Illes balears

Barullo de progres frente a un cohesionado ladrillo

Introducción histórica a la idisioncrasia electoral baleárica

La situación política en las Islas Baleares, desde que el mundo es mundo, ha estado definida por las normas no escritas pero eternas de la política española. Al menos, en lo que a financiación se refería: los partidos políticos recibían el dinero para sufragar sus actividades en beneficio de la afortunada ciudadanía de las generosas y desinteresadas aportaciones de unos empresarios de la construcción que, sabedores de que lo mejor para la sociedad sería también lo mejor para ellos, trataban de poner de su parte toda la carne (en forma de maletines) en el asador.

Nada nuevo, como a ningún ciudadano de una democracia moderna se le escapa. La única diferencia es que, por las características de la isla y el tradicionalismo de sus habitantes, los hábitos de la mordida se centraban en la obra urbanizadora asociada a las infraestructuras turísticas. Todo fuera por el Medio Ambiente. Por ello cuando el eviterno (o eso parecía) Gabriel Cañellas tuvo un ramalazo de modernidad y trató de aplicar recetas peninsulares a la finaciación del Partido Popular el costalazo fue mayúsculo. Adentrándose en territorios desconocidos como era la construcción y posterior gestión del túnel de Sóller (obra pública y gestión de un servicio público impropio), el caso es que Cañellas sin duda puso su granito de arena para modernizar hábitos y ampliar las miras de la economía subterránea balear. Pero, injustas como son las sociedades cerradas, tradicionalistas y, sobre todo, apegadas formalmente a leyes y pauta moralistas rigurosas, tal avance acabó enterrando la carrera política del veterano dirigente. Una Sentencia del Tribunal Supremo que declaró probadas las fechorías del histórico político popular (aunque absolviéndolo por considerarlas prescritas, en lo que es una regla de oro de la judicatura española) convirtió al PP de las Islas Baleares en un partido estigmatizado y formalmente descabezado.

Y ocurrió el milagro. En 1999 las Islas Baleares, una comunidad autónoma gobernada de toda la vida de Dios por Alianza Popular primero y el Partido Popular después cayó como lo hizo Bizancio a finales del siglo XV. La cosa probablemente no da para que Zweig incluya el episodio en sus “momentos estelares” de la Historia de la humanidad, pero eso sólo es porque el pobre suizo es foraster y no habría sido capaz de comprender cómo de importante es la figura de María Antonia Munar. Porque fue gracias a ella que el barullo de progres compuesto por socialcomunistas y separatistas de peor ralea logró acceder al Govern. La hidra roja igualaba en escaños en el parlamento autonómico al centrismo de toda la vida y la llave de la gobernabilidad estaba en manos de esta indómita mujer que lideraba a los 3 diputados de Unió Mallorquina (y a esta organización política desde que el mundo es mundo). Además, téngase en cuenta lo que significó que el PP perdiera el poder en las islas tomando en consideración este dato: ni siquiera Galicia o Castilla y León había logrado lo que Baleares, esto es, ser un reducto centrista desde siempre.

Los mallorquines no se habían vuelto locos de repente. De hecho, UM es un partido más bien de derechas y tradicionalista, en la línea del PAR aragonés o de la verbenera UV de González Lizondo y sus paellas gigantes. Nadie habría podido imaginar que consumara la traición, pero así fue. Y es que, antes que nada, la Munar se convirtió en una abanderada de la revolución política y feminista en España, donde las ideologías no importan y el BNG puede acabar junto con CiU y el PNV pactando con el PP, al igual que el PSOE puede poner a un regionalista absurdo de Presidente de cantabria. Lo importante no es tanto la idiología o la lógica como mandar. Y más todavía en Mallorca, donde tanto ladrillo había por adoptar. Para Munar abanderar la revolución en materia de adopciones urbanísticas y sortear las tradiciones de toda la vida en materia de financiación era todo un reto. Y su valía sólo podía lucir de verdad tocando poder a sacvo. Algo que sólo el barullo de progres podía garantizar.

El golpe para el PP balear fue duro, pero aprendió la lección y empezó a recurrir a las tácticas propias de los nacionalismos periféricos. Mientras gobernaba el barullo de progres apareció con carta de naturaleza definitiva (porque tal documento lo otorga, así como la respetabilidad política y social, que la derecha seria de toda la vida se suba al carro de la verbena diferencial) el hecho específico balear y el victimismo nacionalista. El gobierno de Francesc Antich no sólo estaba enfilado y torpedeado por el Gobierno de Aznar, sino que padecía una pinza durísima entre la propia Munar, experta en mantener la cuerda siempre tensa (aunque, por supuesto, sin romperla si no media satisfacción en forma de cargos y poder como contrapartida) y las exigencias del PP regional, que exigía la ruptura con España, la independencia lingüística y, sobre todo, la reinstauración del culto al ladrillo. No tanto en la práctica, dado que nunca desapareció, sino en lo simbólico, con la abolición de las dos grandes medidad de gobierno del “barullo”: moratoria urbanística y ecotasa.

Desde la península suena a risa que nadie pueda tachar de ecologista a un Presidente de la Comunidad Autónoma de las Islas Baleares. Pero, a efectos internos, la cosa funcionó cosa mala y la crisis turística mundial que empezó a partir del 11 de septiembre de 2001 fue interpretada de manera clamorosa por el pueblo mallorquín como la consecuencia a nivel planetario del hecho de que cada turista que aterrizaba en Baleares tuviera que pagar un euro adicional por noche pernoctada. Y la gente que había gobernado la isla recuperó lo que les era debido en 2003 sin ni siquiera tener que recurrir a “recomprar” a la Munar, en lo que fue un éxito electoral que es difícil sobrevalorar. La mayoría absoluta lograda por Jaume Matas, ungido para la misión de reconquista por el legendario dedazo de José María Aznar, acabó de convencer al Jefe de Gobierno Más Macho que nunca ha tenido España desde Baldomero Esparteto (sí, Caudillo, jódete) de que cada persona en la que él depositaba su mirada adquiría por ese mero hecho las condiciones míticas que adornan a él mismo, y así pasó lo que pasó en España en 2004.

La situación en 2007

La llegada de Matas al Govern balear acabó radicalmente con la ecotasa, con la moratoria, con la crisis de la economía de las islas y, demostrando hasta dónde llegaba su larga mano, con los problemas del sector turístico y de las líneas aéreas en todo el planeta.

La obra de Matas al frente del ejecutivo, por si eso fuera poco, ha estado acompañada de los “toques” que en principio permiten a cualquier político español mantenerse al mando de una región en España: un cuarto de victimismo con las inevitables quejas de marginación dirigidas al Ejecutivo (si se tiene la potra de que sea coyunturalmente del adversario), otro de obras faraónicas, otro de construcción del hecho diferencial y, por último, enterrar pasta como un poseso en la creación de una televisión autonómica. Así, mientras el catalán comenzaba la sustitución por el mallorquín que tan buenos resulatados ha dado en Valencia, Matas se montaba IB3, una tele llamada a emular la función comunicativamente premoderna que realizan Telemadrid o Canal Sur. Por si acaso, también se dejaba configurado de manera respetuosa con la lógica española (darle todas las licencias a los grupos afines, preferiblemente si tienen relación con los emporios mediáticos madrileños) el mapa audivisual en lo que se refiere a los medios privados.

Con estos mimbres, nadie podría sospechar que Matas fuera a tener el más mínimo problema en su reelección. En contra de lo que sostenía El País en su análisis de la cuestión, Baleares no es un ejemplo de comunidad autónoma donde PP y PSOE “se han turnado históricamente la responsabilidad de gobierno”. Lo cual algo querrá decir sobre la manera en que, caso de que haya “problemillas” entre distintas escuelas teológicas en el conservadurismo balear, se dirimen los conflictos: este ladrillo para ti, este otro para mí y todos contentos.

Sin embargo, corren nuevos tiempos en España. Empezábamos este artículo haciendo referencia a que en Baleares siempre habían funcionado de manera plácida los canales habituales de reparto y financiación de la vida política. Pues bien, Matas tiene la mala suerte de que:

– la aceleración del desarrollo económico y de la predación urbanística ha hecho más visible de lo deseable hasta qué punto estos fenómenos se producen al margen del respeto al interés público,

– el “barullo de progres” perdió porque su imagen pública fue de “panda de imbéciles que por rollos estúpidos de ecologistas de mierda nos están jodiendo el desarrollo de la isla”.

El PSOE, hábilmente, conserva al derrotado Antich como candidato, dado que justo lo que le hizo perder y que hace apenas cuatro años se veía como un lastre (que no era capaz de sacar lustre al ladrillo) será visto ahora, con la que está cayendo, como un cierto aval. Habrá quien incluso pueda pensar que el tipo, dado que la propaganda popular lo vendió (con éxito) como un pobre inepto de pueblo incapaz de saber hacer “negoci”, es justo lo que necesita una sociedad que empieza a estar crecientemente harta de los especialistas en ese noble arte.

Añadan a todo ello que el Gobierno de Matas está más o menos salpicado de escándalos urbanísticos y que, además, el PSOE balear ya se ha ocupado de fustigarse públicamente todo lo que ha podido con lo de la ecotasa, que promete no volver ni a nombrarla. Es decir, que envía un mensaje a los mallorquines que viene a ser algo así como “tranquilos, que todos seguiremos con nuestros negocios, pero con algo de mesura y cuidando las formas”. ¿Será suficiente para hacer frente a la potente afirmación del hecho diferencial mallorquín creada por Matas?

Y, muy especialmente, la duda que tiene a todos en tensión no es tanto si Matas tiene mayoría absoluta o no, como tampoco es si la logrará el barullo de progres o no. Dado que ambas victorias absolutas son improbables, lo que todo el mundo considera clave y tiene en vilo al personal es qué pedirán Munar y su Unió Mallorquina, cómo de exigentes serán y quién estará más dispuesto a dejarles pastorear a gusto.parties and celebrationsportuguese language translation to english


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