Ucrania
El primer rival de la Selección en su periplo mundialista, y principal escollo para salir airosos del “Grupo de la Muerte”, proviene de un bello país de más de 50 millones de habitantes que, vaya Usted a saber, igual incluso acaba formando parte de la UE (hagan sus apuestas: ¿quién entrará antes, Turquía o Ucrania? Y, sobre todo: ¿quién será expulsado antes?). No en vano Ucrania ha cumplido siempre con una función básica para cualquier espacio desarrollado (e inclusive subdesarrollado) que se precie: la de colonia inerme de alguna lejana metrópoli. Siempre por el mismo motivo (las inmensas llanuras que conforman el bucólico paisaje ucraniano, plagadas de cereales), Ucrania fue colonia comercial de los griegos, los persas, los romanos y de todo aquél que pasara por allí.
Bien es cierto que, de cuando en cuando, los naturales del lugar (escitas y, más tarde, sármatas), excelentes jinetes (como más tarde lo serían los cosacos), se dedicaban a darse un garbeo por ahí y hostigar un poco, pero bien pronto fueron puestos en su lugar: siervos de alguna potencia extranjera, primero los mongoles y después los rusos. De ahí viene el atávico odio de Ucrania (al menos la parte de Ucrania que alguna vez ha podido asomarse a Occidente) a todo lo ruso, algo notable si tenemos en cuenta la composición de su población (rusa, por mucho que se empeñen). Y eso que fue precisamente la Rusia de Kiev la que inauguró en cierto sentido el alma de la nación rusa, siempre golpeada, siempre perseguida. Pero pónganse en su lugar. Imagínese que Usted es catalán o, mejor aún, vasco (ya le gustaría a Usted ser vasco, ¿eh? ¿Y a quién no?) y se pasa la existencia sufriendo la incompetencia, brutalidad y corrupción de una administración extranjera con la que no le une absolutamente nada desde el punto de vista cultural, lingüístico o económico, cuando podría ser fácilmente feliz con una administración incompetente, brutal y corrupta, pero “de la tierra”.
Y tenga Usted presente, además, que hablamos de Rusia, y allí siempre hacen las cosas a lo grande. Si mueren, por ejemplo, mueren a millones, de hambre, violentamente o por pura desidia. Si son incompetentes, lo son en un grado tal que haría las envidias de algunos jerifaltes africanos. Y su corrupción es tan elevada que cualquiera diría que estamos en Sicilia (de no ser porque casi todo el mundo es rubio y tiene tatuajes y dientes de oro). Siglos de gestión rusa consiguieron la cuadratura del círculo: convertir el granero de Europa en pasto del hambre endémica (como en la misma Rusia, porque que no diga nadie ahora que los rusos son ventajistas: sufren como el que más, para dar ejemplo), y al mismo tiempo generar una absoluta dependencia en muy diversos órdenes de la Madre Patria de la que todos los ucranianos querrían huir (total, todo por lo antedicho y por una miaja accidentillo nuclear de ná en Chernóbil). Por cuestiones como esta, cuando los nazis llegaron a Ucrania, fueron inicialmente recibidos con los brazos abiertos (y los nazis les devolvieron un cálido abrazo y luego se pusieron a fusilar, en plan tecnificado, frente al modelo ruso, más artesanal, como ya comentábamos en otro lugar). En fin, podríamos pasarnos horas y horas hablando de Ucrania, de su historia y cultura, de la idiosincrasia de sus gentes, etc., pero aquí realmente lo único que importa es lo que afecta a la Selección, porque Ucrania es el principal escollo para hacer realidad el sueño de los cuartos de final.
¿Qué tipo de jugador cabe esperar? En primer lugar, tíos muy rápidos, recuerden que esta gente vive en llanuras y se ha pasado la vida corriendo, a caballo o a pie, persiguiendo a gente indefensa o siendo perseguidos por el recaudador de impuestos, el señor feudal o el comisario político, según los casos. No en vano su mejor jugador, y el único del que hablaremos aquí (el único al que conozco. Que, por si no había quedado claro, soy español, joer, la hostia, no necesito preocuparme por los demás, no son, y nunca serán, españoles, y con saber eso basta), Shevchenko, corre que se las pela, el cabrón.
Al mismo tiempo, suelen ser gente muy técnica, ejemplificando la profundidad humana y la dimensión creativa del alma no-rusa que caracteriza a los ucranianos, pero de mentalidad débil (lo cual no quiere decir que sean estúpidos, sino que de repente me les da un parrús, se deprimen e incluso España sería capaz, en esas circunstancias, de hacer algún gol), en una muestra más de esa visión fatalista de la existencia clásicamente antirrusa de los ucranianos. Claro está que algunos de los jugadores de Ucrania, incluso viniendo de donde provienen, son multimillonarios, con lo que no es probable que se suiciden en el campo, pero tal vez la visión del combinado nacional español, de su calidad, su amor a la bandera y, sobre todo, el hecho de que la mayoría de nuestros seleccionados tienen el inmenso privilegio de actuar como figurantes en equipos españoles, con su sol, su playa, y su periodismo deportivo, puede ser nuestra mejor arma para alcanzar ese ansiado empate con que todos soñamos.
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