Goya a la mejor subvención
El número de películas españolas que veo al cabo del año está comprendido en la horquilla «una o ninguna». No estoy en contra de las subvenciones al cine o a otras industrias culturales. Sin embargo, estoy convencido de que el gasto público en cultura a largo plazo ni es productivo ni sirve para desarrollar un sector con proyección exterior. Me parece perfecto que el cine español se publicite en la gala de los Goya. Eso sí: como cada año, serán los espectadores los que nos llevemos el rapapolvo de una industria subvencionada por no haber consumido suficientemente su producto. El próximo año, sugiero que entreguen el Goya a la mejor subvención. Con un poco de suerte, lo obtiene otro sector distinto al del cine y se quitan el sambenito de paniaguados desagradecidos.
Buena idea, «El Goya es para… ¡Fedea!» sería un hit.
La relativa facilidad para obtener subvenciones en ése y otros sectores culturales parte de la base de la no-rentabilidad o insuficiente-rentabilidad de actividades y obras de la cultura patria que, según este modelo discutible de política cultural, de no ser apoyados vía subvención correrían un peligro de extinción mayor que el del lince ibérico.
La otra cara de la moneda es ¿que pasaría realmente si no se apoyaran con subvenciones sectores como el cinematográfico? ¿Desaparecería sin más el cine español, o se daría una suerte de selección darwiniana en la que sobrevirían no necesariamente los mejores ¡ojo! sino las películas que fuesen capaces de que el público, por los motivos que fuese, gastase sus euros para verlas?
En otras palabras, con seguridad desaparecerían como abatidos por el rayo los tostones que aburren ya al propio director y actores que los perpetran; pero ¿que nuevas especies cinematográficas ocuparían su lugar?