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Pásalo, de Guillem Martínez

Ayer me leí el desternillante libelo de Guillem Martínez sobre los atentados del 11-M. El librito, editado por la editorial De Bolsillo, cuesta sólo tres euros y, lo que es más importante, se lee en un par de horitas, algo fundamental para los que, como yo, preferimos mil veces la literatura a los libros que hablan de política. Además, conviene aclarar que este pásalo no trata de seis días, y sí de seis años, esto es, los acontecidos desde que el subinspector aznar lópez decidió aprovechar nuestra indignación contra el asesinato de Miguel Ángel Blanco para resucitar el proyecto político de la Españaza.

Guillem Martínez, inventor del bello concepto «Charnego power», trata especialmente de dos temas: la refundación de la derecha cavernícola en España, algo preocupante, y algo aún más preocupante –verbigracia: la sustitución de la cultura por una cadena de mensajes de móvil después de los atentados de Madrid-.

Con respecto a lo primero, el Martínez Power expone de forma bastante moderada algo que todos los demócratas podemos suscribir, esto es: que a un ultra-nacionalismo al más puro estilo serbio le llamas no-nacionalismo y la gente, sencillamente, no lo ve. El uso abusivo de la propaganda –Urdaci System+Brunete Mediática- en los medios y en el discurso, donde al igual que los fascistas alemanes pusieron la coletilla socialista a todo lo que hacían el PP le ponía a todas las realidades gores los adjetivos democrático o constitucional –ejemplo, y cito: “esa cosa elaborada sobre un concepto de Habermas que provocó la admiración del facherío local –esto es, lo patriótico- y el estupor de Habermas –esto es, lo constitucional-«. Martínez se toma su tiempo, además, para homenajear a su manera la utilización electoralista que el PP hace de la violencia, con la misma siniestra cadena de acontecimientos cada vez que unos fanáticos descerebrados asesinan a un inocente, con el ritual de condenas y la suspensión de todas lasprogramaciones y, siempre, la asociación de todos los grupos políticos que no son el PP –eso la derecha españatarra lo lleva en los genes- con el terrorismo. Martínez también expone la necesidad de que los ciudadanos como yo, hastiados de los nacionalismos periféricos, podamos disponer de opciones políticas no nacionalistas, esto es, que tampoco sean ultra-nacionalistas españoles.

Mr. Miserable«El que dude de la autoría de eta es un miserable asín de grande»

Martínez emparenta a los halcones estadounidenses con los chicos de Ansar en su necesidad de crear un enemigo, engordarlo hasta el infinito y destruirlo como única vía de actuación -esto es básicamente lo que dijo Clinton que hacía Bush- y de abrir camino al fascismo, pues no en balde la casilla de salida del PP es una dictadura fascista de más de cuarenta años. En las últimas elecciones europeas vimos a uno de los mayores exponentes de esa derecha ultranacionalista, Mayor Oreja, presentar la candidatura de los «no-nacionalistas» reclamando –como siempre- el cristianismo en la Constitución Europea, además de presentarse con un eslogan perfectamente revelador de ese no-nacionalismo –“Contigo, fuertes en Europa”-, eslogan que es un calco de cualquiera de los que usan cualquiera de los nacionalismos de por aquí abajo. Para acabar, quiero manifestar mi sana envidia por los USA. La semana pasada escuché en la CNN a un alto cargo de la administración Clinton preocupado con esa ingenuidad que sólo pueden tener los estadounidenses por el hecho de que el fascismo haya penetrado con tanta facilidad en una sociedad históricamente destacable por su pasión por los derechos civiles. Además, hacía sus reflexiones de un modo nada acostumbrado –esto es, no para gritar “Bush fascista!” y sí para preguntarse “¿Qué nos está pasando y por qué no hemos reaccionado como sociedad?-“.

Acto seguido, vamos con lo de la intelectualidad.

La tesis de Martínez es que en los días inmediatamente posteriores al 11-M se pudo constatar un fenómeno grave: la inexistencia de intelectuales en España. En el fondo, en cierto modo es una manera de decir lo mismo que el poeta Maragall escribió hace un siglo: “el pensament espanyol és mort”. Constata Martínez que ni una sola voz se alzó en España contra la Mentira, y que una vez más, como en los viejos tiempos, nos tuvimos que enterar de lo que pasaba en medios de fuera de España. Constata también Martínez el muy estruendoso silencio que siguió a los primeros ladridos de la intelectualidad basura –un buen ejemplo está colgado en la página Foro Ermua, acusando a Arzallus del atentado-, y la manera como las pretendidas personas libres, esto es, los intelectuales, o bien siguieron al gobierno en su mentira o bien tuvieron miedo y prefirieron callar, como en las mejores épocas de los nazis, en las que los que, como Zweig, osaron criticar en medio de la barbarie la política de su país y osaron dudar de su victoria fueron inmediatamente tildados de anti-patriotas.

Al silencio cobarde de la intelectualidad le siguió una reacción furibunda y visceral del pueblo que, ante el vacío de los intelectuales, tiró por la calle de en medio y, a base de mensajes en el móvil –esto es, sustituyendo la cultura por consignas- puso al facherío hispánico contra las cuerdas, primero echándole de la manifestación de Barcelona –los únicos, con los vascos, que no tragamos con el lema electoralista- y luego echándole del gobierno.

Cuando leía el Pásalo me acordé mucho de la España invertebrada de Ortega, y de su tesis según la cual España era un país atrasado porque tenía unas clases dirigentes patéticas y lamentables,y que el problema de España es que todo lo tiene que hacer el pueblo, y el pueblo no da para mucho.

El monumental vacío de información y de opinión ante las mentiras gubernamentales, empezando por ese Ansar que se tomó la molestia de llamar a los directores de los medios para que no se equivocasen, tiene una conclusión bastante cabrona y, lo que es peor, con demasiados visos de realidad: en España, lo que más se parece a un intelectual es un actor.

Además, en el primer párrafo Guillem Martínez liga el batacazo pepero con una derrota del Real Madrid: sólo por eso ya merece la pena comprarlo.

p.s: Que digo yo que estaría bien que la Editorial Mondadori no limitara la distribución del Pásalo a las tiendas fnac, porque yo conozco mucha gente a la que le haría mucho bien pensar durante unos días sobre la tesis de Guillem Martínez, al igual que a mucha gente le haría mucho bien leer cada semana su columna en la revista Interviu. Que a mí ni me va ni me viene, pero por comentarlo…

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