La mejor y más importante película de la historia del cine español
En el mundo hay personas muy cabales cuyos sentimientos son ni más ni menos que lo que sienten y cuyas ideas son ni más ni menos que lo que piensan. Están en su elemento. Son tenaces, nunca actúan, son ganadores en potencia de todos los Gran Hermano. Son la hostia y son… tres. No nos engañemos, los nacidos bajo la pesada losa del judeocristianismo tachamos tres veces tres treinta y tres nuestro nombre y apellidos al rubricar. Si nos miramos fijamente a los ojos en el espejo sentimos hormigueos en el estómago. Es la vida. Es así. Y por supuesto, el cine sigue su estela.
Repasemos la obra de uno de los directores más queridos y respetados por el público. Un maestro a la hora del retratar los recovecos de la mente, ese amigo que tiende la mano a tus emociones reprimidas: Clint Eastwood. Nadie ha canalizado como él hizo en ‘Million Dollar Baby’ el sugerente deseo que albergan en su interior las clases medias acomodadas de asesinar a los inválidos. Por qué no podemos matar a los sospechosos de un crimen y tirar su cadáver a un río como solución paliativa y luego ya veremos quién ha sido, vino a decir en ‘Mistic River’ a los espectadores habituales de las cadenas de televisión privadas. O acaso no sería un soberano placer acribillar a balazos a los jóvenes que van con unas pintas que te suben al 20% de share el Diario de Patricia, sugería al profesorado de secundaria en su última genialidad, ‘Gran Casino’, donde de paso también se invitaba a desheredar a nuestros hijos de la generación del iPod porque son idiotas y dárselo todo al primer chino que te cruzas por la calle. Y por qué no matar también a todos los chinos trajo, y trajo bien, en ‘Iwo Jima’; y por qué no matar y matar y matar más, más y más, poéticamente expresará en su próxima obra que ya aclamamos y aplaudimos como un próximo golito de Raúl o un sin par gesto fuera de protocolo de S.M a un inferior que está por llegar a la apertura de todos los informativos del país.
¿Quiero decir con esto que todos los asistentes con broche de oro y sangre en pecho palomo al desfile de las Fuerzas Armadas en el día de la Hispanidad que silbaron al presidente Zapatero lo que secretamente gritaron, lo que profundamente sienten y sólo apenas entienden, lo que les pasa, lo que habita en su corazón es que no pueden soportar la desgracia de no ser miembros de la banda terrorista ETA? Sí, eso es exactamente lo que estamos tratando de explicar.
Y es éste y no otro el contexto en el que se debe enmarcar y entender la película más importante de la historia del cine español. Esa obra cuyo título hace referencia a un punto de encuentro muy mediterráneo que no es, precisamente, ‘Ágora’, sino: ‘Goma 2’.
Es el esperado año por la imaginería popular del siglo XX, 1984, y José Antonio de la Loma, autor de Perros Callejeros (1977) y no contento con ello, también de Perros Callejeros II (1979), Perros Callejeros III (1980) y Perras Callejeras (1985), decide reinventarse y se marca el filme que todo el país, y por ende, la civilización Occidental, alberga en su yo profundo: ‘Goma-2’, la historia de un miembro de la banda terrorista ETA que preguntado por un grupo de franceses de quién rayos se trata, contesta: “soy el español”.
Qué podría completar a un ser tan perfecto como un etarra orgulloso de ser español: pues un camión, naturalmente. Un camión enorme, un trailer con un superamigo de copiloto que vive en unos coches de choque. Un colega feriante. Al cuadro sólo le falta una mascota animal que hable, tipo un perro inteligente que resuelve misterios e investiga crímenes, pero la primera norma de la perfección es que sea imperfecta y el destino vino a situar en tamaño edén a ni más ni menos que a una mujer. A Ana Obregón, para ser exactos.
Anita venía de rodar ese mismo año otra de las joyas inmortales del cine patrio, ‘Bolero’ [1]. Impagable drama rural español de factura estadounidense en el que aparece Bo Dereck rejoneando en pelotas [2]. Terribles imágenes donde encima lo más llamativo es que el animal es de dimensiones muy cercanas a las de los astados que lidia José Tomás en Barcelona: las dimensiones del galgo. Un salto en pocos meses, el de Anita, del cine erótico taurino al quinqui etarra que habla por sí solo de la envergadura de la carrera de esta artista.
El caso es que, volviendo al asunto de los anhelos del subconsciente, resulta sumamente estimulante el papel que representa Ana Obregón. Protagoniza una escena sexual en la que anuncia a su pareja, el protagonista, que está embarazada. Todo ello junto al fuego de la chimenea de un adosado. Y a las pocas horas la matan quemándola viva. Profundamente hispano devenir de no ser por que los que la prenden fuego son franceses.
Ahí está el argumento de la película. El etarra, que ha abandonado la folclórica organización acogiéndose a una amnistía, está amenazado por sus viejos camaradas, que llegan incluso a intentar atentar contra su vida. De modo que, dado el feliz estado de su novia, decide a continuación abandonar el país rumbo a Alemania Occidental para vivir en paz. El problema es que para llegar a tierras germanas hay que pasar por Francia y sólo a él que fue de la ETA y tiene los cojones dodecaédricos se le ocurre hacerlo en un camión cargado de fruta. No recorre ni diez kilómetros y los agricultores franceses le prenden fuego al camión con Ana Obregón dentro mientras el autor del film exprime la denuncia hasta la última gota situando a dos gendarmes en la escena diciendo adiós al piquete con el saludo reglamentario.
Es entonces cuando el protagonista decide tomarse la justicia por su mano y vengarse de los agricultores con las armas que mejor conoce, reza literalmente la sinopsis, la goma-2. Y ya está. Bombazo a bombazo el etarra orgulloso de ser español revienta a los agricultores franceses que tiran al asfalto la penosamente subvencionada fruta española.
Qué decir en un coloquio cinéfilo, librepensador y de izquierdas tras la proyección de esta cinta, se preguntará el lector ¿Qué es una solución al terrorismo integrar a la ETA en el Estado asignándole tareas específicas tales como buscar una salida al simpático hecho acaecido en la capital en el que un Ayuntamiento, que para subir los impuestos disimuló incluyendo el de la recogida de basuras en el IBI por ocurrencia de Álvarez del Manzano, dice años después por boca de Ruiz Gallardón que las basuras se recogen gratis y que no queda más remedio que gravarlo en estos tiempos que corren con 130 euros a vuelavista? Pues muy buen ejemplo, sí señor.
Txema, que así se llama el protagonista, es un etarra que va de cara porque, al contrario que sus compañeros, él sí está orgulloso de ser español.
Se puede divagar hasta la extenuación sobre esta película tan necesaria en un país en el que la izquierda abertzale estuvo dirigida durante años por un banderillero, aquel país de los años ochenta, el de los llamados Años de Hierro. Hay que tener en cuenta, además, que uno de los personajes, una chica de la ETA, hace aerobic de riguroso fosforito. Qué spin-off ahí latente, para quien quiera cogerlo -ese Saura de ‘Yo soy la Juani’ por ejemplo- y titularlo ‘Kalentadores, otra way de entender la acción directa’.
Por lo demás, aunque sólo sirva para el recuerdo, merece la pena revivir la mejor escena de la obra a modo de mensaje para las nuevas generaciones:
Cuando el protagonista quiere proveerse de explosivo para llevar a cabo su venganza se persona en un zulo de ETA que está abierto en mitad del monte como si fuese un bar. Allí le explica la situación a un viejo camarada que está ahí a modo de conserje del zulo. La tensión se palpa en el ambiente pues nuestro hombre es un proscrito de la organización. Está en la lista negra. Pero le dice al etarra que se lo debe, que en el pasado le salvó la vida dos veces mientras que él solamente una. Ya se sabe lo mirados que son los pueblos oprimidos como los gitanos, los osetios del sur o los vascos con las deudas de honor y sangre. La historia es que el etarra accede, le acompaña al depósito de goma-2 y, cuando el protagonista se agacha para mirar, como en la fábula del escorpión y la rana que le ayuda a cruzar el río, en cuanto descubre la nuca el impulso en el etarra es superior a sus fuerzas y no puede evitar dispararle en dicho punto. Mas como los españoles son ágiles como gamos a la hora de escalar terraplenes con las manos desnudas así como igualmente duchos a la hora de abandonar desperdicios en cualquier tipo de terreno aunque se trate de su propio dormitorio, el etarra orgulloso de ser español se revuelve ágilmente y disparándole con el revólver bien metido dentro de la boca le revienta la cabeza. Cine con mensaje.
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