Bienvenidos a la primera huelga del nuevo siglo XIX
Aparentemente, la huelga general del 14N se ha desarrollado con la pretendida ‘normalidad’ con que la afrontan todos los actores involucrados. Los piquetes intervienen para parar las actividades claves, los medios oficiales venden el seguimiento de la huelga como algo marginal y, tras una manifestación masiva con discursos encendidos de los líderes sindicales necesitados de liderazgo, se reproduce la guerra de cifras de manifestantes, con la Delegación del Gobierno haciendo el ridículo habitual. Pero el análisis post-huelga no puede limitarse a la interpretación de un confuso gráfico de consumo de electricidad como indicador del éxito o el fracaso. La tercera huelga en dos años, tras cuatro de una crisis que amenaza con llevarse por delante la prosperidad alcanzada durante una generación, no es cualquier cosa. Puede estar indicándonos que la sociedad que, hasta ahora, ha soportado el 25% de desempleo con estoicismo ha dicho sencillamente basta.
Si los expertos en la materia que, a lo largo y ancho de la red, han sentenciado que la huelga es un instrumento caduco, propio del siglo XIX, volaran, tendríamos por aquí más tráfico aéreo que en Barajas. Y es que no se entiende el reproche cuando nos encaminamos precisamente a un nuevo siglo XIX con obreros ingleses como los que lucharon por sus derechos en las fábricas, con la diferencia de que ahora los obreros tienen iPhones y la perspectiva de futuro es algo más negra. Estamos enfrentándonos a una desigualdad económica creciente a la que los gobiernos no parecen tener respuesta. Con una economía productiva supeditada al sistema financiero, ni el sector público metido en el laberinto de la deuda, ni un tercer sector con recursos insuficientes, van a ser capaces de recomponer una brecha cada vez mayor en la distribución de la renta. El desempleo sigue aumentando, con la diferencia respecto a otras crisis de que no surgen sectores alternativos que tomen el relevo para parar una sangría tal de puestos de trabajo que ni una devolución interna serviría de remedio a corto plazo.
¿Nos vamos a extrañar si cuando tengamos cerca del 30% de paro la conflictividad social hace ingobernable el desarrollo de las políticas económicas? El problema ya no va a ser que el gobierno pueda seguir financiándose en los mercados, sino que la erosión del estado del bienestar empobrece al país hasta el punto de prolongar por sí misma la actual recesión. El círculo vicioso de desempleo, caída de demanda y nuevos ajustes públicos y privados está hiriendo de muerte al tejido productivo. Los mecanismos tradicionales para animar una recuperación de la economía están aparentemente malditos. Mientras una élite continúa navegando sobre las olas de los mercados financieros, el resto de la población se encuentra, cuando baja la marea, con que a su alrededor solo hay despidos, quiebras, recortes y desahucios. Bienvenidos al nuevo siglo XIX.
Sí, es horrible que no hagan nada por salir de la crisis, es que sigo sin entender porqué¡¡
y es ridículo lo del consumo de electricidad si baja o no con la huelga, hacía mal tiempo y estaban puestas las calefacciones?, en nuestra ciudad estaban encendidas las farolas de día, sí.