Diario de un aspirante a tertuliano

2017, el año del cambio

Publicado en Política por David el 20 de enero, 2017

2017 Donald Trump

El año 2017 ha dado comienzo el 20 de enero. La inauguración de la ‘era Trump’ marca de tal manera la agenda que el devenir de los próximos meses en la política mundial estará marcada por el ascenso al poder de este imprevisible presidente. La errática carrera hacia la Casa Blanca, con el único rumbo fijo de alcanzar el sillón presidencial, hace que muchos diagnostiquen que Donald Trump no será el mismo como presidente que como candidato, que se moderará. Pero a los ojos del mundo sólo hay una cosa clara: lo que permanece igual desde el primer día es el discurso ultraconservador y nacionalista.

Con el lema de America First, que inspirará tanto política exterior como política interior, Trump orientará la posición de EEUU hacia el aislacionismo. Los acuerdos globales sobre cambio climático están en peligro. La elección de su gabinete invita a pensar que gobernará el país como si fuera una empresa familiar, y preocupaciones de la presidencia de Obama que el ‘trumpismo’ no considera importantes, como derechos civiles, LGTB, sanidad o igualdad, dejarán de estar en la agenda. Ya llevamos un par de años escuchando «el año del cambio» como eslogan de un cambio real para partidos de izquierda. Al final va ser 2017 un año del cambio, esta vez de verdad, abanderado por un autodenominado mensajero de un «cambio real» algo distinto. La revolución alternativa de la derecha americana. Trump marcará prioridades e influirá con sus acciones en la opinión de millones dentro y fuera de EEUU, y todo comienza ahora. Dentro de cuatro años, veremos el legado.

(Viñeta de Manel Fontdevila en eldiario.es)

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26J: Y el desempate lo decidió la gente

Publicado en Política por David el 28 de junio, 2016

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Los resultados de las elecciones del 26J dieron la vuelta a las expectativas y a las encuestas que tanto nos habían hablado de polarización, de caída del PP y de «sorpasso» en las semanas previas. Sobre el fracaso de las segundas, ya están los politólogos fustigándose por ello. Pero sobre las expectativas que en cierto modo las propias estrategias de los partidos habían ayudado a solidificar, cabría analizar el peso que tiene el reflejo deformado de los medios de comunicación y las redes sociales en la formación de las mismas. Los partidos que quieran seguir orientando su estrategia en función de lo que se cuece dentro de la «burbuja» de la información política, deberían asumir la consecuencia de estar tan alejados del votante medio y de las preocupaciones que manifiestan los ciudadanos menos «politizados». El teatro de la política no sirve para satisfacer a quienes esperan de los políticos, antes que otro golpe de efecto, la solución a sus problemas cotidianos.

El fracaso de Unidos Podemos será realmente doloroso para sus candidatos porque, con independencia de las previsiones frustradas en el «asalto al cielo socialdemócrata», les coloca sobre la mesa un problema nuevo para la «nueva política»: un millón de votos que han desertado del proyecto en apenas seis meses. «La sonrisa de un país» fue una campaña que pretendía movilizar y ha conseguido el efecto contrario: desmovilizar a los suyos y activar el voto del PP. La estrategia seguida tras la firma de la coalición entre Podemos e IU, con la llamada al voto útil y la intención declarada de la hegemonía en la izquierda, ha podido ser la confirmación para mucho votante desencantado por la indefinición, los bandazos tacticistas y la vaciedad de contenido. El marketing y el olfato de los politólogos de la Complutense no han sido suficientes ni siquiera para «sorpassar» sus propios resultados del 20D.

El desempate de los resultados del 20D lo ha terminado decidiendo la gente, como ha repetido una y otra vez Errejón durante la campaña. Pero la gente es la gente que vota, y el resultado muestra que el bloque PSOE-Podemos-IU sumaba 933.316 votos más que el bloque PP-C’s en diciembre y, sólo seis meses después, los bloques se han invertido. El centro derecha suma 555.511 votos más que los partidos del gobierno progresista de Iglesias, defendido durante la campaña como su «mano tendida» al mismo PSOE que trataba de superar. Los socialistas, por cierto, sólo tienen una cosa que celebrar: la fidelidad de sus votantes. Porque el partido de Sánchez si algo tiene, en fechas pasadas, es sobradas muestras de votantes desencantados que abandonaron el barco. El mismo problema al que ahora se enfrenta Podemos, con menos trayectoria y más urgidos a conseguir resultados a consecuencia de su propia estrategia, más centrada en las batallas electorales que en movilizar a su militancia.

Podemos llegó para «patear el tablero», decían sus fundadores, y para acabar con el bipartidismo. Es cierto que movimiento en el tablero político ha generado. Por contra, el 26J ha mostrado que el voto bipartidista remonta aunque sea tímidamente. Los cambios no llegan de un día para otro. Deberían escuchar los dirigentes de Podemos a esos viejos del campo, a los que algunos descerebrados entre sus votantes desprecian porque no encajan en el perfil de la «gente del cambio», y aprender de refranes como aquel que dice que más corre el galgo que el mastín, pero que si el camino es largo, más corre el mastín que el galgo. Deberán decidir, para lo que viene a partir de ahora, quién corre como un mastín y quién como un galgo.

Vota, y no te compliques

Publicado en Política por David el 23 de junio, 2016

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La repetición de elecciones y la campaña permanente han llevado al hartazgo de los votantes, y este cansancio lógico ha obligado a los partidos a enfocar su estrategia casi de manera exclusiva en la movilización de los suyos. El dato de participación va a ser fundamental, y buena parte de las diferencias respecto del 20D se explicarán con el diferente éxito de cada partido a la hora de llevar a los suyos al colegio electoral. Pero que todo fuera ya conocido (candidatos, programas, partidos) no explica que hayamos vivido una campaña tan tremendamente vacía de contenido.

Los partidos han pensado que no merecía la pena convencer a los electores con propuestas, existiendo la posibilidad de hacerlo con un vídeo ilusionante, un perfil humano del candidato o una respuesta ingeniosa en El Hormiguero. Hay muchas formas de comunicar en campaña, y ninguna es mejor o peor excepto por una cuestión fundamental: qué estás tratando de comunicar. En el contacto con sus votantes, los partidos deben tener claro cuál es el proyecto diferente que les están ofreciendo.

Los programas electorales y la discusión de propuestas han estado tan ausentes en las últimas semanas, más allá de los debates, que instrumentos de marketing tan decisivos como los vídeos electorales han quedado, casi sin excepción, despojados de elementos programáticos. Se han usado mensajes intercambiables entre partidos. Y para movilizar, se han servido de una simplificación de toda su estrategia en una sola idea fuerza como «cambio», «ilusión», «voto útil», «unidos» o sencillamente un mensaje positivo («a favor», «sí», «sonrisa»).

Todo ello es algo muy lógico en un sistema multipartidista donde hay cuatro competidores fuertes. Pero ninguno debería escudarse en el marketing para explicar que la transmisión de sus ideas no merezca un mayor esfuerzo. El marketing también sirve para comunicar sus proyectos de país. Los votantes tienen muchos motivos diferentes por los que dirigir su voto: reducirlos todos a uno solo es simplificar demasiado el proceso de decisión en la mente del votante. Y reducirlos a uno solo, más emocional que racional, es también un error de comprensión de la diversidad del colectivo que tratan de representar.

Cuando los partidos no dan importancia a las propuestas que llevan en sus programas, están diciéndoles a muchos votantes que aquello que desean ver en la acción del próximo gobierno no es tan relevante como la «ilusión» o el «cambio» que supone ver a tu partido en el poder. El mensaje implícito es «da igual lo que hagamos» y danos el voto por los motivos que te decimos. En definitiva, vota «a favor», vota «con una sonrisa», vota «sí al cambio» o vota «con ilusión». Y no te compliques.

El sorpasso virtual, el sorpasso real y la bola de demolición

Publicado en Política por David el 11 de junio, 2016

La encuesta preelectoral del CIS ha abierto la campaña con datos no muy sorprendentes, pues siguen una tendencia ya anticipada por la media de encuestas publicadas hasta ahora. Incluso diría que la foto de hace cuatro meses no ha variado mucho, excepto por el efecto que la coalición Unidos Podemos está teniendo sobre la idea de «voto útil» y que parece estar aprovechando en su favor. Sin embargo, la mayor fiabilidad que se suele otorgar al CIS hace que la predicción del «sorpasso» impacte como una bola de acero sobre la campaña del PSOE. Podemos e IU ya superaron a los socialistas en número de votos el 20D, y pudieron obtener un número similar de escaños si, unidos, hubieran evitado el efecto de la ley electoral. Pero el 26J pueden lograrlo de verdad, aunque la medida real, en votos y escaños, de este adelantamiento es muy difícil de anticipar.

El impacto en el PSOE de este «sorpasso» inevitable, que pasará de ser virtual a real, dependerá de si el edificio sobre el que golpeará la bola de acero, esa maquina electoral de sonrisas que le llega por la izquierda, es un edificio que puede convertirse rápidamente en cascotes o es un edificio con estructura para amortiguar los golpes. Los datos indican que la «pasokización» no ocurrirá en el corto plazo, pues la realidad de los socialistas aquí es muy diferente a la vivida por los griegos. Pero el golpe no va a ser indoloro: el PSOE no tiene un electorado de gomaespuma que amortigüe el efecto «sorpasso» conservando la capacidad para recuperar el volumen y la forma de inmediato. El PSOE es un partido hecho con materiales resistentes, pero no tanto.

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La única esperanza de los socialistas es que esta generalizada expectativa de derrumbe, relegado a la tercera plaza por UP incluso aunque mantuviera el mismo porcentaje de votos, reactive un cierto «efecto underdog». Este efecto puede hacer que parte de su electorado habitualmente fiel que se ha abstenido en las últimas convocatorias a las urnas, y que se siente desorientado por el rumbo del partido, acuda el 26J al colegio electoral en auxilio de las siglas del PSOE. Por lástima, porque ver a su partido golpeado por la bola de demolición les produce el mismo efecto que las fotos de perritos abandonados que inundan las redes sociales en estas fechas. Y ese efecto puede ser suficiente para que salve los muebles, ante un Podemos que probablemente tampoco asaltará los cielos.

Y tras los resultados del 26J, si no difieren mucho de lo que predice el CIS, llegará el momento en el que Pablo Iglesias se acercará a Pedro Sánchez para pedirle que no vuelva a decir que simplemente se alejó de él, porque la realidad es que nunca antes le golpeó tan fuerte el amor. Y le dirá que el pacto no se puede negar, que nunca tuvo la intención de iniciar una guerra. Todo lo que quería era romper sus muros, romper la barrera que los separaba, y que siempre querrá que estén juntos para pactar. Pero, como Miley Cyrus, deberá reconocer que entró… como una bola de demolición.

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El pacto más probable no lo quiere nadie

Publicado en Política por David el 23 de enero, 2016

Desde las elecciones estoy dándole vueltas a la idea de que, si alguien ajeno a las disputas partidistas tuviera que diseñar el próximo gobierno combinando estabilidad y coherencia, la única coalición que se le ocurriría es una de PSOE con Podemos y C’s. Y que ésta sólo se puede materializar con un gobierno monocolor de Pedro Sánchez, en minoría, que esté muy controlado por el Congreso, con Podemos y Ciudadanos ejerciendo de apoyo al gobierno o de oposición según el caso, y dependa de la capacidad del presidente para articular mayorías a derecha y/o izquierda. Sería éste un escenario bastante satisfactorio para las tres formaciones y también para el «votante mediano». Últimamente, la estrategia del PSOE parece ir en esa dirección, respondiendo con ello a las preferencias de su electorado, si bien es cierto que nadie se lo está poniendo fácil: ni el PP con el mantra del «partido más votado», ni Podemos con la resistencia a pactar, ni su propio barullo interno. Con todo, sigue siendo factible para Sánchez obtener el voto favorable de Podemos y la abstención de C’s, y por tanto aún podría ser vendido el acuerdo como «pacto de la izquierda». El nombre de «pacto de la centralidad del tablero» no lo usarán por pomposo, pero estarán tentados de hacerlo.

Este escenario sigue siendo posible, y yo particularmente lo veo probable. Posible es también que la negociación con partidos nacionalistas dé un resultado que hiciera innecesaria la abstención de C’s, a pesar de que los de Rivera son proclives a la abstención con tal de evitar unas nuevas elecciones. Pero los últimos movimientos, tras las consultas del rey con los grupos políticos, parecen apuntar a que todo vuelve a estar patas arriba para el PSOE, el partido por el que pasa cualquier pacto imaginable y que vive un conflicto permanente con sus barones territoriales que parece ideado por su peor enemigo. En menos de 12 horas hemos visto: un órdago de Pablo Iglesias colocando la composición del gobierno como línea roja y una reacción de Rajoy con la retirada de la investidura en primera votación, reservándose así para una hipotética investidura de «gran coalición» que implicaría desguazar al PSOE como partido de centroizquierda. Mucha declaración de intenciones y mucho postureo es lo que ha seguido a todo esto desde las trincheras de los tres partidos. Pero la cuestión de fondo sigue invariable: el pacto que esperarían los votantes es uno que ponga negro sobre blanco el programa que aplicará el próximo gobierno. Y para eso, ni se han sentado a hablar.