Cosmos
Estoy dedicando algunos ratos en estas fechas del solsticio de invierno a visionar una obra monumental de la televisión de todos los tiempos. Se trata de una serie de culto que ha acercado a millones de espectadores la ciencia y el conocimiento del universo desde su primera emisión en la PBS. A pesar de su popularidad, confieso que no la conocía ni sabía de Carl Sagan más allá de lo que revelan las primeras líneas de su artículo en la Wikipedia. Gracias a la promoción de un periódico he descubierto ahora Cosmos y su extraordinario poder de divulgación como si la producción de esta serie por la televisión pública californiana hubiera culminado este año. La actualidad de los asuntos científicos tratados y su insobornable apuesta por la racionalidad frente a la superchería mantienen joven a Cosmos, y yo me alegro de ello porque viéndola por primera vez estoy disfrutando mucho más que con cualquiera de las (escasas) producciones divulgativas que nos brinda la televisión actual.
El mensaje de Cosmos es también el mensaje de un defensor del método científico en unos tiempos en que las tribunas están llenas de hombres de fe. Cuando vemos que se equipara la evolución con el creacionismo o se niegan tesis científicas en fenómenos como el cambio climático, hay que llegar a la conclusión de que Cosmos tiene aún una misión por completar en la formación científica de las próximas generaciones. Porque sin ciencia el panorama actual no tendría nada que envidiar a los tiempos oscuros del medievo. Sin ir más lejos, en el capítulo que acabo de ver se queja Sagan de que casi todos los periódicos incluyen una columna diaria de astrología y ni siquiera una semanal dedicada a la astronomía. Cuando varios canales de la nueva televisión digital dedican horas y horas al horóscopo y el tarot, la emisión y la producción de series como Cosmos en la televisión pública se hace preceptiva, aunque sea sólo por pura higiene ciudadana entre tanto entretenimiento idiotizante.
Sí.
Suscribo lo dicho, con la salvedad de que en el caso del calentamiento global (hoy día muy zorrunamente rebautizado como «cambio climatico» para así apostar a todos los números de la ruleta) todos los datos apuntan a que los nuevos hechiceros y defensores de la superstición son los calentólogos, mientras que los auténticos científicos, es decir, los que van con los datos reales por delante, son los escépticos.