Gowex engañó por encima de sus posibilidades
Las cuentas de la empresa Gowex de los últimos cuatro años fueron manipuladas para no reflejar la realidad. La noticia no es que esto ocurriera, sino que esto mismo haya sido reconocido de la noche a la mañana por su máximo responsable. Jenaro García se ha convertido súbitamente en villano, es el hombre que engañó a todo el mundo. El empresario que hace nada merecía todos los premios y toda la confianza de los repartidores de subvenciones. Cómo es la vida: en apenas tres días llega un anónimo analista de bolsa y pone contra la pared al rey del wifi. Pero la enseñanza del escándalo Gowex no es que haya colado la gran mentira de su expansión en crecimiento y beneficios, sino que los actores implicados en su fraudulenta salida a bolsa y su delictiva actividad crediticia se hayan dejado engañar con tanta facilidad.
Que una empresa manipule sus cuentas es tan cotidiano como una subida en el recibo de la luz. No da para escandalizarse que el maquillaje contable permita a muchas compañías mantenerse a flote o saltar al siguiente nivel. Lo que el caso Gowex muestra es una irresponsable actuación de los reguladores, porque el castillo de naipes construido por Jenaro García ha pasado inadvertido para todos los agentes públicos y privados a los que fue expuesto. El maquillaje no era superficial: era una gruesa máscara impropia de una empresa de las dimensiones de Gowex. Demasiado burdo incluso para un capitalismo de amiguetes en el que se perdona casi todo. Mentir a todo el mundo todo el tiempo no es posible. Que lo castiguen y que deje paso al siguiente vendedor de crecepelo.
Podemos no falla
Ni pensé que podían hacerlo ni los apoyé. Pero se ve que el electorado no está pendiente de mis análisis políticos y ha otorgado a Podemos, con su irrupción como cuarta fuerza más votada, la etiqueta de ganador de estas elecciones europeas a las que nadie quería dar importancia (y, claro, después pasa lo que pasa: la mitad del electorado que siempre vota va y la lía). Los tertulianos que en la noche electoral estaban más cabreados que un mono con el resultado del partido de Pablo Iglesias también recibieron con sorpresa esta marea de votos, a pesar de vivir del mismo gremio que ha usado como trampolín de imagen y popularidad el carismático profesor de la Complutense. Antes del 25M, el fenómeno electoral de Podemos ha pasado casi inadvertido para gran parte del espectro mediático. ¿A alguien le sorprende?
La porra electoral de LPD adivinó la tendencia de fondo: el bipartidismo iba a sufrir una derrota sonora, y así fue que cayó por debajo del 50% la suma del PPSOE tras una campaña impecable de los demás partidos, incluidos los de más reciente conformación. Pero el análisis de estas elecciones ha de centrarse casi exclusivamente en el éxito obtenido por Podemos y en si tiene límites, porque en principio diría que no los tiene. El porcentaje que ha cosechado en las circunscripciones más variopintas habla de un partido que los electores llevaban mucho tiempo esperando: una renovación en el ala izquierda que marcara claramente su posición con el PSOE y al tiempo diera pasos que IU no se atreve a dar. Si alguien se quiere subir apresuradamente al carro de Podemos y dibujarle la estrategia a seguir, que lo haga. Sin embargo, los ciudadanos que han votado merecen una reflexión en los partidos de izquierda que vaya más allá de siglas, coaliciones, votos útiles o campañas de imagen.
El principal foco de la crítica hacia el partido de Pablemos es (de ahí la gracia) el marcado personalismo. Pero hay una cosa que queda meridianamente tras el escrutinio: esa cierta dependencia que tenía la candidatura del tirón mediático del cabeza de lista se esfuma cuando te votan más de 1.200.000 votantes. Porque la marca ya está creada y el movimiento muestra que hay una marea de fondo que lo respalda. Es por ello que el impacto que puede tener Podemos en las citas electorales que vienen es una incógnita y va a depender mucho de cómo articulen la unión entre discursos y candidatos, sobre todo en municipales y autonómicas.
La irrupción de Podemos es ante todo una buena noticia. Primero porque demuestra que los candidatos con pelazo tienen éxito seguro, y si no que se lo pregunten a Vidal-Quadras. Y sobre todo porque la izquierda está viva, se mueve y demanda cambios para formar una mayoría acorde con los tiempos. Y porque eso es una mala noticia para el PP, aunque no parece que se hayan dado cuenta todavía.
Elogios póstumos
Dice Gregorio Morán sobre el fallecimiento de Adolfo Suárez que «ni uno solo de los que le liquidaron política y humanamente se abstuvo de ofrecer su óbolo de elogios». Hoy ha publicado esta sabatina intempestiva en La Vanguardia: «Ambición y destino… y cuajo».
Imaginemos Palermo, tarde de domingo en un hospital madrileño, donde el hijo de un viejo político perdido por la ambición, la mala suerte y el alzheimer, va recibiendo a los compañeros de oficio de su padre. Todos gente del bronce, duros y amenazadores como una pistola descargada. Me detengo en uno, Jordi Pujol, expresident de la Generalitat, enemigo acérrimo del finado pero superviviente de “las matanzas” de la transición, que fueron muchas y “sangrientas”. El veterano Pujol se acerca al chaval, el hijo del Duque, tan crecido él, y le apoya la mano en el hombro. Ese gesto que en Sicilia, tan española, tiene el valor de precisar quién manda y quién escucha. Y le va hablando, casi al oído; no sabemos lo que le dice, sólo la mano sobre el hombro en señal de superioridad y la palabra prieta que no da lugar a respuesta.
Cabe pensar si no le habrá dicho en italiano, porque el chico no hubiera entendido la variante siciliana: “Tuo padre e io siamo stati così bravi e tanto felici”.
Diez años
Diez años después sigue siendo legítimo, y necesario, expresar rabia y esperanza.
Cuento de Navidad
Ya te vale, Dickens. Un cuento de Navidad con propaganda izquierdista. El siglo XIX es lo que tiene.
¿Dónde está el Dickens que escriba el cuento de Navidad de este nuevo siglo XIX de nuestros días?