El dedo, la luna, los sobres y las élites extractivas
Ya alguien dijo que en política hay amigos, adversarios, enemigos y compañeros de partido. A esta clasificación habría que añadir en el último escalón a los compañeros de partido que están dejando de serlo, de colmillo retorcido y que tienen poco que perder. Esta categoría es la que define al personaje Luis Bárcenas, titular de una cuenta de 22 millones de euros que custodia en Suiza, ex tesorero y factótum del PP durante 20 años, y gracias a las investigaciones del caso Gürtel, el principal promotor de una presunta trama de financiación ilegal del partido sobre la que ha informado el diario El Mundo. La publicación de este escándalo de corrupción puede deberse a una tensión creciente en alguna de las guerras internas del PP que desemboca, cuando ya han pasado los años necesarios para aminorar las consecuencias judiciales, en un tirón de la manta con la que se cubría Bárcenas y parte de los dirigentes populares beneficiados por la política de sobresueldos en sobres de dinero negro. Pero esta bomba atómica lanzada sobre la actual dirección del partido dice mucho de la complicidad necesaria para mantener en secreto esta práctica durante dos décadas y, también, de la vergonzosa falta de controles internos o externos que sacaran a la superficie la mierda acumulada en las cuentas del PP. Porque sin el uso de este escándalo como vendetta o amenaza no sabríamos nada.
El PP tendrá ahora que depurar algún tipo de responsabilidad. Porque dejar el partido en manos de un sujeto como Bárcenas, que con su control de la contabilidad oficial y no oficial ha hecho y deshecho a su antojo, no puede salir gratis. La refundación del partido que trajeron de la mano Fraga y Aznar a finales de los 80, a pesar de las veces que usaron la idea de regeneración, ha dado lugar a esta corrupción generalizada con epicentro en el tesorero que manejaba una caja B. Sería deseable que si deciden refundar el partido de nuevo, y esto no es aplicable solo al PP, la estructura del mismo impida la institucionalización de las élites extractivas tan propias de nuestro sistema de partidos. Que el cuidado que se procure a las finanzas del partido tenga al menos un poco de respeto por el principal financiador: los ciudadanos. Que la transformación que precisan los partidos sea al menos proporcional al nivel de podredumbre que este tipo de escándalos sacan a la luz pública. Pero, en fin, veremos si los responsables políticos son capaces de comportarse como responsables públicos, o prefieren quedarse en responsables de partido, más preocupados por el navajeo interno que por la salud del sistema que los sustenta.
Con todo, los sobres de dinero negro han escandalizado lo suficiente para poner a media clase política en guardia. Pero la atención se ha desviado del asunto más delicado de la corrupción: el origen de la pasta. Que los políticos que hayan recibido sobres de dinero lo declaren o no lo declaren es tan grave como la presunta institucionalización en el cobro de comisiones a empresas de obras y de seguridad adjudicatarias de contratos públicos. La práctica de esta corrupción en niveles diferentes de la administración da a entender que el PP otorgaba a la figura del tesorero la facultad de coordinar el cobro, la custodia y el reparto de una caja de dinero obtenido de manera ilegal. No es nada nuevo que responsables políticos saquen tajada a su poder en la contratación pública en forma de comisiones; sin embargo, la capacidad de Bárcenas para dirigir el cotarro desde el despacho que le han confiado los máximos responsables del PP durante ese tiempo, es consecuencia de un diseño que institucionalizaba la corrupción vía comisiones. El perjuicio que produce en el interés público el que las obras se adjudiquen, no a quien mejor puede ejecutarlas, sino al que admite el pago de cuantiosas comisiones, es muy superior en términos económicos a la cantidad de dinero que se hayan embolsado los políticos de turno. No nos quedemos mirando únicamente a los sobres cuando lo que se destapa es un robo generalizado a las instituciones públicas.