Capítulo LXXVII: Pedro I toma la metrópoli oscense

Año de nuestro Señor de 1094

Las cosas no andaban muy bien por el reino de Aragón después de la muerte de Sancho I Ramírez: hordas de musulmanes arrasaban las tierras cristianas, los almorávides comenzaban a hacer notar su presencia en España y las tropas del Cid, llenas de piedad cristiana, se dedicaban a saquear también todo el territorio navarro – aragonés.

Sin embargo el Señor, que todo lo puede, proveyó ayuda para los aragoneses, de tal forma que iluminó al sucesor de Sancho I Ramírez, Pedro I (1094 – 1104), con el don de la suprema inteligencia que ya había poseído su abuelo Ramiro I. Pedro I arrambló con las pocas riquezas que aún quedaban en el reino tras las repetidas visitas del Cid y con ellas financió un ejército de pirenaicos que daba miedo verlos, con el que se dispuso a intentar, de nuevo, la conquista de Huesca. Y esta vez hubo suerte. Con la ayuda de San Jorge, que bajó en persona a luchar contra los moros (es curioso cómo los santos ayudaban tanto a los hombres en aquellas épocas y tan poco en la actualidad; ¿qué le habría costado al apóstol Santiago, por ejemplo, bajar a la Tierra para ayudar a los españoles a triunfar en la mayor de sus batallas, aquella que en México 86 les enfrentó al demoníaco Jean – Marie Pfaff, portero de Bélgica, con el que una generación de españoles tenemos pesadillas desde entonces?), Pedro I consiguió conquistar Huesca, dándole a su reino la entidad que únicamente las ciudades de tronío pueden conferir a una nación en ciernes.

Pero la conquista, pese a la valiosa y desinteresada ayuda de San Jorge, había costado muchas vidas humanas y, lo que es más importante, dinero. Pedro se dio cuenta de que de la misma forma que sus antecesores habían conquistado territorios, en la práctica, merced a la astucia, por el procedimiento de asesinar por persona interpuesta a los legítimos reyes de Sobrarbe – Ribagorza y Navarra, él debía encontrar alguna forma de acabar con la resistencia musulmana por la misma vía. En un contexto en que el cupo de ayudas divinas parecía haberse agotado por bastantes décadas, con su ejército exhausto, Pedro decidió comportarse como el presidente de un club de fútbol y le envió un emisario al Cid, proponiéndole su fichaje por la causa de la Cristiandad. El Cid, serenamente, respondió pidiendo un montón de mancusos para él y sus soldados (representantes), además de castillo y caballo para no sentirse incómodo en su nuevo club. Pedro I sacó las últimas monedas que quedaban en su reino y con ellas sufragó los gastos, aliándose con el Cid, con cuya ayuda logró conquistar definitivamente Barbastro, que siglos después le daría al mundo cristiano uno de sus más eximios representantes.

El camino para Zaragoza quedaba expedito. En pocos años, un puñado de salvajes pirenaicos, merced a su brutalidad, su sorprendente capacidad reproductiva y el proselitismo de sus dirigentes, habían logrado sorprendentes anexiones a sus territorios primitivos. Realmente causa estupor comprobar hasta qué punto Navarra se había convertido en un mero territorio feudatario de los condados pirenaicos aragoneses, que eran, indudablemente, quienes llevaban la batuta, pues todas las conquistas se incorporaban al reino de Aragón. Pero todo esto tiene una explicación plausible: “Aragón tiene sed”.party halloweenгде купить керамическую сковороду


Compartir:

Nadie ha dicho nada aún.

Comentarios cerrados para esta entrada.

В 1вин зеркало каждая ставка может стать выигрышной. Простая регистрация, зеркала для безопасного входа и щедрые бонусы ждут всех азартных игроков!