Minority Report
De Kubrick a Dick
Controversia en torno a Spielberg. Desde aquí sostenemos, lo decimos ya, que se trata de uno de los directores más estimulantes de Hollywood de los últimos años. Es capaz de hacer lo que le dé la gana: cuando quiere atraer al público, crea productos tan perfectos como “Parque Jurásico” o “Tiburón”; cuando se quiere ganar a la crítica, se pone en plan reivindicativo de la memoria colectiva y filma películas con una técnica narrativa única (“La lista de Schindler”); cuando revisa el cine de aventuras clásico, lo hace con toda la saga de Indiana Jones, superando, en muchos aspectos, a los referentes originales. Y, ahora, cuando quiere tocar la ciencia ficción, lo hace abordando los temas claves del género, temas como la identidad del individuo o los sistemas de control del Estado, así como el uso de las nuevas tecnologías o la libertad individual. Si en “Inteligencia artificial”, Spielberg se perdía un poco por culpa del respeto hacia los desmanes de Kubrick, en “Minority report” encuentra la horma de su zapato al dar con uno de los escasos autores del género que plantean en cada una de sus páginas cuestiones fundamentales que explican el origen de la ciencia ficción como género literario: Philip K. Dick.
Poseedor de una imaginación extraordinaria, que destruyó con el tiempo con su adicción a las drogas, Dick es el responsable literario de novelas imprescindibles como “Ubik” o “Tiempo de Marte”, y de relatos como “Lo recordaremos por Vd. al por mayor” (que sirvió de base al film “Desafío total”). Sin olvidar, por supuesto, su excelente novela “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”, que Ridley Scott ya se encargó de destrozar cuando realizó “Blade runner”. En todas sus ficciones, Dick pone su atención en personas corrientes, ciudadanos de a pie, con problemas para llegar a fin de mes, con una situación personal inestable, con dificultades, en definitiva, en su trabajo y en su vida social y personal. La vida de estos seres transcurre en una sociedad del futuro en que los avances tecnológicos han comportado una pérdida de las libertades individuales, en detrimento de un rígido control por parte de empresas privadas que gestionan, a modo de Estado, las relaciones sociales. Los seres de Dick viven infelices en un mundo en que la división entre realidad y ficción no está muy definida, porque esta indefinición favorece el control de la colectividad. Así, por poner un ejemplo, el protagonista de “Ubik” se cuestiona en todo momento su propia identidad, ya que le es imposible discernir si sus vivencias forman parte de la realidad o de un mundo paralelo manipulado por los intereses del poder.
El universo oscuro de Dick encuentra una de sus manifestaciones más claras del terror cotidiano en “Minority report”, un relato en el que se plantea qué ocurriría en una sociedad en que desaparece el principio de presunta inocencia. La historia nos sitúa en un futuro en que la empresa Precrimen tiene la capacidad de visionar los crímenes que se van a cometer en el futuro, para así detener a los futuros delincuentes. “La comisión del delito mismo es pura metafísica”, dice Dick en una frase que Spielberg traslada a la pantalla. Y la socarronería del autor se acentúa cuando proclama: “Ellos, por su parte, siempre alegan que son inocentes. Y en cierto sentido lo son”. Así, cualquier individuo es un potencial sospechoso, y susceptible de ser penado sin haber cometido ningún delito. Un sistema que muestra sus fallos cuando se dan a conocer los “informes de la minoría”, es decir, las opiniones divergentes de uno de los tres individuos (los “precogs”, seres habituales del universo de Dick) que tienen la tarea de visionar los crímenes del futuro.
Un material literario de tal magnitud da origen a un film único, a una sugestiva película que nos hace plantear las ventajas de algunos posibles avances sociales. Es, además, inteligente Spielberg al añadir elementos que acentúan la sensación de la pérdida de derechos individuales en esa sociedad del futuro: así, por ejemplo, las arañas que se inmiscuyen en las viviendas para proceder a tareas de identificación, o los paneles publicitarios que identifican también a la persona que los mira suponen una muestra clara de “progresos” de dudosa moralidad. Y resulta muy significativa la metáfora de Spielberg de los individuos que pueden someterse a cirugía de ojos para cambiárselos: las personas de la sociedad ideada por Dick no tienen una mirada fija, y se la cambian a su antojo según las circunstancias.
Mucho más sugestiva que “Inteligencia artificial”, con un Tom Cruise que vuelve por sus mejores fueros y que deja de lado su sonrisa falsa de memo que empezó a practicar en “Misión imposible 2”, y con un ritmo trepidante, “Minority report” constituye una de las películas más esperadas, y una de las más gratas sorpresas de la temporada. Además, siempre es una buena noticia que un director como Steven Spielberg haya superado el bache creativo (aquél que le llevó a finales de los 80 a filmar películas como “Amistad”, “Hook” o “El imperio del sol”) y vuelva de nuevo a tener ganas de hacer buen cine. Y, como ya demostró, con “E.T.”, a hacer películas entretenidas con un amplio fondo para la discusión.
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