El «tafazzismo» de la izquierda italiana, por Ton Vilalta


Como bien explica Lakoff, la política es sobre todo narración y metáfora. Por eso saqueamos a menudo los grandes depósitos del Mito en busca de arquetipos que nos permitan interpretar los hechos y personajes del universo político. Hay Ícaros que intentaron hazañas que estaban fuera de sus posibilidades y acabaron por morder el polvo, Aves Fénix que resurgieron de sus cenizas políticas, Sísifos que arrastran rocas por la ladera de la montaña con resultados electorales más bien modestos, Júpiteres que sobrevivieron a la comilona paterna y acabaron con él en un congreso de partido. Narraciones y arquetipos que dan mucho juego al escritor y al tertuliano, porque su profunda simplicidad posee una enorme capacidad de explicar el mundo. La izquierda italiana no tiene que recurrir a la mitología griega para encontrar una metáfora propia. Le basta la televisión. A mediados de los años 90 un trío de cómicos muy conocidos, Aldo, Giovani y Giacomo, inventaron para sus sketches un personaje fascinante por su simplicidad. Se llama Tafazzi y la única cosa que hace, simple y llanamente, es pegarse botellazos en los cojones. En cualquier situación. Irrumpe inesperadamente en medio de una escena y atraviesa la pantalla pegando brincos y flagelándose rítmicamente los huevos, acompañando cada golpe con un grito de placer. Un subnormal que disfruta con una autoflagelación particularmente ridícula, he aquí una buena imagen de lo que es, hoy en día, la izquierda italiana. Y no me refiero solamente a los partidos políticos, sino a todo el pueblo de la izquierda.

Hay que reconocer, sin embargo, que no lo han tenido fácil. Nunca una izquierda, en ningún país occidental, ha tenido que comer, a lo largo de su historia, semejante cantidad de mierda. Ya Mazzini, que dedicó su vida a teorizar la unidad italiana y a luchar por ella desde posiciones republicanas y proto-socialistas, vio como los republicanos moderados en primera instancia, y después los monárquicos del Conde de Cavour, Primer Ministro del Rey Vittorio Emanuele I (padre de nuestro querido Amadeo de Savoia, uno de los personajes más enternecedores de la historia patria), le robaban todos los balones peligrosos y remataban a puerta vacía, adjudicándose la gloria de la hazaña unificadora y echando raíces en el poder durante décadas.

De nuevo, después de la Primera Guerra Mundial, cuando el descontento social parecía a punto de explotar y el movimiento obrero organizado amenazaba seriamente las bases de la Italia burguesa y gatopardesca surgida de la unificación, uno de los suyos, un dirigente del Partido Socialista y director del periódico de partido Avanti, un tal Benito, les adelanta por la derecha y monta algo llamado fascismo, que relega a 20 años de banquillo a todo lo que huela a izquierdoso. Giacomo Matteotti es asesinado y Gramsci, una de las mentes más brillantes de la historia de la izquierda italiana, se muere de tisis en una prisión fascista. Durante la Segunda Guerra Mundial, sobre todo después de la caída de Mussolini en el 43 y la consiguiente invasión alemana, los partisanos comunistas juegan un papel fundamental en la organización de la Resistencia, convirtiéndose en la principal fuerza de oposición antifascista. Pero, huelga decirlo, una vez terminada la guerra no consiguen traducir el enorme consenso popular acumulado en poder político: la Guerra Fría les había estallado en la cara.

No se sabe bien por qué, cuando se habla de la política italiana, hay alguien que se pone a hablar de inestabilidad política. A lo mejor hasta cita el dato de los 50 gobiernos en 45 años. Los cojones. Desde el 45 hasta la fin de la Primera República a principios de los 90, Italia no ha conocido prácticamente alternancia alguna. La Democracia Cristiana (DC) ha gobernado, con coaliciones más o menos móviles, eso sí, de forma ininterrumpida hasta que en 1993 el tsunami de Manos Limpias la borra del mapa político. El PCI, el que fue durante casi 40 años el mayor partido comunista de Europa, no logró catar el poder ni un solo día. A finales de los 70, en un momento de crisis particularmente aguda de la DC,  la posibilidad que los comunistas lograran tocar finalmente teta parecía perfectamente real. Aldo Moro, primer ministro democristiano con cierta tendencia progresista, habla sin tapujos de abatir el muro que desde el 48 mantiene al PCI en la condición de apestado político y parece dispuesto a formar un gran gobierno de coalición. Es la época del llamado Compromiso Histórico. Época que, faltaría más, se muere antes de nacer. O mejor, la matan. Aldo Moro es secuestrado por las Brigadas Rojas que, después de unas semanas de dramático cautiverio, lo somete a la justicia proletaria (consistente en un juicio en un sótano ante un tribunal formado por brigadistas tarados) y lo sentencia, ni que decir tiene, a muerte. En un refinado ejercicio de estética política (en eso la izquierda italiana no tiene rival), las BR abandonan el cadáver de Moro en el maletero de un Renault rojo, a medio camino entre la sede romana de la Democracia Cristiana y la del Partido Comunista. De esta forma tan burra desvanece una de las pocas oportunidades que la Historia ha brindado a la izquierda italiana de salir del agujero donde la ha relegado su condición de minoría estructural, en un país mayoritariamente conservador, o mejor, anti-izquierdista.

Pero todo tiene arreglo. Hay quien atribuye a Tony Blair la invención de la llamada Tercera Vía, consistente básicamente en coger un partido de izquierdas, darle una pátina de modernidad post-ideológica y dedicarse al neoliberalismo en lo económico y a meterse farlopa en los ratos de ocio. En realidad, esto, como los más agudos lectores habrán intuido, ya lo habían inventado en Italia, y más concretamente en Milán, la Milano da bere de principios de los años 80. El genio fue Bettino Craxi, un joven rampante al que al final de los 70 le había salido bien una OPA sobre el viejo y vetusto Partido Socialista Italiano (PSI), sempiterno segundón de la izquierda italiana. Craxi, muy mahometano él (por lo de Mahoma y la montaña, básicamente) intuyó que si los italianos no compraban izquierda, había que sacar al mercado un nuevo producto. Y dio al partido socialista una nueva identidad en la que el socialismo, a grandes líneas, se acababa en el nombre. Un partido sin rastro de retórica obrerista, muy abierto (de piernas) al mercado, que es el nombre que se suele dar al impúdico compadreo entre élites políticas y oligarquías económicas que se practica por estos lares. El experimento salió bien y, aunque el PSI nunca superó al PCI en el campo de la izquierda (en realidad nunca alcanzó siquiera el 20%), Craxi logró convertirse en primer ministro, liderando una coalición de cinco partidos, junto a la DC y otros tres pequeños partidos. Aun a precio de haber dejado de serlo, una parte de la izquierda italiana lograba finalmente tocar teta en el gobierno del país.

Y tanta, pero tanta, teta tocó, que cuando los jueces de Milán empezaron a investigar a principios de los 90 el sistema de financiación de los partidos, el tapón saltó con  un sonoro ¡plop! y el PSI (junto a la Democracia Cristiana) se fue entero por el desagüe en un abrir y cerrar de ojos. Había explotado Manos Limpias. En un primer momento Craxi intentó defenderse entonando el così fan tutti, pero acabó saliendo del país literalmente por patas. Murió algunos años más tarde en la soleada localidad de Hammamet, en Túnez.

Manos Limpias hizo añicos el viejo sistema de partidos. De los tres grandes partidos DC, PSI y PCI, sólo éste último, que mientras tanto había abandonado el comunismo y abrazado la socialdemocracia, había sobrevivido a la hecatombe. El escándalo le había afectado sólo de forma marginal y afrontaba las elecciones de 1994 sin rivales, en lo que iba a ser una solitaria incursión en el área rival, con el portero maniatado junto al banderín de córner. Pero la jodieron de nuevo. O les jodieron, no está claro. Un Jesús Gil milanés, presidente no del Pateti, sino del Milan (y estamos hablando del Milan de Gullit y Van Basten, pocas hostias), con una fortuna exorbitada de origen turbio, crecida desmesuradamente durante el craxismo, propietario de las tres únicas cadenas de televisión privadas, montó un partido y lo llamó, ole sus huevos, Forza Italia. Aplicó a la política la misma fórmula que le había funcionado en la tele (mucho culo, mucha teta, mucho futbol, mucho chiste, mucha acción y pocas comidas de tarro) y le añadió el ingrediente mágico que la vieja Democracia Cristiana había usado con resultados excelentes durante más de 40 años: el anticomunismo.

La receta, 16 años más tarde sigue siendo la misma. Pero si echándole Lacasitos y espolvoreando azúcar en polvo por encima, hasta la primera cucharada de mierda puede sorprendernos gracias a su novedoso sabor, original e inclasificable, al cabo de 16 años a uno ya no le cabe duda: la mierda apesta. Berlusconi sigue repitiendo sus viejos trucos, pero ha perdido velocidad y a menudo se le caen las cartas. Como un macarthista irreductible y gagá, abandonado en una isla en medio del Pacífico después del fin de la guerra, sigue agitando el espantajo del comunismo, pero los que se asustan lo hacen casi por nostalgia. Sigue contando chistes como antaño, pero ya son pocos los que se ríen. Los payasos envejecen mal, porque llega un día en que hasta el niño más tonto se da cuenta que es sólo un viejo maquillado. El berlusconismo aguanta por inercia, por miedo, por falta de alternativas, pero le está entrando agua por todas partes. En dos años ha perdido 2 millones de votos y casi 7 puntos porcentuales. En las últimas elecciones regionales, sus socios de gobierno, la Lega Nord, les han comido terreno, convirtiéndose en el primer partido en muchas zonas del norte industrial. Berlusconi ha tenido que ceder a la Lega algunos cargos de altísimo nivel político, lo que ha erosionado una de las columnas que sostienen el edificio berlusconiano: la capacidad de distribuir cuotas poder y prebendas entre sus fieles. Esto ha creado malestar dentro del mismísimo partido de Berlusconi, el Pueblo de la Libertad (tiene tela con los nombres, sí), hasta hoy simple apéndice de plástico al carisma del líder. Han surgido voces que por primera vez ponen en duda, de forma más o menos abierta, el liderazgo de Berlusconi. Entre ellas destaca la del Presidente de la Cámara de Diputados, Gianfranco Fini (un hombre cuya parábola política requiere, más que un post, un libro entero, otro día les cuento). Se trata de voces todavía minoritarias y que no parecen capaces de derrocarlo a corto plazo, pero son un síntoma que en la derecha italiana ya ha empezado la guerra de sucesión.

¿Y la izquierda, se preguntarán ustedes, qué hace mientras el berlusconismo se pudre y se deshace ante los ojos de todo el mundo?  ¿Qué hace para acelerar el proceso y estar preparada para cuando el edificio se desmorone? Pues nada: se divide y se pelea, perpetúa una clase dirigente de fracasados, se interroga sobre el sexo de los ángeles, deshoja margaritas, engola la voz y no dice nada. Se limita, simplemente, a hacer lo que mejor le sale: pegarse botellazos en los cojones.

20 Comentarios en “El «tafazzismo» de la izquierda italiana, por Ton Vilalta”

  1. Espectacular, matxo. Cada dia vas a més. Conste que twittege este article perquè el llija tota la gent possible, el paral·lelisme amb l’esquerra valenciana és inevitable xD

  2. Acojonante. E incluye una de las mejores definiciones de la Tercera Vía que he leído.

    ¿Sólo yo encuentro inquietantes parecidos -just a little- entre las formas de Berlusconi y las de nuestra inefable Esperanza?

    Saludos.

  3. El otro día, una italiana de izquierdas me decía: ¡viva Fini! Y es que la izquierda sociológica está flipando porque Fini ahora es el único opositor real al régimen berlusconiano, el único defensor de la separación Estado-Iglesia, etcétera.

    La verdad es que el problema de la izquierda parlamentaria es que espera la caída de Berlusconi por sus propios escándalos (como en Valencia, exacto), pero no se da cuenta que lo que falta es que proponga un proyecto político real en positivo y entonces los votos vendrán solos. Pero hacer política esperando que el fruto caiga maduro (o podrido, mejor dicho) es muy impopular y es lo que hacen en Italia. Bueno, y en España, que con los escándalos Gürtel, espías, Benquerença quieren cargarse al PP, cuando esto se hace con un buen proyecto político.

    Pero claro, el problema está claro… falta armar un buen proyecto y ahora que Marx está muerto…

    Por otro lado, hace falta decir que Italia ha dejado de ser una democracia, ahora es una dictadura.

  4. Ole ole y ole. Poco más que decir. Hay pocas cosas más apasionantes que la política italiana.

    Popota, si me dices tu correo te mando un minitocho muy bueno sobre el tema, para que lo publiques entero o por partes a tu discrección. Se explica por encima que el PCI no es que marrara a puerta vacía, es que el árbitro siempre pitaba peligro.

  5. Excelente artículo. La pregunta que me queda es ¿y exactamente, que hace el italiano de a pie ante todo esto? Es decir, aunque el post es una maravilla, se centra casi exclusivamente en los tejemanejes en las altas esferas. Sin embargo ahí tenemos las cuotas de popualridad de Berlusconi (aunque ahora estén decayendo) por poner un ejemplo. Me pregunto cuál será la profundidad de esas redes clientelares que empiezan en el Quirinale para sostener el entramado, proque el final es el señor de la calle el que echa la papeleta en la urna. Eso, o asumimos que los italianos son estúpidos o se me escapa algo.

    «Por otro lado, hace falta decir que Italia ha dejado de ser una democracia, ahora es una dictadura.»

    Como se nota que eres un rojo de salón y un vago que se dedica a escribir aquí de madrugada, Parvulesco. Parece mentira que digas estas cosas. Berlusconi no puede ser un dictador por dos razones fundamentales. Es (más o menos) blanco-europeo y respeta, como persona (medio)civilizada, las necesidades del mercado. Lo de «medio» lo pongo porque todo el mundo sabe que los PIGS…bueno, ya se sabe.

    Un saludo.

  6. Muy bueno. Veo que escribir con un solo brazo se le esta dando de miedo, dado el ritmo de actualizaciones.

    “Y dio al partido socialista una nueva identidad en la que el socialismo, a grandes líneas, se acababa en el nombre. Un partido sin rastro de retórica obrerista, muy abierto (de piernas) al mercado, que es el nombre que se suele dar al impúdico compadreo entre élites políticas y oligarquías económicas que se practica por estos lares”

    Aquí he derramado una lagrimita. Pero, pero…si estas hablando del PSOE !!!

    Bueno no, hay una diferencia grande, aquí in Spain, el subnormal de la botella, los golpes en los cojones los da al ciudadano y no a si mismo.

  7. Bah,

    “por que el final es el señor de la calle el que echa la papeleta en la urna. Eso, o asumimos que los italianos son estúpidos o se me escapa algo”

    Para mi el articulo deja claro que la falta de alternativa propicia el éxito de ciertos personajes, será por cosa de la inercia. Pero si la oposición no se presenta con un programa algo más currado que un “púdrete tu solo con tu corrupción que yo espero denunciando lo malo que eres hasta que caigas y pueda ponerme yo”, pues como que el ciudadano lo percibe. La gente mayoritariamente no es gilipollas (o no lo somos tanto), pero el porcentaje de gente que si lo es legitima a este tipo de politicos por que son los que votan cuando el ciudadano medio ya pasa de votar por la apatia que le provoca el panorama.

    Yo como madrileño achaco a esto ultimo los años y años de victorias mayoritarias del PP tanto en la alcaldía como en la presidencia, a la absoluta falta de programa de alternativa y bajísimo(pero bajo de cojones) nivel de los candidatos del PSOE.

    Por lo demás Marbella es nuestra pequeña Italia. Que viva el mediterráneo.

  8. Ante todo pido perdon por la longitud del ladrillo. Pero el tema da para una antologia en 7 volumenes y no es facil meterlo en el espacio de un post internetero.

    parvulesco:

    A mi Fini me gustaba cuando era lider de un partido post-fascista, imaginate ahora que comparto casi todo lo que dice. Pero elevarlo al altar de la izquierda es otro, el enesimo, ejercicio de extreme hard tafazzismo. Fini esta simplemente intentanto conquistarse un espacio propio, explorando un espacio virgen en la derecha italiana de los ultimos 15 anyos: una derecha mas o menos laica, avanzada y europeista, tipo Merkel. Huelga decir que este tipo de derecha gusta solamente a los electores de izquierda, no a los suyos. Como el Gallardon de antanyo, vamos. Por el momento Fini es un general, con algunos (pocos) coroneles, pero sin pueblo. Pero el universo politico italiano es muy movil, y nadie sabe como evolucionara la politica italiana después del cataclisma que supondrà la caida de Berlusconi (inevitable antes o después, tiene 75 anyos y la biologia no es una opinion). La de Fini es una apuesta que le puede salir bien, pero lo mas probable es que no. Repito, es interesante por lo que significa, porque en los ultimos anyos nadie se ha atrevido a mover un dedo contra Berlusconi (ni siquiera el mismo Fini, que no se metio ayer en politica, sino que ha compartido gobierno con él desde 1994), por primera vez alguien de los suyos le desafia de modo mas o menos abierto, lo que significa que dentro del palacio las grietas se ven crecer a simple vista.

  9. Bah:

    las cuotas de popularidad de Silvio se explican en dos modos a) y b).

    a) controlando de forma directa e indirecta una parte significativa de los medios de comunicacion (no todos, y en lo que se refiere a la prensa ni siquiera la mayoria, pero a nadie le importa porque los periodicos no los lee ni el tato) tiene una capacidad enorme para influenciar el sistema informativo y dictar a su favor los temas de la agenda del debate publico. Muy en particular sobre esa parte (mayoritaria) de la poblacion poco aculturada, poco o nada interesada en la politica y que no quiere hacer mas esfuerzo para informarse que encender la tele (las suyas, normalmente).

    b) Se los inventa. Esos datos no existen. Es una de sus mejores estrategias comunicativas, que usa desde quando vendia pisos en Milano 2. Se inventa una cifra y al dice con toda seguridad, a lo mejor hasta le pone un par de decimas para demostrar que es muy cientifico: «Los sondajes dicen que el 72,45 por ciento de los italianos està conmigo». No es verdad, claro, los unicos sondajes conocidos lo situan poco por encima del 40% y su gobierno aun peor, por debajo del 40. Pero como nadie dice: oye macho, deja ya de inventar tonterias, al dia siguiente todos los periodicos (italianos y extranjeros) titulan: «Berlusconi: el 70% de los italianos me apoya». Asi funciona, sencillo como un anillo.

  10. Espero con impaciencia el tocho del PCI.

  11. Mitrídates,

    Com t’he cercat i t’he trobat, si t’interessa jo corro per http://twitter.com/ppsoe2000

    Rocamadour,

    Yo no le veo semejanzas solo con Esperanza. De hecho, cada político que aparece es más berlusconiano que el anterior.

    Parvulesco,
    Yo más bien diría que eso de esperar haciéndose el muerto no lo hace nadie mejor que Rajoy.

    AC,
    Encantado, la dirección es ppsoe2000@yahoo.com

    «Veo que escribir con un solo brazo se le esta dando de miedo, dado el ritmo de actualizaciones.»
    Bueno, espero que Vilalta -al que aprovecho para agradecer el ladrillo; como homenaje a los gurús de la red, va con un ritmo de visitas más que cachas- no tenga el brazo como yo, pero el artículo no es mío.

    Saludos, y gracias por los mensajes.

  12. PLAS, PLAS, PLAS.
    De lo milloret que s´ha publicat per en aquest foro.
    Por cierto alquien podria poner un ladrillo sobre la política valenciana, que joder tiene de todo.

  13. Me sumo al aplauso general, mis colegas desde la época de l’Olivo todavía están dándose con la botellita pero como la mayoría de la audiencia aquí presente poco puedo reprocharles yo, valenciano en el exilio.

  14. el otro dia, en el suplemento del periodico monarquico «El Pais», Umberto Eco decia que el destino de la politica en Europa es la Berlusconización general.

    pero yo creo que Berlusconi como individuo politico y posible modelo para crear replicantes en otros paises está acabado, tiene más futuro el rollete xenofobo «sin complejos» como el de Fini.

  15. el de la 13:

    Gracias por las respuesta (y por el «ladrillo», claro. Si todos los ladrillos hubiesen sido así en este país S&P no estaría en vías de abrirnos un nuevo orificio anal)

    Por lo que dices, entiendo que un problema en Italia, no muy diferente a lo que pasa aquí, es que la sociedad civil es una cosa como testimonial y no tiene capacidad ni siquiera para contrarestar las invenciones de Berlusca, mucho menos de impulsar alternativas que rompan con el desencanto reinante entre la gente seria ¿no?.

    Un saludo.

  16. Muy bueno el artículo de Ton Vilalta, aunque deprime un poco.

    Yo incluso teniendo en cuenta el dominio que tiene Berlusconi de los medios de comunicación no acabo de entenderlo. Tiene que haber algún motivo más para que un personaje como éste gane elecciones, no una sino varias. El desastre de la izquierda debe ser más profundo de lo que parece desde aquí o sino no lo entiendo. Porque además cuando Berlusconi baja suben la Liga Norte, Fini o cualquier otro de centro-derecha.

  17. Casio, no te confundas. Fini (o almenos el Fini 9.4 de los ultimos dos anyos) tiene posturas la mar de izquierdosas en materia de immigracion, la mar de laicas en lo que a derechos sociales se refiere (maricones, mata-comatosos, mata-bebés…), y europeista en politica exterior. Los xenofobos sin complejos son los de la Lega Nord. Que, en efecto, es el unico partido que crece sistematicamente.

  18. Vaya, que incultura italiana la mia…….

  19. Jordi P.,

    una de las cosas que hace «»mejor»» Berlusconi (en la línea goebbelsiana) es el pintarse como un «hombre del pueblo», como hacen tantos republicanos en los USA (como en las últimas elecciones en Massachusets, por ej.).
    Es decir, como alguien que quiere vivir su vida como lo que es, un campeón, y la gente que habita en las (anacrónicas) instituciones que lo rodean son sólo frustrados que no pueden llegar ni a soñar con tener su vida sexual, fiestera y de poder.

    De hecho, no deja de ser curioso que este enorme descrédito de las instituciones políticas venga, precisamente, por parte de la derecha, al menos es incomprensible desde un punto de vista marxista. Bueno, sí que lo es, ya que el Estado ha dejado de ser el defensor de los intereses de la oligarquía y por lo tanto inservible a su punto de vista. En esta línea el Estado sería una estructura política que las élites quieren desmantelar con la pasividad de las clases medias y bajas, que como ya están bien tampoco se preocupan mucho (ahora sí, pero les falta conciencia de clase y blablabla). Bueno, no sigo, simplemente me estoy enrollando para olvidarme de una cosa de la que ahora mismo no recuerdo bien…

  20. […] gentileza de Anonymous Coward -¡Gracias!-, y a raíz del texto de Vilalta sobre la izquierda […]