Los ‘bancos malos’ del ladrillo necesitan transparencia
La historia de Bankia es la de un fracaso anunciado. No fueron pocos los analistas que vieron difícil, cuando no imposible, que varias cajas con problemas dieran lugar a un banco más saneado y con menos riesgo de caer. El tamaño no hace a los bancos más solventes por arte de magia: lo único que garantiza es que entren a formar parte del club «too big to fail» y por tanto el gobierno tenga que salir en ayuda del banco si éste necesita capital. Justamente lo que le ha pasado a Bankia.
Para ilustrar la falta de confianza en el «banco malo» que creó Bankia y que ha resultado del todo ineficaz para ahuyentar el riesgo de insolvencia de la entidad, veamos lo que decía Moody’s hace un año. Las dudas de esta agencia y de otros, maduradas durante doce meses completos por los mercados financieros, han hecho caer a Bankia como fruta madura. El saneamiento de BFA-Bankia se articuló dejando en la matriz, separados de la entidad principal, los activos más tóxicos de su balance.
Moody’s sostiene que la creación de estos vehículos no protege al ‘banco bueno’ en caso de pérdidas y, además, éste no queda totalmente limpio de activos problemáticos (crédito moroso y ladrillos), sino que mantiene algunos en balance. (…) El hecho de que ambos estén dentro de la misma estructura significa que «si no hay una separación estricta (ring-fencing), el banco bueno se puede ver afectado por problemas potenciales de calidad de los activos y de liquidez en la matriz (el banco malo)». ¿Cómo se vería afectado? «Si el banco malo necesita ayuda, puede exigir al bueno que le pague más dividendos, lo que minaría sus recursos». (…) La agencia señala que no hay una separación clara entre los activos buenos y los malos: «El banco bueno sigue teniendo una porción de los activos problemáticos (crédito promotor, tanto moroso como problemático, y activos inmobiliarios adjudicados y adquiridos); de forma similar, los bancos malos mantendrán en sus libros activos de bajo riesgo, como deuda pública. Esto difumina las líneas entre los bancos buenos y malos». Fuente.
Pues bien, ante la falta de definición de este saneamiento de «bancos malos» sui generis que se sacó de la manga en su momento el Banco de España, el enésimo decreto de reforma financiera recupera y generaliza la idea de las filiales inmobiliarias donde descansarían todos los activos tóxicos que los bancos acumulan tras el fin del ladrillazo. Esta especie de «bancos malos» individualizados para cada entidad, que nacen acompañados de la definitiva vuelta de tuerca en forma de provisiones, ya ha sido calificado por algunos de completo disparate. Los bancos van a seguir teniendo en su balance los activos si los vehículos inmobiliarios mantienen participación mayoritaria de la entidad. Si algo pueden aportar estas sociedades, eso sí, es más transparencia en las cuentas de la liquidación del suelo, las promociones y las viviendas adjudicadas.
Algunos datos para seguir temiendo al futuro: el embrión de «banco malo» del Santander ya es la mayor inmobiliaria de España, con 3.500 millones en viviendas en stock. La estrategia de la Caixa, separando de la propiedad de Caixabank los activos inmobiliarios adjudicados, ha hecho de Servihabitat un «banco malo» que podría duplicar su tamaño cuando asuma los 2.734 millones en ladrillo de la integración de Banca Cívica. Casi todos los bancos tenían ya filiales inmobiliarias. La exposición de éstos a sus «bancos malos» se esconde en la letra pequeña de las cuentas actuales, pero con las nuevas provisiones de 28.000 millones se le da una visibilidad que obliga a reconocer puntualmente las pérdidas de la gestión del ladrillo o los inversores seguirán creyendo que se trata de un pozo sin fondo.
El único punto fuerte de esta salida a la indigestión inmobiliaria de nuestro sistema financiero se manifiesta en la posibilidad de que los bancos coloquen en su «banco malo» una cartera suficiente de vivienda que, para darle salida, y una vez asumida la totalidad de la pérdida en el balance, se ponga a la venta con precios sustancialmente bajos. Este tirón a la baja en el mercado puede dar alguna alegría por el lado de las ventas y al menos dar la señal al mercado de que los activos tóxicos aún pueden servir para hacer negocio si se fijan precios razonables, alejados de los máximos de los tiempos de la burbuja.