Mas no da la talla para Charlton Heston
Artur Mas quería que las elecciones catalanas del #25N fueran históricas y lo han sido. Serán recordadas como el mayor fiasco para el partido gobernante en una convocatoria anticipada en Cataluña. Pretender una mayoría absoluta y terminar, solo dos años después, perdiendo 12 diputados es lo más parecido que hay en política a ir por lana y volver trasquilado. Cualquier otro elemento de los resultados pasa a segundo plano cuando el partido que preside la Generalitat se da un batacazo que nadie previó y, aun ganando las elecciones, queda en una posición muy debilitada por la difícil gobernabilidad de la mayoría parlamentaria. Victoria pírrica que explica el ambiente fúnebre de la rueda de prensa de la noche del domingo, con un Durán i Lleida que aspira a modelo de Cecilia Giménez en la segunda parte del Ecce Homo. Los recortes que el Govern ha aplicado a los ciudadanos, los ciudadanos se los han aplicado en las urnas al partido del Govern. CiU ha perdido la centralidad que en algún momento tuvo. Y Mas no se ha convertido en el Moises de Charlton Heston que guiará al pueblo catalán tras bajar de la montaña con las nuevas tablas de la ley. La montaña parió un ratón, y no precisamente un referéndum soberanista. Artur Mas presumía de mayoría absoluta y no pasó de 50 diputados. Esta vez le ha ganado la mano al obstinado Stan Smith en fanfarronería y no solo en mentón afilado.
Bienvenidos a la primera huelga del nuevo siglo XIX
Aparentemente, la huelga general del 14N se ha desarrollado con la pretendida ‘normalidad’ con que la afrontan todos los actores involucrados. Los piquetes intervienen para parar las actividades claves, los medios oficiales venden el seguimiento de la huelga como algo marginal y, tras una manifestación masiva con discursos encendidos de los líderes sindicales necesitados de liderazgo, se reproduce la guerra de cifras de manifestantes, con la Delegación del Gobierno haciendo el ridículo habitual. Pero el análisis post-huelga no puede limitarse a la interpretación de un confuso gráfico de consumo de electricidad como indicador del éxito o el fracaso. La tercera huelga en dos años, tras cuatro de una crisis que amenaza con llevarse por delante la prosperidad alcanzada durante una generación, no es cualquier cosa. Puede estar indicándonos que la sociedad que, hasta ahora, ha soportado el 25% de desempleo con estoicismo ha dicho sencillamente basta.
Si los expertos en la materia que, a lo largo y ancho de la red, han sentenciado que la huelga es un instrumento caduco, propio del siglo XIX, volaran, tendríamos por aquí más tráfico aéreo que en Barajas. Y es que no se entiende el reproche cuando nos encaminamos precisamente a un nuevo siglo XIX con obreros ingleses como los que lucharon por sus derechos en las fábricas, con la diferencia de que ahora los obreros tienen iPhones y la perspectiva de futuro es algo más negra. Estamos enfrentándonos a una desigualdad económica creciente a la que los gobiernos no parecen tener respuesta. Con una economía productiva supeditada al sistema financiero, ni el sector público metido en el laberinto de la deuda, ni un tercer sector con recursos insuficientes, van a ser capaces de recomponer una brecha cada vez mayor en la distribución de la renta. El desempleo sigue aumentando, con la diferencia respecto a otras crisis de que no surgen sectores alternativos que tomen el relevo para parar una sangría tal de puestos de trabajo que ni una devolución interna serviría de remedio a corto plazo.
¿Nos vamos a extrañar si cuando tengamos cerca del 30% de paro la conflictividad social hace ingobernable el desarrollo de las políticas económicas? El problema ya no va a ser que el gobierno pueda seguir financiándose en los mercados, sino que la erosión del estado del bienestar empobrece al país hasta el punto de prolongar por sí misma la actual recesión. El círculo vicioso de desempleo, caída de demanda y nuevos ajustes públicos y privados está hiriendo de muerte al tejido productivo. Los mecanismos tradicionales para animar una recuperación de la economía están aparentemente malditos. Mientras una élite continúa navegando sobre las olas de los mercados financieros, el resto de la población se encuentra, cuando baja la marea, con que a su alrededor solo hay despidos, quiebras, recortes y desahucios. Bienvenidos al nuevo siglo XIX.
PPSOE al rescate de los desahuciados
Ya pueden dormir tranquilos los millones de hipotecados españoles que no llegan a fin de mes, los jueces que se ven obligados a aplicar la ley hipotecaria en beneficio de los bancos, la defensora del pueblo y los perroflautas del 15M. Nada menos que los máximos responsables del PP y del PSOE se han puesto manos a la obra para remediar un problema que necesita solución urgente. Al parecer, hay muchos desahucios últimamente. Que salen mucho en la tele últimamente, es lo que quieren decir. No sabemos si los desahucios que se han producido a causa del paro y el endeudamiento de las familias en los últimos, digamos, cuatro años constituían un problema igual de urgente.
Pero no seamos aguafiestas: el PPSOE nos va a arreglar en mes y medio la dramática epidemia de desahucios por hipotecas que, en muchos casos, superan con creces el precio actual de las viviendas. De todos es conocida la eficacia de las políticas consensuadas por los principales partidos para combatir la crisis. Y con un poco de suerte, la nueva legislación anti-desahucios se acordará de los nuevos esclavos de este siglo, que después de ver cómo el banco se adjudica la casa aún deben responder por el resto de la deuda. Quizás la nueva ley se olvide de la dación en pago, claro, pero al menos los esclavos bancarios tendrán derecho a comida y a vestido bajo el puente más próximo a su antiguo domicilio.
Sin embargo, el loable impulso que el gobierno y el principal partido de la oposición le quieren dar a una nueva ley hipotecaria en esta España post-burbuja y pre-rescate nace empañado por el tirón de orejas que le da la justicia europea a la norma española. El punto negro que ha denunciado en un informe la abogada general del Tribunal de la UE es el que permite continuar con el procedimiento de desahucio cuando el deudor alega que existen cláusulas abusivas en el préstamo hipotecario, lo que produce desprotección en el consumidor. Las dificultades legislativas y las posibles soluciones son analizadas en este artículo del catedrático José García Montalvo que recomiendo. Los parches jurídicos que comenta Montalvo, a los que tan dados son los malos gobernantes, son un obstáculo para llegar a una solución aceptable para el sobreendeudamiento familiar.