Tomar la pastilla roja – Glenn Yeffeth (ed.)

Ciencia, filosofía y religión en Matrix

La película Matrix, aparecida en 1999, supuso una auténtica revolución en el campo de la cinematografía e, incluso, en el ámbito social. Sus espectaculares efectos especiales, la sugerente historia elaborada por los hermanos Guachosqui, sus obvias relaciones con la estética del ciberpunk, así como sus supuestos vínculos con distintas escuelas filosóficas, confesiones religiosas, e incluso consideraciones de orden social o político, provocaron una hecatombe en el mercado cinematográfico (no sólo, ni principalmente, en el cine; Matrix supuso el nexo de evolución entre el VHS y el DVD, y de hecho es, de largo, la película más vendida de la historia en este último formato), así como en un montón de grupúsculos que querían, por explicarlo brevemente, aprovechar el éxito de la película para arrimar el ascua a su sardina.

Luego supimos, merced a la decepcionante Matrix II y, sobre todo, la nefanda Matrix III, que todo esto no eran más que sandeces, como de hecho ya desde un principio avisaron algunas personas más avezadas que, sin ir más lejos, el que esto escribe, obnubilado por la pinícula como el que más. Pero incluso el horrible recuerdo, los aullidos de terror o los sudores fríos que a uno le entran al recordar cualquier pasaje de la segunda y tercera partes (bueno, cualquiera salvo los momentos en los que el Arquitecto, en Matrix Reloaded, soltaba aquello de “Ergo…”, que a mí al menos me ponía cachondo, metafóricamente, claro) no son suficientes para emborronar del todo la excelente primera parte que sigue siendo Matrix. Y, puesto que en el libro, editado en 2003, la única película sometida a análisis es Matrix I, su interés, paradójicamente, continúa vigente (porque aún puede haber algo que analizar que revista el más mínimo interés, incluso sabiendo que las sugerencias que deslizaba Matrix I se convertían en un infierno en sus secuelas).

Y precisamente de eso, de arrimar el ascua a la particular sardina académica, empresarial o directamente mística de cada uno de sus autores, va este simpático libro. Es un compendio de ensayos en el que diversos autores, desde diferentes perspectivas, intentan analizar la película Matrix partiendo de un determinado prisma, esto es: qué tiene que ver Matrix con el cristianismo, el budismo, la posmodernidad, la ciencia ficción, la ciencia a secas, la política, … Así que prepárense para un discurso trufado, en muchos casos, de saltos mortales sin red, piruetas dialécticas y lo que haga falta para demostrar que Matrix es un manifiesto posmoderno, o una película sagrada budista, e incluso un virulento ataque a la Unión Soviética (¡).

Esta es, en realidad, la principal paradoja del libro: que cuanto más absurda es la teoría desplegada ante los lectores, más divertido resulta el capítulo. Y, al mismo tiempo, cuanto más razonable y desapasionado parece el análisis desde un determinado prisma -en cuyo caso, generalmente, los supuestos vínculos entre Matrix y dicho análisis sectorial se difuminan rápidamente-, más valor intrínseco, obviamente, posee, así que estamos ante un juego de suma positiva. Cabría sospechar, incluso, que los capítulos más serios están voluntariamente alternados con capítulos notoriamente freak e impresentables para no saturar demasiado al lector ni de lo uno ni de lo otro.

Para mi gusto el mejor artículo -de entre los “serios”- es, sin duda, el análisis sobre las relaciones entre el cristianismo y Matrix, plagado de citas y referencias eruditas a clásicos de los superventas, como por ejemplo la Carta de San Pablo a los Tesalonicenses o Levítico 20, 10-16. También son muy interesantes todos aquellos que tienen directamente que ver con la ciencia ficción. Pero tampoco me hagan mucho caso, porque aquí  a uno le pierde su educación en colegio de curas y sus obsesiones particulares en el campo de lo freak, y probablemente cada uno de Ustedes experimentará un proceso similar pero volcado en otros aspectos.

Naturalmente, no esperarán que en una página web como esta nos pongamos a estas alturas, pudiendo optar entre lo bueno y lo malo, en plan metrosexual, así que, por supuesto, sólo los capítulos obviamente peores merecerán comentario, y en concreto dos:

– En primer lugar, Matrix y el posmodernismo. La Posmodernidad es un confuso movimiento filosófico-ideológico que viene a defender que en el mundo moderno se ha perdido toda noción de la realidad. El público vive obnubilado en una simulación perpetua de la que es imposible escapar. Las ideologías no explican el mundo, sino que lo enmascaran, y el acercamiento a la realidad, realizado siempre desde una perspectiva inevitablemente subjetiva, es igualmente baldío en todos los casos, dado que, a fin de cuentas, todas las posturas están mediadas por nuestras limitaciones (dichas ideologías y, ya puestos, también el lenguaje) y resultan visiones parciales y castradas (permítanme que incluya una referencia a otra monstruo del pensamiento contemporáneo, el psicoanálisis). A partir de ahí, el camino hacia la vacuidad del Relativismo está expedito.

Cabría considerar, visto lo anterior, que resulta plausible identificar Matrix con el posmodernismo: a fin de cuentas en un caso hablamos de una película de Hollywood, y en el otro de un discurso vacuo e impostado carente totalmente de profundidad. Además, los males del mundo moderno detectados por esta última escuela de pensamiento (los medios de comunicación y la industria cultural, la industrialización, la ciencia, las ciudades y, en general, todo lo que huela a progreso) casan bastante bien con Matrix, donde recuerden que los malos son máquinas superinteligentes que, de hecho, han creado un mundo virtual de puta madre, infinitamente mejor que el infierno de Sión, “la última ciudad humana” (infierno físico, sin duda, pero también conceptual: recuerden el momento psicodélico, en Matrix Reloaded, de “las máquinas van a exterminarnos… ¡Vamos todos a bailaaaar!”).

El problema estriba en que el posmoderno encargado de dicho análisis, naturalmente, no se cree, o simula no creerse, lo absurdo de la condición posmoderna, y como al mismo tiempo está, recordémoslo, arrimando el ascua a su sardina particular, intenta hacer un imposible triple salto mortal: 1. La Posmodernidad es una cosa mu seria. 2. Matrix es un vívido reflejo del pensamiento posmoderno. Y 3. Ergo Matrix, como la Posmodernidad, es también una cosa mu seria. Y, claro, llegados a este punto, parece marear excesivamente la perdiz, incluso para la Posmodernidad, vender la cabra de que una película que a fin de cuentas es un vivo símbolo de muchos de los males que nos abocan a dicha Posmodernidad (una película de Hollywood que resulta ser, además, un exitazo de ventas prototípico de la cultura de consumo rápido, un discurso pretencioso y vacío, una glorificación de la violencia y la cultura de la velocidad a la par, …), en realidad está haciendo una crítica al Sistema “desde dentro”, genial argumento privativo de todos los intelectuales orgánicos que en el mundo han sido.

Precisamente por ello un significado representante de la Posmodernidad, el francés Jean Baudrillard, negó, con la vehemencia con la que sólo un francés sabe expresarse, que Matrix pudiera ser un manifiesto posmoderno, tachándolo, bien al contrario, de un síntoma claro de los males sociales y culturales percibidos por dicha posmodernidad. Es decir, que, como buen francés, y como hiciera el también francés Laurent Fignon con una cámara de Televisión Española en el Tour del 89, directamente escupió sobre Matrix y los hermanos Guachosqui (aunque no sé decirles si con la misma precisión con que lo hiciera Fignon, que el tío lo clavó, y desde por lo menos un metro, cuando lo vi casi que daban ganas de lavarse la cara, por si acaso).

– Y en segundo lugar el que es sin duda mi favorito, el titulado “La libertad humana y la pastilla roja”, a cargo del profesor de Economía Peter Boettke. Verán, al principio el autor se limita a hacer algunas consideraciones generales sobre la importancia de la libertad de decisión, la capacidad de elegir del ser humano, por encima de otras consideraciones, como forma de responder a la disyuntiva entre tomar la pastilla azul (es decir, quedarse en Matrix y conformarse con un mundo virtual, bastante apañao, eso sí) o tomar la pastilla roja (e ir “al desierto de lo real”, el puto mundo de los rebeldes). Es mejor tomar la pastilla roja, sostiene Boettke, porque esa es la opción que le permite al ser humano ser consciente de sus acciones, asumir sus responsabilidades y, en esencia, ser libre.

Hasta ahí, todo muy bien, claro, al fin y al cabo estamos hablando del que probablemente sea, después de la vida en sí, el bien supremo del ser humano: la Libertad (bueno, eso y la Liga, tampoco vamos a ponernos en plan demasiado profundo-alternativo). Pero en ese momento Boettke se vuelve loco, hace una pirueta mucho más espectacular aún que cualquiera que podamos detectar en algún otro artículo del libro y se pasa varias páginas explicando lo mala que era la U.R.S.S. y, en general, los regímenes socialistas y el socialismo en su conjunto (que, digo yo, es un feo que en la edición española se omita mención alguna al felipismo, principal aportación patria a la malvada hidra rojo-separatista, al menos desde 1934).

Para ello, el autor aporta una serie de referencias bibliográficas escritas por el autor en las que el autor demuestra, por lo visto, todas estas cosas. Por el contrario, hay qué ver lo bueno que es el capitalismo y los bienes que nos ha proporcionado a todos (porque, no se engañen, mejor ser cola de ratón mileurista con el capitalismo que pata de ciempiés con el socialismo). Que, en este caso, tampoco nos vamos a engañar, uno tiende a estar de acuerdo con el autor, pero claro, ¿qué tiene todo esto que ver, exactamente, con Matrix, que es el objeto supuesto del artículo? ¡Pero si, además, la pastilla “buena” es roja, por Dios! Pero no se preocupen, por si quedara alguna duda, el autor termina su aportación haciendo lo que todo insigne representante de la Escuela haría: citando, sí, al mismísimo Hayek, el cual, de la misma manera que proporcionó a la Humanidad todas las respuestas que ésta podría necesitar para cualquier problema o contencioso, también lo hizo, naturalmente, con Matrix.

¿Se dan cuenta? ¡Es el discurso que llevamos años leyendo en artículos de Libertad Digital, de adláteres y peones negros, o de comentarios de los peones en los lugares más variopintos (en estos momentos doy gracias por haber limitado la opción de escribir comentarios a los artículos de actualidad de LPD)! ¡Y con todos los clásicos! ¡La U.R.S.S. Era “más peor”, asín que te callas! ¡Pero condena a Castro, amigo de los terroristas! ¡Condena a Castro, que no te he visto condenarle en los últimos tres párrafos!потеря паспорта191 ук украины


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