Mortadelo

No te jiba, el andoba

El fenómeno de Mortadelo lleva ya más de 40 años rondando lo que algunos llamarían nuestro “imaginario colectivo”. Auténtico icono cultural español, la aportación más importante de un autor de nuestro país al cómic, y, en definitiva, referente de infancia de ya varias generaciones, Mortadelo va apareciendo y desapareciendo en los medios de comunicación, sin dejar de ser el protagonista de numerosos tebeos (se publican unos cuatro álbumes nuevos al año). Canciones, series de animación y, ahora, la película de Javier Fesser “La gran aventura de Mortadelo y Filemón”, nos recuerdan de manera periódica que Mortadelo sigue ahí, que se resiste a convertirse en un grato recuerdo del pasado, como sí le está ocurriendo, por ejemplo, a Astérix, abandonado y descuidado gravemente por su creador, Albert Uderzo.

Los orígenes y las fuentes

Francisco Ibáñez ya no necesita presentación. Este catalán que dibuja a ritmo estajanovista nacido en 1936 y que ingresó muy joven como ilustrador en la editorial Bruguera es el padre y la madre de Mortadelo y Filemón. Ibáñez ha creado, además, con los años un universo de personajes, de antihéroes, casi más extenso que todo el universo Marvel. Ibáñez no es McFarlane (ni falta que le hace), pero él solito ha desarrollado una galería de personajillos claramente definidos y caracterizados.

Obligado a los fuertes ritmos de producción que imponía el trabajo editorial en la España del franquismo, en que los autores y cronistas debían justificar sus sueldos con unas jornadas tan largas como productivas, Ibáñez adquirió así unas pautas laborales que aún hoy mantiene, trabajando muchas horas diarias para sacar sus páginas cargadas de ingenio. En los años 50 Ibáñez empieza a trabajar en Bruguera y desde un primer momento inicia su ingente labor de creación de cantidad de personajes, cada uno de ellos con su serie propia: “Ande y ríase usté con El Arca de Noé”, “El botones Sacarino”, “El doctor Esparadrapo y su ayudante Gazapo”, “Pepe Gotera y Otilio, chapuzas a domicilio”, “Doña Pura y Doña Pera, vecinas de la escalera”, “Tete Cohete”, “La familia Trapisonda, un grupito que es la monda”, “Godofredo y Pascualino, viven del deporte fino”, en definitiva, un largísimo etcétera que concluye en los años 80 con la creación de “7 Rebolling Street” y “Chicha, Tato y Clodoveo, de profesión sin empleo”, y que se resume con sus creaciones más recordadas y queridas incluso por su propio autor: “13 Rue del Percebe”, “Rompetechos” y, cómo no, “Motadelo y Filemón, agencia de información”.

Mortadelo y Filemón aparecen por primera vez el 20 de enero de 1958 en el número 1.394 de la revista de tebeos “Pulgarcito”. Mortadelo y Filemón son dos detectives privados que trabajan como autónomos, incapaces de resolver satisfactoriamente ningún caso que se les presenta. Mortadelo se caracteriza por sus disfraces, que guarda en una chistera que desaparecerá como atrezzo del personaje en los próximos años. Filemón viste con chaqueta, sombrero de sabueso y fuma pipa. El nacimiento de ambos se entiende por el éxito en los años 50 de la narrativa detectivesca anglosajona y, especialmente, por las series radiofónicas (como el del detective “Taxi Key”, la serie creada por Luis G. de Blain que se convirtió en un auténtico fenómeno en los últimos 40 y en los 50 en España) y las películas de Hollywood que popularizaron, también en esos años, a Sherlock Holmes, encarnado por Basil Rathbone. Si en todas las historias de detectives la resolución de los misterios planteados se resolvían siempre de manera impecable y manifestaba un mundo maniqueo en que quedaba muy claro quiénes eran los malos y quiénes eran los buenos (no es casual que este tipo de historias triunfaran en la España franquista), Ibáñez da la vuelta a la tortilla con una parodia en que unos investigadores ineptos no dan pie con bola y en que el único maniqueísmo que aparece es la distinción entre idiotas (Mortadelo y Filemón) y no idiotas (el resto).

El humor de Mortadelo se basará ya en un primer momento en los dobles sentidos y los equívocos, con lo que Ibáñez recoge toda la tradición del mejor humorismo español de los años 20 y 30 (Gómez de la Serna, Jardiel Poncela, Miguel Mihura), la mayoría de los cuales serán rescatados, en pleno franquismo, por la revista “La Codorniz”. Como muestra de este humor, basta con ver “Atraco a las 3”, la película de Forqué de los años 60, cuyo guión parece escrito por el mismo Ibáñez.

Evolución

Con el paso de los años, el éxito de la serie anima a Ibáñez a centrarse casi por completo en las historias de Mortadelo, de tal manera que los hace evolucionar para que vivan acorde con los tiempos. Así, en 1969, cuando las historias a lo Sherlock Holmes han cedido el testigo del éxito a James Bond, Mortadelo y Filemón fichan por la T.I.A. (los “Técnicos de Investigación Aeroterráquea”, clarísima alusión a la CIA) y las historias se hacen más largas y complejas. A la par que James Bond, Mortadelo y Filemón se enfrentan a los avances tecnológicos, o, más bien, a los desmadres de los inventos de un científico, el profesor Bacterio, al que todo le sale al revés. La parodia de las secretarias exuberantes de los espías de la Guerra Fría se encuentra en Ofelia, la oronda e inoportuna empleada de la TIA que está enamorada de Mortadelo. Y el destinatario último de los golpes que llegan por los enredos de Mortadelo no lo será ya en exclusiva Filemón, sino el nuevo jefe, el superintendente Vicente, un tipo egoísta que ejerce su cargo con autoritarismo, que paga sueldos irrisorios y que siempre quiere a Mortadelo y a Filemón como cumplidores de sus más ridículos caprichos. No faltarán tampoco los “crossovers” (tan populares en los cómics de superhéroes americanos) con otras series, especialmente con Sacarino, Rompetechos y, en alguna ocasión, con Tete Cohete, que se convertirán en personajes centrales en varias historias de Mortadelo.

Esta evolución y madurez en los personajes necesitará de un formato más extenso que el de las historias autoconclusivas de una página: así, Bruguera e Ibáñez imponen un modelo de 44 páginas para desarrollar una historia larga, que se divide en capítulos o secuencias de 4 páginas. Las historias cuentan con una introducción que presenta el tema de la narración, para pasar al planteamiento del caso por parte del Súper a Mortadelo y Filemón, que van intentando resolver pequeñas parcelas del misterio hasta acabar, al final de la historia, como si de una película de los Hermanos Marx se tratara, con el paroxismo del desastre total. Este esquema se mantendrá de un modo fijo, con pequeñas variaciones, hasta nuestros días. Y será el esquema en el que Mortadelo cimentará su prestigio y éxito como serie de humor paródico: ahí están historias como “El sulfato atómico”, “La caja de los diez cerrojos”, “Chapeau el esmirriau”, “El otro yo del profesor Bacterio”, “Los inventos del profesor Bacterio”, “Concurso Oposición”, “Los gamberros”, “El circo”, “Billy el horrendo” o “Cacao espacial”, la última historia larga publicada en Bruguera, antes del cierre de la editorial a finales de los 80. Sin olvidar la serie de Mundiales de Fútbol y Olimpiadas a las que acudirá con puntualidad Mortadelo, una idea que catapulta a la serie al extranjero, especialmente a Alemania, donde Mortadelo y Filemón (Clever & Smart) se harán muy populares.

Caracterización de Mortadelo

A pesar del microcosmos desarrollado por Ibáñez en la saga, no conviene perder la perspectiva de que Mortadelo y Filemón son los personajes centrales en torno a los cuales gira siempre el grueso de la historia. Y que, además, Mortadelo se ha convertido en el referente histórico no sólo de la saga, sino de un cierto tipo de cómic español. Ni creaciones de nuestro tebeo más serio y popular como “Torpedo 1936” han conseguido, ni de lejos, la proyección internacional lograda por Mortadelo.

Para la progresiva caracterización del personaje, Ibáñez no escatima ninguna fuente, incluido el cine cómico mudo y los dibujos de la Warner Bros. Los personajes de Ibáñez viven en un mundo en que los golpes y los tortazos están la orden del día. Los más pequeños disfrutan con los chichones de Mortadelo y Filemón tras caerse desde una azotea, o tras ser aplastados por un piano de cola que pendía de un edificio. Los golpes forman una de las bases del humor de Mortadelo, y cuanto mayor es la debilidad de un personaje, más golpes recibe por parte de su entorno (pisotones, mordeduras, puñetazos). Así, a Ibáñez le gusta cebarse con oficinistas y funcionarios enclenques, que suelen aparecer por la TIA sólo para recibir toda suerte de trompazos.

A este respecto, es necesario considerar la habilidad del disfraz para el personaje de Mortadelo. Un humor basado en los golpes, en los malentendidos y en la confusión, encaja perfectamente en un modelo en que el personaje principal (Mortadelo) tiene la aptitud para pasar desapercibido o disimular su culpa en un embrollo. Mortadelo siempre se escapa del castigo en detrimento de Filemón, cuya falta absoluta de cualidades le convierte en diana de todos los problemas. El disfraz de Mortadelo no es más que un recurso narrativo perfecto para articular el humor de la serie.

Juntamente con este humor basado en la provocación de nuestros instintos más infantiles y primitivos, llama también la atención el tratamiento maduro de la vida privada de Mortadelo y Filemón. Ambos son solteros y, a pesar de gustarles mucho las mujeres, huyen de una vida que no sea su condición de soltería. Las suegras de Ibáñez representan lo más agrio de la vida marital de la que escapan Mortadelo y Filemón. Grandes jugadores de póquer y billar (se pasan mucho tiempo en el bar), aficionados a la bebida (en especial Filemón), envidiosos de sus compañeros, tramposos y vengativos, la cara de Mortadelo y Filemón sobre la que menos se ha reflexionado aleja al tebeo de una lectura reducida sólo a los niños y ayuda a explicar la vigencia del tebeo y su éxito entre un público tan amplio..

Valoración

Mortadelo supone, además, una profunda lección sobre lo que se ha venido en llamar “narratividad gráfica”. La composición de Ibáñez, la ruptura de la línea clásica de composición de viñetas y bocadillos, el dominio de las expresiones de los personajes y el empleo de originales grafismos a modo de insultos, son algunas de las muestras del dominio que ha conseguido Ibáñez de su medio de expresión. Sin olvidar la aportación que supone la inclusión de historias paralelas a las de los protagonistas que a veces confluyen en el desarrollo global de la trama.

Hay quien ve, sin embargo, un cierto cansancio en la saga, después de más de 40 años en la brecha, como le acaba por suceder a muchos cómics de humor (como las tiras de Garfield o Mafalda), y sí es cierto que en el Mortadelo de los últimos años se acusa una cierta repetición de situaciones y bromas que acaban por hacerse previsibles. En el otro lado de la balanza, creemos que habría que considerar el compromiso de Ibáñez con la actualidad, ya que en sus últimos trabajos ha convertido la serie en un reflejo de nuestro entorno, con críticas a temas tan variados como el movimiento pacifista u Operación Triunfo. En definitiva, la aportación de Mortadelo al cómic es tan importante, que son muchos los aspectos que merecerían un estudio detallado. Si Ibáñez fuera belga o francés a lo mejor ya tendríamos en el mercado una edición de lujo de Mortadelo, por orden cronológico, en tapa dura y con la rotulación original. Como debería ser.проверка сайта на вирусыwedding ceremony nyc


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