Torremolinos 73
El semen franquista
A pesar de haber triunfado en un festival de dudoso (aunque creciente, eso sí) interés como el Festival de Cine de Málaga, a pesar de que la protagonista es Candela Peña emulando a una actriz porno española, y a pesar de compartir cartel con películas como “Los novios búlgaros”, a pesar de los pesares, “Torremolinos 73” no es sólo una película que mantiene el tipo, sino que supone, dicho cursimente, una bocanada de aire fresco en el putrefacto panorama de estrenos del cine español.
Pero no sorprende si comprobamos que Pablo Berger, el director que debuta con este film, es un bilbaíno que trabaja como docente de cine en Estados Unidos y que llevaba cinco años preparando la cinta. Es decir, que se trata de una persona no contaminada de los saraos, panfletos y cuchufletas de una pseudo-industria que ni es solvente ni apenas promueve valores artísticos (honrosas excepciones hay, por supuesto).
Porque, para entendernos, comentamos el argumento de la película: Javier Cámara interpreta a un vendedor de enciclopedias en la España de los años 70 (su personaje se llama Alfredo López, en alusión a los arquetipos de nuestro cine en aquella época, Alfredo Landa y José Luis López Vázquez), casado con una peluquera (Carmen, interpretada por Candela Peña), que se ven obligados a filmar películas porno en súper 8 para mantener su empleo. La nueva dedicación se convierte en una actividad muy lucrativa que les permite comprar un televisor en color, un nuevo coche, abrigos, y, cómo no, dejar de ir a misa. Además, Carmen se convierte en una estrella del porno en los países escandinavos. Pero la obsesión de Carmen es tener un hijo y como su marido es impotente, acepta realizar una escena porno con un fornido danés que acabará por fecundarla.
La película tiene muy mala leche, y unos toques de humor muy saludables: Alfredo López toma como modelo a Bergman, Alfredo y Carmen cada vez practican posturas más arriesgadas en sus películas, en definitiva, toques que profundizan en el agudo contraste provocado por la actividad de los protagonistas con el trasfondo social del tardofranquismo mojigato y beato. Pablo Berger huye de la tentación de crear una historia dramática en que los personajes se vieran subyugados por la dependencia del sexo (como harían Oshima o Fassbinder, por ejemplo), y muestra una comedia que habla de la esterilidad de una época en decadencia. Como en las películas de Ford en que los combatientes confederados sobreviven en un entorno hostil, en un país en cambio, los personajes de “Torremolinos 73” anticipan con sus películas sexuales la llegada de una nueva era que sustituya la esterilidad del régimen franquista. En este sentido, el semen estéril de Alfredo podría verse como una curiosa traslación de la improductividad del sistema, que aguarda un contexto integrado en un entorno europeo (de hecho, el semen foráneo se ve totalmente fértil, dado que con un simple revolcón consigue engendrar a esa Carmen de España).
Y todo esto sin dramatismos, sin una María Barranco gritando en cada escena, sin alardes técnicos, con una planificación muy calculada, sin recurso al panfletarismo antifranquista, sin diálogos reiterativos, en un guión muy bien hilvanado y en que se muestran los conflictos de los personajes recurriendo a sus silencios y miradas: a ello contribuyen los soberbios Javier Cámara y Candela Peña. Que cunda el ejemplo.
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