Socialistas y convergentes, con la complicidad de Saura, han conseguido, como en el 78, evitar la guerra civil y llegar a un consenso en torno a la reforma del Estatut catal�n. Todo ello, claro, agitando el espantajo del PP ante ERC, del mismo modo que hace 25 a�os fue necesario aludir al peligro de �involuci�n� para que el personal tragara con la Monarqu�a o los Pactos con el Vaticano. El Estatut catal�n era, cuando sali� del Parlament, un Objeto Pol�tico No Identificado. Incumplida la promesa del presidente Zapatero ��Apoyar� la Reforma del Estatuto de Catalunya que apruebe el Parlamento de Catalunya�-, en ninguna parte como en el pre�mbulo-patena se manifiestan los cambios sufridos por el texto en las Cortes.
El texto laminado ofrece todas las garant�as a los que durante 25 a�os han vivido de la mezcla de los sentimientos con la pol�tica. Es una bicoca para los que gustan hablar de nacionalismos rom�ntico-sentimentales: los catalanes, pero tambi�n los espa�oles. Por el contrario, todas las partes del estatuto republicanas �por ejemplo, el traspaso de la competencia de convocar consultas populares- han sido borradas del mapa: esas partes, como la plurinacionalidad, eran la garant�a de acabar con el debate identitario que monopoliza el debate pol�tico espa�ol, y que lo seguir� monopolizando. Como sucedi� en el 78, la mayor�a de los partidos catalanes han puesto manos a la obra para vender como un triunfo un Estatuto cuya lectura confirma est� por debajo de las enmiendas presentadas por Piqu� en la tramitaci�n en Catalunya.
Llegados a este punto, es conveniente constatar que el Estatut ha supuesto un fracaso. Y conviene constatarlo no hablando de sus consecuencias ni sum�ndose a la pol�tica de alcachofa con la que se chatajea a los republicanos para que se sumen al Estatut-patena, sino ley�ndolo.
�Catalu�a se ha ido construyendo�� es la manera en como empieza el pre�mbulo-patena. La diferencia con el original es la sustituci�n de �la naci�n catalana� por �Catalunya�. Pero el zombie, el ser colectivo, sigue presente en el texto, como la apelaci�n a la lengua, a la tradici�n, a la cultura. Porque todo ello es lo constitucional.
El segundo cambio relevante es la inclusi�n en el texto de una falaz equiparaci�n entre Constituci�n y democracia. Donde dec�a �el estatuto del 79, en el cual se establec�a que Catalunya quer�a ejercer, entonces como ahora, su derecho inalienable al autogobierno�, el estatut-patena dice: �el estatuto del 79, nacido con la democracia, la Constituci�n y el Estado de las autonom�as�. Se apela, adem�s, al �esp�ritu� del pre�mbulo del 79, algo que recuerda a las vergonzantes apelaciones al �esp�ritu de la transici�n� con las que se suele esconder la pretensi�n de anteponer fotos y consensos logrados en opacas reuniones con desconocidas contrapartidas al debate libre y democr�tico.
El tercer cambio relevante es la desaparici�n de la memoria y, m�s concretamente de la menci�n a los �exiliados� a causa de la Guerra de Franco y de la posterior Dictadura. Dicha menci�n es, huelga decirlo, plenamente defendible por cualquiera que juzgue de un modo m�nimante honesto el siglo XX espa�ol, y su retirada, mientras siguen en el pre�mbulo los muy constitucionales derechos hist�ricos, es un claro ejemplo del presunto republicanismo del presidente Zapatero.
El cuarto cambio relevante es casi imperceptible. All� donde el Estatut republicano dec�a �este Estatuto establece que:�, el Estatut-patena reza �este Estatuto asume que:�. Probablemente en ning�n punto como aqu� se pone de manifiesto el car�cter de derrota, de fracaso total y absoluto, del intento que supon�a el Estatut de darle un tute republicano a Espa�a. La chapuza de una ley que en lugar de establecer se dedica a asumir, del mismo modo que el 78 los dem�cratas espa�oles tuvieron que asumir no pocas cosas ante el peligro de �involuci�n�, es la m�xima expresi�n de la gigantesca renuncia en que se ha convertido el Estatut.
El quinto cambio acaecido al Estatut del Parlament es la desaparici�n de �La Generalitat restablecida en 1931 nunca ha dejado de existir, en tierra propia o en el exilio�. Manda huevos, como dir�a el poeta, que entre tanta alusi�n a los derechos hist�ricos no hayan encontrado un peque�o rinc�n en el que, en lugar de hablar de 1714, se pusieran en su lugar no pocas de las monstruosidades cometidas por la Espa�a nacional-cat�lica. La desaparici�n de esa menci�n no solo realza los min�sculos l�mites de la Transici�n que ha puesto de manifiesto este Estatut �tanto en lo que es aceptable, como en lo que es inaceptable-, sino que entierra las lecturas m�s civilizadas de la transici�n, esto es: las que defienden que hubo que ceder ante la real y evidente peligrosidad de la extrema derecha, para adoptar una estrategia gradualista. Si un cuarto de siglo m�s tarde todos esos avances no sirven ni para que un pre�mbulo recoja que la Generalitat existi� exiliada durante la Dictadura, es que algunos nos hemos equivocado.
Esta mel� de laminaciones del estatuto culminan, como no pod�a ser de otro modo, en el ignominioso desprop�sito que resume todo el estatut-patena: �El Parlamento de Catalunya, recogiendo el sentimiento y la voluntad de la ciudadan�a de Catalunya, ha definido, de forma �mpliamante mayoritaria a Catalunya como naci�n�. Una vez m�s, el sentimiento.
Una vez m�s, la continuidad.
La Continuidad, la Continuidad, la Continuidad…
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