Hoy en la Ciutat Invisible, presentación del libro sobre CT

Hoy a las 19:30 se presenta en la librería cooperativa La Ciutat Invisible (C/Riego 35, metro Sants-Estació) el libro sobre la CT, que ya va por la segunda edición.

Han aparecido reseñas de Amat, Lector Malherido, González Férriz, el futuro presidente de Bankia Miralles, en Diagonal y Oriol Fuster. Y aquí, el prólogo de Martínez y la presentación de Minchinela en Zaragoza.

Están todos invitados, perico el que no vaya, etc.

10 Comentarios en “Hoy en la Ciutat Invisible, presentación del libro sobre CT”

  1. Also in Gerrymandering http://www.cerclegerrymandering.cat/ct-constitucionalisme-comparat/

  2. A ver Popota, no acabo de ver claro que la CT sea una especifidad española. Yo la relaciono más con la cultura neoliberal, una C más universal. A ver, si me animo a leer el libro otra vez y soy capaz de artícular una buena crítica al respecto. Que últimamente, tengo mi blog abandonado.

  3. Yo el libro no lo he leido, pero después de un artículo de Amador sobre el tema, también flipé. Corto y pego:

    En la gloriosa Espéin de la crisis no son las inmobiliarias y los bancos los únicos zombies. Los dueños y gerentes de los medios de comunicación contemplan desolados cómo su clientela potencial y tradicional—viejos más o menos fachas que les compran sus periódicos de mierda para disfrutarlos en el bar mientras mascan un palillo y se atizan un sol y sombra— se va progresivamente a la tumba. No hay turnover. Los treintañeros no quieren y/o no pueden pagar un duro por sus panfletos monárquico-taurino-inmobiliario-financiero-capitalistas; en su lugar se conforman con la versión internet, mientras sea gratis —la generación del gratis total, ya se sabe—. Y los que vienen arreando después —los de la juventud no-precisamente-esforzada, violenta y cruel— no quieren ni necesitan periódicos ni noticias, ni impresos ni en la web, ni gratuitos ni de pago. Nada.

    El sistema de transfusiones entre empresas que permite que basura como El País, Abc, La Razón, La Vanguardia, El Periódico de Catalunya, etc siga apareciendo en papel y en versión digital todos los días ha de ser forzosamente complejo, inextricable… y condenado al colapso. En el caso de Público ya se ha producido. Los últimos de Cuba y Filipinas sin embargo ahí siguen, manteniendo una web que publicitan como el segundo diario online de Espéin pero que cada vez se actualiza menos y más tarde —ya ni siquiera Escolar pone links a su blog— y que, en fin, huele a cadáver como ningún otro.

    En la Espéin posmoderna de fumbolismo subnormal tradicionalista, monárquico, pepero y de las JONS, tan comprometido con la actividad cinegético-ecológica y con la defensa de los intereses comunes frente a las amenazas del exterior —prietas las filas contra los guiñoles franceses y la judeo-masonería de ultramar— sólo lo más extremadamente mongólico puede aspirar a sobrevivir. No basta con insultar la inteligencia del lector. Hay que mearle en la puta cara, hay que llamarlo subnormal, hay que dar por hecho que es tan retardomentalfascistoide como los propios redactores y los dueños del tinglado. Así, Libertad Digital e Intereconomía prosperan. El País y Abc se vienen abajo. Ley de vida.

    Y ajeno a todo ésto, en su trinchera de Público que ya nadie se toma la molestia de intentar tomar al asalto, Amador Savater desbarra sobre la Cultura de la Transición (CT) —el término acuñado por el publicista Guillem Martínez— y el 15M, una semana sí y otra también.

    «Cultura consensual, cultura desproblematizadora, cultura despolitizadora, la CT se aseguró durante tres décadas el control de la realidad mediante el monopolio de las palabras, los temas y la memoria. Cómo debe circular la palabra y qué debe significar cada una. En torno a qué debemos pensar y en qué términos. Qué debemos recordar y en función de qué presente debemos hacerlo. Durante años, ese monopolio del sentido se ejerció sobre todo a través de un sistema de información centralizado y unidireccional en el que sólo las voces mediáticas tenían acceso, mientras que el público jugaba el papel de audiencia pasiva y existían temas intocables.»

    No se engañen: la Cultura de la Transición, tal y como la define Amador, existe; vaya si existe. Nos ha acompañado durante decenas de años. CT es El País, es la Ser, es Iñaki Gabilondo. CT es Peces Barba diciéndonos que aquél que no estuviera en las reuniones de alto nivel que determinaron la transi para poder moldearla a su gusto, pues que se joda por tonto. CT es decir que los ejércitos son pacifistas o que bajar impuestos es de izquierdas. CT es considerar que la campechanía en los jefes de Estado es una virtud. CT es pensar que una monarquía puede ser moderna y cercana al pueblo. CT es soltar una lagrimita cada vez que un viejo fascista —ya sea Samaranch, Fraga o cualquier otro— la espicha para regocijo de cualquier no-subnormal. CT es tó er mundo e güeno, el patrón que me paga y me trata como una mierda también. El alcalde con negocietes en la konxtruxión también. El vecino que se forró comprando y vendiendo pisos también. El deportista de élite que no paga un duro en impuestos también.

    Pero una cosa es que la CT exista y otra muy distinta que, tras años y años de escupitajos en la cara y errores garrafales, esté agotada, dilapidada. Dar por muerta la CT es como dar por muerto el capitalismo, el neoliberalismo o el subnormalismo. Por parafrasear al marqués de Villaverde en la escena del ascensor del hospital de ¡Buen viaje, Excelencia!: tenemos CT para rato.

    ¿O tal vez no? ¿Está amenazada la CT? De ser así dudo que sea por obra y gracia de Guillem, Amador, Luis Moreno-Caballud y otros intelectuales organizados en un círculo de admiración mutua y autorreferencial. Todos ellos parecen estar perfectamente informados de lo que ocurre en la realidad y de cómo la CT distorsiona la percepción de esa realidad; ahora bien, en virtud de su inmersión en círculos de intelectuales y de activistas, todo apunta a que no están muy al tanto de cómo perciben esa distorsión de la realidad aquellos que no disponen de su cultura, conocimiento y aparato crítico.

    Y no es tema baladí: los que se tragan la CT suman millones y deciden ya no quién ejerce el poder, sino el mismo poder. A su lado, la influencia de los críticos de la CT es ridícula.

    Yo puedo tener un blog y diseccionar hasta el más infimo detalle la CT. Puedo seguir día a día sus descalabros, meteduras de pata y avistamientos de plumero y llegar a la conclusión, tras una sesuda discusión con mis colegas, intelectuales activistas y publicistas todos, de que la CT está en las últimas y que no hay quien la salve. Y luego, cuando baje al bar, tome un taxi, aguante las conversaciones de autobús en el ídem, haga cola en el merkado o le dé conversación a una pepera tetona en la barra del Bora me daré de piños con la puta y cruda realidad.

    Porque en cierta manera sí que es cierto que se cierne una amenaza sobre la CT: una amenaza intereconómica, una amenaza retardo-mongólica, una amenaza subnormal-fascista. La CT, a todas luces, no va a ser superada, si por superar entendemos sustituirla por algo más razonable. Mientras los tótems de la CT oficial iban haciendo lo suyo, los de la CT subprime y la CT-regañadientes no se estaban quietos. En el ámbito de la subnormalidad son muchos los que nunca vieron con buenos ojos el proyecto reformista de Fraga, el elemento decisivo de la transi a la que debemos el actual estado mongólico de las cosas. Y fueron ejerciendo su influencia, a la xita callando. A día de hoy puede darse por finiquitado el esfuerzo pactista-buenista —¡cómo habrá de ser la realidad para que sea posible percibirlo así!— de don Manuel. Las hordas —o, si se quiere, la multitud, la peñita— empiezan a rechazar la CT, sí, pero el sustituto ideológico al que apuntan no brota precisamente del 15M. Al tiempo.

    Saludines

  4. Una cosa si que habrá conseguido la CT. Y es impregnarnos a todos en esa manía de considerar subnormales a los que no piensan como uno quisiera que pensaran. Y eso une tanto al paniaguado de un medio oficialista como a los que se consideran gurús de lo alternativo y que creen correcto.
    En resumen, todo el mundo pagado de si mismo, nivel de autocrítica bajo cero y considerando que los demás son tontos. La única diferencia es que Gabilondo o FJL viven de ello y otros simplemente aspiran a poder hacerlo.

  5. Menos tú, supongo.

    Saludines

  6. Lluís,

    Te he mandado un correo a la antigua dirección de yahoo, aún es operativa?

    Saludos,

    Pocholo, Teodoredo,

    Estoy colapsado, en cuento tenga un rato contesto, gracias por los comentarios.

  7. Teodoredo,

    No, yo no soy mejor que nadie, nunca lo he pretendido. Ya hace mucho tiempo que me han bajado los humos. No soy un ejemplo a seguir para nadie, ni lo pretendo, pero por lo menos soy consciente de que cuando recurro al insulto es porque no tengo otros argumentos.

  8. Lluís,

    pues menos mal.

    Saludines

  9. Apreciado Popota, hay un concepto muy interesante en el libro sobre la CT. Se trata, del concepto: Cultura Brunete. Pues bien, hay otro libro muy interesante que en cierta manera trata un poco ese concepto. Y que ayuda a explicar la hegemonía electoral del PP por ejemplo en la Comunidad Valenciana (Aunque el libro se ha basado en lo que ha pasado en la Comunidad de Madrid)

    Se trata de «Spanish Neocon» del Observatorio Metropolitano de Madrid.

    http://goo.gl/MWPQ4

    http://soundcloud.com/traficantesdesue-os/spanish-circulo

  10. Pocholo,

    Espero la crítica. Eso sí, discrepo en la identificación entre la cultura de masas y la CT. ¿Quiénes son el Villatoro, Rahola o Montero francés?

    Teodoredo,

    Compro lo de que la amenaza a la CT no viene únicamente del 15M, y que minusvalorar la CB que también ha perdido lo que llaman «complejos» -y que cabe traducir por «escrúpulos»- para poner todo patas arriba no es realista. Eso sí, tampoco creo realista minusvalorar todo el pack 15M, con su pásalo, su no a la guerra y demás.
    En definitiva, no veo ninguna garantía de que el fin de la CT suponga una edad dorada del 15M o un tapón para el triunfo de los malos. Lo que sí tendrá como consecuencia el fin de la CT es más libertad y, por tanto, más democracia y, por tanto, más opciones también para los que piensan distinto.
    Y tampoco veo clara la equiparación entre el capitalismo y la CT. Yo al capitalismo lo veo crecido y pletórico, mientras lo CT rueda cuesta abajo y sin frenos porque ya no hay ninguna necesidad -léase Pacto de Varsovia, léase bunker franquista- que justifique destinar una millonada a no decir nada. Vaya, que en términos de utilidad, un Alonso te da lo que 1000 Millás.

    Saludos,