Capítulo LXVIII: Los grandes comienzos de Castilla

Año de nuestro Señor de 930

Los condados que conformaban Castilla eran una especie de Marca Hispánica montada por los reyes leoneses para defender la frontera sur frente a los malignos musulmanes. Varios condes se repartían el territorio como buenos conciudadanos, viviendo en paz y armonía; lamentablemente, incluso los españoles tienen de cuando en cuando pasiones mezquinas, así que no tardaron en surgir las rencillas por un quítame allá esos territorios, rencillas que se solventaron también a la española: con la llegada de un Caudillo providencial que unió a todos los condados bajo su cetro. Estos condes castellanos no tienen ningún interés más allá del que se deriva de usufructuar sus bienes mientras se atizaban con los musulmanes (a la vista de lo que quedó en Castilla, uno está tentado de pensar que usufructuaron con ahínco), pero en el año 930 aparece un hombre distinto a todos los anteriores, un hombre que les habla a sus lugareños en su idioma, un hombre que busca la libertad de Castilla frente a la derechona leonesa. Ese hombre es el Conde Fernán González (930 – 970), figura mítica objeto de un sinnúmero de romances que enaltecen su figura.

Sin embargo, nosotros, por las características históricas y psicológicas que se pueden atisbar en el personaje, aventuramos que Fernán González no fue ningún héroe, sino un sinvergüenza que convirtió Castilla, antaño tierra de promisión, en un centro de corrupción, despilfarro y crimen de Estado: en verdad les digo que Fernán González era el jefe de una banda de asesinos, el Señor X de la Castilla altomedieval. Sin embargo, su increíble carisma permitía solapar todos estos defectos, y así el pueblo castellano no dejaba de apoyar a Fernán en todas sus aventurillas, en las que González, como un corrupto que era, se vendía al mejor postor, esto es, a los califas de Córdoba o a los reyes de León, sin que ninguna razón moral pesara en su decisión.

Parece ser que un grupo de valientes cronistas de la Corte denunció que Fernán tenía untados a todos los jueces y despilfarraba la Hacienda pública repartiéndola entre los amiguetes; que Fernán González, en suma, era el centro de un sistema impío, el Fernanismo, que estaba acabando con la moralidad en Castilla. Cuando los cronistas, que se reunían en el castillo de un noble castellano (que, según dijo después, estaba en esa conspiración “para controlarla”), decidieron agruparse bajo el nombre de Juglarismo Independiente para hacer frente a González, este no se avino a razones y les cortó la cabeza, con lo que los cronistas rindieron un nuevo servicio a su patria demostrando que lo del Crimen de Estado iba en serio. Y en cuanto a Fernán González jefe de una banda de asesinos… No creerán que cuando marchaba al frente de su ejército se iba de rositas, ¿verdad?

El edificio de latrocinio montado por Fernán González sobrevivió a su fundador, de tal manera que al final de su reinado pudo decirse que Castilla era un condado en la práctica independiente de León; de hecho, a Fernán González le sustituye su hijo Garci Fernández (970 – 995), que pese a pasarse la vida siendo derrotado contra Almanzor, según reza la propaganda fernanista de la época fue apodado por el pueblo castellano “El de las manos blancas”, porque según parece las tenía tan bellas que no las mostraba a las mujeres para no causarles envidia. Un poco floripondio este Garci, ¿verdad?

Sin embargo, no llegó a los extremos de Alfonso II el Casto y logró tener un hijo, Sancho I García (995 – 1021), que demostró una masculinidad mucho mayor que la de su padre, pues aprovechando el caos de Al – Andalus saqueó Córdoba e intervino en la alta política andalusí ayudando a Solimán a subir al trono. Fue sucedido por García Sánchez (1021 – 1028), que había llegado a un pacto con Bermudo III de León para casarse con su hermana (con la de Bermudo, no con la suya, que esto no es la Biblia). Pero los Condes de Vela, alaveses ellos, no veían con buenos ojos la política imperialista de García Sánchez, que al parecer se había carcajeado al asistir a una manifestación de cultura vasca, concretamente una sesión de levantamiento de piedras en las posesiones de los Vela. Estos, indignados con un condesito que no ayudaba en absoluto a la construcción nacional de Euskal Herria y, es más, de cuando en cuando se permitía carcajearse de las entrañables tradiciones de los vascones, solucionaron el conflicto de un modo muy español (y vasco también), degollando a García Sánchez al amparo de la noche castellana.

A ello siguió una total anarquía en Castilla, momento que fue aprovechado por Sancho III el Mayor, rey de Navarra, para hacerse con el macrocondado alegando ancestrales derechos dinásticos de esos que se sacan cuando conviene y, accesoriamente, la fuerza de sus armas. Ya hablaremos de Sancho III el Mayor dentro de unos capítulos; por ahora, y tras haberles relatado los gloriosos orígenes del Reino de Castilla, continuamos la cronología histórica después de Sancho I el Gordo: “Los grandes desastres de los coetáneos de Almanzor”.какие батареи выбратьholoween party


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