Vota, y no te compliques
La repetición de elecciones y la campaña permanente han llevado al hartazgo de los votantes, y este cansancio lógico ha obligado a los partidos a enfocar su estrategia casi de manera exclusiva en la movilización de los suyos. El dato de participación va a ser fundamental, y buena parte de las diferencias respecto del 20D se explicarán con el diferente éxito de cada partido a la hora de llevar a los suyos al colegio electoral. Pero que todo fuera ya conocido (candidatos, programas, partidos) no explica que hayamos vivido una campaña tan tremendamente vacía de contenido.
Los partidos han pensado que no merecía la pena convencer a los electores con propuestas, existiendo la posibilidad de hacerlo con un vídeo ilusionante, un perfil humano del candidato o una respuesta ingeniosa en El Hormiguero. Hay muchas formas de comunicar en campaña, y ninguna es mejor o peor excepto por una cuestión fundamental: qué estás tratando de comunicar. En el contacto con sus votantes, los partidos deben tener claro cuál es el proyecto diferente que les están ofreciendo.
Los programas electorales y la discusión de propuestas han estado tan ausentes en las últimas semanas, más allá de los debates, que instrumentos de marketing tan decisivos como los vídeos electorales han quedado, casi sin excepción, despojados de elementos programáticos. Se han usado mensajes intercambiables entre partidos. Y para movilizar, se han servido de una simplificación de toda su estrategia en una sola idea fuerza como «cambio», «ilusión», «voto útil», «unidos» o sencillamente un mensaje positivo («a favor», «sí», «sonrisa»).
Todo ello es algo muy lógico en un sistema multipartidista donde hay cuatro competidores fuertes. Pero ninguno debería escudarse en el marketing para explicar que la transmisión de sus ideas no merezca un mayor esfuerzo. El marketing también sirve para comunicar sus proyectos de país. Los votantes tienen muchos motivos diferentes por los que dirigir su voto: reducirlos todos a uno solo es simplificar demasiado el proceso de decisión en la mente del votante. Y reducirlos a uno solo, más emocional que racional, es también un error de comprensión de la diversidad del colectivo que tratan de representar.
Cuando los partidos no dan importancia a las propuestas que llevan en sus programas, están diciéndoles a muchos votantes que aquello que desean ver en la acción del próximo gobierno no es tan relevante como la «ilusión» o el «cambio» que supone ver a tu partido en el poder. El mensaje implícito es «da igual lo que hagamos» y danos el voto por los motivos que te decimos. En definitiva, vota «a favor», vota «con una sonrisa», vota «sí al cambio» o vota «con ilusión». Y no te compliques.
[…] de la “burbuja” de la información política, deberían asumir la consecuencia de estar tan alejados del votante medio y de las preocupaciones que manifiestan los ciudadanos menos “politizados”. El teatro […]