Lo mejor de la semana VII
Hay semanas en que uno lo tiene difícil para seleccionar qué es lo mejor que ha pasado. Ésta, sin duda, es una de ellas. El primer minipunto es para la farsa de Garzón, con recurso de la fiscalía -a las órdenes jerárquicas del gobierno-, con cargo a la memoria histórica.
Los europeistas no cabemos en nosotros de gozo. Vamos a refundar el capitalismo y, además, lo vamos a hacer plantando cara a la falta de regulación que ha caracterizado a los States en los últimos años. Como no podía ser de otra manera cuando hablamos de Europa, la primera en la frente: el BCE, a partir del Miércoles, «aceptará títulos que no tengan la calificación crediticia más alta». En cristiano, el BCE empieza a aceptar activos tóxicos.
Los europeistas no cabemos en nosotros de gozo II. Vamos a refundar el capitalismo y, además, lo vamos a hacer plantando cara a la falta de regulación que ha caracterizado a los States en los últimos años II. Los 27 decidieron el pasado Miércoles cambiar la normativa contable de los bancos europeos, de tal forma que sus balances dejan de tener la obligación de reflejar lo que valen los activos ya que, al parecer, dicha normativa dificultaba su competencia con los bancos estadounidenses. En cristiano: nada mejor que falsificar las cuentas propias para dar una imagen de solvencia que contribuya a insuflar confianza en los mercados.
Reunión-cambalache entre el brazo político de los GAL y el de la Iglesia Católica para bendecir el «Vivan las Caenas» disfrazado de (no) rescate de los bancos. Mientras la oposición -léase IU-ERC- sigue ejerciendo sus funciones, la presunta alternativa de gobierno -el PP, y su brazo radical UPyDíez- muestra en todo su esplendor tanto su independencia de los poderes económicos como su confianza en el liberalismo económico.
Joan Saura, el simulacro de Conseller que ocupa las funciones de Interior y Relaciones Institucionales en la Generalitat catalana, pide para el president Companys el perdón en el Ministerio de Justicia del Reino de España. Como es evidente, no hay necesidad alguna de que las víctimas pidan por escrito a los culpables que se disculpen: si los verdugos, a diferencia de los estándares no ya en Europa Occidental sino incluso en Rusia, no osan pedir perdón de lo culpables que se saben, no tiene ningún sentido reclamar reparación alguna que no sea la anulación del asesinato disfrazado de juicio.