Especial sobre la Transición: Queda inaugurado este pantano
En su momento, LPD creó la sección de “Debate sobre los nacionalismos”. Cuando lo hizo, no necesitó explicar por qué lo hacía, por lo muy familiarizados que estamos tanto españoles como antiespañoles con el debate sobre tribus para ver quién consigue hacer más sombra con su boina. Después del fracaso del proyecto del Estatut, habrá tiempo de sobras para que los tertulianos yonquis del boinismo sigan comiendo, snif, y comiendo bien.
A diferencia de entonces, sí son necesarias algunas líneas para explicar de qué va a ir esto, al menos al principio. El objeto del debate no es aporrearse sobre la guerra civil o sobre la dictadura fascista, ni tan siquiera sobre las muy oscurecidas cosas que sucedieron durante la transición –que también-, sino sobre lo que es España hoy. No es, tampoco, llegar a consenso alguno. El consenso, como su nombre indica, es un sustitutivo de la democracia, que es esa cosa basada en el debate y en la discrepancia tan extraña a la tradición española. La cultura española prefiere el consenso para algunos temas –esto es: el silencio y la ausencia de preguntas-, y la sustitución de la discrepancia del “yo le he dejado hablar, ahora déjeme usted hablar” que más arriba de los Pirineos se traduce “yo le he escuchado, ahora escúcheme usted”. Recuerden eso de que el que alguien piense diferente no significa, al menos necesariamente, que sea una mala persona, y es por eso que por aquí van a pasar gentes con un montón de discrepancias sobre una infinidad de temas. En este sentido, es necesario aclarar los vínculos que unen a los participantes en este debate, esto es: ninguno.
El debate sobre la transición nace siendo un ensayo, en el sentido honrado de la palabra, sobre la manera de contestar preguntas sobre un tema en el qué estamos en pañales, esto es, igual que un seleccionador español preparando una fase final de un mundial. Las preguntas son muchas y difíciles de organizar, al ser este debate lo más parecido a un salicornio girando en el muy árido terruño del debate sobre las tribus, sobre “la derecha” o sobre “la izquierda”.
Por ejemplo, dos puntos: ¿Cuáles son los límites de nuestra cultura –los geográficos, pero también los intelectuales- ? ¿Por qué se entienden esos límites como una meta –en este caso, una columna desde la que devolver favores con unas reglas del juego que le encaminan a uno a un enanismo mental de lo más obtuso-? ¿Por qué son palabras fetiche “solidaridad”, “consenso”, “cohesión” o “estabilidad”? ¿Por qué se permiten debates sobre las tribus, las víctimas del terrorismo o sobre la inmigración y se silencian debates sobre la monarquía, las víctimas del franquismo o nombres concretos, perennemente sustituídos por los muy cobardes “algunos dicen”? ¿Por qué la transición ha permitido algo tan asqueroso como la preponderancia de los sentimentalismos sobre las políticas –desde los nacionalismos al juancarlismo-? ¿Por qué en nuestro analfabetismo democrático confundimos la democracia con una especie de franquismo con votos en el que están vetadas las discrepancias en partidos y gobiernos en favor de concepciones autoritarias? ¿Por qué cada vez que cambia un gobierno cambia todo el país, empezando por los medios y acabando por los presis de las grandes empresas? ¿Por qué cada vez cuesta más encontrar esos muy dignos “Este medio no se responsabiliza de las opiniones de sus colaboradores”, divisa por cierto de esta página heroica? ¿Por qué la generación que hizo la transición sigue, si biológicamente puede, ocupando los mismos sitios en los que se sentó hace 30 años, cuando hasta instituciones sin tradición democrática como el MEMYUC han cambiado de nombres? ¿Por qué aquí la extrema derecha es marginal, si es que ello es cierto? ¿Tiene algo que ver que aceptáramos pulpo como animal de compañía con que hoy la extrema derecha, con ideología manifiesta y evidentemente preconstitucional, se niegue a aceptar perro como animal de compañía? ¿Por qué aquí no hay prensa sensacionalista, si es que ello es cierto? ¿Por qué los nacionalistas conservadores no pueden confesar que no son independentistas? ¿Por qué la derecha española no puede confesar que es franquista? ¿Por qué el PSOE no puede confesar que no es republicano? ¿Por qué el Rey no puede confesar que no es demócrata? ¿Por qué cuesta tanto huir de dogmatismos que venden la transición como ese paraíso terrenal que vende la mitología o una derrota monumental, y hablar en su lugar de las cosas buenas que sacamos sin autocomplacencia y con el espíritu crítico imprescindible para mantener un mínimo rigor? ¿Por qué son tan extraños artículos como el que escribió aquí álvaro (Castilla saluda a Stalin) analizando el caso de los papeles de Salamanca en términos de propiedad privada en lugar de apuntarse al carro de analizarlo como un choque de boinas? ¿Por qué, en una palabra, la futbolización?
Estas y otras preguntas son las que vamos a poner sobre la mesa en este debate, al que están invitados todos aquellos que deseen intervenir (pueden mandar sus colaboraciones a ppsoe2000@yahoo.com o hacer comentarios en el blog Maketo). Tratar de responderlas es un asunto complejo, por lo que yo sugiero que no nos hagamos los lloricas y prioricemos el razonamiento y la problematización por encima de la queja y el “todo es una mierda”, manteniendo por supuesto el “eres un gilipollas que mereces la muerte, la violación y que te rocíen la picha con ácido” consustancial a la internet política española. A mí en la escuela me enseñaron que el trabajo de un ingeniero consiste en convertir un follón en un problema. Es por ello por lo que propongo tratar de lidiar con el follón de preguntas sin perder de vista el cuadro, con el objeto de pragmatizar sobre los puntos que se reiteren en las respuestas, y problematizarlos, esto es: modelizar la realidad.
No está de más recordar que, a pesar de que esta sección nació a rebufo del impulso republicano que alentaba el Estatut que se cargó Zapatero con la colaboración de Mas -y por tanto con vocación de sustituir al debate sobre los nacionalismos-, la sección del debate de tribus sigue abierta. Es sí: si están atentos, comprobarán encantados que, a pesar de que el liberal-leninismo enroniano ha disminuído la capacidad del marxismo para garantizar a sus dominadores una vida sexual plena y gratuïta, no va a poder competir con largas peroratas sobre las extravagantes singularidades de nuestra entrañable transición, sobre todo teniendo en cuenta que, después de lustros de juancarlismo feroz, el 80% de las féminas menores de 30 años desconocen que fue el Caudillo en persona el que designó Jefe de Estado a Su Majestad el primero de los españoles. Yo mismo, si ir más lejos, pude comprobarlo con una amiga bisexual, y doy fe de que, si bien tengo tantas opciones de moverle la silla al Campechano como de formar parte del draft de la NBA, el debate sobre “las luces y las sombras” de la transi funcionaba más y mejor que el curso de sexo de LPD.
A título de aclaración, no me he cortado un pelo a la hora de intertextualizar libros con el permiso de sus autores y sin citar, con el objeto de que las ocupaciones por las que les pagan no supusieran impedimento alguno para su presencia aquí. Al fin y al cabo, LPD no va a ser menos que Ramonet. Por último, mi agradecimiento a los que se han apuntado al bombardeo, y mis disculpas por los retrasos y los incumplimientos de plazo a todos ellos.