos rendimientos. Los ingleses estuvieron siglos desembarcando tropas en el punto más débil de las defensas del enemigo en lugar de estrellarse contra líneas del frente fortificadas. Lo que no puede ser es gastarte todo el oro del reino en una operacíon militar sin controlar un puerto de aguas profundas basándose en un “ya lo iremos viendo sobre la marcha”.

    Por cierto, lo de sublevar Irlanda no lo conocía y hubiera sido una forma cojonuda de tenerlos enmierdados unos cuantos años por cero coma de gasto.

    Como anécdota que leí hace poco y me encantó, me gustaría compartir con ustedes una sobre Felipe IV. Por lo visto, los Ansones de la época lo apodaban “el Grande”, algo a todas luces exagerado, por lo que se añadía una cita de Quevedo. Parafraseando: “grande a la manera de hoyo, que es más grande cuanta más tierra se le quita”. Qué razón tenía el que se quejó de lo poco que nos habíamos preocupado de la educación de nuestros reyes. Cuando empezaron a darnos hasta en el cielo de la boca en nuestras absurdas guerras en defensa del catolicismo, con una crísis demográfica del copón y bancarrotas a gogó, el pavo se ponía a rezar convencido por los curillas de que perdíamos las guerras porque habíamos perdido el favor de Dios por impíos. ¡Iglesia católica expulsión de España ya!

  13. Comentario de Q33 (29/12/2011 12:41):

    Bah, la verdad es que los ingleses mucho reírse de nuestra operación anfibia para invadir Gran Bretaña; pero ellos con sus operaciones anfibias (da igual que la cojas) salvo la del día D (y gracias a los americanos) y las Malvinas, tampoco es que hayan ido muy finos.

    La de la guerra de la Oreja de Jenkins es especialmente dolorosa (porque es la única que estaba bien planeada y con una verdadera superioridad). Pero el exceso de confianza (mandar una carta avisando de la toma de Cartagena de Indias antes de partir incluso XD) es lo que lleva.

    En cuanto a la armada, un poco de todo: las causas de toda la vida (mando incompetente, poca preparación, etc. Pero también las que se muestran aquí. Si la pudiéramos comparar con algún hecho reciente lo compararía con la operación de rescate de los rehenes de Teherán.

    Vamos la conclusión. Por mucho que seas la primera potencia mundial y tus ejércitos arrasen allá por donde vayan (vease España, Inglaterra o EEUU) hay que jugar sobre seguro y no hacer planes demasiados arriesgados.

  14. Comentario de Bah (29/12/2011 17:38):

    Otto, tienes razón, seguramente he exagerado, pero por sostenella, yo pensaba más en grandes operaciones con grandes flotas y contingentes que en ataques, a menudo por sorpresa (y sospresa en tiempos pasados significaba que la única defensa eran cuatro viejos y un cañón), de puntos débiles y a veces mal defendidos.Que una cosa es tomar una plaza, o saquearla y pirarse, y otra pretender cambiar a la cabeza reinante de un estado, forzar a éste a una rendición casi incondicional o apoderarse de su principal fuente de recursos. Vamos, que ni en Jamaica, ni en Nueva Amsterdam, por poner dos ejemplos sonados, tuvieron los británicos que enfrentarse a una oposición digna de tal nombre.

    Q33, los ingleses (y por extensión todos los británicos) han montado su mitología nacional en torno a dos hechos, la victoria frente a La Grande y Felicísima Armada (si es que hasta el nombre fue desafortunado) y la eterna invencibilidad y superioridad de la Royal Navy. como dije en mi anterior post, lo primero no fue en absoluto determinante ni cambió las tornas y lo segundo es igualmente falso, porque hasta el siglo XVIII no se puede decir realmente que la RN fuese la flota hegémonica del mundo (como bien pueden atestiguar los holandeses, que les pintaron la cara inmisericordemente varias veces), y aún a lo largo del XVIII los franceses podrían haberles contestado la supremacía en determinados momentos. Seguramente sean las Guerras Napoleónicas las que finalmente coloquen a la RN como cabeza de carrera en solitario y de manera indiscutible.

    Volviendo a La Armada, recuerdo haber visto un documental (esa es mi referencia, señores, un documental cuyo título ni recuerdo) en el que unos arqueólogos submarinos localizaban y excavaban un pecio español resultado de la batalla. Al estudiar con detalle los restos, resultó que encontraron cosas como que las municiones dispuestas para servir a algunos cañones no se correspondían con el calibre de los mismos. No lo decían en el documental, pero parece ser que se encontró un sello que decía “logísitica y balística con el asesoramiento del instituto Nóos”.

  15. Comentario de Q33 (29/12/2011 23:27):

    Bah, tienes razón. Inglaterra hasta principios o mediados del XVIII era un país europeo normal y corriente(incluso un país “recién nacido” y menor en extensión como Holanda podía plantarles cara, como ya has comentado).

    Yo creo que lo que llevará Inglaterra en el s. XIX a convertirse en la máxima potencia mundial viene dada por las innovaciones tecnológicas en la agricultura y en la industria que llevaran a la industrialización (lo que hará que tengan más población y una mejor economía que el resto).

    Lo de la Royal Navy yo lo consideraría un golpe de suerte y de genio, el genio de Nelson en Trafalgar principalmente (aunque no con una batalla se decide la historia).

    Sin duda, en la historia, pese a que nos gusten mucho las batallas y las guerras, el factor más importante para convertirse una potencia, y el que más se repite, es el de tener una buena economía (más que el de tener un buen ejercito).

  16. Comentario de Pratxanda (30/12/2011 00:23):

    Regularizado…

    A ver: Título de libro, autor, editorial, ISBN,

  17. Comentario de Regularizado (30/12/2011 12:04):

    @Pratxanda

    Yo lo he leido en alemán, el original el inglés se titula “What If?”, de Robert Cowley, American Historical Publications.

  18. Comentario de galaico67 (31/12/2011 17:13):

    “Por cierto, lo de sublevar Irlanda no lo conocía y hubiera sido una forma cojonuda de tenerlos enmierdados unos cuantos años por cero coma de gasto.”

    El problema de sublevar irlanda eran los irlandeses, que llevaban a ostias entre ellos unos cienes de años, con lealtades débiles y volubilidad total, solo hay que leer un poco sobre el trato a los naufragos de la Felicisima. Se hicieron varias expediciones – incluso se le mandó un Tercio-, se les enviaba material y dinero – eso de cero,cero de gasto nanay- pero la diferencia entre avituallar tropas desde Santander ó hacerlo desde Gales era demasiado para la marina del siglo XVI.
    Aun así, mal que les pese a los ingleses, la guerra acabó con la victoria del buen rey, la casi bancarrota inglesa y el fin del apoyo a los rebeldes holandeses. Lo malo es que para entonces los holandeses se bastaban solos para defenderse y su marina ya era la primera de Europa.

    Por cierto, la guerra de la Oreja de Jenkins ó como la Lloyds tuvo que pedir árnica ante el derroche de diplomacia hispana al modo somalí…

  19. Comentario de Otto von Bismarck (02/01/2012 12:57):

    Un poco tarde pero en fin.
    Galaico, supongo que somos conscientes de que esto es un poco hacernos unas pajillas y tal, pero si vamos a hablar de todo vamosahablardetodo tiene ujté que pensar que cuando haces un desembarco no es lo mismo hacerlo en territorio hostil que hacerlo con aliados locales y un puerto seguro. La última invasion exitosa de Inglaterra, con sus paradisíacas y accesibles playas, ocurrió en 1066 y porque el ejército sajón estaba reventado después de volver a marchas forzadas tras rechazar la última invasión vikinga. Puestos a comparar creo que tiene menos riesgos la opción irlandesa si de lo que se trata es de forzar una posición de fuerza para negociar. Aunque claro, del tipo que teniendo una coalición de todo cristo contra él se pone a evitar que un rey hugonote tome el trono francés, no se debe esperar que sea muy consciente de sus limitaciones. En lo que sí le doy la razón es en que desconozco la situación política de Irlanda, simplemente había dado por hecho que si despues de siglos querían la independencia siempre debió existir cierto nacionalismo en la isla. Si tiene usted datos de que en verdad eran como vascos ante la invasión francesa me lo comenta y asín me quedo más tranquilo. Porque ya le digo que no tiengo ni idea.

  20. Comentario de galaico67 (07/01/2012 00:05):

    Como ejemplo de politica irlandesa
    http://es.wikipedia.org/wiki/Reconquista_tudor_de_Irlanda
    Y, a partir de ahi, vaya pegando saltos leyendo las notas azules e informandose sobre las rojas. Si le dan un euro por cada O´loquesea y Mac Nosequien que anda revuelto por ahi, se paga una buena noche de copas. Y cada uno de esos O´ y Mac se dedicaban a zurrarse a gusto en sus ratos libres,entre ellos con y contra los ingleses, como buenos gaélicos de toda la vida que eran.

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