En favor de Joan Herrera
El Govern de la Generalitat, además de recortar el raquítico estado de bienestar catalán, no mover un dedo para recuperar un solo euro del dinero de nuestros impuestos y surtir generosamente de cargos y negocios a los all-stars de los glory days del 3%, ha decidido implantar un Plan Nacional de Valores.
Al parecer, lo hacen tan rematadamente bien que les sobra tiempo para usar nuestro dinero en civilizarnos y convertirnos en personas de provecho. Según el responsable del invento, no se trata de adoctrinar, sinó de hacer propuestas en positivo contra la realidad líquida y el malvado relativismo. Como es habitual en la casa, no se han molestado en informar de cuánto dinero nos va a costar esta reeducación que generosamente y por nuestro bien nos van a proporcionar, pero por si acaso ya han dejado de pagar residencias, han anunciado nuevas rebajas en el sueldo de los funcionarios y, tachán-tachán, han enterrado 56 millones de euros más en el escandalosísimo pufo de Spanair.
El nuevo tripartito, al paso que va, nos va a hacer añorar al viejo, incluso en sus detalles más grotescos. A mí, por ejemplo, y por más de acuerdo que pueda estar en muchas cosas, me repele fuertemente el herrerismo y su tendencia a la prédica, al sermón y la sobreexplotación de «valores». Es más: los valores de los políticos me interesan tanto como sus calzoncillos o el color del que tienen pintado el salón; me interesa lo que hacen, si lo hacen bien y si lo que hacen se asemeja a mis prioridades.
Eso sí: en favor de Joan Herrera hay que decir que en los siete años de gobiernos tripartitos no hubo nadie en IC lo suficientemente chiflado como para proponer usar el dinero de los impuestos para promover planes de valores destinados a modificar -a mejor, por supuesto- los valores de la sociedad. Y conste que no fue porque el liberalismo catalán -que tiene con el liberalismo extranjero una relación idéntica a la que tiene el liberalismo españatarra- no se hartara de denunciar supuestos planes de reingeniería social de los totalitarios de extrema izquierda que mandaban en Charneguistán.