Jesus Camp: “Ni todos los conventos de Colorado valen la vida de un republicano”
“¡Yo me cago en Dios!”
Tony Soprano, al enterarse de que el entrenador del equipo de fútbol de su hija se estaba beneficiando a la volante interior diestra.
El mundo aguarda paciente el documental de Kusturica sobre Maradona, cuya banda sonora será obra del lamentable Manu Chao y, para colmo de las desgracias, dará una visión “idealista” sobre Dios, es decir, lo mostrará como una víctima al pobrecito. Ya lo decían en Chinatown, las putas y los edificios viejos se convierten en honorables si duran lo suficiente. Hemos pasado de hacer mofa y vejar la vida de este hombre para ahora hacer acto de contrición y echar la culpa a la sociedad, a nosotros, de sus males. Cuando estaba en el Boca con el pelo teñido es cuando hacían falta los aduladores, no ahora que la memoria balompédica colectiva, que es inteligente, mucho más por lo menos que la memoria histórica colectiva, empieza a recordarle únicamente por su genialidad. Mientras tanto, a la espera de ver esta obra teológica, es ya un hecho que los documentales y las series de televisión están desplazando al cine de los hitos audiovisuales de cada año. A los, independientemente de su contenido, retorcidos documentales de carácter político que pretenden ser mu serios y mu rigurosos de investigaciones mu profundas, pero los muy cabrones no prescinden de escenas lacrimógenas y chantajes emocionales -sí, Michael, te estoy hablando a ti- o al El Show de Al Gore, donde el caballero, haciéndose el chistoso, explica a los estadounidenses qué les va a pasar por no haberle votado -el fin de la vida en la Tierra ni más ni menos-, hay que añadir otros tantos con una vocación periodística más auténtica.
Títulos como “La Pesadilla de Darwin” nos han mostrado la mierda pura de una forma tan aséptica que tragarse el documental, que tampoco era breve el cabrón, suponía una experiencia atroz. Hay quien dice que se trata de autoflagelación occidental, será porque se sienten culpables. En cambio, en contraposición, “Super Size Me”, mostró esmegma a tope con un sentido del humor negro como el tizón, aunque haya a quien le parece refrescante y juvenil. Otros, sin embargo, como “Murderball”, son profundamente humanos y atrevidos, pues muestra tal cual a un equipo de rugby paralímpico de parapléjicos, con sus virtudes y sus miserias. Habría que ver si nosotros, que somos mu listos, mucho más que los yankis, seríamos capaces de albergar un proyecto así sin ponerlo a parir con profusión por nuestra rancia moral: Axioma, el parapléjico tiene que dar pena, punto pelota.
En España, la Guerra Civil, como dice Arcadi, supone el principal motor de nuestra industria cinematográfica. También lo es de la producción de documentales. “Rejas en la memoria”, por ejemplo, es otra obra a tener en cuenta, aunque desgraciadamente es inocua. Y más ahora, que España se entrega de cabeza al “nosotros y ellos”-“los unos y los otros”, etcétera. Pero el nuestro no es un caso extraordinario, los norteamericanos, precisamente, hacen lo mismo: tirar de sus miserias como país para vender reportajes por un tubo. La lista es infinita. El más impactante que ha visto este redactor en su vida quizá sea “Capturing the Friedmans”. Se puede degustar una y otra vez deteniéndose en cada detalle o encontrando otros nuevos. Si hubiese sido ficción, sería una película perruna, tipo “Happiness”; al ser realidad, pura y dura, sin la mano del periodista -son videos caseros tomados por la familia- el resultado es el despelote total. Cuando al final vemos al hijo trabajar de payaso, se nota, se siente, el Niño Jesús está llorando a moco tendido. Aunque para videos caseros, los del documental “Grizzly Man”, donde un pobre desgraciado tiene la suerte, oportunismo de Pulintzer, de filmar cómo se le come un oso.
Parecía difícil superar a los Friedmans, pero si no se ha conseguido, al menos se le ha acercado bastante “Jesus Camp”, otra miseria social americana envasada al vacío para nuestros sutiles paladares. Esta vez se trata de los cristianos evangélicos. A través de de tres niños conocemos lo que se cuece en una congregación dirigida por la pastora Becky Fischer, una damisela bastante chunga e inquietante.
Más malos que la A.B.U.E.L.A.
Independientemente de las torturas a las que someten los pastores a su rebaño, en las que entraremos después, resulta llamativa cierta intención del documental de meternos canguelo por intravenosa. No sólo se nos muestra a estos niños obligados a postrarse ante un Bush Jr. de cartón, sino que se insiste en que el presidente de la Asociación Nacional Evangélica, Ted Haggard, un faccioso del copón, habla todos los lunes con el presidente y sus asesores. A ello hay que sumarle las escenas en las que estos seres rezan y colaboran en lo posible para que el juez Samuel Alito, que entonces optaba a un puesto como magistrado de la Corte Suprema, alcance el cargo. De forma un tanto velada, el documental pretende transmitir que toda esta panda del moco, además de estar enajenados y trastornar a sus hijos, por lo que aboga, lo que persigue y para lo que trabaja, es para alcanzar el poder total y desde ahí trastornar a los tuyos también. De modo que el espectador europeo se caga con todo su intestino una vez más en el puñetero pueblo de Francia, que por un quítame allá esas pajas, no votó la Constitución Europea, retrasando así la formación de un Ejército Europeo que, en defensa del laicismo, deje los EE.UU. como la palma de la mano, acción bélica contra unas poderosas fuerzas armadas tales que, como no pongamos de comandante en jefe a Dienteputo, se me antoja complicado aniquilar a tanto sudamericano hambriento.
Pero por el momento que no cunda el pánico. El tal Ted Haggard ha sido condenado recientemente por estar metido en una red de prostitución homosexual ¡Malditos clichés! ¿no podría ser una de tráfico de uranio? Efectivamente, como suele suceder, lo mismo que abría la boca para criticar a los homosexuales, la abría también para tragarse, si eso, un poquillo de lefa. Por su parte, el juez Samuel Alito a lo que se dedica es a fallar en contra de los inmigrantes y perseguir el aborto como buenamente puede. Por lo que si finalmente las elecciones las gana Hillary o el candidato de Barbate, Barak Obama, habrá que esperar para desencadenar una acción humanitaria sobre Norteamérica.
En cualquier caso y aunque podamos respirar un poco tranquilos, el documental hiela la sangre. Jesus Camp es una especie de centro educativo al que los críos acuden tres o cuatro veces al año. Allí se les inculca que hay una guerra y que ellos han de tomar parte en el bando de Dios. No obstante, es la propia pastora Fischer la que manifiesta envidiar a todos esos críos musulmanes que empuñarían alegremente un AK-47 para morir por Dios: “Quiero ver que entreguen sus vidas al evangelio de forma tan radical como sucede en Palestina, Pakistán y todos esos lugares”. En varias coreografías, los mozos aparecen vestidos de militar con todos los complementos, hasta la cara pintada en plan coronel Walter E. Kurtz. Sinceramente, la parte más animal del cerebro de este narrador, esa fuente de pensamientos contraindicada, pero imprescindible, al presenciar todo esto en su conjunto, empezó a realizar los cálculos mentales de cuántos trenes, alambre de espino y Zyklon-B se necesitaría para poner fin a este problema con un método cuya eficacia avalaría el Tribunal Supremo de España con un fuerte aplauso.
Pero como no se puede aplicar una Solución Final, habrá que pensar cómo ayudar a todos esos nenes, porque, de verdad, la sensación que produce ver esto es desasosegante. De entrada, se trata de familias que no llevan a sus hijos a colegios de ningún tipo. Les enseñan ellos en casa a base de deuvedés de chufla donde se ridiculiza el Big Bang y la Teoría de la Evolución de Darwin en defensa del Creacionismo. El adoctrinamiento político es intenso también. Y llama la atención su sinrazón. Precisamente, en un perfil de esquizofrénico que si por la calle intuye que una paloma costrosa le está mirando es porque el Espíritu Santo está en ella haciéndole carantoñas, resulta difícil de creer que del calentamiento global constatado ya por todos los científicos de todas partes estos fanáticos no extraigan ninguna lectura de carácter religioso. Pues nada. Y es más, vemos cómo la madre adiestra al niño con severo ademán para que le quede claro que no pasa nada, que el calentamiento es irrelevante.
Otro que sale mal parado es el bueno de Harry Potter, al que se tilda de hechicero narcosatánico y ya casi poco menos que catalán. Ahí, cuando ves a la vacaburra de la Fisher congestionada con algo que parece el miembro enhiesto de Claudio Makelele palpitándole en el cuello y que luego se ve, ya más claramente, que es la yugular, echando sapos y culebras contra el joven mago británico, te ríes. Porque es esperpéntico. Pero el siguiente bandazo que da la cámara es a los críos. Y no te ríes. Te cagas. Te espantas. Ojos como platos, boquitas cerradas. Y se trata solamente del inicio de la liturgia. Mediante éste y otro tipo de sugestiones, como romper a martillazos unas cerámicas en las que graciosamente se puede leer “Enemigos del Gobierno”, se llega al éxtasis total cuando, a esas pobres criaturas, defenestradas, hundidas en lo más profundo de su autoestima, a las que les han hecho ver que son el lumpen, que podrían querer mucho más a Cristo, se les enchufa en el tocata la sintonía de “Al primer toque”, el programa de Iñaki Cano en Onda Cero, y se les anuncia que, arrepentidos, Dios al final ha decidido salvarles, Jesús está con ellos aunque no está seguro en el fondo de si se lo merecen o no. Entonces la mocería rompe a llorar desencajada, se caen al suelo, tiemblan… la hostia. Una auténtica tortura del doctor Mengele.
Las astracanadas que luego van soltando progresivamente los tres niños protagonistas es mejor descubrirlas por uno mismo. Una, por ejemplo, está preocupada porque le gusta mucho bailar, pero a veces duda de si baila para Cristo o porque le gusta a ella, crisis existencial a lo Bergman. Luego hay otro que, mullet al viento -y mullet, mullet: mullet de Carolina del Sur- hace sus pinitos como predicador de doce años. Por cierto, la ilusión de su vida era conocer en persona a Ted Haggard, al cual saluda en la última parte del documental; u omite el autor las escenas en las que el joven es invitado, de postre, a chupar polos de carne, o tuvo suerte y se salvó de “la mala educación”. Por ahora no lo sabemos. Finalmente, tenemos a una pobre criatura cuya cara de pánfila hace exclamar a los espectadores al unísono: ¡está ida! Y efectivamente, lo está. Sus gestos, sus movimientos, su forma de vocalizar. Vaya, que tiene visos de coger a su bebé dentro de unos años, cuando se case y tal, e impregnarlo en gasolina, prenderle fuego y arrojarlo flamígero por la ventana “porque se lo han dicho las voces”. Y es que es así como se desenvuelve la pobre. Dios le habla y ella actúa. Por lo menos, en una de estas, Dios le manda molestar a una Barbie de generosas mamas en una bolera y, aunque sólo sea por ese choque de titanes entre una niñita cristianodemente y la más pura expresión del hedonismo americano, que vaya cara pone la pobre, oiga, no hay excusa para perderse Jesus Camp, un hermoso retrato de un trocillo más de la inabarcable trastienda sociocultural estadounidense (trocillo de sesenta millones de personas). No se dejen engañar: Estado Uno y Escuela Obligatoria Universal Pública y Gratuita. O, en su defecto, mili de los ocho a los dieciocho. Lo que sea con tal de salvar a muchos críos de ciertos padres. Y esta es la visión que tiene de todo esto un borracho de vida ociosa e ideas peligrosas. Si precisa Usted el punto de vista contrario, que todo es maravilloso y da gloria ver a esos niños, que no están como putas maracas, que eso se llama Virtud, pues aquí lo tiene.
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Comentario de cinefilia (30/01/2007 13:55):
o_0
¿Y no está nominado a los Oscars?
Comentario de Camarada Bakunin (30/01/2007 14:11):
¡Coño, me has picado la curiosidad…! Bueno, me pasa lo mismo que con las películas de terror: asco y atracción a partes iguales.
Comentario de alvaro (30/01/2007 14:57):
Hombre, cinefílico, cuánto tiempo. Sí está nominada.
Comentario de Clapaucio (31/01/2007 00:17):
Coña marinera son los anuncios de Google Ads que te salen a la izquierda atraídos como moscas por el titular “Jesus Camp”. Así no te tienes que currar la bibliografía.
Comentario de paco (31/01/2007 01:16):
Hostias no he visto el documental pero el enlace que pones al final da mucho canguelo.
Comentario de salaca (31/01/2007 13:56):
Creo que merece mención aparte la corriente que se denomina “heavy cristiano”. Ya sé que está metido con calzador en este hilo, pero creo que estaría dentro de este mismo cajón desastre católico fanático que tienen montado en USA.
Saludos,
PD: No me imagino a Sepultura rezando ni “adorando” a Bush. jajaja
Comentario de guimusa (01/02/2007 12:07):
Es impresionante el documental, las escenas de histeria infantil colectiva inducida por adultos son repugnantes y sobrecogedoras.
Ha habido sectas religiosas desmanteladas por la policía por hechos de menor gravedad de los que pueden verse y sobre todo de los que pueden intuirse.
Comentario de Bocat (01/02/2007 12:53):
En el enlace de forumlibertias (el último), los pies de foto son obra de Diógenes Pajaskristos (el de Me Tenéis Contento). Fijo que colabora con ellos.
Comentario de Rocamadour (03/02/2007 16:59):
Pues alégrense. Está en la cosa esa de la mula…
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Comentario de sacky (04/02/2007 00:02):
Acabo de ver el documental y si,da muy mal rollo,esta gente es un peligro,lo peor es que ya estan ocupando altos cargos.Es para meterlos en una carcel(pero con psiquiatras) a todos,por hacer eso con los niños.
Comentario de MeFuMo (13/02/2007 18:26):
Puessss a mi me parece q si, q estan colgados, lo q se quiera, pero el reportaje esta claramente barriendo para una parte, me recuerda un poco a aquello de Farenheit 9/11, q era un puro, digno y pristino ejemplo de independiencia periodistica y luego de independiente tenia lo q Le Pen de lagarterana… una practica q se podria denominar deporte nacional por unos y por otros… porca miseria de mundo vivimos…
Comentario de quilosa (18/02/2007 13:30):
¿Es que aquí ya no escribe nadie?
Ya sé que no se puede exigir nada que sea gratis, pero ya está bien de tocarse los cojones ;-P
Un saludito.