20-N
Cuenta hoy el periódico Público que, además de no permitir que nadie hable mal de Franco en su presencia como es su costumbre -no lo digo yo, lo dice su mujer-, Su Majestad el Rey Juan Carlos tuvo el pasado 20-N una jornada de lo más ajetreada. Hasta en seis ocasiones el Campechano se vio obligado a marcar el teléfono del presidente del gobierno para indicarle que apoyara la venta de una parte de Repsol a la compañía rusa Lukoil, en contra del criterio manifestado en público por el impostor en los últimos años.
Debe ser una cosa la mar de importante, porque el sindicato monárquico UGT, que ante el tsunami de paro no ha hecho nada más que hacerse fotos con el gobierno y con la patronal, ha saltado a la palestra para exigir que el estado rescate a la petrolera evitándole a la inmobiliaria Sacyr-Vallehermoso unas indeseables minusvalías si se ve obligada a vender su paquete accionarial a un precio inferior al que en su momento pagó por las acciones. Es un paso valiente para la UGT, que se añade a su apoyo al pelotazo bancario que con fondos públicos ha aprobado el gobierno.
Pero a lo que íbamos. No sé lo barato que nos sale el Rey tal y como dicen los abrazafarolas y lametraserillos, pero teniendo en cuenta los usos y costumbres de las empresas rusas salidas del desastre de la Perestroika, es para mirárselo muy bien que decisiones que afectan a sectores estratégicos de la economía no estén en manos del gobierno, y sí en manos de seis llamadas de teléfono de un tío que solo responde delante del espejo.
El Gobierno, eso sí, está que lo tira, y a su «prietas las filas» al lado de Su Majestad ha seguido, por fin, una concrección de su apuesta por la I+D como vía de salida de la recesión. Se ha sacado de la manga un giro de 180 grados en la ley que debe aprobar la formación de REITs en el Reino de España; dichas sociedades tributarán un 0% en dividendos y un 18% en beneficios, mientras que los sectores que innovan seguirán tributando un 18% en dividendos y un 35% en beneficios.
El director general de Tributos, de nombre Gascón, no cabía en sí de orgullo ante tamaño ejercicio de innovación, motivo por el que dijo las siguientes y tranquilizadoras palabras: «hemos tenido que echarle imaginación para darle la vuelta al vehículo sin incumplir las directivas europeas; hemos creado los REITs de segunda generación, nadie en Europa lo hace de esta forma«.
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Situación real del PNV: El Zaplana vasco -Arzallus está denunciado en un tribunal interno por hablar con meridiana claridad del paso de políticos a puestos directivos de empresas reguladas por el poder político- se apunta a una fundación del PPSOE.
Al Rottenführer (del post anterior):
«No, en una democracia no todas las personas que hablen una lengua minoritaria tienen derecho a utilizarla en una administración pública. En una democracia la igualdad ciudadana se sustenta en una sola lengua que todos sabemos. La torre de Babel lingüística es un instrumento contra la democracia, para la creación de estamentos lingüisticos».
Creo que tienes un concepto muy distorsionado de la democracia. Tendrías que explicar un poco más esa afirmación, puede ser divertido.
Los únicos estamentos lingüísticos que encuentras es el número de idiomas que conoce una persona. La creación de un modelo igualitario por debajo ya ha dado algunos problemas (léase la política educativa). Ya te dije, y te repito, que te veo bastante duro de mollera, que también se debería considerar discriminatorio que te exijan inglés o un título universitario.
Hay otros sistemas democráticos donde hay más de un idioma oficial, y no pasa nada ni sale ningún paleto quejándose de discriminación. Para un suizo alemán (y el alemán es el idioma mayoritario de ese país) no constituye ninguna discriminación tener que aprender francés o italiano. En Irlanda, se usa el inglés y el gaélico. Incluso en Bélgica, los minoritarios hablantes de alemán tienen sus derechos.
Pero no, de lo que se trata es de imponer el rodillo «democrático» del rottenführer Benja., aún cuando no se sustente en nada y sean tres los partidarios de esa opción. Todo un ejemplo de lo que entiende por democracia esa caballero.
Por cierto, además de ametrallar a FJL, recuerdo también que a un tal Guillem Agulló, militante de signo contrario de Valencia, le apuñalaron unos skins españolistas. Ese no tuvo la suerte de vivir para contarlo. Te lo digo únicamente porque veas que en todas partes cuecen habas, ni el nacionalismo catalán es tan malo ni el español tan bueno. Otra cosa es que las algaradas que protagonizan los nostálgicos de otras épocas no salgan en la prensa.
Respecto al tema de hoy:
No me sorprende lo más mínimo el artúculo, lo que si que me causaría asombro sería la noticia que Su Majestad ha contactado con la Nissan o cualquier otra empresa que aprovecha la ocasión para lanzar un ERE y/o deslocalizar para defender a los que le pagan el sueldo…
Porque a fin de cuentas, la realeza siempre ha vivido de los tributos que pagan sus súbditos. No estaría de más que se dedicase a garantizar que seguirán en situación de pagarlos.
Por otro lado, el mundo al revés. Ahora el PSOE dará lecciones de liberalismo económico y el PP, que no hace tanto prefería ver a otra empresa clave del sector energético en manos alemanas antes que de La Caixa, exige intervencionismo. De circo, vamos.
Lo de Lukoil y SM. Don Campechano I, está bastante clarito…
La caceria del oso «Mitrofan» no sale gratis…
Estos días estamos asistiendo al mundo al reves…
El PP en contra de la compra de Repsol, el PSOE no dice esta boca es mia, Zapatero descreido con el intervencionismo…
Jodo!
Jopetas, Pop, aunque en lo fundamental estoy de acuerdo con tu análisis, fíjate hasta dónde has llevado tu neurosis, tu hambre de catalanidad, que olvidas la otra pata de este chanchullo, La Caixa y su política de créditos a los amiguetes para apuntalar el poder apañol.
Claro que los caprichos hay que pagarlos. Cuando uno compra en bolsa asume un riesgo, cuando uno compra como parte de una estrategia común, el riesgo se reparte entre todos los integrantes de ese pacto. Si Sacyr, La Caixa y el Bobierno de Apaña pactaron la entrada de Sacyr en Repsol para controlarla, los tres son responsables. Y el marrón de la bajada en bolsa no se lo tiene por qué comer Sacyr sola. Acuérdate cuando Sacyr trato de opar al BBVA. Toda esta alegre política de OPAs, viaze un corrá, constituye toda una categoría de subprime apañola. Ahora hay que pagar los alegres créditos en los que José Luis y su oficina económica se metieron. Y han pagado un sobreprecio inmenso.
Recordemos también, que José Luis, en su afán de poder, y repartir amiguetes por los consejos de administración, quiso entrar en bolsa con el fondo de la Seguridad Social, cuando el IBEX estaba ¡a 16.000!
En fin, que todo es poder, pero que entre los poderes fácticos hay mucho poderío catalán que el Pop, qué extraño, ni vislumbra.
*Bubu, has estado inmenso con lo de “rodillo democrático”. La sumisión y el peloteo muestran divertidos momentos de creatividad.
Rottenfühfrer,
El del «rodillo» democrático eres tú, aunque luego, en una demostración de esquizofrenia, no te aplicas el cuento.
Por un lado, rechazas la uniformización para mantener tu diferencia (como ya ha dicho otro, el chiste del borracho que va en dirección contrario en la autopista te cuadre perfectamente). Y por otro lado, la exiges.
Con la diferencia que exiges que se uniformice todo alrededor de tus apetencias, que únicamente son mayoritarias en tu imaginación.
Claro, los demás se equivocan todos. Debes compartir una de las opiniones del régimen anterior, esa que afirmaba que la democracia no era apropiada para España.
Y respecto a la venta de Repsol, no te quejes, si respetas la libertad están en su derecho a hacerlo.
Ahora resultará que, si una inmobiliaria tiene pérdidas porque su codicia le impidió ver que el sector estaba tocando techo es culpa del poder político…
Querido Bubu, sólo a un enfermo se le puede ocurrir la triste idea de que la libertad uniformiza. No, la libertada deja a cada uno ser lo que quiera ser. Entiendo que te aterre.
No se trata de una empresa privada Bubu, estamos hablando de una Caja de Ahorros, controlada por el sector público, La Caixa.
Ciudadanos despojados de derechos. Un relato acojonante. Seguro que andaba el pop por allí, haciendo méritos, tratando de limpiar su hispanidad para alistarse en una catalanidad inmaculada. Estas cosas ocurren cuando la pertenencia a una sociedad no se basa en una humanidad universalmente compartida, sino que se basan en la pureza de una catalanidad de fantasía.
Relato de una agresión nacionalista – Por Antonio Robles
No es nuevo. Desde hace años se siembra la intolerancia contra quienes no nos avenimos a formar parte de la cruzada nacional de Cataluña. El jueves 13 fueron especialmente graves el hostigamiento, los insultos y las agresiones contra Ciudadanos en la manifestación contra la Ley Catalana de Educación. Pero, insisto, no se trata de un suceso excepcional.
Llegué a la manifestación a las 12 horas. La Calle Balmes ya estaba cortada a la altura de Ronda Universidad. Al fondo, la confluencia de ésta con Pelayo y Ronda San Antonio estaba abarrotada de gente. Una mañana soleada, y mayor éxito de lo esperado en la convocatoria. Al fondo, confundidos entre otros miles de manifestantes, vislumbré a mis compañeros de Ciudadanos. Enseguida me perdí en aquella maravillosa mezcla de maestros y estudiantes llegados desde diferentes ideologías a manifestarse contra la LEC. Un día festivo y lúdico, como suelen ser las manifestaciones relacionadas con la educación. Antiguos conocidos se encuentran de nuevo, se saludan y rememoran.
Mis compañeros me preguntan por nuestra enmienda a la totalidad contra la LEC, sustanciada el día anterior en el Parlamento. Me interrumpen, alguien me pide que explique a tres jóvenes de unos 16 ó 17 años por qué Ciudadanos está en la manifestación. No entienden cómo puede estar un partido como Ciudadanos en una manifestación como ésa. Me acerco, me muestran su extrañeza y les explico: «Porque defendemos una enseñanza pública de calidad…». Los chicos, muy educados, me miran con incredulidad. No me creen. Prefieren seguir pensando que somos los representantes de la ultraderecha. Y nos muestran su malestar. Quieren dar cuenta de la paradoja, pero son incapaces de metabolizar lo que les digo con la imagen previa que tienen de nosotros y los insultos que nos prodigan alrededor. Les reprocho: «Si da lo mismo lo que os diga, ¿para qué me preguntáis?».
Los chicos nos miran con desprecio, pero no pierden las formas. Aun así, quieren saber y vuelven a preguntar incrédulos qué hacemos allí. Educadamente. En ese momento irrumpe en nuestra conversación un señor canoso de cincuenta y tantos años. Muy violento: «Qué feu aquí, fatxes?»; y, dirigiéndose a los jóvenes, les recrimina: «Què feu parlant amb aquesta gent?». Vuelta a nosotros: «Foteu el camp de Catalunya, cabrons!». Varios compañeros a mi espalda tratan de hacerle razonar. Yo le miro a los ojos y le reprocho: «¿Le hemos tratado con mala educación para que nos trate de esta manera?». «Calleu, fatxes, us tenim ganes! M’enteneu? Ganes. Així que millor que calleu!».
Mis compañeros se indignan. Trato de calmarles. Los jóvenes insisten en que ellos no tienen nada que ver con el profesor que se ha acercado, ni con varios más que se han arremolinado en el mismo espacio. Les sigo atendiendo. Parece la única conversación civilizada que hay a lo largo de la pancarta de Ciudadanos que acabamos de desplegar: «Contra la LEC. Por una enseñanza pública de calidad y contra la discriminación» (en catalán y castellano). Ante ella se han concentrado jóvenes y adultos que profieren todo tipo de insultos: «Fora nazis, fora nazis», cantan. Quien ha empezado todo ha sido un profesor de unos cuarenta años mal encarado, de más de cien kilos y aspecto desgarbado. Logra incendiar a todos los jóvenes que hay a nuestro alrededor. Cada vez grita el estribillo con más violencia, mirándonos, escupiéndonos con los ojos, seguido por cientos de personas. Nos empujan, nos quieren expulsar físicamente de la manifestación.
No hay manera de razonar, ni de lograr que nos miren como a iguales. No aceptan nuestra presencia, la encuentran intolerable; y lo peor no es que lo digan a gritos: es que todo brota de sus rostros desencajados, henchidos de superioridad moral: «A la puta Espanya!, marxeu-vos!, nazis!, espanyols!». Ni un momento de duda, la percepción esperpéntica que tienen de nosotros está arraigada como la fe. ¿Cómo pueden tener una imagen tan distorsionada de Ciudadanos?
Su hostigamiento era la evidencia de un diálogo imposible: ¿cómo es posible que a quienes de entre nosotros más se empeñaban en hacerles entrar en razón, dirigiéndose a ellos en catalán, más culpables les hacían de querer acabar con dicho idioma? El mundo al revés: quienes nos trataban de nazis se comportaban como ellos. Sin matices, sin metáforas. Como nazis. En el lenguaje, con su intransigencia, en su desprecio, con su firme convicción de estar comportándose como buenos patriotas.
No eran unos cuantos piraos, una excepción anómala, ni siquiera se trataba de la locura inducida por un calentón o una borrachera de un grupo de tronados; ¡no!: era la atmósfera normalizada de la mayoría social que nos rodeaba. Una clase media ociosa y satisfecha de haber nacido en una nación mediterránea, maltratada por la pandilla de hijos de puta que se atrevían a reivindicar derechos en su propiedad. Ya no eran las ideas sostenidas por Ciudadanos, que también: lo que aborrecían era la identidad misma que los individualizaba como colonizadores. La misma identidad leprosa que hizo indeseables a gitanos, negros y judíos. Corten la historia por donde gusten y elijan.
Esa fobia no nace de la noche a la mañana, no explota en un momento de rabia, es el fruto de una educación. Alguien ha tenido que envenenar la mente de estos jóvenes para que sean incapaces de percibirnos como somos. Los lugares comunes mentales en que se movían los hemos visto y los vemos cada día a pequeñas dosis en TV3, periódicos comarcales, estadios de fútbol y escuelas. Incluso cuando un socialista en el Parlamento se desentiende de nuestros argumentos y nos llama falangistas. Innumerables irresponsables acarrean su granito de arena. Parece que no, pero hacen montón. A eso, Félix de Azúa lo llamó «pedagogía del odio».
Resistimos con coraje. La atmósfera de violencia lo impregna todo. Diez minutos antes se nos habían acercado muchos simpatizantes. Se sentían a gusto con nosotros. Algunos nos felicitaban y nos daban ánimos. Básicamente profesores. Incluso la asociación de catedráticos se colocó a nuestro lado, con dos pancartas. Pero enseguida nos fuimos quedando solos, bien visibles, remarcados por nuestra pancarta y media docena de banderas de Ciudadanos. Nos habían rodeado y todos habían preferido ahuecar el ala. Pintaban bastos.
Me di cuenta de que la situación se estaba volviendo peligrosa por momentos. Los insultos arreciaron. Los gritos eran ensordecedores: «Fora nazis, fora espanyols!», «Sou una merda, fora de Catalunya!», «Aneu-vos a Espanya!», «Sou polítics, no mestres, fora rates de Catalunya!»… No había diálogo posible, sólo insultos, sólo gritos y presión física contra la barrera de cuerpos humanos que sosteníamos la pancarta. Manuel, grande y ancho como un monte, y Alfonso, más grande aún, se sitúan inmediatamente delante de mí, temiéndose lo peor. Intimidan y consiguen que podamos respirar.
No nos dejaban avanzar, tampoco retroceder. Estábamos literalmente encinchados por docenas de jóvenes llenos de ira dispuestos a echarnos a hostias de la manifestación. Nunca vi tanto odio en la manera de escupir los insultos, los ojos inyectados de ira, ni una oportunidad al diálogo; como si todos hubieran esperado ese momento, a esa hora, en ese día y en aquel lugar, para linchar a las personas más abyectas de la tierra.
Temí por mis compañeros: muchos de ellos habían llegado a nuestras ideas con el nacimiento de Ciudadanos, muchos de ellos no eran conscientes del peligro real en el que estábamos, y todavía tenían agallas y dignidad para gritar «¡Libertad!, ¡libertad!, ¡libertad!». Allí había personas con dignidad que ponían épica donde ya sólo quedaba miedo y rabia.
La situación era literalmente insostenible. Miré a mi alrededor, sólo gritos y amenazas. Ni rastro de las fuerzas públicas de protección. Saqué el teléfono y llamé a mi asesora en el Parlamento. Alguien trató de arrancármelo de un manotazo. Estaba prevenido y sólo se encontró con el vacío. Logré contactar. El griterío la alarmó. Dos segundos. Nuevo intento. Logré darle nuestra posición. Lo intento con el jefe de prensa del partido. No lo encuentro, en ese momento vuela hacia Madrid. No hay un solo periodista que pueda intimidar a los agresores. Mientras tanto, al otro extremo de la pancarta la situación se ha vuelto insostenible. Empezaron a empujar, y de golpe un remolino de energúmenos se abalanzó sobre los que portaban nuestras banderas con puñetazos y patadas. José Antonio se resistió: recibió dos puñetazos en la cabeza y le dañaron la mano. Le sacaron como pudieron. Al día siguiente nos enteramos de que había tenido que ir al hospital por los golpes en la cabeza. La cámara que grababa la escena la destrozaron, como algunas gafas que rodaron por el suelo. Nos cayó de todo, mecheros y algún trozo de palo roto de los mástiles de las banderas. Incluso intentaron prender el cabello de una señora mayor.
Carmen salió ilesa, ayudada por Roig. Dueños del espacio, se abrió un claro, en medio del cual un joven exaltado desgarraba con rabia una de nuestras banderas, mientras el resto jaleaba el escarnio. Corrí hacia él y le arrebaté la bandera, mientras le gritaba quién era él para romper lo que no era suyo. Retrocedió y me la colgué del cuello. Instinto y razón me habían impulsado a la acción. Si se lo hubiésemos permitido, lo siguiente habría sido echarnos a patadas de la manifestación. Por unos minutos volvió la tranquilidad, aunque no se acabaran los insultos.
Ni rastro de los Mossos d’Esquadra. Volví a llamar. Ya estaban avisados, pero no aparecían. De hecho, no aparecieron hasta media hora más tarde, después de haber sido hostigados, agredidos y retenidos en la confluencia de las calles Pelayo, Ronda Universidad y Ronda San Antonio. Es decir, a escasos 25 metros de donde habíamos desplegado la pancarta. No nos habían permitido avanzar. Para cuando aparecieron los mossos por la Ronda San Antonio, la manifestación había desaparecido. Nosotros seguíamos retenidos en el mismo lugar. Sólo quedábamos treinta. Un numeroso grupo se había encargado de hacer un cinturón para impedirnos avanzar con el resto. Hasta interpusieron una furgoneta llena de carteles de Ustec-Estes, que hacía de servicio de orden, para cerrar la manifestación y dejarnos fuera de ella.
Los antidisturbios aparcaron en la Ronda San Antonio. Ni se bajaron de sus furgonetas enrejadas. Me tuve que dirigir a ellos, identificarme como diputado y pedirles por favor que nos garantizaran nuestro derecho a manifestarnos sin ser agredidos ni coaccionados. Al fondo de la calle, mis compañeros seguían acosados, empujados, acordonados. Nada. Una llamada. Ninguna intención de actuar. Volví con mis compañeros.
La presencia de los mossos, al fondo de la calle, mientras nosotros éramos vejados sin descanso, delante de toda su parafernalia antidisturbios, era una imagen patética. ¡Menudo Estado de Derecho!
El grueso de la manifestación se perdía ya por la vuelta de las Ramblas, nosotros a duras penas habíamos avanzado 50 metros. En un momento de respiro avanzamos la pancarta, sobrepasando la furgoneta que nos dejaba fuera de la manifestación. Ésta rugió y aceleró, pero no nos intimidó, logramos ponernos por delante. Nuevamente el acoso de los que nos frenaban el paso y de la furgoneta, que nos intimidaba desde atrás. Los mossos, ni se inmutaron. Me cabreé. Busqué al mando. «¿Es que no nos van a garantizar la marcha?». Me señaló el teléfono: «Tenemos órdenes de no intervenir si no hay una agresión». La contestación nos enfureció. O sea, ¿hasta que no nos rompan la cabeza, no intervendrán? «Lo siento, ésas son las órdenes. Mientras no haya agresiones, no podemos intervenir». Entendido. En la denuncia que pondría horas más tarde razonaba, ante las dos agentes que me envió al Parlamento Antonio Blanco, responsable de policía de Barcelona, lo siguiente: ¿debemos entender que si un mosso ve a unos desalmados acosando a una mujer en el parque no intervendrá hasta que la agreda sexualmente de verdad?
Habíamos entrado en Pelayo, y los furgones de los mossos nos seguían al fondo. Lentos, pero ahora avanzábamos. Si cualquier otro ciudadano, fuera de esa manifestación hubiera sido acosado, hostigado, insultado o retenido por otros ciudadanos, los mossos hubieran intervenido sin dilación. En la manifestación no intervenían porque, si lo hicieran, la prensa lo reseñaría. Mala cosa para un consejero de Educación que en una manifestación contra su proyecto de ley haya de intervenir el orden público; mala cosa para un consejero de Interior eco-socialista que confunde los antidisturbios con una floristería.
Con el claro de la confluencia Pelayo-Balmes-Vergara, la furgoneta de Ustec-Estes nos volvió a adelantar y a echar de la manifestación. Ya sólo éramos una estela al final de una reunión de cobardes. A la altura de la Puerta del Ángel optamos por plegar nuestra pancarta y dirigirnos directamente a la Plaça Sant Jaume por el atajo de la catedral. Esta vez sí, amparados por los mossos y agentes de la Guardia Urbana. Dimos esquinazo a los agresores y así llegamos a la plaza de la Generalitat, sin que nadie nos pudiera impedir que participáramos en una manifestación que trataba de defender la enseñanza pública, la calidad de la enseñanza y la igualdad de oportunidades para todos.
Por la tarde entré en el Hemiciclo con la bandera rota de mi partido colgada al cuello. Esperé a la primera votación y busqué allí mismo al consejero de Interior, Joan Saura. Me llevó a su despacho, me atendió correctamente y puso a mi disposición al jefe de policía de Barcelona. Di cuenta a ambos de la falta de medidas de seguridad y de lo que tardaron los mossos en llegar. Pero sobre todo les reproché la orden política de que las fuerzas del orden no actuaran, aun a pesar de que unos ciudadanos habían sido despojados de sus derechos.
A la mañana siguiente, Mari Cruz y yo denunciamos los hechos. Sabemos que hay cámaras de calle en la Plaza Universidad. La agresión no puede quedar impune. A esa misma hora, el grupo parlamentario de Ciudadanos presentaba una batería de preguntas. Estamos en un Estado de Derecho. Son nuestras únicas armas.
«Quien ha empezado todo ha sido un profesor de unos cuarenta años mal encarado, de más de cien kilos y aspecto desgarbado»
Una dramatización cojonuda de «el malo de la historia», buen recurso literario. Supongo que él, por el contrario, sería alto, bien parecido, estilizado, musculoso y de aspecto pulcro y cuidado, ¿verdad?. Me recuerda al anuncio aquel de Repsol, en el que el conductor de la competencia venía sin afeitar, gordo y con la ropa sucia, y el de Repsol parecía Míster España recién salido de un 2×1 Lavandería+Salón de Belleza…
«Incluso intentaron prender el cabello de una señora mayor.»
Y comen niños crudos y practican el satanismo. No sé, no digo que no sea verdad, porque con esa clase de hijos de puta que practican la violencia para defender sus ideas nunca se sabe, pero me suena de nuevo a manipulación literaria, como lo anterior.
En definitiva, ¿qué nos quieres decir con todo esto? ¿que todos los nacionalistas catalanes son así? No creo que seas tan tendencioso, aunque nunca se sabe. Bastardos hijos de puta que se creen con el derecho a utilizar la violencia para defender sus «ideas» los hay en todas partes, incluso en algunos sitios llegan a pegar tiros en la nuca, pero eso no significa que todos sean así, así que no nos intentes vender la moto. Como ya he mencionado antes, a los rojos en Madrid y en otros sitios les ponen bombas, los tirotean y les pegan palizas grupos de extrema derecha, y por eso yo no me creo que todos los de derechas, o todos los que tienen ideas conservadoras, o democristianas, ni siquiera todos los falangistas, que no creen demasiado en la democracia, sean así, y defenderé en todo momento su derecho a expresarse en libertad (siempre que sea dentro de la Ley).
No nos engañemos,
la política de Ciutadans consiste en conseguir quedar como los «mártires» o los «perseguidos». Y siempre salen unos cuantos descerebrados, de signo contrario, que colaboran gustosamente a ello.
En cambio, cuando acuden a otras manifas contra la presunta persecución del castellano y van de bracito con peperos del sector ultramontano, falangistas y personal de similar pelaje nadie les dice nada, ni a ellos les representa furor alguno pasearse con ellos. Al parecer, con ese tipo de «demócratas» y «tolerantes» no tienen problemas.
Respecto a la actuación policial, he podido ver en otras ocasiones (sin nada que ver con la política) como no intervienen para nada, si la gente quiere pegarse allá ellos, que ya son mayorcitos. Y si consideran que su número es insuficiente para garantizar el orden y su propia seguridad, no tienen obligación estricta de intervenir, eso último me lo contó un miembro del cuerpo.
Finalmente, decir que la situación no es tan grave como la pintan: han podido presentar denuncias y a les ha recibio el propio conseller de Interior, eso último está muy lejos del alcance de los ciudadanos de a pie.
Y ojo, en modo alguno estoy defendiendo la intimadación a Ciutadans ni (y en eso difiero bastante del rottenführer) a ninguna otra persona. Evidentemente, él interpretará exactamente lo contrario, pero es su problema, cree el ladrón que todos son de su condición.
Rottenführer,
Aquí, el partidario de uniformizar (lengua única para todo el país, restricción de libertades a los disidentes) eres tú. No vengas a darme lecciones de defensa de las libertades.
Y que yo sepa, las constructoras e inmobiliarias no están controladas por el sector público o los partidos. Más bien al revés, mírate las denuncias y sentencias que hay a lo largo y ancho del país por trapicheos urbanísticos.
Y al carro de los activos tóxicos se han sumado tanto cajas de ahorros como bancos comerciales.
*Estaba claro que lo ibais a trivializar. No esperaba menos de vosotros.
Para Carraspito
1 – The influence of cultural identity on the WTP to protect natural resources: some empirical evidence David Hoyos Ramos, Petr Mariel Chladkova, Javier Fernández Macho. Documentos de Trabajo BILTOKI, Nº. 3, 2008
Resumen:
This paper shows that cultural identity may have considerable influence on the WTP to protect natural resources. The Basque Country, the region with the highest ethnic homogeneity in Europe, serves as an example to illustrate how important this issue can be in the environmental valuation of natural resources
2 – Are the Basques a single and a unique population?
Department of Animal Biology and Genetics, Faculty of Sciences, University of the Basque Country, Bilbao, Spain.
Different analyses of genetic polymorphisms performed on the Basque population have suggested a possible heterogeneity of the Basques and a singularity of their genetic characteristics. In this paper, both aspects are analyzed by means of the genetic study of seven polymorphic systems–ACP, ADA, AK, ESD, PGD, GC, and HP–in 854 autochthonous individuals from the province of Vizcaya. The individuals were classified as being from the regions of Arratia, Guernica, Durango, Uribe, Marquina, Lea, and Bilbao, on the basis of the birthplaces of their four grandparents. Analyses for heterogeneity of the gene frequencies distribution suggest that there is a moderate genetic heterogeneity, probably produced by centuries of geographical and administrative isolation of these regions. The comparison with caucasoid populations, performed using the principal components analysis and Cavalli-Sforza and Edwards arc distance, indicates that the subpopulations of the province of Vizcaya have experienced little genetic exchange with other caucasoids and that the distribution of their genetic frequencies differentiates them from other populations.
Me gusta carraspito que te guste la literatura, aunque realmente, “Quien ha empezado todo ha sido un profesor de unos cuarenta años mal encarado, de más de cien kilos y aspecto desgarbado” no es una descripción que vaya a pasar a los anales – qué raro suena esto – de la creatividad literaria para describir a un malvado. No hay demasiada dramatización por mucho que tu paranoia partidista y apañola pretenda vislumbrarla. Un genio, tú.
No, no todos son así, pero los hay que se aprovechan del miedo ajeno, de que otros sean así. Y tampoco es casualidad que los hayan fabricado ellos.
Oye, una pregunta, por curiosidad, ¿cómo le llamas a tu madre y a tu padre, cómo te diriges a ellos? Me interesa sobremanera.
Cuídate, mi entrañable apañolito.
Hace falta ser muy ingenuo para creerse que unos antidisturbios podrían no cargar como salvajes contra alguien que se estuviera manifestando.
Pues mira, Gruio, no es algo que te incumba ni te importe lo más mínimo, pero para tu información te diré que ni aita ni ama…
Si les llamases aita y ama diría que hasta ese punto ha llegado tu deserción a tu auténtica identidad en tu patético intento por integrarte en un «nosaltres» que no ha sido ni será nunca el tuyo bla bla, bla bla, bla bla…
Si les llamases papá y mamá diría que ni tu mismo eres capaz de abandonar completamente tu auténtica identidad en tu patético intento por integrarte en un «nosaltres» que no ha sido ni será nunca el tuyo bla bla, bla bla, bla bla…
Digas lo que digas el hombre tendrá herramientas para seguir con la matraca, así que no te preocupes.
No, si ya lo sé, y si les llamo por sus nombres de pila, también acabará con la reatahíla… es un crack, el Gruio. Me imagino que él les llamará, o llamaría, Estimado Señor Progenitor Masculino o Femenino, o algo así…