Más allá de la vida (Clint Eastwood, 2010)
Los detalles del clásico
Plano exterior noche. Una calle de París. Una pareja baja de un taxi. Se despiden. Ambos vuelven de un viaje juntos en Tailandia, donde han sobrevivido a un tsunami que ha matado a cientos de miles de personas. Cansados por el viaje, abrevian la despedida. Pero la mujer aún encuentra un breve instante para darle al hombre un pequeño paquete: “Toma, el regalo para tus hijos”, le dice. Y se va cada uno en una dirección, cada uno a su casa. La secuencia corresponde a la última película de Clint Eastwood, Más allá de la vida (Hereafter, 2010). Y es una secuencia que explica a la perfección esa catalogación que viene acompañando a Eastwood es los últimos años como “el último clásico”, es decir, el cineasta que mantendría la tradición del cine clásico norteamericano, la tradición de directores como John Ford, Howard Hawks o Raoul Walsh. Con todo, siendo adecuada esta catalogación, también habría que incidir en otra de las características de aquellos directores, característica que Eastwood también conserva: la concepción de “cine clásico” no como un cliché estético y narrativo inmovilista, sino como la búsqueda de ciertas transgresiones que negarían esa etiqueta de “clásico” como algo muerto, anquilosado.
De hecho, la última película de Eastwood apuesta por una estructura de historias paralelas. En este caso, la película narra tres historias que acabarán por cruzarse por su nexo común: la búsqueda de la explicación del misterio de la muerte. La primera historia es la que acabamos de comentar: una pareja que vive en París sobrevive al tsunami de Tailandia de 2004. La mujer está a punto de morir y experimenta durante unos instantes cómo es la vida después de la muerte. Obsesionada por ese pensamiento, se tomará un paréntesis en su trabajo para escribir un best seller sobre su experiencia, lo que comportará el inicio de una nueva vida y, también, la ruptura con su pareja. La otra historia materializa ese dolor por la pérdida: un niño de 12 años pierde a su hermano gemelo, atropellado en una calle de Londres. A partir de ese momento, el chaval va buscando a diversos médiums y parapsicólogos para que le ayuden a contactar con su hermano fallecido. Y precisamente un parapsicólogo es el personaje de la otra historia y que sirve como nexo de unión con las otras. El personaje de George Lonegan (Matt Damon) es el arquetipo del héroe de las películas de Eastwood: se trata un auténtico profesional en su trabajo, que posee un don para su cometido, pero que huye constantemente de él porque esa dedicación enfermiza a su cualidad le impide formar parte de la sociedad. Es el héroe recurrente de Eastwood (recordemos al Will Munny de Sin perdón) y que vuelve a protagonizar otra de sus historias amargas, sin días soleados (basta con fijarse en la tristeza que destila una película como Mystic River), y en la que la única redención posible pasa por una renuncia total a lo que caracteriza a cada individuo (como se ve en la conmovedora secuencia final de Hereafter).
Esta estructura de narraciones paralelas que tienden a unirse son importantes al respecto de esa apariencia de invisibilidad en el estilo de Eastwood. Porque puede parecer un estilo cinematográfico sencillo, pero no lo es en absoluto. En lugar de centrarse exclusivamente en la historia de Lonegan de manera que los personajes acudieran a él (como ocurría en Sin perdón), en esta ocasión el cineasta se la juega con algo tan complicado como es una narración de tres historias. Es un riesgo del que sale airoso, porque todo transcurre con fluidez. De hecho, Eastwood apuesta constantemente en una película en apariencia tan sencilla, tan fácil. Hay una secuencia en la que el parapsicólogo le está haciendo una lectura al niño londinense (contactando con su hermano muerto) y en la que vemos esta apariencia de sencillez a través de la búsqueda de una planificación cargada de sentidos. Donde cualquier director habría optado por una luz neutra como se corresponde al espacio de la secuencia (la habitación de un hotel), Eastwood se decanta por un arriesgado juego de contraluces y sombras que pasa inadvertido por su carga significativa. El espectador se da cuenta aquí de lo importante de la secuencia, pero no repara en el estilo empleado por el director, y aquí radica esa sencillez aparente. Como sencilla parecía una película como Million Dollar Baby en la que este juego de sombras era constante. Eastwood no quiere alardear de estilo (como sí hacía, por ejemplo, Orson Welles), pero eso no significa que no lo posea y que no sea arriesgado.
Lo que sí emparenta esta película con el mejor cine clásico es esa obsesión por el detalle. El detalle que puede parecer nimio pero que resulta muy importante puesto que cuenta mil cosas implícitas que no hace falta mostrar en la pantalla. El ejemplo de manual es el de Centauros del desierto (The Searchers, 1956), en la que John Ford nos contaba toda la historia de la relación en el pasado de Ethan Edwards (John Wayne) con su cuñada, y lo hacía valiéndose sólo de detalles, gestos y miradas. Aquí sucede lo mismo con el detalle del regalo que comentábamos al principio. Con ese gesto, Eastwood nos cuenta toda la historia de la pareja que se despide al salir del taxi en París: una relación desigual, en que la mujer quiere acercarse al hombre sin conseguirlo (de ahí el regalo a los hijos), quien se muestra reacio a dar más pasos (por eso cada uno duerme en su casa). A partir de esa secuencia, los diálogos de la pareja, cargados de dobles sentidos (de la mujer que le reprocha a él, muy sutilmente, ese estancamiento de la relación), resultan fundamentales para entender la evolución de los personajes. Por detalles como los del regalo no nos resulta chirriante el cambio de rumbo que experimenta la mujer al darse cuenta de que su vida es un callejón sin salida.
El otro objeto (éste mucho más evidente) es la gorra del niño fallecido. Como en todo objeto fetiche de cualquier melodrama de cine clásico, se trata de un objeto sin ningún valor económico pero con un elevador valor sentimental. El ejemplo canónico aquí es el trineo de Ciudadano Kane. Si en la historia de la pareja el regalo era el objeto que definía la evolución del personaje, aquí sucede lo mismo, y se da también un caso de maduración: el personaje abandona su vida pasada y decide encarar el futuro, con el acto simbólico de dejar ese objeto que ejemplifica esa puerta que ha de cerrarse. Aunque para ello tenga que obligar al héroe de Eastwood a sacrificarse una vez más, a volver sobre su pasado tormentoso para hacer de nuevo lo que mejor sabe hacer. En este caso se trata de contactar con los muertos. Pero en Sin perdón, se trata de que Will Munny vuelva a matar; en El sargento de hierro, de que Highway se enfrente a otra misión; en Million Dollar Baby, de que Frankie Dunn vuelva a apadrinar a un boxeador hasta el final; o en Gran Torino de que Walt Kowalski vuelva a luchar a favor de los valores en los que cree, los de la sociedad norteamericana, pese a que ahora la defensa de esos valores consista en ponerse del lado de los mismos a los que combatió en Corea. Nos encontramos siempre en una última muestra de sacrificio, que puede llevar a la derrota o a la muerte.
El riesgo de Eastwood también consiste en inmiscuirse en proyectos aparentemente insustanciales. Dirigiendo una película sobre la vida después de la muerte y con Steven Spielberg de productor, la crítica cinematográfica se ha fijado en dos cosas. En primer lugar, en el peligroso influjo de una película como Always, en la que Spielberg trataba este tema de un modo mucho más anodino. En segundo lugar, en el supuesto valor testamentario de esta película en un director que cuenta con 80 años de edad. Lleva más de diez años la crítica empeñada en esto: en ver si esta película de Eastwood será la última, si se pueden leer en ella signos de retirada, cansancio o muerte, si hay alguna lección moral para el futuro. Y por mucho que insistan, Eastwood vuelve una y otra vez. Eso es algo que también le une con John Ford: las ganas que tenían ciertos sectores por retirar a un anciano. Afortunadamente, mientras las películas de Eastwood sigan siendo tan rentables, esta jubilación se promete a largo plazo.
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Comentario de Manué (20/02/2011 22:15):
Lamentable que se digan cosas como las que indicas en el último párrafo. No sé qué les pasa a los que, ante un peliculón como éste, sólo se les ocurre decir que Eastwood está chocheando.
Comentario de David Mason (21/02/2011 02:54):
Es la sociedad en la que vivimos. Seguro que muchos de los que escriben esas cosas, metieron a sus padres en un asilo con menos años que tiene Eastwood. Cuestión de edad, ya probarán su propia medicina. ¿Cuántos conservarán la dignidad a los 80 como él?
Comentario de Bunnymen (21/02/2011 11:07):
Ya se sabe que a la prensa le encanta ese tipo de carnaza y también que de figuras populares con cierta edad, preparan con antelación sus personajes póstumos.
Los buitres al menos no mienten, sabes que si aparecen es por que reaccionan ante la evidencia. Los periodistas no, ellos fuerzan la evidencia.
No dudo de que Eastwood ya tiene en más de un medio su reportaje mezcla de homenaje y necrológica ya escrita y asomando del archivo.
Espero que viva veinte o treinta años más y los entierre a todos.
¡God save the Clint!
Comentario de Álvaro (21/02/2011 20:36):
eso que comentáis le pasaba a Kurosawa, pero a él nadie quería producirle nada porque desde Dodeskaden en su país la crítica consideraba que chocheaba y por si se moría durante el rodaje. Dersu Uzala la filmó gracias a un amigo de la URSS, La Sombra del guerrero con la pasta de Lucas y Coppola, y Ran por un mecenas francés. Cinco pelis en veinte años. Yo creo que Clint puede estar contento con su ocaso.
Comentario de Manuel de la Fuente (21/02/2011 21:55):
Hay un libro, “Billy & Joe”, que es un libro de entrevistas a Billy Wilder y a Joseph L. Mankiewicz. El libro queda bastante triste porque ambos hablan de volver a dirigir, y ninguno de ellos pudo dirigir ni una sola película en sus últimos 20 años de vida. En ese libro se dan algunas pistas. Hay un dicho en Hollywood que reza: “Eres tan bueno como tu última película” (“You’re as good as your last picture”), lo que significa que si tu última peli es un fracaso, por mucho dinero que hayas generado en el pasado, la llevas clara.
En estos casos, además, se da lo que comentas. Las compañías aseguradoras no quieren meterse en ello por si se muere el director y pierden una pasta. Pese a que Wilder y Mankiewicz tenían ganas de dirigir, no pudieron al final.
A esto también se añaden motivos ideológicos, y que se vienen produciendo desde Stroheim, al que no dejaron dirigir porque tenía los huevos más grandes que nadie y se enfrentó a los productores tantas veces como pudo. A Wilder y a Mankiewicz también les pasó esto, especialmente a Wilder, que es uno de los directores más incómodos que existen, y en cuanto esa incomodidad no fue compensada por éxitos comerciales (todas sus películas de los 70 son fracasos económicos), pues adiós muy buenas.
Pero eso les ha pasado a todos, incluso a Ford. Un caso excepcional sería el de Hitchcock, que se retiró cuando ya no podía más, pero porque Hitchcock acabó siendo un directivo importante de Universal, con lo que él era el jefe supremo. A Eastwood tampoco le pasa por 2 motivos principales: porque es quien más dinero ha dado a Hollywood (es el segundo actor más taquillero del cine americano, sólo superado por John Wayne); y porque es muy rentable, ya que abarata siempre los costes de los proyectos, al ser muy resolutivo: rueda en pocas semanas y a bajos costes, con lo que las aseguradoras asumen muy pocos riesgos.
Comentario de BunnyMen (21/02/2011 22:55):
Bueno, creo que Eastwood no puede compararse a esos casos que mencionáis ya que él es su propio productor (con Malpaso films) desde hace ya la tira de años. En los últimos veinte pocas le han ido mal en taquilla (Un mundo perfecto, Medianoche en el jardín…, creo que no funcionaron muy bien, aunque hablo de memoria) y fijándonos especialmente los últimos diez años, critica y taquilla no le han fallado, de modo que habrá ganado su propia independencia y no creo que tenga problemas de financiación. Así que supongo que podrá rodar cuando y como a el le de la gana, y pasando del culo de gerontofobicos.
Comentario de Hans (21/02/2011 23:07):
No he visto Hereafter.Hasta los críticos que estaban haciendo de Eastwood un nuevo Woody Allen(Cualquier cosa que haga es buena)la han puesto de mediocre.
Es buena señal,iré a verla.
Comentario de Manuel de la Fuente (21/02/2011 23:14):
Lo que se ahorra con tener su propia productora es tener que discutir los proyectos. Pero Malpaso es una productora muy pequeña y Eastwood es muy austero en sus producciones. Si una película fuese un desastre absoluto (en plan Michael Cimino), también se acabaría su carrera. Si te fijas, sobrevive y sigue haciendo películas porque son películas muy baratas: parece incluso cine europeo. Hay poquísimas excepciones en los últimos años en el uso de efectos especiales (“Space Cowboys” y la secuencia del tsunami en esta última peli) porque la tónica general es hacer un cine muy intimista.
Comentario de Bunnymen (22/02/2011 09:45):
No hace falta insultar, ¿Qué es eso de que parece incluso cine europeo?.
De todas formas el hacer producciones baratas creo que le blinda en caso de darse la ostia con algún proyecto concreto, como dije en el anterior comentario ya ha tenido algunos fracasos relativos (que quizá con el tiempo amortizase,”Un mundo perfecto” para algunos es una obra maestra, y “Medianoche en el jardín del bien y del mal” es en mi opinión una maravilla).
También recuerdo en una entrevista de que decía que siempre hacia películas en pack de dos, una para hacer taquilla y coger bolsa, ya fuera como actor (“En la línea de fuego”) o director (“Poder absoluto” o “Space Cowboys” que mencionas) y luego así se financiaba su proyecto personal. Aunque últimamente parece que ya ni va a por esas de taquilla, parece que desde que hizo “Mystic River” lleva ambas de la mano en cada producción.
Cita, o más bien declaración de intenciones sacada de Internet:
“En Malpaso no necesitamos un equipo de veintiséis personas y una oficina preciosa. Con un pack de media docena de cervezas, papel y bolígrafos ya podemos trabajar”
¡Que clase!
Comentario de LadyJane (02/03/2011 01:50):
Mystic River estaba bien, incluso muy bien, aunque personalmente prefiero el libro.
En cuanto a Más Allá de la Vida, me reservo mi opinión hasta que me entere del argumento avanzadas las primeras escenas, momento éste de visión del susodicho film en que suelo dormirme.
De eso deduzco que igual es una peli cojonuda, pues el mismo fenómeno de narcolepsia me acontece con los, ya entre los clásicos, El golpe y Los puentes de Madison,