«Corría el año loquesea cuando menganito, que tenía mal aliento y era el hombre clave de las termópilas, le dijo a Marcus Iulius Trichetus, que justo se acababa de tirar un pedo, que si no se casaba con la sobrina del Medici el califa de Transilvania etc». Sí, ya saben. Estamos hablando de César Vidal, el subproducto cultural para analfabetos funcionales con más éxito al sur del Ebro. Pero al norte del Ebro tampoco faltan referentes. Basten dos palabras: Enric, y Juliana.
No vamos a inventar la rueda si recordamos como Juliana, el número 1 de la prensa catalana, depuró a Oriol Junqueres de Catalunya Radio después de que este ridiculizara como sólo Juliana puede merecer los exabruptos carajilleros del sicario del Conde en una tertulia de la casa.
Tampoco es el momento de recordar sus greatest hits de cámara de comercio de tercera regional. Ya saben: si hay cumbre hispano-italiana, toca hablar de los Médici y de que nunca Italia había mandado tanto aquí; si es hispano-rusa, la cosa es tirar millas con la segunda república -¡asesinos!- y decir que nunca Rusia había mandado tanto aquí; si toca lo que el palanganero de la Caixa llama Imperio Carolingio, Protectorado, o lo que sea, ningún problema. La ecuación sigue siendo la misma que rige lo más mejor del periodismo patrio -criterio-criterio= yo-, con frases de literatura barata, referencias historiográficas para impresionar a quinceañeros y una relación con la realidad propia de un burócrata del imperio soviético.
Ayer el Tribunal Supremo del Reino establecía, recurso de casación mediante, que la normalización lingüística en Catalunya está muerta, y que debe dar paso a una más constitucional, democrática y tolerante educación segregada. En los fundamentos jurídicos del atropello contra los catalanes, perdón, contra el catalán figuraba, con medalla de oro, la ultra-nacionalista sentencia que los mariachis del PPSOE conocidos como Tribunal Constitucional redactaron hace seis meses.
Para cotejar la credibilidad del presunto periodista, nada mejor que recordar que sus escritos entonces. Con termópilas, marcotulios y demás cesarvidalismos, el buen señor venía a decir que la sentencia no tenía la menor importancia, y que lo único negativo de la misma era un estilo ofensivo -creo recordar que el pollo llegó a usar la palabra florete, indigestado de gazpachos taurinos- para con los subespañoles residentes en Charneguistán.
Ayer, cuando conocimos las tres sentencias del Tribunal Supremo del Reino de España -cuya justicia tiene una independencia por debajo de Togo y una imparcialidad por debajo de Botswana según estándares internacionales-, el buen señor publicaba una mamada de las de comérselo cantando el himno a la alegría a mayor gloria de los que le pagan el sueldo, eufórico el pobre entre los fallidos trapicheos del opúsico Isidro Fainé en las cajas -su mayor éxito ha sido pasar al segundo lugar después de que los madrileños se comieran las cajas de los irreductibles (al imperialismo catalán) blavencianos, y esta semana hemos tenido la feliz noticia de una melé de prejubilaciones generosamente pagadas con fondos públicos que ayudarán a bancarizar la cosa-, el triunfo del anarcocapitalista -hay que joderse, pues ha estado en consejos de todo tipo de empresas reguladas y antiguos monopolios- y exfalangista catalán Juan Rosell en la patronal y un breve etcétera de épicos triunfos para la prensa paleta, nobiliaria y ecs-falangista que le lee al buen señor con fruición.
Huelga decir que, mientras tanto, los nacionalistas españoles han decidido regalar el aeropuerto del Prat a sus amiguetes, el corredor mediterráneo tiene el mismo futuro que los múltiples afectados por los sucesivos EREs del Grupo Godó, y la conexión ferroviaria con Francia -mapas, mapas, mapas, que dice el submoral- no será antes de 2020, como poco. Y es que el algodón no engaña: por eso el ex-nazi que lidera la secta católica que el buen señor nos estuvo meses -¡años!- vendiendo como lo más de lo más de la moderación y las tácticas maquiavélicas -el muy cursi lo llama finezza– se despachó antes de aterrizar en el Reino con unas declaraciones varias casillas a la derecha de Rouco Varela y sus compinches nacional-católicos.
Como decía, Juliana venía a decir que los catalanes -de los que el racista pangermánico excluye prudentamente al florero del Ministerio de Defensa, tropocientas veces más catalanista, o menos españatarra por decirlo mejor, que varios de los que figuraban en su lista- mandan más que nunca en el Reino, con la excepción de algo que llama la España fóbica y que limitaba a digitales, ondas, y demás compañeros de profesión tan o más corrompidos que él.
Por suerte para el principo de realidad, la España no fóbica no tardó ni 24 horas en poner en valor los delirios paletos de Juliana. Ni ondas, ni digitales, ni coñas marineras. El tribunal supremo del reino -el Estado-, contra el que no cabe recurso, se cepillaba la inmersión lingüística. Sí, ya sé que la sociovergencia -que ya se ha pactado encima la investidura, en un alarde de responsabilidad pretoriana- dice que la cosa no tiene la menor importancia y no tengo la menor duda de que aparecerá el artículo de turno con termópilas, carlomagnos y el primo tercero de la cuerta mujer de Henry IV explicando que, en efecto, la cosa no tiene la menor importancia.
Sin embargo, para los que gusten de la realidad, lo que el Tribunal Supremo del Reino ha dicho es, como bien explicaba el jurista López Tena -que se conoce el percal infinitamente más que tanto periodista analafbeto funcional con muchas ganas de pagar anuncios para medios y países quebrados- contradiciendo el «caso aislado» que vendían los autonomistas sociatas y convergentes, lo siguiente:
«La Generalidad [sic] deberá adoptar cuantas medidas sean precisas para adaptar su sistema de enseñanza a la nueva situación creada por la declaración de la Sentencia 31/2010 del Tribunal Constitucional que considera también al castellano como lengua vehicular de la enseñanza en Cataluña junto con el catalán»
Ayer el militante del PSC y comisario político convergente Jordi Barbeta escribía en el panfleto infecto que es la sección política del periódico nacionalista monárquico La Vanguardia -calificado de «parvulario» por los muy decentes colaboradores de la sección internacional del periódico- que la Solidaritat se cansaría de hablar de la independencia en cada sesión parlamentaria. A Jan Laporta le costó siete años empezar el Elefant Blau y expulsar a los incompetentes dirigentes del Barça para hacer el mejor equipo de la historia. Alfons López Tena estuvo siete años denunciando la corrupción y el ultra-nacionalismo de un Consejo General del Poder Judicial que nombró, contra su criterio, a los autores de las tres sentencias que ponen punto y final a la inmersión lingüística. Toni Strubell lleva el mismo tiempo con la Comissió per la dignitat denunciando los trapicheos de la monarquía borbónica del PPSOE contra la legalidad republicana.
No se van a cansar, porque no hay dónde elegir. Mene Tequel Parsin: Ha empezado la cuenta atrás.
Disclaimer 1: Escribo en tanto que militante de la Solidaritat.
Disclaimer 2: Escribo en tanto que activista del castellano, que es la lengua que uso mayoritariamente para leer, y habiendo defendido desde el analfabetismo funcional más radical una educación bilingüe en mi instituto contra las autoridades del centro. Entonces ni sabía que por muy sabio que pareciera mi criterio de repartir al 50% entre los dos idiomas que sabemos todos los subespañoles de la comunidad autónoma de Catalunya, la cosa no iba de nuestro instituto de pijos sino de las decenas de miles de catalanes que tienen derecho a salir del instituto sabiendo como yo dos idiomas, ni sabía tampoco que la inmersión fue una exigencia de las izquierdas catalanas para garantizar la igualdad de oportunidades contra el criterio inicial de la derecha nacionalista que defendía la educación segregada, perdón, la libertad de elegir.
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