Capítulo LVII: La Marca Hispánica
Año de nuestro Señor de 785
En realidad, los historiadores franceses siempre han tenido muy claro que lo de Roncesvalles fue un auténtico éxito, una de esas épicas victorias que no se olvidan. Pocos años después de esta peculiar victoria – descalabro, en el 785, los francos, al mando de Ludovico Pío, gobernador de Aquitania e hijo de Carlomagno, conquistan Gerona y comienzan a configurar un condado – tapón contra los árabes, que en cuanto españoles eran mucho más poderosos que ellos, mucho más machos y, en resumen, mucho más de Aquí.
Los francos intentaron en repetidas ocasiones conquistar Barcelona, hasta que en el año 801 se percatan de que para vencer al enemigo en buena lid sólo podían oponerle a otros españoles; son varios nobles que se habían refugiado en valles del Pirineo, con un D.N.I., por tanto, totalmente español, los que reconquistan Barcelona en el 801 con la ayuda “logística” (la pasta, vamos) de los francos, que, naturalmente, no tardan en apuntarse la victoria. A cambio de un supuesto régimen de autonomía, del reconocimiento de las peculiaridades históricas y culturales de los habitantes, los francos edifican un Estado satélite al que además, con muy mala leche para la posterior reescritura de la historia de los investigadores catalanes, llaman la Marca Hispánica, esto es, “dejemos a los machos españoles que se aticen entre ellos, que como los árabes crucen los Pirineos armados de rico jamón de jabugo y dotados del arte único de la tauromaquia, nos destruyen en un par de semanas”.
La Marca Hispánica, que abarca más o menos desde los Pirineos hasta poco más allá del río Llobregat, está compuesta por varios condados, de los cuales el de Barcelona, el más importante de todos (Madrid no es la única cuna del centralismo ibérico, como ven), será gobernado en un principio por el conde Bera, conquistador efectivo de la ciudad bajo el asesoramiento de los francos. En realidad, en sus primeros años de existencia, la Marca Hispánica no se diferencia en absoluto de los otros miniestados fronterizos montados por los francos, los muy cobardes, para que defendieran los confines de su supuesto Imperio. Al mando de “comites”, condes nombrados por los burócratas de Aquisgrán (aunque muy burócratas no debían ser, porque casi no quedan documentos escritos), la única función de estos condados es resistir eventuales invasiones “extranjeras”.
La creación de la Marca Hispánica es coetánea, por parte de los francos, de la aparición auspiciada por ellos de otros condados, en principio satélites, a lo largo de los Pirineos, con la función en primera instancia de defender la frontera sur del Imperio carolingio y, en última instancia, con el objetivo, mucho más importante para lo que nos interesa, de joder vivo al redactor de esta Histeria, que se va a ver obligado a escribir no una Historia medieval, sino cinco o más: Al – Andalus, Asturias, Navarra – Aragón, Cataluña y luego Cataluña – Aragón por un lado y Castilla – León por otro (a los portugueses nos los dejamos por el camino), porque, como Ustedes comprenderán, la Histeria individualizada de los reinos de taifas no la escribo ni harto de vino, hasta ahí podríamos llegar.
Por todo ello, el Consejo de Administración de La Página Definitiva (los cuatro amiguetes y yo) ha decidido adoptar la decisión de fragmentar el hilo conductor de la Histeria en varias subtramas hasta que lleguen los Reyes Católicos y le den a todo esto un poco de solidez. Por lo pronto, los siguientes capítulos, hasta la llegada de “Ramón Berenguer IV, el Pederasta”, versarán sobre los avatares de los catalanes para independizarse de los siniestros franceses y llevar a cabo la política de expansión mediterránea, típicamente española, como Ustedes saben, que les caracterizó en la Edad Media, comenzando por el siguiente capítulo, “Wifredo el Velloso y el autonomismo catalán”.
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