Blade II
Santiago Segura no es Traci Lords
Curioso lo de Blade. Cómic que se lleva al cine sin demasiado presupuesto y que acaba convirtiéndose en un auténtico fenómeno de taquilla, con legión de seguidores y todo que obligan a una segunda parte. Y no queda aquí la cosa, porque ya se habla de un Blade III y IV. Además, los productores tratan de no aburrir a sus fieles, y han buscado a un reputado director del sector del terror, Guillermo del Toro, para que la secuela siga despertando interés. Es decir, que no se caiga en lo que suele pasar con el cine de terror (los viernes 13 y Elm Street, por ejemplo), en que las continuaciones están llenas de disparates. Así, Blade sigue más la estela de Alien: una saga cuidada que puede llegar a convertirse de culto para los locos que aplauden cada vez que Wesley Snipes se pone las gafas en la pantalla.
Todo esto no quita que la historia de Blade sea de lo más chorra: un vampiro negro que mata a vampiros blancos. Lo que puede sonar a racista no debe sorprender si pensamos en la carrera cinematográfica de Snipes: un actor negro que empieza su carrera de la mano del director racista por antonomasia, Spike Lee, no podía derivar en otra cosa. Y, claro está, tiene mucha gracia por el festival de sangre, mutilaciones y tripas que se ven en la película. Pero más gracia tiene que haya público que se la tome en serio como tenía gracia la gente que se tomaba en serio a Rambo.
Wesley Snipes. Aunque nos cae simpático, tampoco vamos a entrar en su propaganda oficial: que es un actor versátil que hace de todo. A ver: sólo hace de negro con Spike Lee (porque con Spike Lee los actores hacen sólo de blancos o de negros), de drag queen en “A Wong Foo” y de marrullero en películas de acción. Tiene el registro interpretativo similar a los actores de su raza (Sidney Poitier o Denzel Washington) porque, entre otros motivos, Hollywood nunca les dará la oportunidad de hacer Shakespeare. No es el típico negro graciosete e idiota (Eddie Murphy., Martin Lawrence o Whoopie Goldberg), con lo que ya tiene mucho ganado de antemano.
Tampoco tienen desperdicio las novedades que incluye la película respecto a su predecesora:
– Blade se enamora. El tío duro nota estímulos pélvicos cuando ve a una chica vampiro. Rasgo tonto e impensable en la primera parte, el enamoramiento del personaje no es más que una concesión a la galería y un burdo intento de atraer al público femenino a la película.
– Los vampiros se plantean la conquista del mundo. Un rasgo que sólo se planteaba un sector de la elite gobernante vampiril en la primera parte, aparece constatada en la segunda como un plan conjunto de gobierno. Los vampiros inician un asalto al poder basado en la desaparición de los humanos.
– Aparece Santiago Segura. Aquí vemos la mayor degeneración de la serie. Si en la primera parte, hacía un cameo la antigua estrella del porno Traci Lords que, todo hay que decirlo, no satisfizo a nadie porque no manifestó sus raíces actorales, en esta segunda parte, el cameo corre a cargo de Santiago Segura. Es más gracioso, pero no tiene el morbo de la Lords.
Vamos, que el fenómeno cinematográfico de la primavera (con permiso de Spiderman, Star Wars II y Hable con ella) tiene su punto de gracia. Dejémonos ya de tonterías: Blade II es puro cine, cine de verdad y del bueno. Esperamos impacientes la edición en DVD.
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