Capítulo LVI: El legado de Al – Andalus (V): Arte y tronío
Año de nuestro Señor de 711
Completamos nuestro recorrido por el inmarcesible legado cultural de Al – Andalus con lo que, según dirían muchos de nuestros gobernantes, es “lo más importante”: la literatura y el arte. Nos perdonarán que prediquemos con el ejemplo de estos mismos gobernantes y le otorguemos al arte musulmán la misma importancia relativa que ellos: un capítulo de entre los (¿1000? ¿5000?) capítulos de nuestra Histeria.
Es imposible resumir en unos párrafos las realizaciones artísticas del mundo hispanoárabe a lo largo de 800 años, pero también parecía imposible resumir toda la España romana y visigótica en 30 capítulos y ahí nos tienen, así que lo intentaremos. Fundamentalmente habría que destacar dos grandes polos de creación, arquitectura y poesía, aunque sin desmerecer los demás.
En cuanto a la arquitectura, ya hemos hablado de la magna Mezquita de Córdoba y el espectacular palacio de Medina – Azahara; tal vez convendría destacar otras obras, igualmente importantes pero de un periodo posterior, como son la Giralda de Sevilla y la Alhambra de Granada. Ambas construcciones tuvieron que sufrir diversos aditamentos en la posterior época cristiana, que en el caso de la Giralda, una torre árabe terminada en campanario cristiano, salió bien (curiosa mezcolanza que, por otro lado, es propia de Sevilla, una ciudad que como Ustedes saben “tiene un color especial”, y además es preciso señalar que según algunas películas de gran éxito los sevillanos se dedican a sacar a sus santos a pasear para, a continuación, quemarlos mientras se visten de mozos de San Fermín), y en el caso de la Alhambra, no tanto, pues el plastrón del Palacio de Carlos V daña a la vista, sinceramente, sobre todo si pensamos que por su causa se derribó una parte del palacio árabe (¿Qué pensaría el anterior presidente de los EE.UU., William B. Climpton según rezaba en la placa conmemorativa, si lo supiera?).
En cualquier caso, esto no consigue desmerecer lo suficiente a la Alhambra, que sigue siendo uno de los monumentos más importantes del mundo (¿les comenté ya que quizás fuera el más importante, de no ser porque hay otros, también españoles, que le disputan la primera plaza?), especialmente porque se trata de una construcción totalmente distinta a lo que estamos habituados a ver. Los occidentales, fascinados una y otra vez por las mismas faraónicas, magníficas y repetitivas catedrales cristianas tienen en la Alhambra una oportunidad única de estudiar un concepto distinto del espacio y la naturaleza que impacta en igual medida en la razón y en el alma. Después de esta frase creo que ya he cumplido mi cupo diario de comentarios pastelosos y horteras, así que volveré a mi habitual rol de tipo duro.
Pero además de la arquitectura, que no sólo se queda, naturalmente, en estas manifestaciones monumentales (pero por algún sitio hay que cortar), tenemos la eclosión de poetas de enorme calidad que produjo la civilización árabe en España, tanto en la época del Califato como en los reinos de taifas (época esta última en la que no entendemos cómo es posible que no se instauraran 50 Juegos Florales, uno por taifa). Desde Ibn – Ammar hasta Omar Khayan, son cientos y cientos los poetas que, en árabe o en lengua romance, elevaron en miles de obras (de las que yo no he leído una sola línea) de excepcional calidad el arte poético hasta lo más elevado.
Pero, lamentablemente, todo tiene un final, y Al – Andalus y sus realizaciones fueron derrotadas por el ímpetu de los reyes cristianos, al fin y al cabo españoles, y también por los errores de los hispanoárabes. Pero, dado que todo lo que se hizo en Al – Andalus era español, afortunadamente muchas de sus creaciones artísticas, culturales o sociales pervivieron, y siguen formando parte de la cultura española, lo cual, obviamente, es lo mejor que le puede pasar a cualquier cultura. A partir del próximo capítulo, en un inteligente salto retrospectivo de unos 400 años, volveremos a donde dejamos las cosas allá por el capítulo XXXIII: los inicios del independentismo catalán, o “La Marca Hispánica”
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