Capítulo CXXI: “Alfonso X, el Gafapasta (I): España nunca es suficiente”
Como tuvimos ocasión de comprobar, Fernando III “El Santo” fue, en efecto, un gran rey. Su hijo, Alfonso X, le imitaría en su largo reinado (1252-1284) y en adoptar un sobrenombre molón (“El Sabio”); pero, por desgracia, en nada más. Lo que fueron luces con Fernando serán sombras con Alfonso; las victorias, derrotas; la Santidad del padre, inútil y nefanda sabiduría del hijo.
Que, además, a la vista de los hechos, el hombre de Sabio no es que tuviera mucho. No en vano, su sabiduría se resume en un cierto interés por la cultura, sorprendente en la época y, más si cabe, sorprendente por la genética, la raigambre hispánica del monarca que, así y todo, como si fuese un moro extranjero, chamulla idiomas, lee, desarrolla proyectos culturales, pero no para subvencionarlos y darles pasta a los amiguetes, no: ¡Para llevar a cabo los proyectos! ¿A dónde vamos a ir a parar?
Obnubilado por la mal llamada cultura, disperso en cuestiones que no deberían incumbir a un Rey, frívolo y superficial como sólo pueden serlo los que se dejan llevar por la tentación de las artes y las ciencias, al Sabio casi todas las empresas que desarrolló en otros terrenos le salieron mal. ¡Utiliza tus libros y tu refinamiento de señorito para vencer en el campo de batalla, mejorar la economía del reino o triunfar en la política exterior, Sabio, a ver si te sirven de algo! Y, naturalmente, no sirvieron. Como no sirve lo elaborado, refinado, extranjero, para sustituir al honrado sudor de la frente del pedazo de animal, hosco e hirsuto, que asesta mandobles a diestro y siniestro, henchido de españolidad, como afirmación nacional y prueba de la legitimidad que sólo la unión entre la fuerza y el espíritu, tan descuidados por el Sabio, pueden otorgar.
En cambio, el Sabio, empresa que acometía, empresa en la que fracasaba, por ejemplo: su padre lo había conquistado todo, generando en el camino, como ya contamos, un serio problema demográfico. Muchos musulmanes fueron expulsados a África o Granada, o sencillamente se fueron. El Sabio firma sucesivos tratados con los musulmanes para que se queden en la campiña, y les otorga cierto grado de autonomía. Al mismo tiempo, intenta repoblar al menos las ciudades trayéndose población de la zona cristiana, en particular del Norte.
Además, funda asentamientos en el interior de España, en zonas particularmente despobladas o, sencillamente, ajenas a su control (es decir, funda ciudades, a las que da privilegios, para joder a los nobles). El ejemplo más palmario, y más hermoso, lo constituye la fundación de Villa Real, actual metrópoli de Ciudad Real. Ah, Ciudad Real, erguida en mitad de la nada, bella y altiva como pocas. Tus bares de carretera, tus edificios de apartamentos, tu línea del AVE, …
Es decir, que el hombre lo intenta, pero con tanta repoblación consigue debilitar considerablemente el centro neurálgico de Castilla, el páramo norteño, que queda, la primera de muchas veces, despoblado y exhausto (el Sabio, como ven, marcaría tendencias). Por otro lado, al Sabio le falta tiempo (como harían, siglos después, los Reyes Católicos y muchos otros) para romper sus acuerdos con la población musulmana y conquistar las taifas de Niebla (donde se utilizaría, por primera vez en Occidente, la pólvora para accionar armas de asedio, aún muy poco eficaces) y Jerez, hasta entonces felizmente tributarias. Como consecuencia de esto y de otros ultrajes y putadas, estalla una rebelión mudéjar que tiene que ser reprimida a hostias y que agrava aún más el despoblamiento del Sur.
Pero donde más demostraría Alfonso la auténtica dimensión de su sabiduría es con el asunto de sus pretensiones al trono Imperial, para el que aduce derechos dinásticos por parte de madre. Le vienen zalameros representantes de la ciudad de Pisa que solicitan postularlo al trono y el hombre, como buen español, pues se deja llevar por las más desmesuradas alabanzas. La pretensión es bastante absurda, el hombre no es que no hable alemán, sino que no tiene absolutamente ninguna relación con las tierras del Imperio, pero ya el Sabio se ha embarcado en el clásico proceso de autoconvencimiento “¡me lo merezco!”, así que se deja un montón de pasta en comprar votos.
Logra, de hecho, comprar los suficientes (4 de 7) y gana la votación frente al candidato alternativo. Pero entonces, como buen español, no va. Total, ¿para qué? ¡Si he ganado! Ir hasta allí para entronizarme… Buf, qué pereza, que me traigan la corona y los impuestos, que yo estoy aquí muy ocupado (a saber con qué frívolas y pretenciosas actividades de cultureta).
Naturalmente, el otro candidato se presenta en Alemania, consigue la corona por incomparecencia de Alfonso X y éste ve cómo sus esfuerzos no han servido para nada. Pero, por supuesto, no se da por enterado, sino que, a contracorriente, y durante décadas, sigue enterrando dinero en el Imperio, sobre todo para sobornar al Papado, el cual se comporta como cabría esperar: recibe el dinero, da falsas esperanzas, deja que pase el tiempo, aduce problemas, pide más dinero, más falsas esperanzas y, al final, “resignación, hijo mío”.
Alfonso se ha gastado todo su dinero y energías, ha hipotecado su política exterior, en una empresa en la que no se le había perdido nada, sin ningún sentido, desmesurada y, al final, fútil. En efecto: Alfonso X, Sabio en esto como en otras muchas cosas, marcaría el camino a los futuros caudillos que llevasen las riendas de España. Pero aún nos quedan muchas cosas que contar del gran rey: “Alfonso X, el Gafapasta (II): Cultureta con subtítulos y sucesión dinástica”.
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Comentario de Bunnymen (13/10/2010 10:50):
Hoyga, el articulo muy bien y tal, pero gafapasta es sinónimo de pedante, no de sabio. Que no es lo mismo un sabiondo que un sabio.
Comentario de Lluís (13/10/2010 11:26):
Vaya, al parecer al hombre sólo le hubiese faltado inventar eso de la “alianza de civilizaciones”.
Comentario de emigrante (13/10/2010 12:39):
“con tanta repoblación consigue debilitar considerablemente el centro neurálgico de Castilla, el páramo norteño, que queda, la primera de muchas veces, despoblado y exhausto”
Vamos a ver, si en tiempos del califato era tierra de nadie y estaba despoblada, El Sabio la despuebla para fundar una estación del AVE, con los Austrias se desangra de nuevo en Flandes, en América y proliferan las vocaciones religiosas y tras la industrialización se despuebla de nuevo para trabajar en Madrid y la periferia. Me pregunto si alguna vez Castilla estuvo poblada.
Comentario de Pucelano (13/10/2010 16:16):
El cuerpo me pide un comentario de Álvaro sobre los sucesos extradeportivos del Italia-Serbia…¡dronja!¡dronja!
Comentario de Francisco Correa de Arauxo (14/10/2010 20:06):
Me imagino a Alfonso X con sus gafaspastas negras, su jersei de cuello vuelto a rayas y fumando en pipa, viajando sin cesar por toda la península ávido de juergas y experiencias singulares, mientras habla con sus súbditos de budismo y taoísmo, marihuana y bebop, ¡ah este Alfonso X el Gafapasta!, ¡ese beatnik del Medioevo!, las cántigas de Alfonso X ya no sonarán nunca en mis oídos como un puto coñazo sino como lo que en verdad son: hot jazz sarcástico y bien cachondo
Comentario de Brocoli (16/10/2010 09:41):
No cabe duda que otros líderes europeos continuarían su legado de gafapastismo
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