Capítulo LXXIV: Ramiro I, el Bastardo

Año de nuestro Señor de 1035

Bien pronto demostró Ramiro I (1035 – 1063) su condición de bastardo (en todos los sentidos) y, al mismo tiempo, su filiación directa de alguien tan masculino como Sancho III El Mayor. Cuando Ramiro I llega a su Palacio en Aragón y, apartando las piedras de la cueva, descubre el lamentable estado de sus minúsculos territorios, se da cuenta enseguida de que si quiere sobrevivir de forma independiente no tiene más remedio que mostrarse agresivo, luchador y particularmente violento, es decir, totalmente español. Desde sus inicios el Reino de Aragón muestra una visión del mundo típicamente germánica, o si lo prefieren de hondas raíces yugoslavas, lo que viene a ser lo mismo. La tesis de Ramiro I es que los miserables campesinos pirenaicos constituyen la esencia de un gran reino en ciernes que en breve se expandirá por los territorios que les pertenecen por derecho. Podemos encontrar en el discurso ideológico, y sobre todo en las acciones, de Ramiro I, claros antecedentes de la Lebensraum germánica o de la Gran Serbia. La diferencia estriba en que Ramiro I, a diferencia de los otros pueblos, regentaba un reino español, y naturalmente con esta indudable ventaja él y sus sucesores consiguieron llevar a buen puerto sus ambiciones.

Buscando espacio vital Ramiro I comenzó por el único reino aún más ridículo que el suyo: Sobrarbe y Ribagorza, unos cuantos valles pirenaicos limítrofes con Catalunya en cuyas ricas tierras, capaces de generar una lozana espiga de trigo en tan sólo siete años, quiso Ramiro I aposentar sus reales. Pero Ramiro era consciente de que una guerra abierta con su hermanastro Gonzalo era arriesgada, pues a fin de cuentas no había ningún motivo para pensar que sus súbditos fueran menos bestias que los aragoneses. Así que Ramiro optó por una estrategia que no por ausente de nuestra Histeria resulta menos española: la inteligencia. Ramiro I invitó a Gonzalo a un banquete en su Corte y, aprovechando el asombro de Gonzalo por el boato y la riqueza del palacio de su hermanastro, que constaba incluso de techumbre y tres habitaciones, envenenó su comida, de suerte que Gonzalo cayó muerto.

Ramiro I tuvo que dar explicaciones a los críticos y formados ciudadanos sobrarbe – ribagorcenses, pero con su sublime inteligencia supo ofrecer unos argumentos de peso que los ciudadanos no pudieron rechazar: “Hijos míos, estaba yo departiendo con mi hermano del alma en Palacio cuando súbitamente se nos apareció el Supremo Hacedor y nos dijo: ‘Gonzalo, ¿verdad que no te importa de que tu hermano Ramiro me se convierta en monarca de tus condados? A cambio te haré Santo’. Gonzalo dijo que sí y acto seguido un rayo lo fulminó, quedando yo encargado de sus reinos. Si esta explicación no os convence, podéis preguntar a los 17.000 soldados que tengo detrás”. Ni que decir tiene que los ciudadanos de Ribagorza y Sobrarbe creyeron a pies juntillas la sorprendente versión de Ramiro, que, engrandecido su territorio, comenzó a hablar en voz muy alta de los derechos ancestrales que tenía sobre los territorios navarros, que en realidad pertenecían a Aragón “de toda la vida”. De tal forma que se lanzó a la guerra contra su otro hermanastro García I, pero los navarros eran tan brutos como los aragoneses, tan de los Pirineos unos como los otros, y además Navarra contaba con el refuerzo de centrales leñeros tan expeditivos como los vascos. Con unos poderes así, el desenlace de la guerra era obvio: García I derrotó a Ramiro en Tafalla y nuestro héroe aragonés tuvo que seguir buscando el Gran Aragón en las tierras de otros enemigos.

No tardó en optar por los musulmanes que se asentaban al sur de su reino, en las también ricas tierras del páramo aragonés. Ramiro I luchó durante años contra ellos, pero no tuvo suerte en su nuevo intento de adquirir Lebensraum para sus aldeanos y falleció en el sitio de Graus, que por si no lo saben es una hermosa villa aragonesa situada en los prepirineos caracterizada en la actualidad por su enorme producción de longanizas, lo que demuestra que finalmente los aragoneses lograron extirpar la herencia árabe de esos lugares. A fin de cuentas, Ramiro I, como ya hemos visto, no sólo era un bastardo sino también un cerdo, así que era lógico que los musulmanes luchasen contra él como si les fuera la vida y la religión en ello.

Pero no crean que por ser bastardo Ramiro I era peor que sus otros hermanos; por el momento descubran las atrocidades de las que fueron ejecutores los reyes navarros contemporáneos: “El Pensamiento Navarro y sus reyes”.продвижение сайта в соц сетяхрепутацией


Compartir:

Nadie ha dicho nada aún.

Comentarios cerrados para esta entrada.