Soñar la utopía
Leía ayer que, un año después de la quiebra de Lehman Brothers, los 18 bancos occidentales más grandes han aumentado su tamaño un 9%. Ya saben, sí: Lehman, esa prueba de que las regulaciones habían sido ineficientes y del peligro que suponen las entidades demasiado grandes para quebrar. Un año después, los resultados de los denodados esfuerzos públicos para solventar la situación no pueden ser más elocuentes: después de volcar una millonada en el sistema financiero, este lo ha aprovechado para concentrarse evitando todo atisbo de regulación -eso sí, hubo unos titulares de lo más preciosista sobre los paraísos fiscales en una reunión celebrada en un sitio en que uno no paga impuesto por los ingresos que tiene en el exterior- y pasando olímpicamente de dar un crédito – a diferencia de los bancos chinos, quienes bajo la atroz dictadura comunista han prestado más en el primer trimestre de este año que en todo 2008-.
Todo este ejercicio de corrupción a gran escala me ha recordado un interesante libro que leí hace algún tiempo. Se trata de «Republicanismo: una teoría sobre la libertad y el gobierno», un ensayo del que pasa por ser el gurú de nuestro amado líder y Ministro de Deportes, Phillip Pettit. Y es que en tiempos de zozobra nunca está de más dejar un rinconcito a la esperanza en que esa cosa llamada izquierda política salga del coma inducido en que se sumió después del trágico final del bloque soviético.
Como reza el título, esto va de soñar la utopía. Pettit diseña un sistema en que la cosa pública tiene un protagonismo de lo más llamativo, en tanto que fuente única de la libertad del individuo. Obviamente, la gestión de esa cosa pública está a varios trillones de años luz del pueblo beneficiado por las bondades de los gestores públicos: nada de aventuras, ni participación, ni cosas raras de esas. Un poco como el despotismo ilustrado, pero con Ministerio de Igualdad y demás cosas ejemplificantes. Eso sí, para atajar la creciente desafección ciudadana ante tanto chorizo incompetente, perdón, ante tanto prócer que no comunica bien las maravillas que hace a diario, defiende una mayor peso de los ciudadanos, pero con reflexión: en lugar de encuestas, encerrarlos dos días obligándoles a discutir temas determinados, para que los resultados sean más fiables. Y es que donde se ponga la regeneración democrática que se aparte lo demás. A ver si esta temporada este el No-do pluralista del PPSOE y Su Majestad nos ofrece un reality con personajes de esos que sacan para el 59 segundos debatiendo sobre lo divino y lo humano.
Claro que esa participación debe ser obviamente limitada, puesto que los ciudadanos, como los niños, carecen de los conocimientos de los políticos, con lo cual es conveniente dejar determinados temas a los expertos. Cita concretamente el excelente funcionamiento de los bancos centrales, alejados de la inestabilidad generada por los vaivenes políticos y modélicamente gestionados por hombres que se levantan preocupándose por el bien común, y defiende la conveniencia de aplicarlo a otros campos.
Sin embargo, la parte más novedosa y por ende interesante del ensayo es la que les relato a continuación. Como sabrán si han llegado hasta aquí, el ejercicio del poder por parte del estado y sus funcionarios es tirando a llamativo, por lo cual el autor se ocupa también de establecer los mecanismos de control para que esto no acabe en una de esas dictaduras como la del gorila venezolano que convoca referendums. Empezamos: «Es parte de la sabiduría establecida que el estado no debería atravesarse en el camino que lleva a los milagros operados por la mano invisible en la provisión de bienes de mercado«. Obsérvese que la idea no solo es bella, sino que está formulada de tal modo -el paso de la sabiduría establecida a los milagros, un pequeño paso para la izquierda, pero un gran paso para la patronal- que se acerca a la poesía, snif.
Pero seguimos. Visto como se regula el mercado, ahora llega el turno del estado. ¿Qué es lo que podría controlar con ciertas garantías a la clientela del bigotes, a los de Benidorm, a la familia Chaves, a los del Palma Arena y un largo, largo, largo etcétera? Han acertado: con todos ustedes, la mano intangible. ¿Lo qué?
En primer lugar, «también debería ser parte de la sabiduría establecida que el estado no debe atravesarse en el camino que lleva a las maravillas operadas por la mano intangible en punto a facilitar oferta de virtud», pues no en balde «el estado debe andarse con mucha cautela a la hora de introducir pautas de control rígidas que puedan socavar la influencia de ese modo, más o menos autónomo, de regulación». ¿Y ese modo más autónomo de regulación, cómo funciona? «Ningún funcionario puede tener la certeza de no ser descubierto, y el coste de serlo es tan elevado [se refiere al desprestigio público], que es muy improbable que el celo de ningún funcionario público le lleve a la transgresión». Por si ello fuera poco, establecer «controles rígidos» solo sirve para que los buenos servidores públicos se desmotiven, cuando no directamente se sientan insultados, los pobres, por lo cual lo aconsejable es centrar la regulación en la gente que cumple.
En resumen, hermanos. Frente a la gente desencantada con la política, este valiente ensayo nos vuelve a llenar de esperanza y nos invita una vez más a soñar y a perseguir la utopía de las utopías, con las manos enlazadas -la invisible y la intangible- apuntando hacia el firmamento y las lágrimas mojando nuestras mejillas.
A todo esto, Pettit pasó por aquí para puntuar la primera legislatura del Impostor en la Moncloa, poniéndole mesuradamente «entre un ocho y un nueve». Habrá que estar atentos a cuando vuelva a pasar, especialmente teniendo en cuenta que el filósofo considera que los dos aspectos más importantes en cuanto a economía son el nivel de empleo y la estabilidad del sistema financiero. Y si mejora nota después de lo del pleno empleo y lo del sistema financiero más sólido del mundo, los que no tengan una mano delante y otra detrás podrán aplaudir.
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Ferraz Entertainment S.L. patrocina el brote verde de la jornada: Notifican el despido a 57 trabajadores temporales de Astilleros y la empresa propone un ERE de seis meses.
Diálogo Social Circus, sociedad sin ánimo de lucro con una filial en las Islas Caimán, patrocina el brote multicolor de la jornada: El Supremo respalda los despidos colectivos sin ERE.
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Buena reseña del nuevo libro del economista Amartya Sen, que aparca milagros, maravillas y manos invisibles para ocuparse de temas más pedestres como la sanidad, la educación, la pobreza o la redistribución, dando la réplica al liberal -en el buen sentido- John Rawls.