Que viene, que viene
Bolo sobre la cultura y sus luchas en Charneguistán capital. Hablan los ponentes. El señor CT va y dice que hay que separar cultura y política, y se saca un Godwin del sombrero para decir que los nazis mezclaban cultura y política.
Acaban los ponentes, y empieza el show. Una señora centra desde el corner y dice que se ha quedado helada al oír que cultura y política no tienen nada que ver. Interrumpida por un empresario del ramo, que aprovecha para recordar los millones de muertos del comunismo a Pau Llonch, es desmentida por el ponente, que niega haber dicho lo que ha dicho. El señor CT aprovecha para decir que su empresa, Focus, no recibe subvenciones, y larga un discurso diciendo que su política -sí, repartía en el ayuntamiento- siempre fue subvencionar sólo lo que no puede competir en el mercado, y no dar un céntimo a obras que pueden aguantar un año en cartel.
Sale otra señora que pregunta por qué los trabajadores de la cultura no están encerrándose en los centros, como los maestros o los médicos. La poli, por cierto, tampoco se encierra, en lo que es otra metáfora de la CT. Aparece, por fin, la estrella de la noche, un señor llamado Quim que, con datos del Diari Oficial de la Generalitat de Catalunya sacados por él mismo, afirma que la compañía del señor CT sí cobra subvenciones de centenares de miles de euros. Y los teatros de la compañía, como el Villarroel, pues también. El señor CT lo niega todo de forma muy vehemente.
Otra señora pregunta por la corrupción en la cultura. Una de las ponentes, Itziar González, habla de una empresa que cuesta poco identificar. Otro de ellos, Guillem Martínez, dice que el cambio de época es que una señora del público va y dice «usted no ha dicho eso» y se queda tan pancha, y que la mesa ya no tiene ningún poder ni prestigio frente a la gente que, en su casa y con sus manitas, pasa de la propaganda y busca información.
En resumen, beligerancia en el público, y beligerancia también en la mesa, que supo rematar los centros que recibió con solvencia. Y, por supuesto, la necesidad de incluir en esa auditoría de la deuda que vamos a tener que hacer sí o sí a un sector que, en España, lo ha petado.