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Per molts anys

Anys i anys, per molts anys!

A la una per molts anys!

Anys i anys, per molts anys!

A les dues per molts anys!

Anys i anys, per molts anys!

A les tres per molts anys!

esTimar Catalunya, governar bè

Volem que super governis,

el PPSOE que bé t’ho pagui!

Anys i anys, per vint anys,

Victimisme per més anys.

Anys i anys, per vint anys,

Cas turisme per més anys.

Anys i anys, per vint anys,

De ministres per més anys.

A la una, a les dues, a les tres, ,

tres per cent, per molts anys…

Ciuuuuuuuu!

Especial Transición: Entrevista a Guillem Martínez

Guillem Martínez es periodista. En la actualidad caza bisontes en El País, así como en el programa satírico de TV3 Polonia –no se lo pierdan: ver una estatua de Franco en un museo cantando el “A por ellos, oé” merece la pena-. En la edición catalana de El País Martínez mantiene una sección –“Al futbol con…”- en la que se va al futbol con un pollo, se ponen las botas y sacan un artículo. Son artículos en los que Martínez es bien consciente de que el humor es lo contrario que la simpatía. Adicionalmente, Martínez es autor de, entre otros libros, “Pásalo”, escrito a raíz de a) el apagón informativo de la cultura española después de los atentados del 11-M y b) la llamada, ese mismo día, de un militar español con ganas de convertirle en panadero de Pamplona. Martínez, que escribe en castellano en Catalunya con menos problemas de los que tiene para escribir en castellano en España -snif- acuñó en su momento el sintagma “Charnego Power”, por lo cual las buenas personas debemos estarle agradecidos.

¿Qué hacías durante la transición?
EGB.

¿Qué significa el concepto tapón generacional?

Un tapón es un límite que obtura un recipiente, evitando la salida de, pongamos, líquidos. Una generación es, según Ortega, algo así como un máximo común divisor intelectual que relaciona a los pollos nacidos en un periodo de no más de 12 años. El tapón generacional, que he citado en alguna ocasión, sería así la obturación cultural que imprimen en las culturas peninsulares las personas que, en la segunda mitad de los 70’s, tenían alrededor de 30 años, y que ocupan todos los sacerdocios culturales por aquí abajo. El tapón creado tapona a varias generaciones. Tantas que la cosa invita a pensar que las generaciones posteriores al tapón no existen. O, al menos, no existe presión sobre el tapón, que vendría a taponar así una balsa de aceite. Las generaciones posteriores al tapón, a su vez, pueden optar por ser tapón, envejeciendo 30 años, zas, y compartiendo la cultura y las reglas del juego culturales del tapón. Reglas de juego y cultura que he dado en llamar en algún sitio CT, o Cultura de la Transición, o la cultura española democrática. La cultura española, en fin, desde hace 30 años no sufre cambios generacionales. Sólo cambios biológicos, que no afectan a ningún cambio cultural. Más bien, incluso, son la garantía de la continuidad.

¿Qué significa Franquismo-Pop?

Nada. Es el título de un libro que edité hace unos años -¿4?-, en cuyo prólogo me planteé por primera vez el funcionamiento de la cultura española actual. Allí descubrí –soy un poco ceporro- que la cultura española en los 70’s había realizado su propia transición –bueno, la cosa fue más ruptura que transición-, tenía su propia dinámica y todo apuntaba a que, cuando Franco la cascara, se iniciaría una edad de plata, de esas que suceden por aquí abajo en períodos democráticos. La cosa no fue así. La cultura española, después de los 70’s, fue desactivada. España ha vivido desde entonces un proceso de industrialización de la cultura, que ha creado cantidubi de profesionales de la cultura –como aquí el menda-, que comen tres veces al día y visten monos y monas. No se debe de confundir eso con una cultura potente, que tenga que decir algo al mundo, o a sí misma.

¿Para qué sirve la CT?
En www.guillemmartinez.com -les advierto que es una brasa-, me he pasado un año dibujando la CT. Bueno. Resumo. Hace muchos años, en una lejana galaxia, se inició una transición del –la palabra es- fascismo a la democracia. Ese esfuerzo notorio –único en su género que no provocó ningún tipo de juicio de Nuremberg-, supuso a su vez una ingente energía de esfuerzos para crear unidad, cohesión y estabilidad. Las izquierdas colaboraron al proceso con todo lo que usted quiera, más la desactivación de la cultura, que pasó a ser una forma de crear unidad, cohesión y estabilidad. Esos tres palabros, a su vez, pasaron a ser los pilares de nuestra cultura. Así, no es cultura española todo lo que no sea unidad, estabilidad y cohesión. Günter Grass, por poner a alguien, no es español, como su nombre indica. Pero gracias a la CT, no existe el rol de Günter Grass en España. O los Günter Grass españoles son pollos mal pagados, al filo de la indigencia, freakies y marginales. Nuestra cultura es inofensiva, simpática, anecdótica, nacionalista. La CT consiste en eso, y en como se elimina, sin mal rollo, sin polémicas, sin violencia apreciable, toda la cultura española que no sea eso. Diariamente. Continuamente.

Ya que aludes a G.Grass, ¿una polémica como la habida por lo que cuenta en su último libro sería posible aquí?

La polémica, tal y como ha funcionado en Alemania y en España, explica la cultura alemana y la española, esta mañana a primera hora. En Alemania, por lo que he visto, la polémica ha consistido en la fricción entre quienes veían que la mentira de Grass le deslegitimaba para hablar del pasado y entre quienes creen que tal mentira no deslegitima a Grass para nada. Los alemanes, vamos, discuten si la culpa impide hablar de la culpa. Es decir, discuten sobre la culpa. En España, por lo que he podido ver, no ha habido polémica. Tan sólo un puñado de pedorras han opinado que Grass es un tipo que no debe de dar lecciones, por la misma causa que nadie puede dar lecciones. Porque nadie está libre de pecado, etc. La polémica en España, vamos, ha servido para recauchutar el modelo de intelectual español, que no opina de nada, que no le toca la cresta al Estado ni harto de garnacha. El intelectual español, vienen a decir los pocos que opinado sobre el tema, no engaña a nadie, no como ese pelanas de Grass. En España, la polémica, por tanto, ha versado sobre la inocencia, sobre la reivindicación de un mundo sin culpables, sobre la no investigación de ningún pasado, sobre la no opinión. La polémica Grass, por otra parte, y tal como ha dibujado la polémica española, le viene tres tallas grandes a la cultura española, una cultura en la que el pasado de las personas no es importante –ni siquera, el reciente; ¿alguien recuerda los artículos de proto-extrema de derecha de algunos de nuestros all-stars el 11-M?- y donde, por cierto, ningún político o escritor ha sido SS, sino demócrata de toda la vida en todos los casos y épocas.

¿Por qué sucedió el apagón informativo del 11-M?

Un atributo de la CT es su verticalidad. La CT nació para defender un Estado. Es lógico que se movilice cuando sea necesario para tal fin. Así, el 11-M, para defender el pack unidad-estabilidad-cohesión, el Estado movilizó, en ocasiones vía llamada telefónica, a la cultura española, para que no se saliera de madre. Para mi gusto, aquel celo del Gobierno fue un barroquismo, que explica antes el carácter de aquel Gobierno que el de la cultura española. De hecho, no hacía falta llamar personalmente a la cultura para que se pusiera firmes. La cultura española / CT, es, recordemos, un esfuerzo para no buscarle los tres pies al gato, ni siquiera cuando tiene 3 pies. La presión gubernamental puede explicar el primer día de apagón de información, pero no los dos restantes, que se explican por dinámicas propias de la cultura española. La cultura española, en fin, no puede plantear la desestabilidad, ni siquiera cuando se produce. Como, en un ejemplo más reciente, no puede plantear ni siquiera que la Selección española no pasará de octavos.

¿El Estatut ha sido el 11-M de la prensa catalana?
Humm. La prensa catalana creo que ha informado bien. Otra cosa ha sido la prensa española, que ha tratado el Estatut y su proceso desde la inquebrantable adhesión a los principios de unidad-estabilidad-cohesión, y a la Transi como límite insuperable de todo. Hubo unos meses en los que fue posible leer el Estatut como algo no CT, como una reforma radical del Estado en la que, por primera vez, se sobrepasaba el marco y el estilismo de la Transi. Esos meses se sufrió la mayor descarga de unidad-estabilidad-cohesión en la prensa madrileña.

¿Es correcto interpretar la CT y la CB –o Cultura Brunete- como dos lecturas de la cultura enfrentadas?
Ni idea. Hace unos meses interpretaba la CB como la prima guarri y que no se depila de la CT. Ahora empiezo a creer que la CB empieza a ser algo original. Posiblemente, el mayor cambio cultural sufrido por aquí abajo en los últimos 30 años. Ha creado autores, lectores, consumidores, una industria e infinidad de productos escritos y hablados. La CT y la CB se parecen en que responden a una interpretación política de la Transi. Ambas matarían a su madre –y, snif, poéticamente la matan- por el pack cohesión-unidad-etc. Ambas ven en la Transi el do de pecho y la épica españolas. La diferencia es que la CB, a diferencia de la CT, es a) una cultura beligerante. Y que b) para lograr su mensaje ecuménico de unidad-estabilidad-cohesión precisa un enemigo identificable, malvado y con capucha. Consecuentemente, se está empleando a fondo para mantenerlo vivo. Humm. La CB es, posiblemente, la CT en manos de la ultraderecha, esa cosa que la CT no puede identificar como tal cuando también aboga por la unidad-estabilidad-etc. Otras culturas europeas con un pasado común al nuestro sí pueden. Lo que hace la CB en España no lo podrían hacer sus homólogos alemanes, austriacos o italianos, que serían empurados por revisionismo histórico. Y, en algún caso, me temo, por negación del holocausto.

¿Cuál es la relación de la CT con lo republicano?

Ni idea. ¿Qué es lo republicano? Estoy por decir que es una tradición familiar. En la ausencia de colectividad y de funcionalidad del palabro, ser republicano es como ser del Opus o de Cuenca. Una anécdota transmitida por papá o mamá. La CT ha tamizado, en todo caso, lo republicano a través de la sentimentalidad. A través de chorrocientas novelas y films, lo republicano es un sueño simpático, de tíos con buen rollo que fueron dados para el pelo por unos chicos malos que ya no existen. La CT, siempre que no sea beligerante y que no apueste por otro modelo político –es decir, siempre que siga siendo CT-, puede ser republicana. O anabaptista. EL pasado 14-A, te recuerdo, apareció un manifiesto ñoño, lloron, buenrollista, de apología del republicanismo. Que no cuestionaba nada y que no conducía a nada. Como una novela española sobre la guerra.

¿Y de ZP con lo republicano?
Ni idea. Lo que sí puedo defender en público es que ZP, en todo caso, es CT como un piano. Su solución a la reforma del Estatut –eliminar la plurinacionalidad del Estado, eliminar un sistema de financiación federal, calcadito del alemán, darle alas a CiU, el nacionalismo CT-, hace que la CT le debe una copa a ZP, que ha dejado las cosas como estaban durante unos años más. Es decir, a merced de lo que pacten dos nacionalismos, el español y el catalán, cada cuatro años.

Especial Transición: La Continuidad, por Popota

Hace unos años, la TV emitió un anuncio de un juego que consistía en nombrar palabras con una inicial determinada que respondieran a una categoría determinada. En el anuncio, el propietario del juego amenazaba con no dejar jugar a nadie si no le aceptaban, como animal de compañía que empieza por la letra “P”, la palabra “pulpo”. En la transición se aceptó pulpo como animal de compañía. La ferocidad del aznarismo nacional-católico consintió en no aceptar perro como animal de compañía, y la clave de su éxito fue que es difícilmente creíble que un PSOE que ha aceptado pulpo pueda defender que un perro es un animal de compañía.

Con motivo de la conmemoración de la Constitución Española, las juventudes de ERC rompieron ejemplares del sacrosanto texto constitucional. Vaya por Dios. Los constitucionalistas del PSOE no tardaron en rasgarse las vestiduras. Pobrecitos. Según ellos, este tipo de acciones de los republicanos catalanistas sirven de munición electoral a lo que ellos no quieren llamar extrema derecha nacionalista. Y esto es falso. De hecho, en los últimos años el PP no ha tenido ningún problema en usar el nacionalismo español como su principal argumento electoral, utilizando la sangre de las víctimas de eta con la total complicidad del propio PSOE, que ha sido el que ha engordado hasta su tamaño actual al muy pre-constitucional movimiento constitucionalista. Claro que eso es un problema del PSOE, y yo me limitaré a constatar el doble significado de la voz “constitucionalista”. Así, un constitucionalista puede ser un estudioso de la constitución, si bien la acepción que se ha impuesto ha sido la que define a un constitucionalista como al partidario de la constitución, esto es: un fanático creyente que defiende con todo el dogmatismo posible algo que no se ha leído. En este ámbito cabe situar a los numerosos socialistas a los que, defendiendo la constitución, no se les ha escuchado jamás hacer una pública defensa de su primer artículo –eso del Estado “social” claramente incompatible con el liberalismo Proud Friend of Enron que tanto le gusta al cajero Alberto Recarte-.

Sin duda, el surgimiento de ese movimiento nacional-constitucionalista ha colaborado en la potenciación de actitudes como las de las juventudes republicanas. Al fin y al cabo, si de forma constante se usa un texto legal con la única finalidad de excluirle a uno de la vida pública, únicamente un juancarlista podría sentir la menor simpatía por dicho texto. Pero eso no es todo. Cabalmente, un republicano, sea de ERC o de la Ponferradina, tiene un montón de motivos para no desarrollar sentimientos jipis hacia el texto del 78. Vayamos con un poco de teología y geometría.

Son muchos los que defienden la constitución como un “punto medio” pactado por “todos”. Más allá de la manifiesta falsedad de ese “todos”, preguntémonos hermanos por lo que para tantos es el “punto medio”. Unos pocos ejemplos prácticos, a saber: a), b), y, por supuesto, c).

Apartado a). En un lado, una foto del Rey Juan Carlos I, nuestro jefe de Estado por la gracia de la Ley de Sucesión del caudillo y de sus derechos históricos. En el otro, una foto de una urna, que representa simbólicamente la conveniencia de elegir al jefe del Estado de forma democrática. Pues bien: los yonquis del punto medio nos alientan a aceptar que el punto medio entre esas dos fotos es otra en la que se ve al Rey Juan Carlos I leyendo –o intentando leer- su mensaje de Navidad, y todas las cadenas retransimitiéndolo para hacer gala de pureza patriótica.

Apartado b). En un lado, una foto de una cruz, ese bello símbolo de la Iglesia Católica. En el otro, el logotipo de los Bad Religion, que consiste en una cruz con la señal de prohibición encima. Los yonquis del punto medio dicen que el punto medio entre esas dos fotos es otra en la que se ve al monseñor de turno con los pactos del concordato, y las relaciones de cooperación con la secta católica establecidas en la Constitución.

Apartado c). En un lado, una foto en la que se ve al Jefe del Estado Mayor de turno, presto a defender la unidad patria con los tanques. En el otro, un quebequés votando en el referendum de autodeterminación. Los yonquis del punto medio, por supuesto, sacan su metro, reivindican lo inmaculado de la concepción y dicen que el punto medio es el artículo octavo, que faculta al jefe de tanques a cepillarse lo que sea en aras de la no-nacionalista “nación indisoluble” y la “patria indivisible”.

Pero hay que dejar de lado los peculiares métodos de cálculo de distancias, en el sentido de que cualquier persona mínimamente cuerda sabe que la tierra no es plana y que ni existe ni existirá diferencia alguna, en el fondo, entre el “patriotismo constitucional” y el “diseño inteligente” que patrocinan los integristas cristianos de Arizona para desacreditar a Darwin. Como bien decía Miquel Bauçà, tampoco el vergonzoso origen del texto constitucional es aquí el punto fundamental. Al fin y al cabo, una vaca –ciega o no- puede llevar una mierda seca pegada al culo durante una semana, y ser perfectamente feliz. Lo fundamental aquí es la continuidad. No únicamente la continuidad de la legalidad emanada del 18 de Julio de 1936, que tengamos en el Tribunal Constitucional a un Jefe Provincial del Movimiento o las peculiares opiniones de la máxima autoridad judicial española. La Continuidad como categoría, como objetivo, como fin en sí mismo.

La Continuidad, la Continuidad, la Continuidad…

Haro Tecglen o Campany muriéndose literalmente en sus columnas son la Continuidad. Ussía, Pradera, Sopena o Del Olmo son la Continuidad. Ana Patricia Botín y la finca de Ses Salines son la Continuidad. Samaranch y el “més que un club” son la Continuidad. Todos los medios apuntándose a las mentiras, perdón, a las vías de investigación del Gobierno después del 11-M son la Continuidad. El nuevo Fin de la Historia y los presidentes autonómicos que duran décadas son la Continuidad. Gabilondo y su deseo de “que [el hijo del príncipe] sea niño” para estrenar su “Noticias Cuatro” y Jiménez Losantos ejerciendo el talibanismo constitucional son la Continuidad. El bloqueo en el Congreso de la Ley de la Memoria Histórica y el boicot al cava son la Continuidad. Permitir a los bancos devaluar o no devolver los depósitos a sus clientes, como pasó hace poco en Argentina y como no pasó en EUA en 1929, es la Continuidad. El peix al cove y las parrillas de las cadenas generalistas son la Continuidad. Las verbenas que montan los periodistas deportivos nacionalistas a cuenta de la selección española y la paella de los Jueves son la Continuidad. “Hay que dejar las cosas claras: la Constitución la pactamos todos” es la Continuidad. Las manifestaciones de los payeses y las de los agricultores son la Continuidad. Los obispos en la calle defendiendo sus fueros y el “No podemos conducir por ti” son la Continuidad. El debate de las tribus con su mal llamado “no-nacionalismo” y la demagogia anti-americana con su peor llamado “liberalismo” son la Continuidad.

No es extraña la adicción a la Continuidad. Un país que ha dedicado 40 años a la persecución implacable de toda disidencia del “Una, Grande y Libre” es una máquina de producir reaccionarios de todo pelaje. Lo incomprensible es que personas cabales –esto es, exclusión hecha de “nosotros-los-demócratas”- no solo tengan pavor a describir ese cóctel genético que es garante de nuestra estabilidad, sino que se sientan tan obscenamente cómodos con la Continuidad. Parece mentira que se dediquen a su defensa activa, y que no tengan una hostilidad contra nada mayor a la que sienten por los que no se apuntan a la Continuidad. Parece mentira.

Parece mentira que hayan existido Machado, Unamuno y Ortega. Parece mentira que hayan existido Baroja, Maeztu y los estudiosos de heterodoxos. Parece mentira esta Continuidad. Hay en catalán una palabra que explica la Continuidad a la que me refiero: es pixera. La pixera son las ganas de mear, si bien agradeceré a cualquiera que me enseñe una palabra mejor para la traducción. Concretamente, a las que le entran a uno cuando está tomando pintas en un pub británico o irlandés, y tiene que soportar la cola que forman los esnifadores multi-producto en el baño cada dos por tres. Me refiero a ese tipo de Continuidad, que es la nuestra.

Especial sobre la Transición: Queda inaugurado este pantano

En su momento, LPD creó la sección de “Debate sobre los nacionalismos”. Cuando lo hizo, no necesitó explicar por qué lo hacía, por lo muy familiarizados que estamos tanto españoles como antiespañoles con el debate sobre tribus para ver quién consigue hacer más sombra con su boina. Después del fracaso del proyecto del Estatut, habrá tiempo de sobras para que los tertulianos yonquis del boinismo sigan comiendo, snif, y comiendo bien.
A diferencia de entonces, sí son necesarias algunas líneas para explicar de qué va a ir esto, al menos al principio. El objeto del debate no es aporrearse sobre la guerra civil o sobre la dictadura fascista, ni tan siquiera sobre las muy oscurecidas cosas que sucedieron durante la transición –que también-, sino sobre lo que es España hoy. No es, tampoco, llegar a consenso alguno. El consenso, como su nombre indica, es un sustitutivo de la democracia, que es esa cosa basada en el debate y en la discrepancia tan extraña a la tradición española. La cultura española prefiere el consenso para algunos temas –esto es: el silencio y la ausencia de preguntas-, y la sustitución de la discrepancia del “yo le he dejado hablar, ahora déjeme usted hablar” que más arriba de los Pirineos se traduce “yo le he escuchado, ahora escúcheme usted”. Recuerden eso de que el que alguien piense diferente no significa, al menos necesariamente, que sea una mala persona, y es por eso que por aquí van a pasar gentes con un montón de discrepancias sobre una infinidad de temas. En este sentido, es necesario aclarar los vínculos que unen a los participantes en este debate, esto es: ninguno.
El debate sobre la transición nace siendo un ensayo, en el sentido honrado de la palabra, sobre la manera de contestar preguntas sobre un tema en el qué estamos en pañales, esto es, igual que un seleccionador español preparando una fase final de un mundial. Las preguntas son muchas y difíciles de organizar, al ser este debate lo más parecido a un salicornio girando en el muy árido terruño del debate sobre las tribus, sobre “la derecha” o sobre “la izquierda”.
Por ejemplo, dos puntos: ¿Cuáles son los límites de nuestra cultura –los geográficos, pero también los intelectuales- ? ¿Por qué se entienden esos límites como una meta –en este caso, una columna desde la que devolver favores con unas reglas del juego que le encaminan a uno a un enanismo mental de lo más obtuso-? ¿Por qué son palabras fetiche “solidaridad”, “consenso”, “cohesión” o “estabilidad”? ¿Por qué se permiten debates sobre las tribus, las víctimas del terrorismo o sobre la inmigración y se silencian debates sobre la monarquía, las víctimas del franquismo o nombres concretos, perennemente sustituídos por los muy cobardes “algunos dicen”? ¿Por qué la transición ha permitido algo tan asqueroso como la preponderancia de los sentimentalismos sobre las políticas –desde los nacionalismos al juancarlismo-? ¿Por qué en nuestro analfabetismo democrático confundimos la democracia con una especie de franquismo con votos en el que están vetadas las discrepancias en partidos y gobiernos en favor de concepciones autoritarias? ¿Por qué cada vez que cambia un gobierno cambia todo el país, empezando por los medios y acabando por los presis de las grandes empresas? ¿Por qué cada vez cuesta más encontrar esos muy dignos “Este medio no se responsabiliza de las opiniones de sus colaboradores”, divisa por cierto de esta página heroica? ¿Por qué la generación que hizo la transición sigue, si biológicamente puede, ocupando los mismos sitios en los que se sentó hace 30 años, cuando hasta instituciones sin tradición democrática como el MEMYUC han cambiado de nombres? ¿Por qué aquí la extrema derecha es marginal, si es que ello es cierto? ¿Tiene algo que ver que aceptáramos pulpo como animal de compañía con que hoy la extrema derecha, con ideología manifiesta y evidentemente preconstitucional, se niegue a aceptar perro como animal de compañía? ¿Por qué aquí no hay prensa sensacionalista, si es que ello es cierto? ¿Por qué los nacionalistas conservadores no pueden confesar que no son independentistas? ¿Por qué la derecha española no puede confesar que es franquista? ¿Por qué el PSOE no puede confesar que no es republicano? ¿Por qué el Rey no puede confesar que no es demócrata? ¿Por qué cuesta tanto huir de dogmatismos que venden la transición como ese paraíso terrenal que vende la mitología o una derrota monumental, y hablar en su lugar de las cosas buenas que sacamos sin autocomplacencia y con el espíritu crítico imprescindible para mantener un mínimo rigor? ¿Por qué son tan extraños artículos como el que escribió aquí álvaro (Castilla saluda a Stalin) analizando el caso de los papeles de Salamanca en términos de propiedad privada en lugar de apuntarse al carro de analizarlo como un choque de boinas? ¿Por qué, en una palabra, la futbolización?
Estas y otras preguntas son las que vamos a poner sobre la mesa en este debate, al que están invitados todos aquellos que deseen intervenir (pueden mandar sus colaboraciones a ppsoe2000@yahoo.com o hacer comentarios en el blog Maketo). Tratar de responderlas es un asunto complejo, por lo que yo sugiero que no nos hagamos los lloricas y prioricemos el razonamiento y la problematización por encima de la queja y el “todo es una mierda”, manteniendo por supuesto el “eres un gilipollas que mereces la muerte, la violación y que te rocíen la picha con ácido” consustancial a la internet política española. A mí en la escuela me enseñaron que el trabajo de un ingeniero consiste en convertir un follón en un problema. Es por ello por lo que propongo tratar de lidiar con el follón de preguntas sin perder de vista el cuadro, con el objeto de pragmatizar sobre los puntos que se reiteren en las respuestas, y problematizarlos, esto es: modelizar la realidad.
No está de más recordar que, a pesar de que esta sección nació a rebufo del impulso republicano que alentaba el Estatut que se cargó Zapatero con la colaboración de Mas -y por tanto con vocación de sustituir al debate sobre los nacionalismos-, la sección del debate de tribus sigue abierta. Es sí: si están atentos, comprobarán encantados que, a pesar de que el liberal-leninismo enroniano ha disminuído la capacidad del marxismo para garantizar a sus dominadores una vida sexual plena y gratuïta, no va a poder competir con largas peroratas sobre las extravagantes singularidades de nuestra entrañable transición, sobre todo teniendo en cuenta que, después de lustros de juancarlismo feroz, el 80% de las féminas menores de 30 años desconocen que fue el Caudillo en persona el que designó Jefe de Estado a Su Majestad el primero de los españoles. Yo mismo, si ir más lejos, pude comprobarlo con una amiga bisexual, y doy fe de que, si bien tengo tantas opciones de moverle la silla al Campechano como de formar parte del draft de la NBA, el debate sobre “las luces y las sombras” de la transi funcionaba más y mejor que el curso de sexo de LPD.
A título de aclaración, no me he cortado un pelo a la hora de intertextualizar libros con el permiso de sus autores y sin citar, con el objeto de que las ocupaciones por las que les pagan no supusieran impedimento alguno para su presencia aquí. Al fin y al cabo, LPD no va a ser menos que Ramonet. Por último, mi agradecimiento a los que se han apuntado al bombardeo, y mis disculpas por los retrasos y los incumplimientos de plazo a todos ellos.