Poli Rincón
Un picapedrero del fútbol que apedrea a quien puede desde la cadena SER
No cabe duda de que si Poli Rincón se hubiera sacado el carnet de entrenador no estaría aquí, y de que quizás ustedes se esperan a otro tipo de personajes para esta magna sección. Pero, lamentablemente, Poli ha suspendido por cuarta vez consecutiva el examen de Primero del curso nacional de entrenadores, y es posible, además, que ustedes no aguantaran, en el Madrid-Manchester, los comentarios de este insigne periodista (¿?) a lo largo de todo el partido. Así que, sin ánimo de abusar, déjenme que me explaye.
Poli Rincón fue en la década de los ochenta un futbolista resultón, un hombre de equipo con escasa calidad, pero luchador y con un buen remate de cabeza. Hasta ahí, ningún problema.
El problema llegó, en lo concerniente a los, cada vez más ex, oyentes de la cadena SER, cuando José Ramón de la Morena decidió dar un viraje al cariz de sus comentaristas deportivos y fichó a Poli Rincón para que hiciera pareja con Lobo Carrasco. Los que habíamos escuchado previamente al Lobo pensamos que era insuperable. Obviamente, nos equivocamos. De su experiencia futbolística, a juzgar por su labor como comentarista, sólo sacó unas lesiones irreversibles en el cerebro, no sabemos si a causa de los muchos goles que metió cabeceando o por una lesión congénita.
Rincón llegó a la cadena SER como un ciclón, despotricando sobre todo y sobre todos y haciendo un uso a todas luces excesivo del adjetivo calificativo, en especial para pontificar sobre los jugadores de más calidad y entrenadores de más prestigio, afirmando siempre que “yo lo haría mucho mejor”.
Poli es un forofo del Real Madrid (pero ojo, sólo porque el Madrid es el Equipo de España, a diferencia de otros equipos como el Barça a los que Rincón desprecia continuamente desde la cadena SER), pero estuvo varios años en el Betis. Aparentemente, sólo adquirió las peores características de los habitantes de ambas ciudades, a saber: la exageración – fantasmagoría de los sevillanos y la chulería madrileña, sin que le adornasen ninguna de sus virtudes. Las consecuencias fueron, entre muchas otras, las siguientes:
– Cuando en la SER hablaban de la velocidad del Piojo López, Poli afirmó que el Piojo era una tortuga a su lado, pues él, en sus años mozos, hacía los 100 metros en 10’10 segundos (si no es record de España, por poco)
– En las retransmisiones de la Selección Española, o en los partidos del Madrid contra un equipo extranjero (para Poli, todos los de la Champions League más los de Liga o Copa contra el Barça), especialmente cuando las cosas se ponen difíciles, la escasa mesura de Rincón desaparece y se dedica a alentar las ansias asesinas de los jugadores “buenos”, es decir: “¡Mátalo!” “¡Písale la cabeza!” “Que bien lo ha hecho (el “bueno” le acaba de dar un codazo en la cara a un contrario), el árbitro no lo ha visto”,etc., ante el silencio (¿cómplice?) de los demás comentaristas de la SER.
– Pese a todo ello, Poli Rincón se lleva muy mal con Clemente, al que insultó sin parar en la Eurocopa de 1996 y el Mundial de 1998, así como en cualquier ocasión que tuviera. Como Clemente tampoco es manco, le contestó a Poli riéndose de él y afirmando que Rincón había sido “un picapedrero del fútbol”. Tal definición, ajustada a la realidad (y que tampoco tendría por qué ser tan mala) sentó muy mal a Rincón, que contestó, amén de con el insulto, con el siguiente documento que pasará a la historia de la radio española: “Y ojo, Joserra, que yo no soy un cualquiera. Ahí donde me ves, yo he sido Fabuloso de Oro de la Liga española en 1983, premio otorgado por el diario Marca. Y pá que veas; Maradona fue nombrado Fabuloso de Plata”. Nos arrodillamos ante Poli; ninguno de nosotros es consciente del prestigio de ser nada más y nada menos que Fabuloso de Oro’83, aunque suponemos que debe ser infinito.
Lo sentimos por todos los lectores que se llamen Policarpo o Hipólito, abocados a ser conocidos como “Poli”, pero con la existencia de “Poli” Rincón, así como la carrera de otro gran deportista español, “Poli” Díaz, tienen ustedes muy escasas posibilidades de tener reconocimiento alguno en el mundo intelectual, no por su culpa, sino por la de sus tocayos que les han abierto (¿?) camino.
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