Como era previsible después de múltiples crónicas, artículos y tertulias -que combinaban encendidas loas con pronósticos de mayorías que ni el PCUS, oiga- de los locuaces periodistas de la prensa monárquica y nacionalista española, el actual presidente del EBB, Josu Jon Imaz, ha abandonado la política, en lo que constituye una mala noticia para el PNV.
Imaz se marcha después de haber afrontado una época muy difícil con un PNV expulsado de la centralidad política por la -también- farsa de las negociaciones entre el Gobierno y la eta -«dentro de un año estaremos mejor», etc.-. Con un balance que no pasa del aprobado justo -descensos electorales, alejamiento con respecto a EA y división interna-, su carrera en el PNV acabó en el momento en que el Presidente Zapatero decidió vetar el acuerdo de gobierno entre el PSN y Nafarroa Bai en favor del gobierno nacional-católico de UPN. En ese momento quedó en evidencia el recorrido político que tenía el «pactismo» con el nacionalismo español, e Imaz se quedó a la intemperie.
Ya a la desesperada, ha tratado de echar basura sobre su partido y sobre el gobierno tripartito y ha reinterpretado los documentos del PNV a su antojo en medios de comunicación, para acabar tomando la puerta de salida dos días después de que el PNV empezara a vender a la opinión pública que la aprobación por unanimidad de su ponencia política ponía fin a las divisiones internas.
Vamos, vamos, que nos vamos…
Su salida no supone, desde luego, derrota alguna para las ideas que ha defendido en el PNV. Una parte importante de la militancia peneuvera piensa como él, aunque prefiera las asambleas a las páginas de opinión de El País para expresar sus opiniones. La lucha interna por la configuración de la próxima ejecutiva va a seguir, en este caso con el sector soberanista y el aglutinado alrededor de Iñigo Urkullu -el que aupó a Imaz a la presidencia como «candidato de consenso», y el que le ha echado de la misma-. Sin embargo, sí supone un fracaso para el PNV haber perdido a una persona de la talla política de Josu Jon Imaz. Por más que su actitud hacia Ibarretxe haya sido más propia de un militante del Partido Anti-taurino que de un Presidente del EBB, la obligación de un partido como el PNV es no perder a gente como Imaz y, en el caso de que sea inevitable, hacerlo minimizando el daño.
Quedan dos semanas para que el Lehendakari inicie el curso político con el debate de Política General en el cual anunciará de qué manera pretende fomentar la participación -algo para lo que le faculta la ponencia recientemente aprobada- del pueblo vasco en el desbloqueo del conflicto político, tal y como se comprometió.
Una vez más menospreciado por sus rivales políticos, Ibarretxe vuelve a caer de pie -de momento- y va a volver a necesitar de los intelectuales del PPSOE -los del 11-M- para enganchar a las partes del electorado menos amigas del ultranacionalismo español. De momento ya han empezado a colaborar fragmentando el voto de «nosotros-los-demócratas», lo que no es poco.
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