No hay independencia sin matemáticas
Las elecciones del 27S han hecho saltar al «procés» a otra dimensión. Aunque no sabemos aún si esto supone un salto hacia adelante para el independentismo en Cataluña o lo contrario. Parecía que el escenario catalán iba a continuar con pocas variaciones, pero cuando hablan los ciudadanos siempre hay un movimiento tectónico que puede provocar seismos inesperados. Lo que me interesa resaltar de la resaca del 27S es el riesgo de que el discurso de los dirigentes políticos se separe (aún más) de la realidad y se independice de las matemáticas. El «veredicto de las urnas» que ha valorado la mayoría de los analistas gira sobre un porcentaje clave: los votos independentistas han servido para que ganen las elecciones los partidos del ‘sí’, con una mayoría absoluta de escaños… al mismo tiempo que no han logrado sumar el 50% necesario para considerar que las urnas han emitido un mensaje plebiscitario.
La batalla de los simpatizantes de Junts pel Sí con el dato del 47,74% a favor de la independencia es una batalla perdida: el Parlament no va a poder alegar una legitimidad basada en el voto popular para declarar unilateralmente la independencia. En la semana posterior resultó sorprendente que fuera el candidato de las CUP el encargado de recordarlo. Pero también es cierto que la mayoría permite a JpS gobernar sin ataduras y acuerdar un programa con las CUP para tirar para adelante con el «procés». El tira y afloja está siendo épico, no solo con el espinoso apoyo a un líder del gobierno que aún no se sabe quién será, sino por las condiciones que unos y otros se tratan de imponer. Las CUP tienen ahí un problema insalvable siempre que en la «república catalana» 2 + 2 sigan siendo 4, y este problema se llama ser la minoría que no puede tensar la cuerda hasta el infinito sin olvidar que solo tiene el 8,2% del voto.
Pero alcanzar la independencia con acuerdo, o «a las bravas» como defienden candidatos que se sentarán en los próximos días en el Parlament, es una disquisición que, con las matemáticas en la mano, puede llevarnos a alguna parte. La independencia no es bajar el IRPF o reformar la ley de educación: el acuerdo debería ser mínimamente amplio y perdurable en el tiempo. Uno se pregunta si consideran los partidarios de la independencia que una nueva república no debe nacer con mayoría reforzada (tres quintos, dos tercios) para que la proclamación pueda ser considerada en serio por las demás repúblicas y los demás reinos. Excluido el voto de los partidos que «plebiscitariamente» han defendido el ‘no’ (C’s, PSC, PP) hay un 11,45% de contrarios de la «unilateralidad» (CSQEP, Unió) pero que, quizá, alguno podría sumarse al ‘sí’. Pues bien: el interés de Junts pel Sí por sumar a esos votantes al ‘sí’, acercando posturas, es perfectamente descriptible.
Los números del 27S son bastante parecidos, en el fondo, a lo que reflejan encuestas recientes sobre un hipotético referéndum: el ‘no’ podría ganar por un estrecho margen (50% frente a 42,9% en julio). El independentismo se conforma con las cifras absolutas (véase cartel adjunto de la «Assemblea Nacional Catalana») porque «es lo que toca» y no se plantea siquiera que, ante un referéndum de los de verdad, la participación podrá ser aún mayor que la de estas elecciones (meritorio 77,44% de votantes) y las cifras absolutas de los dos bloques subirán. Y si de lo que se trata es de bajar la participación, nada mejor que las CUP manteniendo su coherencia y forzando nuevas elecciones en febrero. Sería divertido.