2011
Como en otras nocheviejas, traigo al blog una imagen del repaso fotográfico al año que termina que publican en The Boston Globe. La colección de instantáneas que resumen el 2010 para los autores de The Big Picture es lo suficientemente amplia para recoger situaciones de toda índole. Me gusta que tras ver todas las imágenes no puedas concluir que este año haya sido especialmente malo o bueno, pues muchas de ellas son, de hecho, imágenes que fácilmente se podrían trasladar a otros años de la década pasada. Sin embargo, el conjunto es estremecedor: ante un mundo con tantos problemas y circunstancias diversas, el foco de la atención está en la casi totalidad de las ocasiones centrado en el ombligo de unos pocos.
Para ilustrar esta última anotación del año he elegido apresuradamente la imagen superior. No recuerdo el pie de foto, aunque seguramente ilustra algunas de las sesiones de la batalla entre los gobiernos europeos y los mercados de deuda pública. Creo que es Zapatero el que se ve debajo de esa lava humeante. En fin, por ahora lo mejor que podemos decir de 2011 es que es nuevo, que no es poco. Feliz año a todos.
Cosmos
Estoy dedicando algunos ratos en estas fechas del solsticio de invierno a visionar una obra monumental de la televisión de todos los tiempos. Se trata de una serie de culto que ha acercado a millones de espectadores la ciencia y el conocimiento del universo desde su primera emisión en la PBS. A pesar de su popularidad, confieso que no la conocía ni sabía de Carl Sagan más allá de lo que revelan las primeras líneas de su artículo en la Wikipedia. Gracias a la promoción de un periódico he descubierto ahora Cosmos y su extraordinario poder de divulgación como si la producción de esta serie por la televisión pública californiana hubiera culminado este año. La actualidad de los asuntos científicos tratados y su insobornable apuesta por la racionalidad frente a la superchería mantienen joven a Cosmos, y yo me alegro de ello porque viéndola por primera vez estoy disfrutando mucho más que con cualquiera de las (escasas) producciones divulgativas que nos brinda la televisión actual.
El mensaje de Cosmos es también el mensaje de un defensor del método científico en unos tiempos en que las tribunas están llenas de hombres de fe. Cuando vemos que se equipara la evolución con el creacionismo o se niegan tesis científicas en fenómenos como el cambio climático, hay que llegar a la conclusión de que Cosmos tiene aún una misión por completar en la formación científica de las próximas generaciones. Porque sin ciencia el panorama actual no tendría nada que envidiar a los tiempos oscuros del medievo. Sin ir más lejos, en el capítulo que acabo de ver se queja Sagan de que casi todos los periódicos incluyen una columna diaria de astrología y ni siquiera una semanal dedicada a la astronomía. Cuando varios canales de la nueva televisión digital dedican horas y horas al horóscopo y el tarot, la emisión y la producción de series como Cosmos en la televisión pública se hace preceptiva, aunque sea sólo por pura higiene ciudadana entre tanto entretenimiento idiotizante.
El laberinto de las hipotecas
En pocas palabras, y con la capacidad irónica de las viñetas de Forges, he aquí la locura del sistema hipotecario español. No hace mucho se escandalizaba la prensa del otro lado del charco de que las hipotecas fallidas no terminaran en España con la entrega de las llaves. Una particularidad, no exclusiva de este país, pero que cambia la evolución del mercado post-burbuja si la comparamos con lo ocurrido en EEUU y su modelo hipotecario. Un laberinto sin salida.
Los controladores como ejemplo
La protesta inesperada y brutal, hasta el extremo de abandonar en masa sus puestos de trabajo, de un colectivo de 2.000 trabajadores podría pasar incluso inadvertida por el resto de la sociedad si no se tratara del colectivo de controladores aéreos. Porque posiblemente sea éste el único colectivo de trabajadores que trabajan para una sola empresa (AENA) con el poder de hacer daño como lo han hecho a todo un sector de la economía (el turismo) durante el tiempo que dura un paro ilegal como el de este fin de semana. Si no estuviéramos hablando de trabajadores privilegiados, que pueden actuar como un monopolio contra los intereses de los demás ciudadanos, ni siquiera tendrían el acceso a los medios de comunicación que están teniendo para exponer sus reivindicaciones. Y aún así, se quejan de que son silenciados, cuando en realidad su malestar no es que puedan o no protestar por sus condiciones laborales, sino que la opinión pública no apoye sus tesis, claramente contrarias al interés general en su mayoría.
Porque aquí de lo que se trata es de un conflicto de intereses entre la autoridad del control aéreo, en este caso representada por el Estado, y sus empleados. Transcurridos cinco años desde que expiró el último convenio laboral de los controladores, la responsabilidad de no haber alcanzado nuevos acuerdos recae por igual en un colectivo que no quiere ceder un milímetro en sus privilegios y un gobierno que se sabe con poder para imponer las condiciones. Condiciones laborales que habrán de cambiar por la liberalización a nivel europeo de la profesión y la parcial privatización que pretende el gobierno en AENA. En definitiva, los controladores se enfrentan a cambios que deberán negociar, como le ocurre y le ha ocurrido en el pasado a otros colectivos del funcionariado público. No son un caso especial, a pesar de todo. Pero por la especialidad de su tarea no pueden hacer que la necesaria regulación de su trabajo que hace el gobierno, al no alcanzar acuerdos con ellos, sea respondida siempre con un chantaje a los usuarios del transporte aéreo. Por esta vía solo obtienen una cosa: una opinión pública radicalmente contraria a sus posiciones.
El gobierno ha sido, por una vez en los últimos años, eficaz en sus decisiones y rápido en la comunicación de la firmeza de su posición. Transmitió la idea de que no negociarían nada con los controladores a menos que abandonaran el sabotaje. Porque de un sabotaje de una infraestructura pública (el espacio aéreo) se trata, como si la protesta de otros trabajadores (de las compañías eléctricas o de las empresas de transporte) hubiera inutilizado la red eléctrica o las totalidad de las carreteras. Ahora AENA anuncia expedientes contra los que se ausentaron falseando bajas médicas. La posición de firmeza del gobierno tiene en este caso un respaldo casi unánime de los ciudadanos: como consecuencia de esto, los controladores se van a convertir en el ejemplo de quienes tienen que sufrir el ajuste del sector público por la crisis. La responsabilidad será exclusivamente de ellos, por la torpeza con que han manejado la negociación, y quien cosechará autoridad moral para imponer nuevos ajustes será el gobierno. No tardaremos en comprobarlo.