26J: Y el desempate lo decidió la gente
Los resultados de las elecciones del 26J dieron la vuelta a las expectativas y a las encuestas que tanto nos habían hablado de polarización, de caída del PP y de «sorpasso» en las semanas previas. Sobre el fracaso de las segundas, ya están los politólogos fustigándose por ello. Pero sobre las expectativas que en cierto modo las propias estrategias de los partidos habían ayudado a solidificar, cabría analizar el peso que tiene el reflejo deformado de los medios de comunicación y las redes sociales en la formación de las mismas. Los partidos que quieran seguir orientando su estrategia en función de lo que se cuece dentro de la «burbuja» de la información política, deberían asumir la consecuencia de estar tan alejados del votante medio y de las preocupaciones que manifiestan los ciudadanos menos «politizados». El teatro de la política no sirve para satisfacer a quienes esperan de los políticos, antes que otro golpe de efecto, la solución a sus problemas cotidianos.
El fracaso de Unidos Podemos será realmente doloroso para sus candidatos porque, con independencia de las previsiones frustradas en el «asalto al cielo socialdemócrata», les coloca sobre la mesa un problema nuevo para la «nueva política»: un millón de votos que han desertado del proyecto en apenas seis meses. «La sonrisa de un país» fue una campaña que pretendía movilizar y ha conseguido el efecto contrario: desmovilizar a los suyos y activar el voto del PP. La estrategia seguida tras la firma de la coalición entre Podemos e IU, con la llamada al voto útil y la intención declarada de la hegemonía en la izquierda, ha podido ser la confirmación para mucho votante desencantado por la indefinición, los bandazos tacticistas y la vaciedad de contenido. El marketing y el olfato de los politólogos de la Complutense no han sido suficientes ni siquiera para «sorpassar» sus propios resultados del 20D.
El desempate de los resultados del 20D lo ha terminado decidiendo la gente, como ha repetido una y otra vez Errejón durante la campaña. Pero la gente es la gente que vota, y el resultado muestra que el bloque PSOE-Podemos-IU sumaba 933.316 votos más que el bloque PP-C’s en diciembre y, sólo seis meses después, los bloques se han invertido. El centro derecha suma 555.511 votos más que los partidos del gobierno progresista de Iglesias, defendido durante la campaña como su «mano tendida» al mismo PSOE que trataba de superar. Los socialistas, por cierto, sólo tienen una cosa que celebrar: la fidelidad de sus votantes. Porque el partido de Sánchez si algo tiene, en fechas pasadas, es sobradas muestras de votantes desencantados que abandonaron el barco. El mismo problema al que ahora se enfrenta Podemos, con menos trayectoria y más urgidos a conseguir resultados a consecuencia de su propia estrategia, más centrada en las batallas electorales que en movilizar a su militancia.
Podemos llegó para «patear el tablero», decían sus fundadores, y para acabar con el bipartidismo. Es cierto que movimiento en el tablero político ha generado. Por contra, el 26J ha mostrado que el voto bipartidista remonta aunque sea tímidamente. Los cambios no llegan de un día para otro. Deberían escuchar los dirigentes de Podemos a esos viejos del campo, a los que algunos descerebrados entre sus votantes desprecian porque no encajan en el perfil de la «gente del cambio», y aprender de refranes como aquel que dice que más corre el galgo que el mastín, pero que si el camino es largo, más corre el mastín que el galgo. Deberán decidir, para lo que viene a partir de ahora, quién corre como un mastín y quién como un galgo.
Felicidades por el analisis y lo digo muy en serio, si lo leyesen los de pablemos a lo mejor dejan de hacer el ridiculo echandole la culpa a la gente por no comprar su «producto».
El problema es que no son ni galgos ni mastines, solo perritos falderos que lloran cuando llega la hora de la verdad.
Y Garzón resta, por mucho que le eche la culpa al heteropatriarcado, esta acabado.