El Holocausto
Los eliminados de la Casa
Bea
La vida moderna tiene estas cosas. Su ritmo, sus miserias, sus obligaciones son de tal magnitud que no nos deja deternernos en lo importante. En ocasiones nos vemos obligados no ya a trabajar, no sólo a departir con absurdas compañías, incluso ni siquiera a ver partidos de la Selección Española, sino a perdernos la edición semanal de Gran Hermano, ¿sabeh?
Eso, naturalmente, no me ocurrió a mi, pues aún tengo claro cuál es mi orden de prioridades en este mundo que nos ha tocado vivir. Si rechazamos el entorno que nos rodea, nada mejor que acercarnos a las vicisitudes de la Casa de Gran Hermano para comprobar que la mediocridad no es una patología que se asiente alegremente en todas partes, pues aún quedan islas de grandeza moral; si, por el contrario, amamos a nuestros congéneres, y/o querríamos saber un poco más sobre ellos, ¿qué mejor forma de hacerlo que compartir con ellos una ilusión, un ideal, viendo el mismo programa de TV, sumergiéndose en este sui generis Salón dieciochesco, esta Biblioteca de Alejandría sin un solo libro (ni falta que hace), este Areópago posmoderno que es la Casa?
En efecto, de cultura hablamos, pues ¿acaso hablamos de otra cosa cuando hablamos de Gran Hermano? Hace apenas una semana que Bea, merced a su perniciosa pasión por el sexo mal entendido, tuvo que abandonar la Casa, y a su salida tuvo una revelación sintomática de la benigna influencia que un ambiente intelectual como el de la Casa tiene sobre sus habitantes: “Ahora quiero dedicarme… no sé. A leer algún libro”. ¿Qué se puede decir ante algo así? Pues Mercedes Milá lo tuvo claro, y le contestó con un “muy bien Bea en los libros encontrarás la sabiduría” (más o menos), a lo que Bea, con toda tranquilidad, vino a decir que: “no sé, nunca he leído un libro en mi vida”. Semejante testimonio, acreditativo de los beneficios que sobre nuestra juventud ha arrojado el esplendoroso sistema eductativo del que disfrutamos, muestra bien a las claras que aun siendo cierto que Bea es una analfabeta funcional, la Casa ha conseguido que al menos vaya a hacer un intento serio y riguroso (ignoramos si fiscalizado por la propia Mercedes Milá o por otro diletante de su potencial) de superarse a sí misma, de “culturizarse”, vaya, no en vano más de un mes de conversaciones superprofundas con gente de sus mismas características han conseguido avivar ese coeficiente intelectual “por encima de la media española” que Bea siempre ha llevado consigo, aunque sea en estado latente, ¿sabeh?
La conversación Bea / Mercedes Milá continuó por parecidos derroteros hasta llegar a un puerto particularmente interesante, que fue cuando Bea departió largo y tendido sobre su imperiosa necesidad de sexo, justificatoria, se supone, del amago de violación a David que ya reseñamos en nuestra última crónica. Lo más bonito no fue la justificación de Bea, que no salió del terreno de lo tautológico: “necesito sexo porque no sé, no puedo pasarme sin él, lo necesito, ¿sabeh?”, sino la elegante manera con que Mercedes Milá introdujo el espinoso asunto:
– M. Milá: “Vamos a hablar un poco de tu necesidad de… mmm… ¿cómo se llama?”
– Bea: “Sexo”.
– M. Milá: “Sí, eso, sexo”.
Nunca se vio peor estrategia de marketing para incentivar la pasión por la lectura, en Bea o en cualquiera de los telespectadores de Gran Hermano. Si después de tirarse el rollo de que leyendo nos íbamos a convertir todos en superculturales, con una educación de la hostia, de esa que te obliga a dejar sentarse a las embarazadas en el autobús (no les digo más), en resumen, en amos del mundo, luego nuestra musa, nuestro líder intelectual –puesto ganado tras cuatro ediciones de exhibición semanal de las muchas virtudes de su intelecto delante de las cámaras-, nos demuestra de forma tan cruelmente directa que leer y el acto sexual son incompatibles (pues a ver quién es el listo que me cita a alguien que haya leído más que Mercedes Milá, con lo bien que chamulla, y además sale en la televisión y todo, para qué más), pasamos de promocionar la lectura a arrastrarla por el fango. No lean, amigos, o morirán vírgenes, ¿sabeh?
En fin, la expulsión de Bea, personaje bastante absurdo e insoportable, por lo demás (es decir, una pena que fuera expulsada), dio paso al comienzo de una auténtica lucha de poder entre grupúsculos dentro de la casa que por momentos recuerda a las películas de mafiosos. Verán, todo comenzó hace más o menos una semana, cuando Vannessa tuvo que pasar dos días, para superar alguna de las absurdas pruebas de la Casa, en compañía del Gayffen – SS, Nico y creo que Laura (aunque a decir verdad, no me acuerdo muy bien, tengan en cuenta que gracias a Gran Hermano llevo cuatro años sin leer un libro y mi memoria ya no es lo que era –a veces hay que hacer sacrificios en pro de practicar aún más el … ¿cómo se dice?), es decir, alejada de su amado Ramón, y claro, entre todos se pusieron a criticar al pobre hombre, tachándolo de histérico, integrista, insolidario y un montón de cosas malas que empiezan por i (ya saben que la letra hache es muda), es decir, definiéndolo con certeza. Y claro, luego sale Vannessa del chiringuito, vuelve con Ramón, y ya la tenemos montada, pues los demás vieron en su vuelta al redil “doblez”, “falsedad” y todas estas cosas propias de las relaciones humanas entre aquéllos “por encima de la media intelectual española”, ¿sabeh?
A partir de allí, se han formado dos grupúsculos en la Casa, el compuesto –más o menos- por Ramón, Vannessa, David y Ainhoa, por un lado, y el de Nico, Nuria, Denis y ¿también Ainhoa? ¿Julián? La Casa me confunde, como a Dinio. La cosa no me ha quedado muy clara, pero lo cierto es que el núcleo de cada uno de los dos grupos es, como debe ser, una criptopareja, Ramón y Vannessa por un lado y Nico y Nuria por otro, ¿sabeh?
¿Nico y Nuria? ¿El italiano histérico y la “Buena” oficial de la Casa, tan “Buena” que, pese a no haber leído un libro (ni nada que remotamente se le parezca) en su vida, tampoco, previsiblemente, ha logrado practicar el sexo? Pues sí, amigos, con el paso de los días ambos han ido acercándose más, fundamentalmente a causa de la común indignación que les causa ser siempre nominados por sus compañeros. Esto, combinado con su no – expulsión de la Casa en reiteradas ocasiones, les ha llevado a adoptar una inusitada actitud de superioridad, prepotencia, y todo lo que tan poco les gusta a los del Papichulo, así que cuidadito, pero que al mismo tiempo les ha servido para mirarse a los ojos, comprobar la misma media intelectual en el interlocutor que la propia, y, en resumen, enamorarse. La cosa fue más o menos así: Nico y Nuria tuvieron acceso a la “suite”, donde vieron una película superromántica, “La princesa prometida” (y no, no era la segunda edición del Telediario, era la versión “clásica”), al acabar se pusieron a hablar de sus sentimientos (o sea, algo así como “¿sabes cómo se llama eso? Se llama feeling”, y cosas profundas por el estilo), Nico dijo que a él le gusta ir poco a poco, y entonces Nuria, totalmente subyugada por la sutileza y densidad de la conversación, le pidió a Nico que le hiciera poses para mostrarle los músculos (tal cual), algo que el italiano, naturalmente, hizo sin dudarlo un momento, provocando un volcán, un río de amor, una pasión desenfrenada, un amour fou, unas ganas de sexo que no veas, vamos, en Nuria, ¿sabeh?
El problema es que ambos no han terminado de analizar las condiciones en las que ellos han sido salvados por la audiencia: primero se enfrentaron a la “mala” oficial de Gran Hermano V, Aida, luego a un “malvado moro”, más adelante a una chica que tenía garantizado al menos un 60% de los votos por negra (recuerden que estamos en España, ese país serio, moderno, sin complejos, pero eso sí, no “simpático”), y por último se enfrentaron a Bea, la cual había sido situada a los pies de los caballos por María Teresa Campos, principal líder de opinión en lo que a Gran Hermano y la política nacional e internacional se refiere. Es decir, que lo suyo no tiene mucho mérito, y si no fuera porque de los nominados de esta ocasión (Nico, Ainhoa, Vannessa y Nuria) Nico es el único hombre, la expulsión del italiano estaría cantada (Nuria, en cambio, tiene el refrendo que le da ser “Buena” por estulta, lo cual hace que parte de la audiencia la defienda a capa y espada como manera de asentar sus propias convicciones al respecto de lo que tienen dentro del cráneo, recuerden que Gran Hermano I alumbró una de las principales corrientes filosóficas de raigambre hispánica, la de los “Anianos”, defensores de Ania por motivos aún hoy misteriosos); en esta situación, por el contrario, emitir un pronóstico es muy complicado, pese a lo cual, y dado que en LPD somos tan masculinos que no lo somos más porque de vez en cuando tenemos que releer nuestros propios textos a ver si tiene algún sentido lo que hemos escrito, lo emitiremos como si tal cosa: la expulsada será Vannessa, por “falsa” y por “manipular” a Ramón, razones ambas de muy buen ver en el Politono Papichulo Universe, ¿sabeh?
30/10/03: Carla
Puede que Ustedes pensaran que esta su página se había olvidado últimamente de Gran Hermano V, el acontecimiento que rivaliza en importancia con el mismísimo 11 de Septiembre como “hecho histórico más importante del siglo XX”, según Mª Teresa Campos, es decir, la Biblia; sí, Gran Hermano V se sitúa en los inicios del siglo XXI, pero el 11 de Septiembre también, y ya ven, Mª Teresa se quedó tan pancha; y por otro lado, no es descartable que Gran Hermano V, con su peculiar idiosincrasia, con su honda influencia en todos los aspectos de la vida tal y como la conocemos, se constituya en el hecho histórico más importante desde el Descubrimiento de América.
Y entonces, ¿a qué se debe esta aparente desidia por parte de LPD? Pues justamente a eso, amigos; es tal nuestra responsabilidad, estamos tan concienciados de estar asistiendo al acontecimiento más importante de nuestras vidas, que el peso del deber es a veces demasiado oneroso para este humilde cronista, ¿sabeh?
Lo cierto es que estamos asistiendo, sin duda alguna, al mejor Gran Hermano desde los tiempos de Cal.loh, un Gran Hermano que se dirige directamente a nuestros sentimientos, que muestra las contradicciones del alma humana (a veces parece que sólo nos interesa el dinero y luego resulta que no, que copular es aún más importante), y que, todo sea dicho, se está comiendo con patatas a la tercera edición del engendro Operación Triunfo, que esta página siempre vio como un ejemplo palmario de televisión basura carente totalmente de interés y que ahora, incluso antes de lo sospechado, nos da la razón una vez más, ¿sabeh?
A lo que íbamos: en la última crónica que publicamos sobre Gran Hermano V se explicaba el enorme potencial de David como icono sexual masculino de la Casa, y no ya por su latente homosexualidad, que como ocurre en el Ejército con el valor, como ocurre en la Casa Real con la nobleza (bueno, y también con la homosexualidad en ambos casos), “se le supone”, sino por la incansable persecución a la que ha sido sometido el chaval por parte de tres mujeres, “Los Ángeles de David”, Carla, Bea y Ainhoa. La más entusiasta con el macho machote fue siempre Carla, la primera que manifestó su perdido amor por David, en plan “El Súper” (iba a poner “My Fair Lady” pero aún me resta un ápice de dignidad), pero también la primera en fracasar, pues David ni se inmutó y le vino a decir “mira tía todo eso está muy bien pero a mí que yo te guste como que me la suda, ¿sabeh?”.
Y claro, tras una muestra de desdén tal, las otras dos, que hasta entonces se mantenían en un discreto segundo plano en aras del superior concepto de la “solidaridad femenina” (es decir, que procuraban trabajarse a David por su cuenta, sin que Carla las viera, para no darle una impresión equivocada sobre su carácter solidario), decidieron que ya se había abierto la veda y se lanzaron a por él.
¡Y vaya si se lanzaron! En concreto Bea, en una ocasión en la que David se encontraba haciendo su actividad favorita (estar tumbado sin hacer nada con cara de “a mí me la suda”), se lanzó encima de él y “con disimulo en su diestra más no así en su rostro” pretendió hacerse con “el miembro con que Natura dotó sólo al hombre” (bueno, esto último no está confirmado, pero oigan, que esto es Gran Hermano, no un programa de JJ Benítez), y como David no reaccionara del modo que Bea, modelo de mujer – mujer para la cual las cosas funcionan así (“yo estoy buena -o al menos eso piensa ella-, con lo que ningún hombre, habida cuenta de la líbido con la que Natura sólo los dotó a ellos, puede resistirse a mis encantos”), sino con la fascinante apatía habitual, su reacción fue la de una auténtica Bea de España: tildar al pobre David de “mariconsón”, “mariconazo”, “maricón”, y demás sinónimos indicativos todos ellos de la condición homosexual de David, pero no latente, ni reprimida, ni nada por el estilo, sino explícita y militante. Para entendernos, que David sería un bujarrón que no veas, ¿sabeh?
Si se detienen un momento en este curioso incidente, verán que tenemos:
a) Bea acosa sexualmente (alguien diría que abusa sexualmente) a David.
b) Ante la negativa de David, Bea lo insulta, “hiriendo gravemente su psique” (bueno, en realidad a David, como casi cualquier cosa, se la sudó, pero “podría haberlo herido”).
c) No pasa nada.
Imaginen la que se habría liado en este país si el acosador hubiera sido un hombre, y la acosada una mujer. Imaginen, por ejemplo, que es David quien acosa a Bea:
a) David se tumba encima de Bea y comienza a palparla cual pervertido sexual.
b) Bea, doncella virginal, se niega, gravemente ofendida, y David, histérico, la insulta: “¡Puta!”
c) David es inmediatamente expulsado de la Casa de Gran Hermano, estigmatizado como un peligro para nuestra sociedad (recuerden que algo parecido le pasó a Cal.loh, total por un “hasme un Colacao” de nada y por la típica chorrapelea de novios que histerizó a algunas asociaciones bienpensantes), y con un poco de suerte igual acababa acusado ante un tribunal.
En fin, cosas de la España de las oportunidades. Sin embargo, aunque David ha tenido que sufrir, más que el acoso, la estolidez de Bea, y aunque ese “mariconaso” aún resuena en sus oídos, la venganza, como Ustedes saben, es un plato que se come frío, ¿sabeh?
Días después del lamentable incidente se produjo el intercambio más ventajoso que jamás hemos disfrutado en nuestros tradicionales lazos de amistad con el Nuevo Mundo desde los tiempos de Pizarro: Gran Hermano México envió a una tía maciza, una clásica primera expulsada por los picores adolescentes que provocaba en sus compañeros y el odio incontrolable que, en consecuencia, cundía en sus compañeras, una chica playboy, un bombón. Y como intercambio España mandó… ¿lo adivinan? A Aida, sí, al Julio César del siglo XXI. Las incorporaciones convirtieron ambas Casas en el “más mejor” experimento sociológico que hemos podido disfrutar desde hace mucho tiempo:
– La Casa de Gran Hermano México ha disfrutado ampliamente de la compleja y fascinante personalidad de Aida. Aida, como ya comentamos anteriormente, es un personaje de corto recorrido: sólo sabe hacer una cosa, Aidear, y esto sólo tiene interés dentro de una Casa llena de gentes “por encima de la media intelectual española” a las que las estupideces de Aida ponen de los nervios. Por tanto, si la salida de Aida de la Casa de Gran Hermano tenía, como explicamos en su momento, dos desventajas (no disfrutarla dentro y tener que aguantarla fuera), su nueva aventura en el Gran Hermano de México nos retribuye al estado anterior a su salida, permitiéndonos obviarla en los programas hispánicos de telebasura y riéndonos de sus infortunados nuevos compañeros de México, que a los pocos días de la llegada de Aida ya hablan de su insoportable personalidad y se preguntan angustiados cómo es posible que España (bueno, en realidad Tele 5) quiera ofrecer esta imagen de los españoles. Como Ustedes comprenderán, esto quiere decir que la audiencia de Gran Hermano México se puso por las nubes, con Aida como líder del cotarro, ¿sabeh?
– Pero su compañera de intercambio, Isabel, no le fue a la zaga. Fue, vio y venció. Tras observar durante meses cómo las ya mentadas Carla, Bea y Ainhoa revoloteaban infructuosamente alrededor del Macho Machote, fue llegar Isabel y David fue a por ella de inmediato, abandonando su pasotismo habitual. Y fue, naturalmente, con rutilante éxito. Puede sorprender este cambio de actitud en un hombre que había hecho de la vida contemplativa un leit – motiv básico de su existencia, pero es preciso tener en cuenta:
a) Isabel está realmente bien, y desde luego mucho mejor que sus competidoras por el puesto.
b) Isabel, como sui generis estudiante Erasmus, tiene una fecha de caducidad inminente. De hecho, se suponía que iba a abandonar la Casa el pasado domingo, pero sus habitantes, votación mediante, decidieron prolongar el contrato erótico – festivo hasta el próximo jueves, para que pueda así comprobar cómo David es nominado. En cualquier caso, es evidente que David podrá disfrutar, de hecho, ya ha disfrutado, de lo mejor de la vida en pareja sin tener que aguantar demasiado todo lo que acarrea (por no hablar de que Isabel tiene prisa para ocupar su inminente portada en Interviu).
c) Por todo lo anterior, cabe concluir que, en efecto, David es un genio, y si se mueve lo suficientemente bien, puede ser, a pesar de que significarse nunca es bueno en Gran Hermano (por ser pasto de nominaciones y por lo que pueda pasar por el cerebro de los del Papichulo, extremo éste -que alguna vez les pase algo- no confirmado, pero precisamente por ello preocupante por impredecible), uno de los principales favoritos para el triunfo final. Y todo ello, como diría José Manuel Parada, “follao y desfogao”.
Por ahora, David ya ha logrado quitarse de en medio a una de sus antiguas pretendientes (que ahora, claro, le odian), la más clásica, Carla, que abandonó la Casa de Gran Hermano el pasado jueves arropada como sólo el pueblo español sabe hacerlo: un 85% del sufragio que supera incluso en un percentil al récord conseguido dos semanas antes por Luhay. La verdad es que la chica ya no pintaba mucho en la Casa, pues se había convertido en una especie de histérica del trabajo que sólo descansaba para mirar con ojos de carnero degollado a David (mientras David echaba una siestecilla, se rascaba los huevos o tomaba apaciblemente una cañita, actividades todas muy propias de su condición). Por decirlo con claridad, Carla podría haber sido un gran personaje de la Casa, una importante pieza del Experimento Sociológico, si se hubiera dejado de chuminadas y hubiera sacado el genio, soltándole un par de yoyah a la mexicana Isabel, por ejemplo. Vaya, que podríamos haber tenido una auténtica Cal.lah pero la chica se quedó en una obvia y mediocre Carla, ¿sabeh?
Sin embargo, su expulsión reviste gran interés, también, por supuesto, sociológico, por otros motivos. Vamos a ver, vamos a ver,… justo después de echar a la impresentable de comienzos de cada Gran Hermano, resulta que se van el siniestro moro y la malvada negra tan pronto sus compañeros deciden nominarles, y por mayorías tan aplastantes que ni en el peor de los casos justifican el clamor de la audiencia Politónica en pro de su expulsión (recuerden que Aida, sin ir más lejos, se fue con un 60%). Qué raro. Se supone que Gran Hermano este año iba a ser un festival del multiculturalismo. Qué raro. Tampoco hicieron tanto Luhay y Carla para suscitar tanta animadversión. Qué raro. Uno se había creído todo aquello de la España tolerante, mestiza, país de integración (bueno, la verdad, nunca nos lo creímos, pero aún y así uno no sospechaba que el magno experimento sociológico iba a trazar de forma tan certera las grandes líneas de lo que en efecto sigue siendo la sociedad española, por muy Papichulo que esté circunscrita). En resumen: Qué raro, ¿sabeh?
17/10/03: Luhay
“Hace millones de años el Hombre descubrió el fuego y salió de las cavernas”. Así comenzó Mercedes Milá el programa de Gran Hermano de ayer, con un par, acompañada por la musiquilla de 2001. Sólo le faltó añadir “y después de salir de las cavernas se compró unas cervezas, las puso en el congelador y se sentó a esperar a que alguno de ellos inventara la Liga de fútbol” (y claro, por desgracia tardaron unos cuantos millones de años, porque ¿quién se va a poner a pensar con lo bien que se está en camiseta, sentado en el sofá, mientras tomamos unas cervecillas?).
La pregunta, superprofunda, que subyace a este espectacular comienzo de un, por otro lado, espectacular programa, es: ¿es Gran Hermano el siguiente paso en la evolución de la especie? Probablemente. No es sólo que los individuos allí ubicados sean lo mejorcito de la sociedad española (“por encima de la media intelectual española”, no me cansaré de repetirlo), no es sólo que su forma de actuar sea imitada entusiásticamente por todos nosotros, no. Es algo más profundo. Ya lo he dicho, “superprofundo”. Gran Hermano puede ser la Señal, la indicación divina de que la humanidad ya está preparada para afrontar su Destino. ¿Y cuál es su Destino? Pues no lo sabemos, pero -respiremos aliviados-, al parecer, tiene bastante que ver con practicar el sexo, ¿sabeh?
Porque tras los primeros escarceos, propios de las historias patéticas de instituto que impedían a nuestros héroes comportarse de acuerdo a aquello consustancial al ser humano, el asunto del sexo comienza a clarificarse, para alivio de crítica y público: si ya en los últimos días se había medio confirmado la formación de una pareja (Ramón – Vanessa), los fundamentos experimentales que justifican la repetición de Gran Hermano hasta el infinito (nunca esta de más una nueva comprobación empírica que corrobore o matice nuestras conclusiones) comienzan a arrojar pruebas contundentes: ¿cuáles? Las mismas de siempre: tú coloca a unos cuantos individuos en un entorno adecuado e indefectiblemente el microcosmos social que conforman tenderá hacia las pulsiones instintivas del ser humano, renunciando en pocos días a la coraza social (el Super Yo) que en un primer momento impedía la afloración del Ego, o hablando en plata, que aquí de lo que se trata es de fornicar, ¿sabeh?
Es sorprendente que el experimento siempre arroje los mismos resultados, pues ¿cómo es posible que unos cuantos sujetos – tipo, digna representación de nuestro cuerpo social (que al parecer está íntegramente formado por individuos de 20 a 35 años; debe ser cierto, pues yo pertenezco también a ese colectivo), al cabo de a lo sumo diez días viviendo sin hacer absolutamente nada de provecho, se sientan impelidos a abalanzarse unos sobre otros? El experimento es sorprendente, si bien los estudios de campo efectuados con anterioridad en un sinnúmero de pisos de estudiantes y residencias universitarias (lugares en donde el sujeto presenta características similares a los de Gran Hermano: tampoco hacen nada) ya indicaban una fuerte tendencia de fondo que posibilitaba la aparición de esta sociopatía, ¿sabeh?
Vamos, que, para entendernos, una vez finalizados los primeros días de fascinantes conversaciones y lascivas miradas, esta gente ya no aguanta más y se ha puesto a “trabajar en ello” con fruición. Por ahora sólo tenemos dos parejas estables, pero no sufran, la cosa tiende al infinito:
– La primera pareja de todas, Ramón y Vanessa, no deja de confundirnos, como a Dinio, pues no acaban de tener claro a estas alturas que su única motivación es “haser el amor” sin freno. A decir verdad, las dudas pertenecen casi íntegramente a Ramón, personaje fascinante donde los haya que se dedica día y noche a quejarse de sus compañeros, a protestar por su insufrible incompetencia, para a continuación configurar bellas performances en desagravio, en plan tartitas de cumpleaños o algo así, que les regala tanto a su novia como a sus compañeros. Una auténtica pocholada.
– Luego tenemos la pareja de Laura (una chica de fascinante personalidad, pues a estas alturas somos incapaces de atisbar un solo rasgo de la misma con un mínimo de interés, algo que se aleje siquiera un milímetro de la monstruosa obviedad que por ahora es, lo cual tiene mérito en un personaje dotado de mayor capacidad intelectual que la media de los españoles) y el Führer, en la que, no podía ser menos, este último tiene la voz cantante. Según nos explica el propio Führer, no se trata de una pareja en plan romántico, sino de una relación eminentemente sexual que tiene el objeto de “satisfacer sus necesidades”, pues, indica el Führer, “a mí me gusta mucho el sexo femenino”, en un claro acto de reivindicación de su sexualidad que, sin embargo, no puede ocultar la evidencia de que sexualidad, de haberla, la misma que Mendiluce. Pese a todo, Denis es un hombre al que no hemos denominado Führer por casualidad, y era previsible que se comportara en sus relaciones de forma análoga a como lo hacía el propio Führer en Polonia: arrasando, tomando para sí aquello que se le antojara, sin concesiones y sin pedirle cuentas a nadie, pues su necesidad de sexo, según explica bien a las claras, es tal que resistiría una comparación con la necesidad de Lebensraum de la Alemania nazi.
– El primer intento de pareja, el que llevó a cabo Julián con Ainhoa en una ocasión que ya les relatamos, sin embargo, va de mal en peor, pues ya saben que Ainhoa es una “mierda de persona” incapaz de comprender el motivo por el que está ahí. Claro que Julián es muy asín, y en un entorno como el de la Casa de Gran Hermano, sin pastillas, sin apenas Papichulo, sin utilitario rojo o amarillo con alerón, sus posibilidades se reducen, ¿sabeh?
– Por último, por ahora, tenemos la lucha por la vida de tres mujeres, Carla, Bea e Ainhoa, en pos de un mismo objetivo: David, nombrado desde ya “Fabuloso de Oro 2004” de este Gran Hermano. La cuestión es fascinante pues David, hasta la fecha, se ha limitado a estar sentado todo el día mirando con expresión torva a sus compañeros y sin hablar, constituyéndose, sin embargo, en líder intelectual de la Casa sin mayores problemas. En principio algo así podría parecer sorprendente, pero tengan en cuenta que estamos hablando de sexo y David es consciente de que en estas cuestiones no es tan importante hablar, es más, puede resultar contraproducente, si de lo que se trata es de edificar un mito erótico viviente que ilumine a todas las mujeres de la Casa. Aquello por momentos parece un régimen estalinista en el que el Mito se limita a estar ahí, en todas partes, exhibiendo su insultante falocracia mientras que la gente habla, se pregunta qué opinará el Mito, qué hará, por qué hace lo que hace, y él, ufano, ni se inmuta.
A lo que íbamos: como Ustedes saben, ayer era día de expulsión de la Casa, y había tres nominados: Julián, Nicola y Luhay. En primer lugar convendría recordar que desde tiempos inmemoriales las mujeres que han participado en Gran Hermano son arpías, pérfidas hembras sangrientas de sexo y poder que, según la expresión favorita de aquellos que votan en Gran Hermano, se dedicaban a “manipular” a los inocentes y virginales hombres, todos ellos ajenos a este afán por la conspiransón y movidos únicamente por el buen rollito. El hecho de que la gente que así opina esté compuesta en su aplastante mayoría por mujeres en principio podría mover a la sospecha de que los siniestros manipuladores son más bien las mujeres de fuera que las de dentro, aunque dado que los líderes de opinión sobre el particular son los gurús televisivos María Teresa Campos, Boris Izaguirre y Jesús Vázquez, es decir, tres formas de vida que en un momento dado alguien podría catalogar como singularmente femeninas y, por ende, manipuladoras, el siniestro juego de poder que tiene lugar en Gran Hermano adquiere una nueva dimensión; aunque, por otro lado, si retomamos la vieja teoría -sobradamente demostrada- de Gran Hermano como perenne representación del Día del Orgullo Gay, igual habría que pensar en algunos de los inocentes machos como reproducciones siniestras de las manipuladoras hembras, en cuyo caso aquí todo el mundo manipula. ¡Qué lío!, ¿sabeh?
Todo esto viene a cuento de que esta semana era imposible votar a una mujer (pues éstas, las de dentro de Gran Hermano, habrían logrado manipular lo suficiente la situación como para nominar sólo a hombres, dándose además la aparente -sólo aparente, para aquellos aún no iniciados en el arte de la manipulación- contradicción de que uno de los nominados, Nicola, fuese el encargado de impedir la nominación de alguna mujer, sustituyéndole -¡qué casualidad!- un hombre; ¿habráse visto mayor manipulación? ¿Para cuándo una recreación del -como todos Ustedes saben- falso aterrizaje en la Luna en la Casa de Gran Hermano? De esta forma, sin la posibilidad de votar a mujeres, el público precisaba de un nuevo leit motiv, un principio ordenador que le indicase cómo votar. Y claro, con un musulmán en la terna, la cosa estaba más que clara, ¿sabeh?
Con un espectacular 83% del voto escrutado (es decir, la totalidad del voto; maravillas de la democracia catódica), Luhay abandonó la Casa, no sin antes llevarse un par de yoyah dirigidas directamente a su Pirulo, y ambas caracterizadas por el mismo fondo: Luhay como “moromierda”. La primera, asestada por Nicola, que acusaba a Luhay de vago, inútil, incapaz de hacer nada en la Casa. El hecho de que todo esto fuera radicalmente cierto, sin embargo, no impide constatar que el discurso tiene un rancio sabor netamente español que hunde sus raíces en el preciso instante en que aquí dejamos de exportar emigrantes para pasar a importarlos (milagros de la modernidad); la segunda, mucho más cañí aún (no en vano Nicola no deja de ser un extranjero, con sus costumbres raras, su cultura y su civilización peculiares, totalmente ajenas a lo español y, naturalmente, mucho peores; ¡vivaspaña!), proviene de la madre de Ainhoa, que en un programa de televisión (en concreto el de María Teresa Campos, esa malvada orfebre de la manipulación como fin en sí mismo), musitó una frase de cariz y contenido similares al “moro de mierda” de Nicola (en concreto, un “moro de mierda” exactamente igual, fíjense si se parece); pero no se apuren, en el plató de Gran Hermano la madre de Ainhoa se apresuró a clarificar que todo se debía “al calentón del momento” y que “si Luhay hubiera sido español habría dicho otra cosa” (lo cual tiene mucho mérito, pues a) Luhay es español; y b) de la frase de la madre de Ainhoa puede colegirse con claridad que para ella, como si se tratara talmente del ex seleccionador nacional, José Antonio Camacho, ser español es una instancia superior a cualquier otra, con sus insultos específicos en todo caso ubicados en un plano claramente diferenciado que el que corresponde a la plebe extranjera). Esta señora tiene potencial, pues a continuación de justificarse con tanto estilo se queja de que el vocabulario de su hija Ainhoa le parece “impropio” y que en su familia “están avergonzados” (ignoramos si esto es debido a que Ainhoa no cuenta, entre su amplio acervo sobre el particular, con la voz “moro de mierda” en situación de privilegio).
En fin, señores, que una vez más La Página Definitiva triunfa sin paliativos en sus pronósticos (por más que en esta ocasión la cosa no tuviera mucho mérito) y que perdemos a un concursante divertido, pensado para exaltar la multiculturalidad inherente a nuestro país (labor en la cual, sin duda, ha cosechado un rotundo éxito), pero con el alivio de saber que dentro de la Casa queda mucho potencial (algo que, obnubilados por la pérdida de Aida, no supimos ver en un primer momento); por ejemplo, miren a Nuria, esa chica que se pasa el día llorando y diciendo sinsentidos; junto con David, Nuria es uno de los principales favoritos para vencer en Gran Hermano, pues a diferencia de sus malvadas compañeras de Casa, ella es “buena”, algo en lo que coinciden casi todos, en particular los de Politono Papichulo (y lo que es más importante, también las de Politono Papichulo), fascinados por su personalidad (y, porqué no decirlo, por haber encontrado a alguien que puede rivalizar con ellos en cuanto a estulticia); algunos envidiosos, empero, han sembrado la perniciosa semilla de la duda. Por ejemplo, Nicola, alucinado por el peculiar carácter de Nuria, concluyó que ésta “una de dos: o eres muy buena persona, o eres gilipollas”. También algunos cínicos, que llevan cuatro años haciendo crónicas de Gran Hermano y actualizando continuamente una página de humor en la vana esperanza de hacerse ricos, podrían decirles que, en realidad, Nuria es catalogada como “buena” porque todos tendemos a ejercer una sobreprotección sobre aquéllos que, sencillamente, no han sido dotados con la inteligencia entre sus indudables virtudes, y que son buenos más por omisión que por acción (por ignorar la diferencia entre los conceptos de “Bien” y “Mal”, vaya); pero yo les digo, en confianza, que Nuria es “Buena”, ¿sabeh?
Aida
El público que vota en Gran Hermano no deja de sorprenderme. Al parecer, votan a los personajes sin pensar lo más mínimo en el largo plazo (por ejemplo, en el erial que será la Casa sin sus personajes más conflictivos), sino en motivos en apariencia absurdos o contradictorios como “qué se ha creído”, “es una prepotente”, “me cae mal”, etc. Luego, esta misma gente dedica la mayor parte de su tiempo de ocio o bien a comentar lo que hicieron iconos intelectuales como Aida dentro de la Casa, o bien a disfrutar con las intervenciones -de hondo calado intelectual- de Aida en programas de telebasura que se nutren periódicamente de ex concursantes de Gran Hermano especializados, a su vez, en hablar de Gran Hermano. Pues si su vida depende tanto de esta gente, ¿por qué no les dejan desarrollarse por entero en tanto “personas humanas”? En fin, qué se puede esperar de una gente que debe considerar normal pagar por cosas como “bájate a tu móvil la melodía de Papichulo marcando “Papichulo” o (mi preferido) “Politono Papichulo” + “soiuncapuyoporcullaculpalosmehoresseban”, ¿sabeh?
En realidad, es culpa nuestra. De aquéllos que, como Ustedes y yo, hemos captado perfectamente la esencia de Gran Hermano como brillante experimento sociológico y desde hace años paladeamos incesantemente sus grandes momentos, que son muchos. Si todos nos uniéramos… Podríamos acabar con la tiranía televisiva que hemos sufrido hasta ahora a manos de la “audiencia activa” que se deja su dinero en votar a los personajes más complejos y por ende envidiados. Lamentablemente, esta unión hace la fuerza, este acto de civismo democrático por parte de la mayoría silenciosa de la que formamos parte, nunca será posible; miramos con demasiado escepticismo todo aquello que suene a “democracia directa”, “Ustedes tienen la palabra”, etc., hablando en plata, porque votar nos parece algo de perdedores. Se empieza votando en Gran Hermano y se acaba bajándose uno Politono Papichulo. Puta democracia, ¿sabeh?
Aida era un personaje prefabricado para triunfar en Gran Hermano. Como ya explicamos la semana pasada, “triunfar” no significa languidecer dentro de la Casa, sino desplegar las artes de cada cual fuera de la misma en los más acreditados foros públicos promocionados por “Politono Papichulo”. En el caso de Aida, el personaje ideado para tal fin no era particularmente interesante, pues se veía a la legua de qué iba, como bien supo categorizar en su día Denis, a quien a partir de ahora denominaremos alternadamente “Gayffen-SS” y “el Führer”, por razones que no vienen al caso pero son harto evidentes. Sin embargo, Aida tenía encanto por un motivo: era tal su afán por garantizar su expulsión de la Casa de Gran Hermano y resultar insoportable a todo el mundo que tenía que retorcer su personaje hasta límites insospechados, escupiendo esporádicamente auténticas joyitas de la TV como esta: “Yo soy consciente de que tengo mucho que agradecerle a Dios por hacerme así. No sólo por hacerme así. Por hacerme Aida. Hay que pagarle un duro tributo por algo así”. En efecto, hay que tener cuidadito con un Dios capaz de idear engendros como éste, por obligar a algunas personas a vivir bajo su mismo techo, cruzar algunas palabras con ella o, simplemente, verla. Más vale que nos pongamos a sacrificarle carneros a Dios y, si se tercia, primogénitos (menos mal que mis padres no leen la sección “Gran Hermano” de LPD, por una versión acentuada de mi “yo con los del Politono Papichulo me niego a votar”), porque como se cabree nos envía una plaga de Aidas que arrasará con todos los platós de TV, karaokes y pregones de fiestas patronales, ¿sabeh?
En los últimos días, decían entusiasmados los perpetradores de Gran Hermano, Aida había modificado su comportamiento, en un intento, decían ellos, de congraciarse con sus compañeros y con la audiencia. Vano intento, claro. Quiero pensar, de hecho, que si la audiencia ha echado a Aida ha sido justamente por estos últimos tres días de ambigüedad, de buen rollito, de renuncia parcial a su fascinante y extraordinaria personalidad en pro de la convivencia, y no por sus actitudes racistas con Carla (“cómo hueles a sudor”, “se te da bien trabajar”, etc., aderezado por un remojo con una botella de agua que por momentos nos recordó a los mejores momentos de Cal.loh), aunque sé que esto sería engañarme a mí mismo: la audiencia ha echado a Aida porque le parecía insoportable una tía que se pasaba la vida hablando de su fascinante y extraordinaria personalidad, de su afán por hablar de “cosas profundas” (bueno, si algún día existía el peligro de que cumpliera su amenaza, alabo el gusto a la audiencia si la echaron para conjurarlo), explicando la suerte que tenían todos sus compañeros por poder conocerla, tal cual, en unas actitudes que sólo reconocemos esporádicamente en el comportamiento de nuestro austero ex presidente del Gobierno, Joe Mary Ánsar, ¿sabeh?
Aida también hablaba sin cesar de su dinero, su educación, la alta clase social a la que pertenecía, etc. Todo ello confluía en categorizar a Aida como alguien que jamás se bajaría el Politono Papichulo a su móvil, pues éste (el móvil) ya contaría de fábrica con un elemento tan consustancial a nuestra cultura como el susodicho Politono. Esto es, una pija. En principio, podría resultar sorprendente que Aida fuese una pija, y aún más que fuese expulsada por algo así (dado que al menos el 65% de la población actual de Gran Hermano participa, en un grado u otro, de tal condición), pero les hago saber que en una sociedad tan compleja como la nuestra pijas hay más de una:
– Está la pija clásica de toda la vida, la del “o sea” y adláteres. Normalmente su pijerío es sintomático de un “quiero y no puedo” muy propio de la clase media española, y aunque pueda resultar muy estridente en la forma, no tiene demasiado recorrido para crear lo que podría considerarse una pija en condiciones (no tiene dinero, no sabe idiomas, no acaba de resultar atractiva pues no pudo pagarse a los mejores especialistas en la materia, no hace vela ni equitación, no esquía en Colorado, etc.).
– Luego está la pija soñada por nuestro Cursillo para aprender a ligar, la pija con dinero, con presencia y sin prácticamente nada digno de mención dentro del cráneo. Esta pija es, en efecto, el Paraíso, pero precisamente por eso no existe: está fuera de nuestro alcance (y, contrariamente a lo que en su día explicaba nuestro Cursillo, es poco probable que caigan en las redes de un farsante pseudomarxista, por muy bien interpretado que esté).
– Pero por último está el tipo de niña pija al que pertenece Aida, similar al anterior en cuanto a potencial económico pero que difiere enormemente en el carácter: son las hijas de padre “hecho a sí mismo”, generalmente en un sector turbio (el tráfico de drogas, la construcción, la política, la abogacía), que suelen llevar muy a gala su “casticismo”, o lo que un observador menos generoso llamaría zafiedad. Este modelo, que llamaremos “Jesús Gil”, intenta mostrarse orgulloso de sus orígenes, generalmente humildes (aunque no sean los suyos sino los de su tatarabuelo), y combativo en su vida en sociedad, aunque normalmente cosecha el fracaso por parte de los auténticos pijos (que arrugan la nariz ante el criterío y las vulgaridades sin cuento que pretenden mostrar “naturalidad”), y el horror y rechazo del resto de la sociedad.
En estas condiciones, no deja de ser normal que Aida resultara expulsada. Pero no se preocupen, que la Casa de Gran Hermano tras Aida, aunque sí será una Casa más gris y desangelada, tampoco se acaba; hay más, ¿sabeh?:
– Por un lado, tenemos a Luhay. El chaval nos iba de tímido y modesto hasta la fecha, pero sin comerlo ni beberlo se ha destapado. La cuestión era que había que pasar una de las pruebas absurdas de Gran Hermano, que consistía en hacer kilómetros con la bicicleta, y el Führer ha argumentado que esa función debería corresponder a los hombres, los más fuertes, y que mientras tanto las mujeres podrían dedicarse a las labores propias de su sexo, a saber, cocinar, planchar y limpiar (y si el Führer se dejó lo de “procrear” sería debido a su exquisita educación). Tal exhibición de sentido común ha sido muy mal recibida por las mujeres, quienes, en un arranque de orgullo de género, se han negado a tal división. Y en esto que Luhay ha explotado, y con un verbo y unas maneras que por momentos recordaban al genuino Cal.loh, se ha puesto a decir que estaba “hasta la polla de aguantar a niñatas”, que “a él no le señala con el dedo nadie”, y que, en resumidas cuentas, “a ver si te suelto una yoyah”. Este tipo de actitudes, que contribuyen a reducir tensiones, interactuar con los compañeros y generar un ambiente propicio para el trabajo colectivo tal y como Luhay lo entiende, son, sin embargo, muy mal recibidas por la audiencia de Papichulo, así que cuidadito, que igual nos quedamos sin el chaval antes de que muestre todo lo que puede dar de sí.
– Por otro lado, el Führer sigue siendo líder de opinión indiscutible no sólo entre los hombres (recuerden: la homosexualidad como ideal superior en la Casa de Gran Hermano), sino entre las mujeres, que beben los vientos por Denis (aquí no lo llamo ni Führer ni Gayffen-SS porque supondría asumir totalmente que estos deseos sentimento – sexuales no tienen ninguna posibilidad de prosperar). Sin embargo, las cosas aún no han acabado de explotar, y en esto Gran Hermano V resulta muy novedoso: ¿será producto de una línea de pensamiento que afirma que en Gran Hermano casarse es abrasarse, ser primero nominado y luego expulsado?
– Luego tenemos a dos personajes, Nuria y Julián, con lo que a veces uno duda si no estarán sólo un puntito “por encima de la media intelectual española”. La primera dice con toda alegría lo primero que se le pasa por la cabeza (que, a decir verdad, no es mucho), contribuyendo a alegrarnos el día, y el segundo bebe los vientos, desesperado, por Ainhoa, a la que le dijo cosas tan bonitas como “he pasado los mejores momentos de mi vida, yo no tengo la culpa de sentirme asín”, y más adelante, en el Confesionario, “querría tener siete hijos con ella”.
En fin, que aún hay tela que cortar, pero sigue estando claro, un año más, que en Gran Hermano hay cosas que nunca cambian: siempre se van los mejores, ¿sabeh?
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